10. Malos entendidos sobre la espiritualidad del alma
Cuando se dice que la inteligencia es facultad del alma espiritual mucha gente que ha formado su mente en el rigor de la ciencia puede pensar que ya nada racional podrá decirse. Quizá imaginan que afirmar la espiritualidad del alma es abrir la puerta a que cualquier cosa ya se pueda decir. Un “espíritu” es algo que no puede ser comprobado ni controlado, temen ellos, no sin razón, y parece que admitir que hay espíritus rondando es renunciar a entender nada del mundo. Este es un malentendido en realidad, y le vamos a dar un nombre para identificarlo: el fantasma. Quienes sufren de este malentendido creen que uno va a tratar al alma como un fantasma que nos ahorra la tarea de explicar, de investigar, de formular hipótesis y de comprobarlas. Por supuesto, no es así: el alma humana es espiritual pero no es un fantasma.
Otro malentendido es ver al alma espiritual como una especie de sustancia paralela. Como si fuera una especie de vaporcillo sutil que acompaña al cuerpo, o que se riega por el cuerpo. Las historias sobre cuerpos astrales, regresiones, reencarnaciones y experiencias de “vida después de la vida” favorecen este enfoque: una sustancia etérea que entra o sale de un cuerpo. En realidad, esta imagen material de un alma espiritual no puede engendrar sino contradicciones. Un científico sólo puede burlarse de un alma así, porque lo obvio es que si uno recorre el cuerpo en sus detalles últimos y minúsculos nunca va a encontrar nada distinto de las células y tejidos estudiados por la anatomía, la fisiología o los rastreos magnéticos o bioquímicos de la medicina actual. Identifiquemos este malentendido como el vaporcillo.
Hay quien ve al alma como una reserva oculta o escondida de una especie de energía. Corresponde a la idea de que el cuerpo tiene adentro una fuerza y que cuando se fuerza se va, con la muerte, lo que queda es un cadáver. Esta idea puede incluso compararse con el “aliento de vida” que la Biblia dice que Dios le infundió al hombre, según Génesis 2,7. La New Age ve lo espiritual como una especie de conexión energética profunda que se supone que nos vincula con el cosmos entero. Algunos escritores de esta misma corriente van más lejos y llegan a afirmar que el alma de uno es la misma alma del mundo, que también puede ser llamada “dios.” Encontrar el alma, según ellos, es encontrar a Dios y hacerse uno con el universo. La corriente principal de la ciencia mira todo ese lenguaje como especulación imposible de contrastar, o sea, como embrollo sin fundamento ni aplicación real. Por supuesto, cuando en la Iglesia Católica hablamos del alma humano como espiritual no pensamos en este malentendido típico de la Nueva Era, al cual podemos llamar: energía cósmica.
Y hay un último malentendido que vale la pena mencionar: es el alma como experiencia de trascendencia. En esa dirección va la psicología integral de Ken Wilber. El alma no es aquí parte de lo que uno “es” sino parte de la historia de autotrascendencia de algunas personas. Esta alma es como un estado mental, casi místico, que hace que la persona toque su realidad de un modo distinto, como sin palabras. Por ello mismo, esta alma no cabe dentro de las categorías y la gramática de una racionalidad pública. Evidentemente, esto excluye del concepto usual de ciencia a todo el lenguaje de Wilber sobre el alma. No es tampoco el uso de lenguaje del alma en la formulación católica. De hecho hablar así del alma termina causando más dificultades de las que podría resolver, y por eso es más un malentendido que otra cosa. Llamémoslo así: la experiencia.
Son, pues, cuatro los grandes malentendidos sobre el alma espiritual humana: el alma-fantasma, el alma-vaporcillo, el alma-energía y el alma-experiencia. Ninguna de ellas es el alma espiritual del ser humano.