– ¿Empezó la guerra en Iraq cuando Bush dijo?
– Sí.
– ¿Terminó la guerra en Iraq cuando él dijo?
– No.
– ¿Cómo sabemos que sigue la guerra?
– Porque hay ataques deliberados y continuos, que causan bajas incesantes.
– ¿De ambos lados?
– En la práctica, sí, aunque es evidente que los EEUU intentan ahora básicamente defenderse de las agresiones que reciben en tierra iraquí.
– ¿Esos ataques son masivos?
– No. Tienen una estructura impredecible, puntual, según un modelo terrorista.
– ¿Estamos hablando entonces de “guerra de guerrillas”?
– Exactamente.
– ¿Hay algún parecido con Vietnam?
– Muchos parecidos. Pero también una gran diferencia.
– ¿Cuál?
– En Iraq hay una riqueza natural, básicamente el petróleo, que implica una ganancia económica directa, cosa que no existía en Vietnam.
– ¿Si no existiera ese factor el desarrollo de los acontecimientos sería diferente?
– Creo que es indudable.
– ¿Se podría llegar a decir entonces que el motivo real detrás de esas muertes es el petróleo?
– No sólo se podría decir. Se ha dicho, y se dirá cada vez más.
– Es decir que, poniendo las cosas en su expresión más cruda, ¿esos jóvenes soldados norteamericanos están muriendo básicamente para ayudar a incrementar en un futuro la riqueza y recursos de los Estados Unidos de América?
– Sí. Lo cual no niega que lo hagan por su patria. Es claro que su “patria” tiene un ingrediente económico que ellos juzgan digno de defender y acrecentar, o por lo menos eso podemos presumir.
– ¿Y qué pasará si esta guerra de guerrillas se prolonga demasiado?
– Es difícil especular, pero, sobre la base de los recientes acuerdos logrados entre EEUU y Alemania y Francia, uno diría que de lo que se trata con la actual estrategia a mediano plazo es esto: asegurar un gobierno que a la vez sea “nativo” y “controlado”. Nativo, para que los muertos los pongan los iraquíes; controlado, para que lo que se estipule en términos comerciales sobre los bienes de Iraq quede en firme, y así EEUU pueda empezar a recibir los réditos de su inversión multimillonaria en esta guerra.
– ¿Y qué podría entorpecer ese plan?
– Muchas cosas. Hasta cierto punto tenemos un espejo en Afganistán, donde el tema del gas natural tiene un papel significativo, como sabemos. Simplemente las tropas norteamericanas no se han podido retirar de allí, ni se ve claro cuándo lo harán.
– ¿Qué impide que se retiren?
– Podemos hacer una hipótesis: la incapacidad de asegurar ese gobierno nativo y controlado. En regiones con una larga historia de conflictos internos y violencia continua las cosas no se solucionan simplemente con decir: “Aquí está una Constitución y tendremos elecciones democráticas en tal fecha”.
– ¿Y entonces?
– Entonces la única alternativa real es un gobierno con un cierto porcentaje de respaldo político interno, un inmenso respaldo externo, de los EEUU, y un decisivo respaldo militar interno y externo. O con otras palabras: sin la constitución de unas fuerzas militares creíblemente fieles a un gobierno nativo y controlado, no hay principio de salida a la espiral de la violencia terrorista. Ya EEUU está dando pasos en ese sentido. La Prensa de Galicia, del 2 de noviembre de 2003, informaba: “La Coalición que encabeza Estados Unidos en Irak adoptará una estrategia más ‘flexible’ y acelerará la formación de soldados y policías iraquíes para afrontar la creciente inseguridad y la amenaza terrorista, indicó ayer, sábado, el jefe de la Administración Provisional, Paul Bremer.“
– ¿Ayuda en ese proceso que se haya logrado un acuerdo entre EEUU y Alemania y Francia?
– Pienso que no debemos sobreestimar la magnitud de lo que fue la oposición europea a la guerra en Iraq. Quiero decir: no deberíamos pensar que toda la inhumanidad y el imperialismo estaban encarnados en Bush y toda la filantropía y la racionalidad estaban del lado de Shröder y Chirac. Inglaterra y España son Europa, y apoyaron con dinero, recursos y hombres la intervención militar en Iraq. Además, si somos honestos, ¿cuáles son las razones para que se den los nuevos acuerdos? ¿Es una repentina explosión de humanidad y solidaridad? Uno quisiera pensarlo, pero lo más seguro es que, de nuevo, sean los factores económicos los que estén primando en todo esto. Iraq no es la primera nación en la que EEUU interviene militarmente, y las fotos de la inhumanidad de esta guerra igualmente podrían obtenerse de otros conflictos armados. De modo que cabe preguntar por qué Europa se moviliza como lo hace, sea para oponerse, o ahora para, en voz baja, ir juntando cobijas con los EEUU.
