En el Tiempo y Lugar Correctos

Estaba caminando por una calle poco iluminada una noche ya tarde, cuando escuché unos gritos que trataban de ser silenciados y que venían de atrás de un grupo de arbustos.

Alarmado, disminuí mi velocidad para escuchar y me aterroricé cuando me dí cuenta de que lo que estaba escuchando eran los inconfundibles sonidos de una lucha: fuertes gruñidos, pelea desesperada y tela rasgándose. A sólo unos metros de donde yo estaba parado, una mujer estaba siendo atacada.

¿Me debería involucrar? Yo estaba asustado por mi propia seguridad y me maldije a mí mismo por tener que decidir repentinamente el tomar una nueva ruta a casa esa noche. ¿Y si me convertía en otra estadística? ¿No debería tan solo correr al teléfono más cercano y llamar a la policía? Aunque me pareció una eternidad, las deliberaciones en mi cabeza habían tomado solo segundos, y los chillidos ya habían aumentado poco a poco.

Yo sabía que tenía que actuar rápido. ¿Cómo podría alejarme de esto?. No, finalmente me decidí. No podría darle la espalda a esta mujer, aún si esto significaba arriesgar mi propia vida. No soy un hombre valiente, ni soy atlético. No sé donde encontré el coraje moral y la fuerza física, pero una vez que había decidido finalmente ayudar a la chica, me volví extrañamente transformado. Corrí detrás de los arbustos y halé al asaltante lejos de la mujer.

Forcejeando, caímos al piso, donde luchamos durante unos minutos, hasta que el atacante se puso en pie de un salto y escapó.

Jadeando fuertemente, me levanté con dificultad, y me acerqué a la chica, que estaba en cuclillas detrás de un árbol, sollozando. En la oscuridad, apenas pude ver su silueta, pero ciertamente pude percibirla temblando y en shock. No queriendo asustarla de nuevo, primero le hablé a distancia.

“Está bien”, dije en tono tranquilizador, “El ladrón huyó, estás a salvo ahora”.

Hubo una prolongada pausa, y entonces oí las palabras, pronunciadas maravillosa, sorprendentemente: -¿Papi, eres tú?

Y entonces de atrás del árbol, salió caminando mi hija más joven, Katherine.

Dios tiene la manera de permitirnos estar en el lugar adecuado en el momento indicado.

El Tazón de Madera

El viejo se fué a vivir con su hijo, su nuera y su nieto de 4 años. Se mudó de su casa porque estaba solo y deseaba compartir en familia, sus últimos días. Los años pasan haciendo estragos y ya las manos le temblaban, la vista era torpe y los pasos no eran tan fuertes como hacía unos años. Toda la familia comía junta en la mesa. Pero las manos temblorosas y la vista enferma del abuelito, hacían del alimimentarse un asunto difícil.Los guisantes caían de su cuchara al suelo y cuando intentaba tomar el vaso, no era difícil que se derramara la leche sobre el mantel.El hijo y su esposa se cansaron de la situación: “Tenemos que hacer algo con el abuelo”, dijo el hijo.-“Ya he tenido suficiente y estoy muy harto de la situación. Derrama la leche, hace ruido al comer y tira la comida al suelo” -Así fué como el matrimonio decidió poner una pequeña mesa en una esquina del comedor; pasaban los dias y el abuelo comía sólo mientras el resto de la familia, disfrutaba a la hora de comer.omo ya había roto varios platos, su comida era servida en un tazón de madera. De vez en cuando miraban hacia donde estaba el abuelo y podían ver una lágrima en sus ojos, mientras estaba ahí sentado solo.Sin embargo, las únicas palabras que la pareja le dirigía, eran fríos llamados de atención cada vez que dejaba caer el tenedor o la comida.

El niño de 4 años observaba todo en silencio. Y una tarde, antes de la cena, el papá observó que su hijo estaba jugando con trozos de madera en el suelo.Le preguntó suavemente: “¿Qué estás haciendo?” y con la misma dulzura el niño le contestó: “Ahh estoy haciendo un tazón para Tí y otro para mami, para que cuando yo crezca, Ustedes coman en ellos.” Sonrió y siguió con su tarea de fabricar tazones de madera.Las palabras del pequeño golpearon a sus padres de tal forma que quedaron sin habla; las lágrimas abundantes corrían por sus mejillas y, aunque ninguna palabra se dijo nada al respecto, ambos sabían lo que tenían que hacer.

Esa tarde el esposo tomó gentilmente la mano del abuelo y lo guió de vuelta a la mesa de la familia.Por el resto de sus días ocupó un lugar en la mesa con ellos y por alguna razón, ni el esposo ni la esposa parecían molestarse más cada vez que el tenedor se caía, la leche se derramaba o se ensuciaba el mantel.

La Lógica de la Voluntad de Dios

Cuentan que un día Jesús se le apareció a un hombre que tenía problemas en su columna vertebral, y le dijo: “Necesito que vayas hacia aquella gran roca de la montaña, y te pido que la empujes 5 horas diarias durante 1 año”. El hombre quedó perplejo cuando escuchó esas palabras, porque se imaginaba que Jesús iba a curarlo y no a ordenarle que hiciera nada, pero obedeció y se dirigió hacia la enorme roca de varias toneladas que Jesús le mostró.

Empezó a empujarla con todas sus fuerzas, día tras día, pero no conseguía moverla ni un milímetro. A las pocas semanas llegó el diablo y le puso pensamientos en su cabeza: “¿Por qué sigues obedeciendo a Jesús? Yo no seguiría a alguien que me hace trabajar tanto y sin ningún sentido. Debes dejar esto, ya que es estúpido que sigas empujando esa roca. Nunca la vas a mover.”

