Es interesante seguir la pista que va del Catecismo Holandés al Catecismo de la Iglesia Católica, de Juan Pablo II. Se puede especular incluso que sin el acicate de los holandeses tal vez no se habría llegado al Catecismo de Juan Pablo II.
El descontento que dejó la publicación del “Catecismo para Adultos” en Holanda pronto hizo que surgiera no sólo la urgencia de publicar “correcciones” a ese texto, sino también nuevos textos que pudieran plantear las cosas de otro modo, uno diría que haciendo cierto contrapeso al CH.
Un artículo bien documentado nos trae estos datos interesantes:
At the Synod of Bishops in 1974, dedicated to the theme of evangelization, the Polish language group, including Cardinal Karol Wojtyla, spoke in favor of a universal catechism, but the proposal was not accepted at that time. At the Synod of 1977, on “catechesis in our time,” a number of bishops proposed a catechism that would be normative for the universal Church, but there was no unanimity regarding the nature or desirability of such a work. The Synod therefore made no recommendation on the subject.
Hablando, pues, en términos puramente humanos, el Catecismo de la Iglesia publicado en 1992 por Juan Pablo II se inscribe dentro de la reacción contra el punto de vista y el método del CH.
Aunque la Iglesia es mucho más que lo “puramente humano” y yo personalmente creo que una acusación así sería del todo desproporcionada. El hecho de que el Catecismo de la Iglesia Católica recupere temas y enfoques que el CH había dejado de lado no tiene que ser tachado automáticamente de “reaccionario,” a menos que consideremos reaccionario a todo lo que no sea grato a los oídos educados en el racionalismo modernista.
Sin embargo de lo cual, no cabe duda de que el elemento existencial necesita un tratamiento distinto. Y no cabe duda de que es muy buena la idea de hablar específicamente a adultos, sobre todo si esa palabra se desprende de las resonancias que le dio la Ilustración con todo su anticlericalismo.
Lo que por otra parte no debemos esperar es que un Catecismo lo haga todo. La catequesis presupone la conversión. No es entonces un instrumento para convertir “a distancia” y en cómodos fascículos. Tampoco puede ser, como algunos obispos quisieron en su momento, una especie de lectio divina que hiciera brotar de los solos textos bíblicos toda nuestra fe. El enfoque de la doctrina como tal es válido y tiene su lugar en la Iglesia, aunque no puede reemplazar lo que quede sin hacer por otros enfoques, en particular por una predicación más viva, testimonial, bíblica y existencial.