Un feonómeno que merece más atención de la que recibe es la de los horarios de vigilia y de sueño. En la mayor parte del mundo las cosas están hechas para que todos sigamos unos mismos ciclos, de la mañana a la noche.
El tiempo muestra, sin embargo, que hay personas con tendencia (y facilidad especial) para trasnochar, y hay otras con tendencia a madrugar. Esto debe tener hasta raíces biológicas pero hay otras explicaciones de “psicología del sentido común” que creo que pueden estar relacionadas. Hilvanemos algunas reflexiones, dejando claro que hablamos aquí de las tendencias y no de lo que a uno le toca, porque es un hecho que a todos nos toca a veces lo que no quisiéramos.
La persona madrugadora suele tener claros sus fines y sus medios. Aborda la jornada desde temprano porque sabe en qué dirección va y qué pasos hay que dar. Las primeras actividades de su día siguen rutinas claras. En algún caso serán unas oraciones; en otro, sesiones de gimnasia; en otro, organizar la casa o preparar los alimentos; en otro, en fin, ordeñar las vacas.
Lo que yo he visto, y que no tiene más carácter científico que mi experiencia aislada, es que estas personas tienen unos marcos de comprensión amplios, firmes y estables. Son menos especulativos y con un gran sentido de lo “humano.” Tienden a ser más estables emocionalmente y tienen un sentido desarrollado para la sabiduría popular (dichos, refranes, canciones).
Los trasnochadores aman las preguntas sobre el fin último. Sienten que tienen que rehacer sus esquemas con cierta frecuencia y se sienten creativos y/o rebeldes. Sus rutinas son menores en número aunque en algunos casos puede haber ciertas manías o apegos a lugares, ritos o personas. La parte emocional es más fuerte y puede tener variaciones notables con el tiempo. En general, “suben más y bajan más.”