Una Iglesia Perseguida (1a. parte)

�Una Entrevista con Fr. Nelson Medina�

1. ¿Falta una buena persecución?

– La Iglesia ha vivido sus momentos más gloriosos en épocas de persecución. ¿Podríamos atribuir su estado actual a que, por así decirlo, �le falta una buena persecución�?

– Creo que habría que anotar varias cosas a su planteamiento. En general es verdad que la santidad es más evidente en la persecución, pero creo que es temerario hacer la ecuación �más persecución = más santidad.� Por otro lado, se puede discutir si hay o no persecución en nuestro tiempo.

– ¿Ud. diría que la Iglesia, y en particular la Iglesia Católica, está siendo �perseguida�? ¿No es un poco paranoica esa afirmación?

– Debo admitir que suena muy paranoica y que se puede prestar para interpretaciones muy diversas, pero también puede argumentarse a favor de ella.

– ¿Cómo?

– Yo creo que hace falta un poco de historia. Necesitamos contextualizar el recorrido de los cristianos para no quedarnos con un único sentido de �perseguir� y de �persecución�. No fueron iguales las circunstancias de los discípulos de Cristo en Jerusalén que bajo el Imperio Romano; ni fueron estas últimas circunstancias comparables a lo que vivieron los cristianos bajo la presión de las tribus bárbaras, después de la caída de Roma.

– Pero en todos esos casos uno ve una violencia que se expresa en cárceles, torturas, matanzas, o cosas parecidas…

– Es verdad. Sin embargo, notemos, por una parte que a los últimos cien años, por decir algo, no le han faltado los mártires en el sentido clásico del término. Creo que en todos los continentes la sangre de los testigos sigue humedeciendo la tierra. Por otra parte, Ud. dice �uno ve�, y así es: hay persecuciones que �se ven�, pero eso no significa que haya otros modos de perseguir que no �se ven�.

– Y ese sería el caso actualmente…

– Yo pienso que sí. Estamos ante una persecución que no es evidente, en el sentido de que las noticias no nos están contando cada mañana sobre cuántos sacerdotes han sido torturados o cuantos neófitos han sido degollados. En esto pienso que es importante subrayar que la persecución, entendida en términos generales, no es en primer lugar un acoso a vidas humanas sino a la fe que unos seres humanos manifiestan.

– ¿Cómo así?

– Recordemos, por tener algo en mente, las espantosas persecuciones de Diocleciano hacia el 303 d.C. La gente era encarcelada y acosada, pero, si renegaban de su fe, entonces los castigos o se disminuían o simplemente ya no se daban. Esta es la diferencia entre un simple sanguinario, que se goza sádicamente en producir dolor y muerte, y un perseguidor como tal. El perseguidor no busca la sangre sino hacer retroceder la fe. Según eso, hemos de considerar como �persecución� todo lo que se dirige de manera consistente a procurar un retroceso sustancial en la fe.

(continúa…)