No, no se trata de magia. Aquí van simplemente algunas observaciones elementales sobre situaciones y actitudes que muchos latinoamericanos hemos tenido por demasiado tiempo “adentro,” llámese ello el corazón, la mente, la memoria o el inconsciente colectivo. Ante todo, creo que es preciso liberarse de algunos atavismos.
1. Pensar que la solución viene de fuera
Creo que es parte de nuestros genes. Nos acostumbramos a que las respuestas están hechas ya en alguna parte y que sólo es necesario que “vengan” a nosotros, es decir, que algún gobierno las implante.
2. Idealizar al gobierno para luego denigrar de él
Nuestra cultura tiene gran aprecio por la autoridad, que suele ser leída en claves cuasi-monárquicas y en todo caso caudillistas. Exaltamos con entusiasmo al poderoso, llámese militar, presidente o sacerdote; luego caemos sobre ellos cuando no han respondido a las expectativas.
3. Opinar sobre todas las cosas
Ejemplo de lo cual soy yo mismo, por supuesto. Somos autoridad y tenemos pericia en todo: política y ciencia; filosofía no menos que fútbol; alta teología y cocina; crianza de caballos, comercio internacional e ingeniería civil: nada se nos escapa. Esta sobrabundancia teórica va en contrapeso con las incapacidades prácticas de lograr resultados tangibles y verificables. El gobernante usa su capacidad de teorizar ya no para explicar cómo se arreglan las cosas sino por qué no se pudieron arreglar.
4. Una autoestima volátil
El ánimo latino sube y baja como una tormenta tropical. Sin solución de continuidad, podemos sentir que somos lo máximo y luego entrar en depresión ante resultados exiguos. Pasamos de la fiesta a la agresión. Celebramos lo que va a suceder, así luego no suceda, y cada quien es rey en alguna parte o por unas horas.
5. Somos inconstantes
No es cierto que seamos perezosos pero sí somos inconstantes. Tal vez por inmediatismo. Iniciamos una gran revista… que llega sólo hasta el número 3. Empezamos cuatro veces un libro que finalmente queda virgen en más de la mitad de sus páginas. No sabemos mucho cómo es eso de postergar la satisfacción: queremos gozar ya, y para ello intentamos reemplazar el esfuerzo constante con otras cosas: genialidad, intuición, buen humor, humilde reconocimiento de las fallas. pero muchas cosas se quedan sin hacer y muchas buenas ideas no reciben el apoyo que merecían.
6. Cada vez más consumidores
Es un fenómeno mundial, ciertamente, pero tiene una historia más larga y de mayores implicaciones en Latinoamérica. Nos gusta la tecnología para usarla; no solemos dar el salto al punto de dominar lo suficiente un conjunto de ideas, destrezas o técnicas como para llegar a innovar. Cuando ello sucede, el autor ya está enrolado en alguna gran compañía fuera de su país de origen, produciendo los aparatos, sistemas o modas que sus compatriotas pagaran y consumirán.
7. Hay una forma de generosidad que nos falta aprender
Esto tiene que ver con la inconstancia. Los latinos somos efusivos; el impulso nos gana, el presente es intenso y llena el panorama, según aquello de que “lo bailado nadie me lo quita.” Pero ser perseverantes en la generosidad nos sigue costando mucho, es decir: ser generosos cuando ya no hay ganas ni entusiasmo.
Me atrevo a pensar que las notas anteriores son bastante comunes a nuestros países en Latinoamérica. Otras características particulares quizá afectan a algunos países más que a otros.