Fair Play (2a. parte)

Haciendo del orgullo virtud

El Fair Play tiene un único pero muy poderoso argumento, según es mi opinión: Si disminuyes a tu adversario para vencerlo nunca sabrás qué tan grande eres. Yo no soy sociólogo ni mucho menos pero mi impresión es que el fomento institucional y consuetudinario del orgullo hace parte de las sociedades en las que las reglas son más respetadas. Al parecer, cuando un ser humano construye un concepto muy alto e individualista de sí mismo incluye en ese concepto sus principios, que en buena parte provienen de las reglas de la sociedad en que vive. El efecto final es que la gente se acostumbra a trabajar por sus metas respetando las reglas, aunque con la clara esperanza de que esas mismas reglas le demuestren todo lo grande de su autoimagen. Este sistema resultó extraordinariamente eficaz para el Imperio Británico y de algún modo se ha extendido adonde ese mismo Imperio ha llegado.

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