Juan Pablo II: Nueve Comentarios sobre las Presiones Actuales

3.1 La gran paradoja del último pontificado es, sin duda, el contraste entre el amor incondicional que las multitudes ofrecieron siempre al Papa y la abierta desobediencia con que luego se distanciaron de su magisterio. Unas y las mismas personas, a menudo los jóvenes, le amaron y desobedecieron a la vez. Le celebraron sin oírlo hasta el fondo. Tal fue el drama de Juan Pablo II hasta el final. No es popular decirlo en estos días pero es una realidad.

Con ese antecedente se pueden explicar los resultados que arrojan las primeras encuestas entre los católicos norteamericanos y europeos, a saber, que se quisiera un Papa que fuera carismático y mediático como éste, pero que “modernizara” un poco a la Iglesia. En lenguaje llano, eso significa reabrir una serie de temas para los cuales la línea progresista de la Iglesia Católica ya tiene su propia agenda: sacerdotes casados, ordenación de mujeres, aceptación del homosexualismo y otras orientaciones sexuales, apertura a los métodos artificiales de anticoncepción, minimización o abolición de los requisitos para las declaraciones de nulidad de matrimonio, y todo lo semejante.

3.2 Antes de decir alguna cosa más especifica sobre estos temas, notemos lo que tienen en común. Toda esta agenda gira en torno al individuo, sus decisiones, su bienestar, su manera de situarse ante los demás. Es evidente también el peso que tiene la sexualidad en el conjunto de cambios que muchos desearían del nuevo pontífice. Otra cosa que se puede observar es que estas peticiones y presiones tienen una geografía clara, que corresponde muy bien con los países de aquello que se solía llamar el “primer mundo.”

3.3 Ahora bien, el poder de los grandes medios internacionales de comunicación está en esos mismos países y sirve a sus intereses. Con esto quiero decir que para un espectador en casi cualquier punto del globo hay una innegable “inflación” de los temas mencionados. Si uno se guiara solamente por las pantallas de televisión y demás servicios globales de información se quedaría con la idea de que la presión en la línea progresista es mucho más grande de lo que en realidad es. Uno podría pensar que sencillamente todo el mundo quiere lo que dicen esos medios y que es un atentado contra la libertad y la humanidad no estar de acuerdo con ellos.

Y no se diga que las encuestas demuestran lo que dicen los medios porque el poder de los medios se ejerce previamente a las mismas encuestas, que vienen así a reflejar no siempre lo que necesita la gente sino hacia dónde está siendo adoctrinada y seducida. La mejor demostración de esto es que allí donde el mercado se consolida y la televisión internacional marca la pauta se empiezan a consumir los mismos bienes y servicios, pero también la misma información y valores, que en los países del Primer Mundo.

3.4 La confusión que todo esto llega a generar es sumamente honda y la gente puede considerar como natural lo que desea solamente porque lo desea mucho. Pero no ve que sus deseos han sido creados, modelados y estandarizados por muchas horas de televisión y por el uso estratégico de la publicidad y de los modelos de vida que se han adueñado de su vida. Esa “naturaleza” humana, configurada por los apetitos que le ha enseñado el mercado, se mira ahora así misma como incambiable. Considera que es su “derecho” permanecer fiel a lo que se le ha enseñado y aferrarse al adoctrinamiento recibido. Con tales disposiciones quiere reclamar a la Iglesia que también ella siga esta pauta y le deje seguir el curso de su propio gusto.

3.5 Por contraste, y casi sobra decirlo, el sobredimensionamiento de la sexualidad humana, así interpretada, resta atención, debate y avance a otros temas que son vitales para el caminar de la Iglesia y de la sociedad humana misma. Por citar sólo un ejemplo: en nuestro tiempo hay una terrible confusión sobre el sentido de la oración. Para mucha gente orar es asunto de un soliloquio, o de lograr dejar la mente en blanco; hacer algo de relajación o conseguir que las ondas alfa tomen las riendas del cerebro. Esto sucede en mucha gente que vive en los mismos países donde se discuten sin cesar la ordenación de mujeres y todo lo demás, ¡pero no se estudia ni profundiza cómo llega y se alimenta la vida de la gracia en los fieles!

3.6 Dígase otro tanto de la distribución de la riqueza, la tenencia de la tierra o los retos colosales que entraña la movilización humana en nuestra época, con cifras de seis y siete dígitos. Nada de esto recibe la atención que debiera porque el “individuo” primermundista, o el “individuo” que en cualquier parte del planeta vive con los ojos puestos en la sociedad del bienestar primermundista, quiere que su conveniencia y sus deseos sean solamente obedecidos. Lo demás en realidad no le importa.

3.7 Es el mismo “individuo” que luego se cree dueño de los embriones humanos y que se siente autorizado para dar o quitar el significado al dolor o a la alegría. En efecto, lograda, o casi lograda, la hipertrofia de la sexualidad, el siguiente paso es adueñarse de la vida y de la muerte: clonación, eugenesia, eutanasia. El individuo, completamente seccionado del resto de sus congéneres y prisionero de los deseos que los medios le inoculan en oportunas dosis, ya no reconoce otra ley sino aquella que le signifique poder político, bienestar económico o gratificación física. Es un esclavo que ha definido su felicidad en términos aprendidos de unos amos que no ha visto.

3.8 Todo esto sucede en un Occidente que se precia de su racionalidad y que con seguridad se siente agredido si se le dice que es esclavo. La Iglesia, sin embargo, no puede sino repetir lo que le escucha a Cristo: “todo el que comete pecado es esclavo del pecado” (Jn 8,34). Y el que es esclavo necesita ser liberado, no importa en cuál de los “mundos” de nuestro mundo se encuentre.

No es algo que se logre sólo con buenas razones o buenas intenciones. Ya estas dos existían antes de que Cristo viniera a redimirnos con su palabra, sus milagros, sus exorcismos y sobre todo con su dolorosa pasión y su gloriosa resurrección. Bajo el control de una racionalidad que supone como irracional todo lo que no comprende, la esclavitud sólo puede perpetuarse. Y esa es mayormente la razón que predicaron los que se llamaron ilustrados. De ella puede brotar un modo de hablar sobre el hombre, sobre el mundo o incluso sobre Dios; de ella pueden nacer discursos admirables y bien dispuestos; pero de ella, si hemos contemplado la pasión de Cristo, sabemos que jamás brotará la genuina libertad.

3.9 Como es natural, las tendencias más liberales y la agenda progresista despiertan aprensión en amplios círculos de la Iglesia. No es malo eso; es signo de amor. Pero ese amor, como todo otro amor, ha de ser encauzado si quiere dar su mejor fruto. Si la piedra angular es Cristo, y este Crucificado, es él y no nuestras simples razones lo que tenemos que acostumbrarnos a mostrar. De modo dramático lo experimentó el mundo hace poco, cuando un Papa imposibilitado para hablar se asomó al balcón de la plaza de San Pedro, y sin una sílaba nos dejó el más precioso discurso.

Dicho de otro modo: el riesgo, la tentación seductora para la Derecha en la Iglesia Católica, incluso con la mejor de las intenciones, es fiarse demasiado de las instituciones, los códigos, las congregaciones vaticanas, los argumentos escolásticos, los ritos multiseculares o las alianzas estratégicas. Sobre esto habrá que decir algo más.