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Homilías de Fr. Nelson Medina, O.P.Derechos Reservados © 1997-2024
Lunes, Octubre 7 de 2002[Lectio Divina] [Laudes] [Vísperas] [Completas] Sobre las fechas y horas de publicación de estas oraciones mira aquí Ten presente en tus intenciones de este día:
Para esta fecha hay 2 posibles celebraciones litúrgicas. Esquema No. 1 Tiempo Ordinario, Año Par,
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1a. |
No he recibido ni aprendido de ningún hombre el Evangelio, sino por revelación de Jesucristo (Gálatas 1, 6-12) |
Salmo |
El Señor recuerda siempre su alianza. (Salmo 110 ) |
Evangelio |
¿Quién es mi prójimo? (Lucas 10, 25-37) |
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2014/10/06 |
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2016/10/03 |
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Homilía para leer: |
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1. El Buen Samaritano1.1 La Arquidiócesis de Madrid, en su página web (http://www.archimadrid.es), que recomendamos, ofrece una preciosa reflexión sobre el evangelio de hoy. De allí tomamos lo que sigue, aunque siguiendo nuestra numeración habitual. 1.2 Aquel hombre, queriendo justificarse, le hace una segunda pregunta a Jesucristo: ¿Y quién es mi prójimo? La respuesta de Jesús Un hombre... despojado, golpeado, medio muerto es una de sus enseñanzas más luminosas, como un compendio de todo el Evangelio: la parábola del buen samaritano. También podríamos denominarla la parábola del hombre despojado. Mi prójimo es un hombre cualquiera que me encuentro tirado en el camino, herido, abandonado. Ese hombre concreto está apelando a la conciencia de quien lo encuentra: para que reconozca en el rostro desfigurado y en el cuerpo contrahecho, dolorido, la imagen del hermano, del otro yo que pide una ayuda efectiva, una mano cercana. 2. ¿Quién era, quién es ese pobre?2.1 Intentemos ahora comprender nuestra sociedad a la luz de este evangelio. Así, podríamos afirmar que esa persona concreta despojada es hoy uno de los miles de niños la criatura más débil e inocente que son eliminados en el seno materno. La cuna natural de la vida se convierte para él en el corredor de la muerte. Una sociedad que legitima un crimen tan abominable como el aborto está perdiendo el sentido mismo de la dignidad humana, base de los derechos fundamentales y de la verdadera democracia. 2.2 Esa persona concreta despojada en nuestra sociedad puede ser una de las madres que, ante las dificultades para sacar adelante al hijo de sus entrañas, es dejada sola. En ese período en el que necesita más ayuda muchas veces no encuentra el apoyo efectivo al que tendría derecho. 2.3 Esa persona concreta despojada puede ser también hoy, en nuestra sociedad, uno de los emigrantes pobres que acuden a nuestras tierras quizá tras sobrevivir a una penosa travesía, buscando una oportunidad en la vida. En ocasiones encuentra que el bienestar no es repartido entre todos. 2.4 Esa persona concreta despojada puede ser hoy, en nuestra sociedad, uno de esos muchos ancianos abandonados. La sociedad los considera cada día más como una carga insoportable. Se llega a la aberración de la aceptación cultural y legal de la llamada eutanasia, forma gravísima de insolidaridad. La enumeración de formas de despojo podría seguir. 2.5 Continúa la parábola: Casualmente pasó junto al hombre herido un sacerdote y después un levita. Ambos lo vieron, pero dieron un rodeo. Esta mención debió ruborizar a su interlocutor y al resto de las autoridades religiosas que escuchaban en ese momento a Jesús. También nosotros, pastores de la Iglesia, y todos los discípulos de Cristo, hemos de sentirnos directamente interpelados por esta indicación del Maestro. No podemos pasar de largo ante ese hombre que encontramos, hoy, despojado, en nuestro camino, en nuestras calles. La Palabra de Dios nos llama a un profundo examen de conciencia y revisión de vida. La coherencia y la credibilidad de nuestro anuncio cristiano requiere que amemos con obras. 3. Brota la Luz3.1 Pero sigue aún el relato de Jesús. Y es en este momento oscuro cuando brota la luz. La historia de una tragedia fratricida de crueldad e indiferencia se transforma en historia de amor fraterno, hermoso. Es precisamente un samaritano considerado habitualmente por los contemporáneos de Jesús como un infiel despreciable quien se mueve a compasión ante el hombre malherido y se desvive por él. El buen samaritano es la figura de la persona que vive para los demás, abierto a compartir los sufrimientos de los otros. 3.2 Gracias a Dios en nuestra sociedad son muchos, miles, cristianos o no los que reviven con infinidad de gestos ocultos la actitud generosa, hondamente humanitaria, del que se acercó al hombre maltrecho. Son muchos los que acogen con amor sacrificado al niño por nacer, a la madre en apuros, al emigrante desamparado, al anciano desvalido. Ese amor hecho obras de misericordia es el que hoy edifica eficazmente la civilización del amor y la cultura de la vida. 3.3 Acabada la narración, Jesús le devuelve la pregunta a su docto interlocutor. Pero cambia los términos. La cuestión sobre la identidad del prójimo ¿Quién es mi prójimo? tiene una respuesta obvia: todo hombre. La cuestión decisiva es otra: ¿Quién fue prójimo del hombre despojado? La respuesta debe darla cada ser humano con sus obras. Esa respuesta decide, juzga, el auténtico valor de su vida. 3.4 En su contestación el interlocutor no se atreve a mencionar el nombre samaritano, pero acierta igualmente. Fue verdaderamente prójimo del hombre despojado el que practicó misericordia con él. Hasta un niño habría sabido contestar a una pregunta tan fácil. El Evangelio de la misericordia predicado por Jesús llega sencillamente al corazón del hombre, de todo hombre. La conclusión del diálogo y de la parábola no requiere más comentarios. Requiere, simplemente, que cada uno la convirtamos en norma de vida: Vete y haz tú lo mismo. |
