Izquierda y Ortodoxia
Pero, ¿puede haber una izquierda ortodoxa? ¿Puede haber una derecha heterodoxa?
Como conceptos generales, como descripciones generales, cabe hablar de una izquierda y una derecha; eso no lo pongo en duda. Pero ir mucho más allá, y pensar que las distinciones que hace nuestra mente se dan así, tal cual, en la realidad es muy arriesgado. Por ejemplo, yo creo que hay elementos muy propios de la izquierda que son absolutamente ortodoxos y que no suelen ser tomados en cuenta por la ortodoxia de derechas. Y así también hay elementos de la más pura Derecha que son más revolucionarios que el discurso que solemos oírle a la Izquierda.
Vayamos por partes, entonces. ¿Qué es tan ortodoxo en la Izquierda?
Limitémonos al caso de la Iglesia, aunque algo parecido creo que podría decirse en el ámbito propiamente político.
La Derecha suele preciarse de conservar la pureza de la doctrina. Y es parte esencial de la doctrina la dimensión de servicio que todo poder debería tener. De hecho, hoy es parte del discurso estándar de todo político, ya que ningún líder resultaría elegido si en un ataque de sinceridad dijera: �Siempre he querido disfrutar el poder; concédanme ese gusto.�
Ahora bien, la Izquierda ha sido en general más consecuente en denunciar los abusos del poder y en buscar que los beneficios no se queden encerrados en la camarilla o en la corte. Ese �pensar en el otro,� es decir, en el marginado, en el que no cuenta, es completamente ortodoxo y a la vez muy propio del pensamiento izquierdista. En términos de teología, esto implica también la recuperación de temas que han sido siempre muy incómodos para la Derecha, como el carácter seglar o laico de Jesús, o su crítica misma al aparato de poder, tanto civil como religioso, de su tiempo. Cristo tomó distancia, en términos cuantitativos y cualitativos, frente al poder y predicó un modo de autoridad que causa pánico a mucha gente.
Eso tendría que ver también con el uso de vestidos especiales y símbolos de autoridad o de consagración, ¿o no?
Es una de las críticas frecuentes del lado evangélico contra el catolicismo, o mejor, contra el aspecto clerical de la Iglesia Católica. El argumento de ellos es que Jesús no pretendió diferenciarse mediante atuendos especiales, sino que más bien criticó los atuendos y señales de religiosidad de los fariseos. Y está además el cántico del capítulo segundo de la Carta a los Filipenses: Cristo actuó �como uno de tantos,� aunque queda entendido que sin el pecado. Era tan igual a todos, que Judas tuvo que dar una señal –el beso de traición– para que sus acompañantes pudieran identificar a Jesús. Según todo eso, cuanto más protocolo, diplomacia, vestuario y ornamento se le pone al consagrado, más lejos estamos de la sencillez del Hijo del Hombre.
Todo eso suena demasiado lógico; ¿y qué responde la Derecha a todo eso?
Los vestidos no son necesariamente lo que nos distancia. Mucha gente siente especial afecto y cercanía con un fraile en su hábito, o con el Papa en su sotana. La gente sencilla no suele ver al vestido clerical como una imposición sino muchas veces como un modo de cercanía y de presencia. La figura del cura no es una amenaza para ellos sino una señal de servicio y muchas veces una señal de santidad; así como se oye.
Es como cuando camino por un lugar desconocido o peligroso y veo al policía en su uniforme. Lejos de incomodarme, me infunde una grata sensación de protección y de apoyo. Sin su uniforme, el mismo policía podría defenderme de un ladrón o de un maleante, pero su uniforme me transmite un mensaje que es básicamente positivo: �Hay alguien que está aquí para servirme y ayudarme.� Guardadas las proporciones, algo así cabe decir con respecto a los consagrados y sus vestidos.
Pero esas �proporciones� no se guardan mucho, si uno piensa en el solo costo de los vestidos típicos de los clérigos, por no hablar de obispos y cardenales…
Eso es verdad, y ahí tenemos un buen tema de reflexión y de conversión, si queremos utilizar señales de consagración en el ámbito secular. Y no sólo los vestidos: el funcionamiento mismo de la burocracia eclesiástica es a veces un insulto a la inteligencia o la paciencia de la gente. No podemos tapar el sol con un dedo: el que tiene poder lo disfruta y lo acapara; llámelo una consecuencia del pecado original, si quiere, pero es algo que sucede, y algo que ciertamente suele denunciar más la Izquierda que la Derecha. En eso, por lo menos en la denuncia, yo siento a la Izquierda mucho más cercana a la verdadera ortodoxia del Evangelio.
¿Por qué dice �por lo menos en la denuncia�?
