Un poema a San Ignacio de Loyola

Un poema a San Ignacio de Loyola

Todo el cosmos y toda creatura
elevan al Señor un himno, un canto,
no ignoran que ese Dios, tres veces Santo,
les ha dado su ser y propia hechura.

Y el hombre, que es icono y es figura
de ese Dios que le crea y ama tanto,
sabe que en darle gloria está su encanto,
porque es gloria que a él le transfigura.

Un capitán que lleva a la victoria,
un Quijote español a lo divino,
-el alma acero, el corazón topacio-
que aún recorre el camino de la historia
desfaciendo el entuerto de Calvino;
¡Ignacio de Loyola, San Ignacio!

Autor: José Luis Martínez SM

Poema enviado por Maribel y Valentin, de Espana

Y entonces vio la luz. La luz que entraba
por todas las ventanas de su vida.
Vio que el dolor precipitó la huída
y entendió que la muerte ya no estaba.

Morir sólo es morir. Morir se acaba.
Morir es una hoguera fugitiva.
Es cruzar una puerta a la deriva
y encontrar lo que tanto se buscaba.

Acabar de llorar y hacer preguntas;
ver al Amor sin enigmas ni espejos;
descansar de vivir en la ternura;

tener la paz, la luz, la casa juntas
y hallar, dejando los dolores lejos,
la Noche-luz tras tanta noche oscura.

J. L. Martín Descalzo

Bienvenida seas, Cuaresma!

Bienvenida la sensatez
que tu desierto nos trae;
la amable serenidad
que anuncia tu sobrio traje.

Bienvenida la esperanza
que por medio de profetas
Dios concede, compasivo,
y regala a manos llenas.

Bienvenido aquel silencio,
que es elocuente Palabra
y es bálsamo bendito
para el alma que lo abraza.

Bienvenido ese dolor
que rompe al corazón de piedra
y lo vuelve por fin de carne
y por dentro lo renueva.

Bienvenida la penitencia,
las cenizas y el ayuno,
y aquello que nos recuerde
qué pronto pasa este mundo.

Bienvenida la caridad
y también la misericordia,
y que el alma que era egoísta
deje su senda tortuosa.

Bienvenido tú, Jesucristo,
maestro en la penitencia,
danos de tu plegaria
y un poco de tu inocencia.

Passio Domini Nostri Iesu Christi

Viernes Santo

Cuatro ríos tenía el Paraíso
que por otro nombre se le llama Edén.
Mas si miro a Jerusalén
cuatro fuentes yo también diviso;
cuatro tan preciosos ríos
que Jesús, el Cristo, hizo correr.

El primero fue su propia Sangre
que brota fúlgida desde la Cruz.
Te alabamos, oh Señor Jesús,
ante el río santo y admirable
que de tus llagas mana sin cansarse
para dar a todos la salud.

Otro río fue de puro llanto:
los diamantes que hizo tu dolor.
Tus ojos, Cristo Salvador,
sobre aquella Ciudad ya se posaron
y lágrimas de amor los arrasaron,
al ímpetu dulce de tu Corazón.

El sudor, como un torrente humilde,
fue testigo de tu carga cruel.
Por las calles de Jerusalén
llevas, Cristo, un peso que oprime,
pero también el amor sublime
que a ese peso lo levanta bien.

El amor, ese es el cuarto río:
amor tan bello, puro manantial,
amor divino, música de paz,
diluvio santo que, de ti nacido,
al verdadero y santo paraíso
un día nos habrá de guiar.

In Coena Domini

Jueves Santo

Hay que partirse para repartirse,
y para quedarse hay que saber partir:
se fue Jesús para ya nunca irse,
murió Jesús para ya no morir.

Hay que partirse para compartirse:
sólo el dolor es fuego y crisol;
sola la Cruz hizo la Carne Virgen
el Alimento de mi corazón.

Hay que partirse para despedirse
hay que romperse para a todos dar;
Cristo bendito, ¡cuánto entendiste,
cuando tu pecho se trocó en altar!

Mi Tiempo, mi Casa, mi Vida

Es mi tiempo; es mi tiempo el tiempo de mi Dios;
es mi tiempo, mas no es mío, es tuyo, mi Señor;
y yo digo que es tu tiempo porque siento que es mejor
que lo llenes con tu gracia y con tu amor.
Ese día que llegaste a la puerta de mi corazón,
ese día dije a todos: “Nazco hoy.”

Es mi casa; es la casa llena de tu luz;
es mi casa, mas no es mía es tuya, mi Jesús;
y yo digo que es tu casa con inmensa gratitud,
porque todo es tan distinto si estás tú.
Las tormentas dieron paso a un hermoso cielo azul
cuando di el lugar primero a tu Cruz.

