�Una Entrevista con Fr. Nelson Medina�
7. La Persecución Actual
– ¿Está funcionando, está logrando lo suyo, la persecución de irrelevancia de que venimos hablando?
– En términos globales, sí, y es muy triste y lamentable que así sea. Juan Pablo II lo decía en julio de 2003, citando a la Exhortación Apostólica Ecclesia in Europa: �la cultura europea da la impresión de ser una apostasía silenciosa por parte del hombre autosuficiente que vive como si Dios no existiera.� Un país tras otro vemos caer por tierra la legislación que defiende la vida del no-nacido, la familia según el plan de Dios, la distribución humana de la riqueza, el brotar, en fin, de la civilización del amor. Es eso sobre todo lo que no se quiere que nazca.
– Un objetivo perverso y retorcido… satánico, diría uno.
– No tema usar la palabra, aunque puede ser malinterpretada. Lo que sí debe quedar claro es que no se trata de satanizar personas, sino de estar avisados del origen y la metodología demoníaca que produce millones de muertes, tristeza, desesperación, huida a las drogas, egoísmo cruel, industrias de pornografía y sadomasoquismo, depresión, suicidio… es un cuadro espantoso. Uno realmente recuerda el texto impactante de la 1 Juan: �Sabemos que somos de Dios, y que todo el mundo yace bajo el poder del maligno. Y sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento a fin de que conozcamos al que es verdadero; y nosotros estamos en aquel que es verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la vida eterna� (1 Jn 5,19-20).
– ¿No es eso el colmo de la presunción: nosotros los buenos y el mundo entero, los malos?
– Puede mirarse como presunción o como conciencia de una responsabilidad y sobre todo: conciencia del don recibido. Si guardamos lo recibido sólo para nosotros y nos encerramos para juzgar desde nuestros miedos a los demás, entonces sí será presunción; pero si nos arriesgamos a ir más allá de nuestros temores y vencemos la persecución, eso no será ser presumidos sino simplemente ser testigos agradecidos de la gracia.
– Antes de continuar, yo quisiera que quedara claro si Ud. está condenando al mundo entero. Pareciera que todo en el mundo es perversión, mala sangre, deseo de dañar a los cristianos…
– Existe el riesgo de esas condenas globales pero yo quisiera decir, de la manera más enfática posible, que una condena global del mundo, en cuanto escenario de la libertad humana, es contraria al Evangelio y es ideológicamente perversa, tanto o más que la persecución de irrelevancia de la que venimos hablando.
– ¿Qué quiere decir con el mundo �en cuanto escenario de la libertad humana�?
– El �mundo� tiene más de un sentido en los términos cristianos, tomados del Nuevo Testamento. Cuando leemos �no améis al mundo ni lo que hay en el mundo� (1 Jn 2,15) no tenemos el mismo significado que cuando leemos �tanto amó Dios al mundo que le dio su Hijo Unigénito� (Jn 3,16). Hay un sentido de �mundo� que alude a las complicidades y vanidades que conspiran en contra del ejercicio de la libertad, encadenando con múltiples idolatrías. Ese �mundo� será siempre un adversario para el ser humano, y por lo tanto para la Iglesia. Mas el mundo es también el espacio de posibilidades que queda abierto a nuestras decisiones. Este fue el sentido que el Concilio Vaticano II prefirió, con muy buenas razones. Según este sentido particular del término mundo, es absurdo y tendencioso condenar a todo el mundo.
– ¿El mundo en el primer sentido es la sociedad LCD?
– La sociedad LCD es en algunos aspectos la expresión contemporánea de ese �mundo� que en sus complicidades y vanidades encadena al hombre. Sin embargo, hemos de cuidarnos de pensar que todo en la sociedad liberal, capitalista y democrática encaja dentro del mundo que es condenado en la Biblia. Hay valores muy grandes en nuestro tiempo, como los ha habido en otros tiempos y en otros modelos de sociedad.
– ¿Por qué Ud. habla tan poco de esos valores?
– A los sacerdotes, a los teólogos y a los predicadores nos corresponde un poco la misión del centinela, según la imagen del profeta Ezequiel (Ez 3,17). Tenemos que estar atentos a los peligros que se acercan y a las pestes que no terminan de irse. Nuestra labor, en ese sentido, puede parecer fastidiosa, porque implica hablar a menudo de cosas desagradables. Mas lo que uno busca no es molestar sino abrir caminos, quitar obstáculos, para que la gracia y el amor de Dios, tan evidentes en el sacrificio de Cristo, no se desperdicien. San Pablo decía �el amor de Cristo nos urge� (2 Cor 5,14). Además, es preciso decir con cierto énfasis estas cosas por otras dos razones: porque hay mucha indiferencia y letargo en las conciencias, y porque hay mucha confusión, hasta el punto que se llegan a considerar como �derechos� cosas absurdas como matar a los propios hijos.