– ¿Es decir que no cabe simplemente criticar a los Estados Unidos?
– Exacto. Hay mucha hipocresía y mucho oportunismo, y mucha envidia también, seguramente, en tanta animadversión contra los gringos. Sin ser demasiado suspicaces podemos aventurar que las discusiones no siempre son lo que parecen. A gente como Bush, Cheney o Rumsfeld se les conoce con cierta facilidad qué quieren y a través de qué medios. No es tan sencillo cuando se trata de la gente que pretende oponérseles, sobre todo cuando lo hacen en público. Para mucha gente, me imagino yo, es “bueno” que las cosas sean desastrosas en Iraq, porque ello es una propaganda gratuita en contra del gobierno de Bush, con lo cual, de rebote, se obtiene un capital de aceptación inicial para las propias ideas. Es feo, pero así se hace la política por todas partes.
– ¿Hubiera sido preferible entonces no intervenir en Iraq?
– Quizá es la pregunta más difícil de todas. Las razones que se dieron son obviamente menores, difusas e incluso ridículas. La doctrina de la “guerra preventiva”, o como se le llame, es insostenible en un tribunal occidental, como lo demostró la ONU. La clara motivación económica no la negará nadie a estas alturas. Y sin embargo, hay elementos “curiosos”, por decir lo menos, en esta guerra…
– ¿Cómo cuáles?
– Mire Usted: ¿será casualidad que todos los países que han apoyado de una o de otra forma la ofensiva contra Iraq tienen un background judeocristiano? ¿Será casualidad que ni el Medio ni el Extremo Oriente se muevan en contra de Iraq? ¿Podemos atribuir todo a una fantástica solidaridad panislámica?
– ¿Qué quiere decir eso? ¿Qué está sugiriendo?
– Sugiero que esta guerra, más allá de lo inmediato y visible, que es lo económico, apunta a una visión del mundo de corte imperialista cristiano. La nueva visión del mundo, a ojos de George W. Bush, tiene un componente cristiano, mesiánico. Es algo que causa escozor y sorna en una Europa que se siente orgullosa de su laicismo, pero que está ahí presente.
– ¿Y por qué Europa se siente orgullosa de su laicismo?
– Porque lo siente como un triunfo de la racionalidad. El Papa ha hecho ver agudamente que los grandes valores de que se precia Europa le han llegado fundamentalmente por la predicación y la inspiración cristianas. Los historiadores no podrán decir otra cosa porque eso es lo que asevera la Historia con plena contundencia. Pero la narración de la gesta cristiana tiene vergonzosas contradicciones internas, sobre todo por las guerras de religión que terminaron sin vencedores y con todos vencidos. Sobre esas ruinas, el laicismo racionalista y masónico proclamó su mensaje, ciertamente mesiánico como el cristianismo mismo. Shröder, Chirac, y sobre todo Giscard d’Estaing, se sienten como los guardianes de ese “triunfo” que no quieren dejar perder, según demuestra la ausencia de la religión en la propuesta de Constitución para la Unión Europea.
– ¿Es decir que hay dos mesianismos, el de Bush y el del laicismo europeo?
– Sí. Y los dos tienen raíces judeocristianas. Y los dos en realidad pretenden un señorío universal de un conjunto de ideas y valores que en el fondo vienen de la Biblia. Sólo que Bush trata de que se le note bastante, mientras que los líderes políticos de Europa Occidental tratan de que no se les note nada. Pero cuando se sientan a hablar del futuro, que es el gran tema mesiánico, se ve que se ponen de acuerdo con relativa facilidad.
– Según eso, ¿cómo habría que leer la guerra de Iraq?
– Simplificando al máximo, como un episodio más del encuentro entre el Mesías de la Revelación Judeocristiana y el Profeta del Corán.
– ¿Tienen razón entonces quienes anuncian nuevas guerras de religión después de la contienda en tierras iraquíes?
– Yo no diría tanto. Aunque toda guerra es un enfrentamiento, no todo enfrentamiento es una guerra. Iraq se volvió “guerra” por muchas razones, sobre todo de orden económico, como hemos repetido, pero eso no significa que el fenómeno haya de repetirse automáticamente. De hecho, el cristianismo tiene suficiente luz como para iluminar el valor infinito de cada vida humana y a la vez fuerza como para llevar a un ser humano incluso hasta el martirio. Pero Occidente se ha quedado, por así decirlo, más con la luz que con la fuerza, porque ha preferido entender a amar. El resultado es que seguimos razonando como cristianos en muchas cosas, pero carecemos del coraje para vivir nuestra fe hasta sus últimas consecuencias, y sobre todo para dejarnos matar por anunciar lo que creemos.
