Hace un mes hice mi primera comunión. Bueno… quiero decir: hace un mes, apenas llegado a Dublín, recibí por primera vez a Jesús en la Eucaristía. Celebrábamos juntos, según horario de esta casa de formación, la Misa Conventual.
Hubo algo particularmente hermoso en ese hecho, que sin embargo podría haber pasado inadvertido en su cotidianidad.
Con el cambio de país viene también un cambio en las costumbres, y particularmente en las comidas y sabores. ¡Todo sabe diferente, sin excliur la leche, o el pan!
Pero Jesús sabía y sabe igual. Su sabor de gracia y su aroma de misericordia dejaban esa misma sensación, ese mismo amor de siempre, aquel 3 de septiembre de 2003. Y aquello fue maravilloso. ¡Gracias, Señor!