Enviado al campo para ver si estaba ya a punto para ser segado, el muchacho volvió a su padre y le dijo:
– Me parece que la cosecha será muy pobre, padre mío.
– ¿Por qué? – le preguntó éste.
– Porque he notado que la mayor parte de las espigas están dobladas hacia abajo, como desmayadas, seguramente no valen nada.