– ¿Qué escenario le parece más probable entonces?
– En cuanto a Iraq, hay un razonamiento muy sencillo: el pueblo norteamericano reclamará a quien quede de presidente que recupere la inversión de recursos que ha supuesto esta larga guerra. Me imagino que no hay otra vía sino montar un gobierno que cumpla las características antedichas: nativo, controlado y con sustancial apoyo militar. Es difícil proponer algo diferente, aunque para llegar a eso todavía falten muchas explosiones, atentados y sangre inocente corriendo por las calles de Bagdad. Lo mismo puede decirse de Afganistán, por razones similares. Más interesante es analizar qué sucederá con toda la agenda pendiente…
– ¿Cuál?
– El Occidente Cristiano, o ex-cristiano, reclama alguna forma de imperialismo. Eso está pendiente. Y no vemos otra nación que pueda jugar ese papel si no son los EEUU…
– ¿Y la Europa unida?
– No tiene consistencia. O mejor: lo único que tiene es eso: consistencia. Pero un imperio necesita más. Necesita la vanguardia, la avanzada. Y eso es políticamente incorrecto en el lenguaje actual de los europeos, aunque todos saben que eso hace o hará falta.
– ¿Por qué está tan seguro de la nostalgia europea por un Imperio? ¿No contradice eso todo el lenguaje de la democracia que es orgullo de las naciones de Europa?
– Sí hay aquí una contradicción, pero de contradicciones también se vive. Digamos que entre visión democrática y visión imperialista hay una dialéctica en la que ningún extremo anula completamente al otro. Piense en que las naciones más “democráticas” incuban empresas transnacionales. Estas empresas son un modo de imperialismo; un modo que ciertamente tiene suficiente fuerza para anular la economía de otras naciones supuestamente libres, soberanas… ¡y también democráticas! Yo vengo de Colombia, un país del llamado Tercer Mundo, y he visto cómo los bancos españoles devoran una tras otra a muchas incipientes compañías financieras colombianas, ya sea comprándolas con cheque al portador o apabullándolas con una competencia insalvable y asfixiante. ¿Es eso “democracia”? Verbalmente, lo es, pero su verdadero nombre es: Imperio. Y quienes nos hacen eso, con o sin el Fondo Monetario Internacional, no son las naciones del África Central, no son Mongolia o China comunista, sino estas democracias liberales… con nostalgias imperialistas.
– Si ya tienen ese imperialismo económico, ¿por qué haría falta un imperialismo político?
– Debería bastar como prueba el proceso de gestación de la Constitución para la Unión Europea. En pocas palabras, yo diría que la economía como tal es “ciega”. Necesita de la política para no equivocarse al repartir sus dividendos. Sin unas cuotas de poder muy claras, las cuotas de ganancia terminan por difuminarse.
– ¿Y ese imperialismo tendrá corte cristiano?
– Si viene de Europa tendrá una impronta cristiana. Puede fastidiar que lo digamos, pero en realidad es así. La llamada “derecha” dentro de la Iglesia Católica hace rato lo asumió con toda honestidad.
– ¿Una nueva Cristiandad?
– El nombre “Cristiandad” rechina, y hace que la gente apile leña para quemar al que lo pronuncie, pero en el largo plazo no se ve clara otra alternativa: o Europa se abre a la posibilidad de una nueva Cristiandad o sucumbe ante la presión externa del Islam y de China, y la disolución interna de sus convicciones, minadas por el hedonismo narcisista y el consumismo intoxicante.
– ¿No hay espacio para un laicismo razonable, liberal y democrático, digamos, según el estilo alemán actual? Uno no imagina una Alemania de nuevo cristiana fervorosa y misionera…
– Eso es verdad. Y es bien importante subrayarlo porque Alemania pesa extraordinariamente en la Unión Europea, por donde se le mire: en lo demográfico, económico, ideológico o político. Sin embargo, también pueden preguntarse dos cosas: si lo que une internamente a los alemanes conseguirá pervivir sin una referencia cristiana explícita, y si eso es “exportable” a la Unión Europea como tal.
– Tal vez sí…
– En cuyo caso la pregunta es algo así como: ¿cuánto puede vivir con vigor un país sin un vínculo expreso a un conjunto de valores trascendentes? Y luego: ¿puede ese conjunto de valores supramundano sostenerse en Europa sin aludir o recurrir a las raíces cristianas? Por ahora es claro que los europeos así lo sienten, y entre ellos, tal vez ningunos tanto como los alemanes, pero el lenguaje de los hechos, es decir, la natalidad, la inmigración, el envejecimiento, y otras variable semejantes, bien pueden producir otra clase de planteamientos en un tiempo sorprendentemente corto. Aunque ello no necesariamente implica que alcancemos a verlo nosotros mismos.