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1a. |
Oraban con María, la Madre de Jesús (Hechos 1, 12-14) |
Salmo |
Glorifica al Señor, Jerusalén. (Salmo 147) |
Evangelio |
Salve, Llena de Gracia (Lucas 1, 26-28) |
Núm. |
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1996/10/07 |
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Homilía para leer: |
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1. Pablo VI nos enseña sobre el Contenido del S. Rosario1.1 El texto está tomado de los números 49 a 52 de la Exhortación Apostólica Marialis Cultus. 1.2 El Rosario, según la tradición admitida por nuestros Predecesor S. Pío V y por él propuesta autorizadamente, consta de varios elementos orgánicamente dispuestos: a) la contemplación, en comunión con María, de una serie de misterios de la salvación, sabiamente distribuidos en tres ciclos que expresan el gozo de los tiempos mesiánicos, el dolor salvífico de Cristo, la gloria del Resucitado que inunda la Iglesia; contemplación que, por su naturaleza, lleva a la reflexión práctica y a estimulante norma de vida; b) la oración dominical o Padrenuestro, que por su inmenso valor es fundamental en la plegaria cristiana y la ennoblece en sus diversas expresiones; c) la sucesión litánica del Avemaría, que está compuesta por el saludo del Ángel a la Virgen (Cf. Lc 1,28) y la alabanza obsequiosa del santa Isabel (Cf. Lc 1,42), a la cual sigue la súplica eclesial Santa María. La serie continuada de las Avemarías es una característica peculiar del Rosario y su número, en le forma típica y plenaria de ciento cincuenta, presenta cierta analogía con el Salterio y es un dato que se remonta a los orígenes mismos de este piadoso ejercicio. Pero tal número, según una comprobada costumbre, se distribuye -dividido en decenas para cada misterio- en los tres ciclos de los que hablamos antes, dando lugar a la conocida forma del Rosario compuesto por cincuenta Avemarías, que se ha convertido en la medida habitual de la práctica del mismo y que ha sido así adoptado por la piedad popular y aprobado por la Autoridad pontificia, que lo enriqueció también con numerosas indulgencias; d) la doxología Gloria al Padre que, en conformidad con una orientación común de la piedad cristiana, termina la oración con la glorificación de Dios, uno y trino, «de quien, por quien y en quien subsiste todo» (Cf. Rom 11,36). 1.3 Estos son los elementos del santo Rosario. Cada uno de ellos tiene su índole propia que bien comprendida y valorada, debe reflejarse en el rezo, para que el Rosario exprese toda su riqueza y variedad. Será, pues, ponderado en la oración dominical; lírico y laudatorio en el calmo pasar de las Avemarías; contemplativo en la atenta reflexión sobre los misterios; implorante en la súplica; adorante en la doxología. Y esto, en cada uno de los modos en que se suele rezar el Rosario: o privadamente, recogiéndose el que ora en la intimidad con su Señor; o comunitariamente, en familia o entre los fieles reunidos en grupo para crear las condiciones de una particular presencia del Señor (cf. Mt 18, 20); o públicamente, en asambleas convocadas para la comunidad eclesial. 2. La riqueza de un camino de oración2.1 En tiempo reciente se han creado algunos ejercicios piadosos, inspirados en el Santo Rosario. Queremos indicar y recomendar entre ellos los que incluyen en el tradicional esquema de las celebraciones de la Palabra de Dios algunos elementos del Rosario a la bienaventurada Virgen María, como por ejemplo, la meditación de los misterios y la repetición litánica del saludo del Ángel. Tales elementos adquieren así mayor relieve al encuadrarlos en la lectura de textos bíblicos, ilustrados mediante la homilía, acompañados por pausas de silencio y subrayados con el canto. Nos alegra saber que tales ejercicios han contribuido a hacer comprender mejor las riquezas espirituales del mismo Rosario y a revalorar su práctica en ciertas ocasiones y movimientos juveniles. 2.2. Y ahora, en continuidad de intención con nuestros Predecesores, queremos recomendar vivamente el rezo del Santo Rosario en familia. El Concilio Vaticano II a puesto en claro cómo la familia, célula primera y vital de la sociedad «por la mutua piedad de sus miembros y la oración en común dirigida a Dios se ofrece como santuario doméstico de la Iglesia» . La familia cristiana, por tanto, se presenta como una Iglesia doméstica cuando sus miembros, cada uno dentro de su propio ámbito e incumbencia, promueven juntos la justicia, practican las obras de misericordia, se dedican al servicio de los hermanos, toman parte en el apostolado de la comunidad local y se unen en su culto litúrgico ; y más aún, se elevan en común plegarias suplicantes a Dios; por que si fallase este elemento, faltaría el carácter mismo de familia como Iglesia doméstica. Por eso debe esforzarse para instaurar en la vida familiar la oración en común. |
-Fr. Nelson Medina, OP
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