Un acontecimiento especialmente impactante fue el discurso en el Memorial del holocausto Yad Vashem. Esta es la historia extraordinaria que había guardado en su corazón desde los 13 años Edith Zirer:
“…Edith era una pequeña judía de origen polaco liberada el 28 de enero de 1945. Estaba enferma, delgada, exhausta. La vida no le importaba nada. Deambuló varios días sin rumbo, hasta llegar a una estación ferroviaria cerca de Cracovia. Echada en un rincón, estaba convencida de que había llegado su hora de morir…
…Acertó pasar por allí un joven que le preguntó su nombre. Una brisa de aire oxigenó su alma, porque hacía tiempo que nadie le preguntaba el nombre. Llevaba tanto tiempo siendo sólo un número. Ese joven se compadeció de la niña y le trajo una gran taza de té caliente. Hacía mucho tiempo que no tomaba una bebida caliente. Después la llevó un bocadillo de queso, que suavemente la obligó a comer…
…Luego ,dice ella, me tomó en sus brazos, y a cuestas me llevó unos 4 kilómetros, a pesar de que nevaba. Recuerdo su chaqueta marrón, la voz tranquila que me reveló la muerte de sus padres, de su hermano, la soledad en que se encontraba, y la necesidad de no dejarse llevar por el dolor y de combatirlo para vivir…
…El joven era un seminarista a punto de ser ordenado sacerdote. Su nombre se quedó grabado indeleblemente en su memoria: Karol Wojtyla. Con el tiempo comprendió que lo único que quería hacer era ayudarme…
…Edith Zirer, casada hoy y con 2 hijos, que vive en Haifa, en una colina del Monte Carmelo, quiso estar con el Papa en su histórico viaje a Tierra Santa para darle personalmente las gracias justamente en el Memorial del Holocausto Yad Vashem. Fue un día inolvidable para ella y para toda la población judía, así como una lección universal de humanidad…”