En el caso de este retiro, el énfasis ha ido por el lado del descanso. La verdad, a cada paso me acuerdo del verbo descansar y de lo que me comentaba una amiga cuando prediqué por primera vez ese verbo. Ella me dijo que yo sabía hablar del descanso pero no sabía descansar. Quizá tenía razón, o todavía la siga teniendo…
Lo cierto del caso es que sigue siendo maravilloso ver el don de la palabra. Decididamente amo la predicación. Me parece fantástico que la vida puede recibir luz, sanación, esperanza y fortaleza con la gracia de la Palabra. Pero claro, no es la palabra sola, no es el argumento desnudo. Yo personalmente, bien consciente de mis miserias, pido a Dios que mire a través de mis ojos y que él mismo dé de su mismo amor a quienes le necesitan. Porque sé que el necesario es él y no yo.
Desde esa perspectiva, el tema del descanso adquiere un aspecto muy sugestivo: no podemos vivir bajo el signo del puro y solo “deber” o sobre la base de lo que “hay-que.” Necesitamos, como dijo Pedro, “arrojar” en él todas nuestras preocupaciones. Nadie puede vivir acumulando angustias, temores, heridas…
Y es un hecho que quienes no tenemos pareja ni hijos corremos el riesgo de “acumular” muchas cosas, precisamente por la imposibilidad de comentarlas. Este riesgo se hace mayor cuando estás en una cultura distinta y quizá incluso en un idioma distinto. Por eso el tema del descanso llega muy bien. Deliciosamente bien 🙂