El tiempo en casa de Catherine y Linda ha servido no sólo para aprender sobre Lonergan. Este año el tema candente en los Estados Unidos son las elecciones presidenciales. Y aunque es verdad que mucha gente se hace a un lado y, como dicen los españoles, �pasa� del tema, también hay muchos otros que saben que en noviembre se deciden muchas cosas que pueden implicar a países enteros.
Lo que yo alcanzo a ver es que George W. Bush ha producido fuertes polarizaciones. Hay gente que lo defiende a rabiar y gente que lo detesta a muerte. No creo que suceda así, o por lo menos con esa intensidad, en el caso de todos los presidentes estadinenses.
Los enemigos de Bush arguyen de este modo: Se trata –dicen– de un hombre esencialmente peligroso, por su modo de entender la relación entre la fe (religiosa) y el poder (político). De ahí parte su manera de entender un liderazgo �inspirado,� que en últimas significa una presión desde arriba para acallar las voces disidentes o para discutir racionalmente las cosas. Todo esto es simplemente una negación de los principios de la democracia. Por otro lado, sus errores en política exterior van a costar mucho a los norteamericanos. La guerra de Irak es una vergüenza para todo el país, a pesar de la presión a favor de los grandes medios que han sido obedientes a las disposiciones gubernamentales sobre qué presentar y qué no. Además, el sólo hecho de haber pasado por encima de la ONU afirmando la existencia de armas muy peligrosas que luego no se ha podido encontrar, es ridículo. Hacia adentro, es verdad que hay reducciones de impuestos, pero esto sólo no indica prosperidad, porque el desempleo y el poder adquisitivo han decaído y aunque la administración presente signos de recuperación, la sensación general es de un endeudamiento multimillonario que todos tendrán que pagar, junto con las cuentas de los paseos a la Luna o a Marte. Los grandes beneficiados de todo este modo de gobierno son los amigos del presidente y la camarilla neoconservadora que le rodea, y que en realidad está concentrando todos los poderes: económico, político y militar. Muchas minorías, incluyendo latinos, izquierdistas y el lobby gay, desconfían o abominan de los argumentos morales y bíblicos del presidente. El resumen de esta postura es el estribillo �Anyone, but Bush�: Cualquiera, menos Bush.
Todo ello no significa que sea fácil sacar a George W. Bush. No por casualidad ha llegado al lugar donde se encuentra. Sus discursos pueden sonar, a oídos de sus detractores, como puro emocionalismo o tele-evangelización reciclada, pero lo cierto es que tocan temas que les siguen interesando a muchas personas. Su idea de familia, según el modelo idealizado norteamericano tiene mucho eco en mucha gente: una familia �fuerte,� unida, sana, con una visión clara y una gran energía para emprender cosas grandes. Ese lenguaje despierta memorias que se remontan a los inicios de los Estados Unidos como nación. La imagen de un inmigrante ilegal, que deja pasar años para lograr una amnistía es algo que tiene un color muy vivo y un impacto muy grande en los sentimientos de nosotros los latinos, pero debemos estar de acuerdo en que el norteamericano típico acepta ese fenómeno sólo porque le reporta mano de obra barata. La imagen de una pareja homosexual con derechos matrimoniales iguales a una pareja heterosexual es algo que puede encontrar soporte en poblaciones mixtas y complejas pero que no encuentra asidero en los orígenes de los Estados Unidos. El sentir es que un puñado de homosexuales no hubiera tenido el coraje de darle el rostro y perfil a esta nación y por eso no tiene nada de raro que prospere la idea de Bush: una enmienda constitucional que impide a nivel federal el reconocimiento legal de derechos matrimoniales plenos a las parejas homosexuales. Esto es tan cierto que los candidatos demócratas son muy cuidadosos en distinguir dos temas �matrimonio� y �protección legal.� Ellos, que quieren derrotar al republicano Bush, entienden que es muy distinto proteger civil y económicamente a las parejas homosexuales que cohabitan, para el caso de temas como las herencias, y llamara matrimonio a esas uniones. Y en cuanto a la guerra, quizá baste recordar que los Estados Unidos todo lo han ganado con guerras. Una más no es algo que vaya a derribar a un presidente, sobre todo si los resultados alentadores para el ego americano se administran apropiadamente.
Resumen: sólo Dios sabe qué va a pasar en el año 2004 en EEUU.