Pidamos a nuestro Dios que sostenga y que haga perfecto testigo de la fe al Papa Francisco y que a nosotros nos de la gracia de responderle con generosidad hasta las últimas consecuencias.
La autoridad no se debe volver intransigencia y la audacia no se debe volver rebeldía. El balance entre autoridad y audacia en la Iglesia hace que permanezca firme y a la vez capacitada para obrar donde tenga que hacerlo.
Nosotros pertenecemos a la Iglesia de Pedro y Pablo que a precio de su sangre nos dieron la victoria definitiva sobre del lugar del destierro; lugar de corrupción, degenere e idolatría.
Este segundo discurso de Pedro, en el Templo, ilustra bien lo que nos enseñó la Constitución Dei Verbum: Dios se revela a través de palabras y obras, de modo que las obras confirman las palabras y las palabras esclarecen las obras.
FIESTA DE LA CÁTEDRA DE SAN PEDRO, APÓSTOL
Oremos por el Papa Francisco para que esté adherido a la cruz y al mismo tiempo sea participe de la gloria de la pascua.
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Es un hecho que cada Papa suele despertar afectos o desafectos intensos en distintos grupos de creyentes, y también en los no-creyentes. Así por ejemplo, hubo júbilo en unos y desánimo en otros cuando Benedicto XVI fue elegido Sucesor de Pedro. En parte es algo natural, propio de las personas públicas: gustan a algunos y disgustan a otros.
Para nosotros, los creyentes, el amor va mucho más allá de las simpatías o las antipatías. Es pésimo, por ejemplo, el testimonio que han dado algunos medios católicos que sólo tenían palabras de crítica contra Benedicto y ahora se deshacen en elogios y dulzura con el Papa Francisco. O lo contrario: sólo hablaban del anterior Papa como de un Doctor de la Iglesia y ahora llegan a decir barbaridades sobre el actual pontífice.
Nuestro amor al Papa no es canonización del Papa, ni papolatría, ni ceguera frente a sus errores, que todos los han tenido. Nuestro amor es tres cosas:
(1) Gratitud porque en él Cristo nos está dando un signo de unidad y de su presencia misma entre nosotros.
(2) Conciencia de su misión única y de nuestro deber de defenderlo con nuestras oraciones.
(3) Disponibilidad para acoger las señales de Evangelio que cada Papa nos da, seguramente con énfasis distintos.
Los santos apóstoles Pablo y Pedro se unieron como pilares de la Iglesia para proclamar la gracia del Evangelio, sufriendo para demostrar quién es el Dios verdadero.
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Pidamos al Señor que nuestra Iglesia tenga siempre firmeza en su fe a ejemplo de San Pedro y agilidad para su hermosa labor misionera a ejemplo de San Pablo.
https://youtu.be/IIi2oFj_GnU
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Demos gracias a Dios por el Papa Francisco, pidamos al Espíritu Santo que le haga crecer en toda virtud, y que el timón de la barca de Pedro esté siempre firme en sus manos.
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Cada uno de nosotros a su propia manera y por su propio camino, está llamado a dar la vida y a ser testigo del infinito amor del Señor, como lo hicieron los apóstoles Pedro y Pablo.
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[Serie de catequesis para las Monjas Dominicas del Monasterio de la Madre de Dios, en Baeron, Jenchen, Corea del Sur. Cada predicación fue traducida del español al coreano frase por frase, lo cual da un ritmo diferente a esta serie.]
Tema 5 de 16: El Conocimiento de sí en el encuentro con Cristo
* La Biblia nos habla de personas concretas. En aquello que vivieron leemos el actuar de Dios.
* La lectura de la propia vida es el mejor camino del conocimiento de sí. Tomemos como ejemplo al apóstol Pedro.
* En la pesca milagrosa, Pedro se da cuenta que toda su capacidad de experto tiene un límite, y aprende que Cristo es Señor de lo conocido y de lo desconocido. Al encuentro con el Señor, más allá de sí mismo, Pedro se ve a sí mismo.
* En la multiplicación de los panes, no sólo Pedro, sino también los demás apóstoles llegan a verse en su realidad de egoísmo: si despedían a la gente, parece que no era por compasión sino por propia conveniencia, para consumir lo que tenían para sí. El milagro de Cristo revela bondad divina, pero deja también a la luz la mezquindad humana, la de aquellos apóstoles, por lo menos.
* En la transfiguración, Pedro se descubre como capaz de salir de sí mismo. por un instante, su centro no es él, ni lo que le pase a él, sino Cristo, y la sublime belleza de su gloria.
* En la hora de la Cruz, Pedro se descubre incapaz de alcanzar el nivel de sus propias palabras, por más coherentes y generosas que estas sean.
* Es así que el encuentro con Cristo siempre nos remite a una verdad profunda sobre nuestra propia indigencia, con lo cual una puerta se abre, para que el regalo de la gracia divina se haga realidad en nosotros.