Fátima me ha gustado. Las palabras que uno encuentra por todas partes en el área del santuario son: silencio, oración, confesiones, adoración. Y a eso va la gente: a hacer una pausa de silencio, de oración y de arrepentimiento. Me imagino que los fines de semana debe ser distinto y supongo que las multitudes del verano podrían cambiarme la impresión que tengo pero hay que tener en cuenta que un lugar que recibe millones de personas de tantos países, culturas y religiones no puede pretender controlarlo todo. Así como debemos estar vigilantes tampoco podemos ser hipercríticos. Lo que yo he visto es respeto, silencio, decoro, búsqueda de fidelidad al mensaje de la Virgen.
Además, y sin que yo conozca antecedentes, mi sensación es que la muerte de Sor Lucía ha traído un aire de renovado amor al mensaje original y al contenido básico de Fátima, que es sencillo y saludable: “Volved a Dios!” Fátima es como una cuaresma continua para el mundo; una cuaresma que sin embargo deja entrever muy bien el esplendor de la Pascua.
Personalmente, lo que más me ha impactado son las tumbas de los niños santos, Jacinta y Francisco, uno a cada lado de la basílica. Vidas tan breves, vividas con una intensidad única… vidas que nos hacen reflexionar sobre el poder de la gracia y sobre el verdadero sentido de nuestras propias vidas, que son más largas pero tal vez no mejores que las de ellos. Pero no se siente amargura sino alegría porque uno sabe que ellos fueron así en respuesta al singularísimo regalo que Dios les otorgó. La enseñanza entonces es: estar atentos a los regalos que Dios da a cada uno.
El Santuario queda como a quince minutos del Monasterio en que estoy hospedado, yendo a pie. El tono de la ciudad es humilde y sencillo y casi todo gira en torno a la Virgen. En estos días una preocupación es la sequía porque hace muchos meses que no llueve. Bajo el sol brillante, pues, he ido ya varias veces a la Capilla de las Apariciones y allí he orado por los encargos que me han encomendado, empezando por lo que Bruno me dijo.
Luego prosigo, con la bondad de Dios.