Es mi vida, y la vivo sólo por la fe;
es mi vida, mas no es mía es tuya, sabes bien;
y yo digo que es tu vida porque ya no es como ayer:
tiene ya su amor y dueño: Cristo Rey.
Peregrino, voy andando hacia un nuevo amanecer
cuando mi Señor me llame a estar con Él.

Me gusta tu Casa

Me gusta tu casa, que no tiene puertas:
es sólo ventanas, que miran al sol.
Me gusta tu casa, que siempre está abierta:
¡Me gusta la Casa de Dios!

Me gusta tu casa, tan antigua y tan nueva;
me gusta que guarda el eco de tu voz.
Me gustan tus ojos colmados de estrellas
y me gusta consolar tu Corazón.

Me gusta tu casa, que calma mis penas,
que cambia mi llanto y lo vuelve canción;
me gusta entender que mi madre, la Iglesia,
nació de tu plegaria y tu dolor.

Me gusta tu casa, tan ancha y tan bella,
me gustan los cantos que alaban tu amor.
Me gusta que el Cielo dé un beso a la tierra
cada vez que nos das tu bendición.

Me gusta tu casa y me cuesta la espera,
¡La casa que espero es tu Cielo, mi Dios!
No es hecha de hierro, cemento o madera,
es hecha de pura oración.

No preguntes si es el viento (Un Ángel se Despide)

Si de pronto por la noche
tú escuchares esta voz,
o llegare a tu ventana
mi susurro y mi oración,
/ no preguntes si es el viento,
no preguntes si es el mar,
aunque tú no puedas verme,
junto a ti me encontrarás. /

Por el campo y el desierto,
por el valle y el trigal,
hay un canto que se escucha
y te acompaña sin cesar,
/ mas si quieres retenerlo
cuando vuelves, ya no está. /

Por la noche

Por la noche
yo miro las estrellas,
y mil palabras nuevas
se agolpan en mi voz.

Por la noche
mi mente busca a tientas
y escribe, canta y sueña
danzando para Dios.

En la noche
hay un mensaje nuevo,
pues de noche
la luz es interior.
/ ¡En la noche, Señor,
en la noche…
tu Palabra de fuego yo soy! /

Por la noche
mi corazón te espera,
Jesús, hasta que vuelvas
a recoger mi amor.

Por la noche
no duermo si tú velas,
ni callo hasta que vengas
en tu gloria, Señor.

A mi Angel de la Guarda

Angel de Luz, ¡Maestro mío!
¡Oh siervo fiel de Jesucristo!
Tan sólo bien de ti recibo,
tan sólo paz, si estás conmigo.

Angel de Dios, Angel amigo,
tu bendición es mi camino,
tu amable voz me lleva a Cristo,
y al Cielo voy junto contigo.

Angel de Amor, vence tú el frío
que quiere helar mi alma de niño,
¡qué poco sé del Dios que sirvo,
y cuánto pesan mis extravíos!

Angel de Paz: te necesito.
¿Adónde vas? ¡Ora conmigo!
Tú sabes bien que Dios te dijo
“Cuida de él porque es chiquito.”

Ante la Cruz lloro y recito:
¡Gracias Jesús, por ti yo vivo!
Y ante la Cruz, Angel Bendito,
te doy las gracias y un beso mío.

Navidad

Era de noche en la tierra;

se había ido el sol,

por no hallarse avergonzado

delante de tu fulgor.

A quien me preguntare

dónde nace la luz,

le diré que amanecía

cuando naciste, Jesús.

La vida es como un viaje

Para cada uno de nosotros

la vida es como un viaje.

Nacer es el comienzo de este viaje

y morir no es su final sino su destino.

Este es un viaje que nos lleva

de la juventud a la madurez;

de la ingenuidad al despertar;

de la ignorancia al conocimiento;

de la necedad a la sabiduría;

de la debilidad a la fortaleza, y muchas veces de vuelta;

de la ofensa al perdón;

del dolor a la compasión;

del temor a la fe;

del fracaso a la victoria, y de la victoria al fracaso,

hasta que llega un punto en que,

mirando atrás o hacia adelante,

entendemos que la victoria no consiste

en llegar a una cierta cumbre en el camino

sino en haber hecho el camino

con todas sus etapas.

(Adaptado de una antigua plegaria judía)

Eucaristía

No se cansan mis ojos de mirarte,

ni de oírte se cansan mis oídos;

ya no cesa mi alma de alegrarse

ni mi pecho termina de alabarte,

Hostia Santa, Jesucristo vivo.

De humildad, mi Señor, tan revestido,

te has hecho amable ante mis ojos;

bajo aspecto de Pan hoy has venido

para ser alimento de tus hijos

y dejarnos entrever tu rostro.

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