Porque el ser o declararse �de Izquierda� no es en sí mismo una vacuna que preserve de la ambición, de la codicia, de la revancha y de otras lacras que se oponen al verdadero espíritu del Evangelio. ¿No conocemos acaso Iglesias locales donde un grupito de curas de Izquierda ha logrado cierto grado de influencia y se enquista en los consejos diocesanos en una guerra sin cuartel, para no perder las vicarías o los oficios que han logrado?
Aquí cabe seguramente la comparación con lo político. Lenin quería una revolución y exigía espacios de disensión; pero una vez que los bolcheviques llegaron al poder, ¿era posible disentir de la revolución? Castro quería una Cuba libre y soberana, pero ¿qué pasa si alguien no cree en el modelo de libertad y soberanía de Castro y lo dice en voz muy alta? En eso la Izquierda suele ser sumamente hipócrita, de doble modo: porque cambia el discurso cuando llega al poder, y porque los izquierdistas, que denuncian con tanta fuerza los desmanes de la Derecha, no suelen ser igualmente coherentes para denunciar los abusos de la Izquierda enquistada en el poder. Con lo cual no quiero negar lo que antes dije: que a la hora de señalar y denunciar que hay gente a la que estamos marginando suele ser más eficaz y �ortodoxa� la Izquierda, más cercana al vigor profético de Cristo.
Volvamos un poco atrás. Usted hablaba de elementos muy ortodoxos en la Izquierda, y esa parte la ha desarrollado; pero también mencionaba de elementos muy revolucionarios en la Derecha. ¿Cómo se dan estos?
Quizá esa afirmación resulte extraña o aun antipática para algunas personas; pero la sostengo. Tal vez me puedo explicar mejor con un ejemplo. Sabemos que la Verdad, con �V� mayúscula es tema de continua polémica entre la Derecha y la Izquierda. Esta última ha tratado siempre de hacernos creer que la Verdad mayúscula es una amenaza, un peligro, la antesala del fascismo, el himno de todos los totalitarismos. Sin entrar a discutir el punto como tal, un efecto real de esta postura escéptica es una progresiva incapacidad de anunciar el mensaje del Evangelio. Allí donde las posturas progresistas se van afianzando, allí mismo va decreciendo el aliento misionero. Cada vez parece más y más que la Iglesia es, a lo sumo, una oferta entre muchas para la construcción de un proyecto completamente mundano. En su calidad de oferta, el temor constante es que la Iglesia �imponga� lo suyo. En la práctica, tal enfoque se va traduciendo finalmente en inseguridad, o incluso cobardía o comodidad. ¿Pruebas? Mire a Europa; mire a Irlanda.
Bueno pero tener mucha �seguridad� también es sentirse con derecho a imponerse sobre otros; eso tampoco se puede negar…
No se puede negar, es verdad, ni cabe negar que ha habido abusos. Pero, ¿no habremos exagerado los abusos? Yo recuerdo que en una época de mis estudios en Colombia se volvió moda hablar tanto y tan mal de los cristianos españoles, y tanto y tan bien de los aborígenes y sus cultos, que uno terminaba casi detestando la hora en que la primera cruz llegó a América. La verdad, desde luego, es muy distinta. Causa risa, por decir lo menos, que los izquierdistas pretendan presentar a aquellos aborígenes como un ideal de comunismo perfecto, ecología, economía solidaria, promoción de la mujer, defensa del desvalido… ¡semejantes sueños nunca se dieron! Entre los muiscas era imposible levantar la mirada delante del Zipa, y si alguien contravenía esta norma podía ser sentenciado a muerte. ¿Les recuerda a Stalin? Quizás no: Stalin no era tan severo. Y en cuanto a defensa de desvalidos, ¿qué diremos de los sacrificios humanos, los miles de sacrificios de jóvenes hombres y mujeres que se dieron entre los aztecas, todo para honrar a la �serpiente emplumada�? Sí, ya sé que alguien querrá citar las víctimas de la inquisición, pero, ¡por favor!, unas víctimas no borran otras. Lo que quiero enfatizar es cómo la Izquierda crea una mentalidad pusilánime en cuanto a lo misionero. Sobre esa base luego se buscarán disculpas probablemente atacando además a las grandes misiones que la Historia registra.
En lo cual la Derecha ha sido más arriesgada…
Por supuesto que sí. La Derecha ha sido más vigorosa y osada en sus misiones. No han sido obras perfectas, es verdad, y de los errores habrá que aprender mucho, pero para todo aquel que ame el Evangelio, las grandes epopeyas misioneras son como bocanadas inmensas de aire nuevo y de una grandísima alegría.
(continuará…)