– Y por el lado de las cosas buenas, ¿no cree Ud. que esta sociedad es mejor que las sociedades cerradas, tiránicas o totalitarias?
– El término �sociedad abierta� nació, como se comprende, en un contexto polémico de denuncia de las actitudes de persecución de algunos modelos de sociedad que precisamente fueron caracterizados como �cerrados�. Yo no estoy en defensa de esos regímenes totalitarios ni mucho menos de sus métodos represivos, no importa con qué razones se pretendieran justificar. Pero tampoco pienso que por el hecho de declarar a una sociedad como �abierta� con ello hemos quedado automáticamente inmunes de otras formas, quizá más sutiles, de discriminación e incluso de persecución. En particular, recordemos aquí lo dicho anteriormente: estas sociedades llamadas �abiertas� tienen una gran capacidad de dogmatismo agnóstico y de tiranía laicista.
– ¿Alguna demostración de ello?
– Muchas. Menciono sólo una por su actualidad a finales del año 2003: la actitud obstinada y anticientífica de negarse a reconocer las raíces cristianas de Europa. ¡Los postulados mismos de la igualdad, la libertad y la fraternidad son impensables sin el cristianismo, y eso no lo digo yo, lo dice mucha gente de todo tipo de convicción filosófica y religiosa! Lo único que se puede concluir es que en esto está una expresión muy visible de la persecución de irrelevancia: es el intento de hacer desaparecer el significado del cristianismo.
– ¿Tiene algún ejemplo fuera del campo de las declaraciones genéricas y más bien etéreas de una eventual Constitución Europea?
– Lo más concreto que puedo citarle por ahora es la noticia de la ley sobre señales y símbolos religiosos que con toda probabilidad será aprobada en Francia. El diario digital El Día del 12 de Diciembre de 2003 decía: �Una comisión formada por el presidente Jacques Chirac recomendó ayer que sea prohibido legalmente lucir en las escuelas públicas y edificios oficiales símbolos religiosos ostensibles como el pañuelo islámico, la kippa judía y el crucifijo.�
– Eso, por lo pronto, incluye a otras religiones, no sólo al cristianismo…
– Así es, y lo sabemos, aunque también sabemos qué grupo de creyentes será el más afectado por esta legislación. Piense en esta escena: un profesor cristiano está frente a 20 o 30 alumnos cristianos, pero nadie puede hacer ostensible un crucifijo. Yo pregunto una cosa: si en un país musulmán se prohíbe que se vea un crucifijo, ¿a eso no lo llamamos persecución?
– ¿Y qué argumentan los que han diseñado esa ley?
– Bernard Stasi, que tiene el cargo de �mediador nacional�, y que preside la comisión citada, asegura que �el secularismo es la separación de la Iglesia y el Estado, pero es también el respeto de las diferencias;� y agrega que el objetivo de la comisión fue lograr que gentes de todas las creencias puedan �vivir juntas en lugares públicos.� ¿Es clara la lógica? ¿Se preguntó acaso a los cristianos si les perturbaba ver velos musulmanes en su entorno? ¿Nos vamos dando cuenta de lo que está aquí en juego? La afirmación de que todas las religiones están en un mismo nivel pone automáticamente al secularismo (racionalista-laicista) en un nivel superior, y lo autoriza, como por ensalmo, para legislar por encima de todos y en lo que atañe a todos.
– Eso no parece justo, ciertamente…
– ¡No lo es, desde luego! Es lo más irónico del mundo: hay un conflicto entre tres niños, y llega otro y dice: �Ahora yo soy el árbitro de ustedes; y como soy el árbitro, ordeno y mando que todos se callen y se sienten y me obedezcan…� En la perspectiva de hombres como Chirac, Stasi y muchos otros, tanto en Francia como en buena parte del Occidente democrático, el no-creyente, el agnóstico o el ateo declarado tienen ya desde la entrada, por potestad de la lógica interna del racionalismo secularista, una mayor probabilidad de legislar sobre todos los que se digan creyentes. Por lo mismo, declararse �socialmente� creyente, o sea, creyente en público, es, desde ahora, un obstáculo, un estorbo, para quien quiera acceder al poder en la Francia democrática laicista de comienzos del siglo XXI. ¿Esto no es marginación y persecución, a nombre de una retórica de la inclusión de todos?
– ¿Y qué más se supone que pretenda este grupo pro-secularismo?
– Sus objetivos son claros, y sólo esperan tener más poder para lograrlos. El mismo periódico citado, y en la misma noticia, añade que Daniel Robin, secretario nacional del sindicato SNES de maestros, declaró que �en Francia, en lo que al secularismo se refiere, queda mucho por hacer. Los velos [de los musulmanes] son solamente un problema, pero no el único problema.� Este hombre sabe qué quiere, pues dijo también otro asunto: varias provincias francesas siguen requiriendo la enseñanza de la religión en las escuelas públicas y tienen clérigos en sus plantillas. Según él, estos son �problemas�, y hay que �resolverlos�.