Un “mirador” del mundo

Hoy, de vuelta de una librería, pensaba que Irlanda es un excelente “mirador” del mundo. Por aquí circula mucho de Europa. En los buses, especialmente en verano, según entiendo, viene mucho turista: italianos, chinos, japoneses, ingleses, norteamericanos, franceses… a todos ellos los he encontrado en el día de hoy, sin ir a lugares exóticos o raros.

Y es interesante la pluralidad, pero, si se quiere, es más interesante la uniformidad. Hoy por hoy, creo que todo observador atento de la humanidad debe mirar con frecuencia a “qué se une con qué” y a “qué se separa de qué”. Seguramente hay modos más elegantes de decirlo pero la idea es esa: no podemos dejar de preguntarnos por qué tantos jóvenes terminan oyendo la misma música, perforándose las mismas partes del cuerpo y teniendo sexo (y abortos) a la misma edad.

Es como sentir que “alguien” programa a la gente en todas partes. Y de hecho caminan y ríen de modos semejantes. Hasta su modo de ser “exóticos” es bastante uniforme…

Hoy por ejemplo estuve en la Grafton Street. Es un lugar muy amable, y tiene una deliciosa atmósfera “europea”. Pero cuando uno se pregunta en qué consiste lo “europeo”, la respuesta es dura. Es algo como: busca lugares significativos y llénalos de gente insignificante. Gente que se “bebe” el momento. Gente que huele al perfume de moda, más el sudor de siempre, más algo de trago o de marihuana.

Como se nota, no es una sensación agradable, pero tampoco es insufrible. Si comparo Bogotá con Los Angeles, o Nueva York con Dublín, por ahora tendría que decir que cada ciudad lleva sus propios absurdos. No es menos absurda la inseguridad de Bogotá que la marihuana de Dublín. No es menos terrible la indiferencia newyorkina que la vanidad californiana.

Es decir: estoy experimentando la globalización. Lo importante, sin embargo, no es quejarse o denigrar. hay riquezas escondidas. Irlanda es un país marcado por una tenacidad singular. Las huellas de la gran hambruna de mediados del siglo XIX, la invasión de los normandos, la lucha por conservar la identidad católica frente al agresivo avance anglicano, la dureza del clima en ciertas estaciones y años…

De modo que así como vemos a la humanidad marcada en tantas partes por el absurdo, Dios nos dé ojos para ver siempre en todo ello la necesidad positiva de la gracia y la oportunidad inesperada para el amor.