– Pero, ¿hay señales de que el liberalismo democrático racionalista sienta dudas de su propio proceder?
– Desde luego. El movimiento ecológico, que por cierto es más fuerte en Alemania que en cualquier otra parte, es en realidad un cambio de rumbo en la gran corriente de la Modernidad, que quería verse avanzando en un progreso sin límites pero que de pronto vio que estaba acabando con el único lugar que tenemos para vivir. A otra escala, el problema sigue con un puñado de agudos temas bioéticos, como la experimentación con embriones. Y por seguir hablando de Alemania, miremos esta noticia reciente, del 30 de octubre de 2003, publicada en El País, de España: “La ministra federal de Justicia de Alemania, la socialdemócrata Brigitte Zypries (SPD), preconiza reorientar la legislación sobre protección a los embriones para permitir que puedan extraerse de ellos cultivos de células madre humanas. Una conferencia pronunciada por la ministra ayer en la Universidad Humboldt de Berlín ha desencadenado de inmediato una fuerte polémica en Alemania entre partidarios de avanzar en la investigación con embriones y defensores del derecho a la vida, incluso cuando la fecundación se realiza en tubos de ensayo. El tema de la investigación en las fronteras de la vida adquiere en Alemania una connotación especial a la luz del pasado de un país que hace poco más de medio siglo vivió los horrores del nazismo con sus experimentos genéticos para lograr una raza superior. Al mismo tiempo, no se puede frenar la investigación que permita tal vez sanar enfermedades incurables. En este difícil terreno se aventuró ayer la ministra de Justicia para defender posiciones que van más allá de la legislación aprobada hace menos de dos años en el Parlamento Federal (Bundestag) por el mismo Gobierno SPD-Verdes al que pertenece Zypries.“
– ¿Qué ve Ud. ahí?
– Que la lógica implacable de un sistema racional sin referencias trascendentes normativas tiene un nombre: Nazismo.
– ¿Y es eso lo que ven los opositores de la postura de Zypries?
– Sí, pero ellos mismos no tienen una fuerza argumentativa suficiente en el estado actual de cosas. Recordemos, como lo hace esa misma noticia de El País. que “el 30 de enero de 2002 el Bundestag aprobó en Berlín la ley sobre la investigación con embriones, tras un largo y apasionado debate. Dicha ley permite la importación de líneas celulares, pero no la creación en Alemania“. ¿Se habrá visto cosa más absurda? Una ley que permita usar embriones en Alemania, pero no crearlos en Alemania. ¡Por Dios! ¿Es eso lo queda de la racionalidad de Diderot y D’Alambert? En realidad, la postura de Zypries es lógica.
– ¿Lógica?
– Sí, por dos motivos. Primero, porque lo aprobado por el Bundestag es risible en su contradicción interna. Y segundo, porque sigue la lógica de un político: los amenazados o enfermos de Alzheimer o de Parkinson eventualmente votan; los embriones no.
– ¿Es decir que la postura de Zypries seimpondrá?
– Creo que, a largo plazo, es indudable. No obstante, miremos lo que esto implica: un movimiento ecológico fuerte que hace respetar a los patos, los bosques y las ardillas, y que corre parejas con una legislación que hace crema de embrión humano… para que algunos puedan disfrutar más y mejor la hermosura de los patos, los bosques y las ardillas. Eso es Alemania; eso es Europa. No se necesita ser un adivino para darse cuenta que ahí hay una bomba de tiempo; no necesariamente en términos de violencia física, pero sí en cuanto a la comprensión de nosotros mismos, y nuestro modo de estar en el mundo. Y todo ello, repito, sucede con fuerza, ahora mismo, en Alemania.
– ¿Y la única salida es una vuelta al cristianismo?
– Depende de lo que se entienda por “única salida”. Yo no espero una oleada de conversiones para los próximos años. Me imagino que será un proceco como el de la primera evangelización en Europa: fogones de luz, de sabiduría, de gracia y de acogida.
– ¿Monasterios?
– Sí, pero no en se sentido físico y material, primariamente. El fenómeno postmoderno de las llamadas “tribus”, las comunidades virtuales en Internet, la calidez de los Movimientos Eclesiales recientes, todo ello apuntaría hacia esa especie de fenómeno cultural-eclesial que irá despuntando poco a poco, produciendo islas de sensatez, gratuidad y fecundidad. Cuando el fenómeno como tal sea irreversible y se consolide en fórmulas más amplias y sólidas, será inevitable que empiece a hacer presencia pública. A eso llamo yo la aurora de una nueva Cristiandad, totalmente distinta de la que nos cuentan los libros de historia, pero perfectamente simbiótica con el pasado, el presente y el futuro de Europa.