EASON es una de las cadenas de librerías más grandes de Irlanda. Hace unos días entré a una de sus sucursales y, entre tantas cosas como puede haber en un lugar tan grande, vi un estante con una característica singular: libros contra Bush. Había allí, chistes, sátiras, análisis históricos, libros de caricaturas, antologías de errores, y decenas de cosas más, cuyo común denominador era y es: resaltar hasta el cielo la incompetencia y perversidad del actual presidente de los Estados Unidos de América.
Se ha dicho de todo en contra suya: corto de inteligencia, títere de su propio vicepresidente, obtuso mental, chauvinista tejano, arribista conservador, fundamentalista religioso, oscurantista inepto, y otras lindezas por el estilo.
Pero no puedo continuar sin hacer una pregunta: ¿Ud. Conoce a Ann Richardson? ¿No? Debería. Esta señora era gobernadora del estado de Texas hasta que se le atravesó un muchacho insolente del cual dijo después: “Me equivoqué con él: mi mayor error fue subestimarle.” Y ciertamente le subestimaba en público, por ejemplo jugando con su apellido: no le decía “bush” (arbusto) sino “shrub” (matorral).
Reconozcamos que es fácil equivocarse con George W. Bush, y que el hombre ayuda o no sé si facilita tales equivocaciones. Su pasado en el alcoholismo, la mediocridad de su vida académica, su ausencia de servicio militar, su condición de niño consentido y díscolo, y sus múltiples errores han hecho que el fenómeno “Richardson” se repita una y otra vez frente al recientemente reelecto presidente de la nación más poderosa del planeta.
¿Quién es, en realidad este hombre que ha firmado decenas de sentencias de muerte en Texas y a la vez se opone al aborto? ¿Es un ejecutivo, un actor, una marioneta del lobby neoconservador, un aventurero, un predicador del antiguo y creíble evangelio de las capillas tradicionales en el siglo XIX? Alguien dijo que tenía tanto caudal para ser presidente que pudo darse el lujo de darle una parte generosa a Kerry. Y lo cierto es que la elección fue polarizada por él, pues en estas recientes elecciones de lo que se trataba era de aprobar o mejorar su propuesta. Y más de la mitad de los votantes la aprobó.
¿Quién es? ¿Un obstinado? ¿Un ególatra consumado? ¿Un mercader de ilusiones con pretensiones de iluminado? ¿Un eterno adolescente jugando con los controles de la máquina más real del mercado?
Haríamos bien en no centrarnos más en sus defectos, que los tiene, y graves. Seguramente hay bastante de cierto en todo lo que se le critica. Pero trae más provecho leer las cosas con los ojos de la nación que le eligió.
1. Bush es un hombre poseído por una vocación. Loca, exagerada, anacrónica, o maravillosa, no juzguemos ahora. Es un hombre con una vocación. Eso en EEUU significa: una mirada sobre el mundo y una gran capacidad para responder con palabras fuertes y decisiones valientes. En el código norteamericano, como yo lo veo, equivocarse no es tan grave como no decidirse.
2. Bush no se cree perfecto; uno diría que casi no lucha por disimular sus defectos, lo cual, mucho que pese a las películas de Moore, lo mantiene a la escala que les gusta a sus compatriotas. ¿No denunciaron ellos y luego perdonaron a Clinton su adulterio? Lo grave es tratar de negociar sin mostrar las cartas. Equivocarse no es grave, lo grave es querer esconder las intenciones. A Bush se le nota que le gusta la plata, la salud, el poder, la buena vida y una familia “fuerte.” Mientras tú tengas tus opciones a la vista, serás recibido más que rechazado en los EEUU.
3. Bush admite los valores de los demás con generosidad. Eso crea equipo y hace sentir a la gente que pertenece a una “gran” nación, llamada por la Providencia para un destino mundial de liderazgo, y todo lo demás que destilan sus discursos. Su lenguaje no esquiva elogios para hablar del Papa, de las hazañas de la NASA o de aquellas personas o instituciones donde él ve lo que ama: vigor, claridad, futuro, salud. Ese lenguaje positivo congrega con mucha fuerza en el país que tiene en su subconsciente haber nacido con un destino.
4. Bush, como tantos otros líderes, sabe capitalizar el concepto de “adversario.” Nada une tanto como un enemigo común. Así como Osama sería un don nadie si no tuviera a quién retar, Bush no era tanto cuando no tenía un enemigo al que señalar. El día mágico de Bush fue cuando pudo decir: “Ellos o Nosotros.” Esa frase encierra toda una mentalidad extraordinariamente poderosa en un país que se ha expandido a ritmo de batallas, de días decisivos y de líderes resueltos. Con un enemigo en el trasfondo hay siempre espacio para reencarnar en sí mismo las luchas y los discursos de los antecesores.
Seguramente el hombre que lidera a los Estados Unidos no es tan bueno como quisieran los que durísimamente lo critican. Pero, ¿de veras querrían que fuera mejor?