El hombre trataba de pedirle a Jesús que le ayudara para no dudar de su voluntad, y aunque no entendía, se mantuvo en pie con su decisión de empujar.

Pasaban los meses y aquel hombre empujaba todos los días la enorme roca sin poder moverla. Cuando se cumplió el tiempo, el hombre elevó una oración a Jesús y le dijo: “Ya he hecho lo que me pediste, pero he fracasado, no pude mover la piedra ni un centímetro”.

Y se sentó a llorar amargamente pensando en su evidente fracaso.

Jesús se apareció en ese momento y le dijo: “¿Por qué lloras?, Yo te pedí que empujaras la roca, yo nunca te pedí que la movieras; en cambio mírate, tu problema físico ha desaparecido. NO has fracasado, yo he conseguido mi meta, y tú fuiste parte de mi plan.”

Muchas veces al igual que este hombre, vemos como ilógicas las situaciones, problemas y adversidades de la vida, y empezamos a buscarle lógica, nuestra lógica a la voluntad de Dios y viene el enemigo y nos dice que no servimos, que somos inútiles o que no podemos seguir.

El día de hoy es un llamado a “empujar” sin importar qué tantos pensamientos de duda ponga el enemigo en nuestras mentes, pongamos todo en las manos de Dios. Él nunca nos hará perder el tiempo; más bien, ¡nos hará ser más fuertes! Así que ¡Ánimo! Sigamos empujando aunque a veces nos parezca inútil.

Las Siete Maravillas del Mundo

El maestro pide a los alumnos que compongan una lista de las 7 Maravillas del mundo. Mas tarde pide que lean su lista. A pesar de algunos desacuerdos, la mayoría votó por lo siguiente:

1. Las Pirámides de Egipto

2. El Taj Mahal

3. El Canal de Panamá

4. El Empire State

5. La Basílica de San Pedro

6. La Muralla China

El maestro buscaba consenso para la séptima maravilla cuando notó que una estudiante permanecía callada y no había entregado aún su lista, así que le preguntó si tenía problemas para hacer su lección.

La muchacha tímidamente respondió: “Si, un poco” no podía decidirme, pues son tantas las maravillas…..

El maestro le dijo: “Dinos lo que has escrito, tal vez podamos ayudarte”. La muchacha, titubeó un poco y finalmente leyó:

Creo que las siete maravillas del Mundo son:

1. Poder pensar

2. Poder hablar

3. Poder actuar

4. Poder escuchar

5. Poder servir

6. Poder orar

7. Y la mas importante de todas….. Poder amar

Después de leído esto, el salón quedó en absoluto silencio….

Es muy sencillo para nosotros poder ver las obras del hombre y referirnos a ellas como maravillas, cuando a veces pasan desapercibidas las maravillas que Dios hace en nosotros con su Gracia y que cada uno debe desarrollar.

Fuiste creado por Dios para ser una maravilla!!

“Apunta hacia la luna, si fallas, aterrizarás en las estrellas”

Se Vende Negocio

El dueño de un pequeño negocio, amigo del gran poeta Olavo Bilac, cierto día lo encontró en la calle y le dijo:

– Sr. Bilac, necesito vender mi negocio, que Ud. tan bien conoce. ¿Podría redactar el aviso para el diario?

Olavo Bilac tomó lápiz y papel y escribió: “Se vende encantadora propiedad, donde cantan los pájaros al amanecer en las extensas arboledas; va rodeada por las cristalinas aguas de un lindo riachuelo. La casa, bañada por el sol naciente, ofrece la sombra tranquila de las tardes en la baranda.”

Algunos meses después, el poeta se encontró con el comerciante y le preguntó si ya había vendido el lugar.

-No pensé más en eso, dijo el hombre. Después que leí el aviso me di cuenta de la maravilla que tenía.

A veces, no nos damos cuenta de las cosas buenas que tenemos y vamos tras falsos tesoros. Debemos valorar mucho de lo que tenemos y que nos fue dado por Dios. Ahí están muchas veces nuestros verdaderos tesoros.

Sábado en la Mañana

Entre más envejezco, más disfruto de las mañanas de Sábado… Precisamente de un sábado… Tal vez es la quieta soledad que viene con ser el primero en levantarse, ó quizá el increíble gozo de no tener que ir al trabajo… de todas maneras, las primeras horas de un sábado son en extremo deleitosas.

Hace unas cuantas semanas, me dirigía hacia mi equipo de radioaficionado en el sótano de mi casa, con una humeante taza de café en una mano y el periódico en la otra. Lo que comenzó como una típica mañana de sábado, se convirtió en una de esas lecciones que la vida parece darnos de vez en cuando…

Déjenme contarles:

Sintonicé mi equipo de radio a la porción telefónica de mi banda, para entrar en una red de intercambio de sábado en la mañana. Después de un rato, me topé con un compañero que sonaba un tanto mayor. Él le estaba diciendo, a quien estuviese conversando con él, algo acerca de “unas mil canicas”. Quedé intrigado y me detuve para escuchar lo que tenía que decir:

“Bueno Tommy, de veras que parece que estás ocupado con tu trabajo. Estoy seguro de que te pagan bien, pero es una lástima que tengas que estar fuera de casa y lejos de tu familia tanto tiempo. Es difícil imaginar que un hombre joven tenga que trabajar sesenta horas a la semana para sobrevivir.

Continuó: “Déjame decirte algo, Tommy, algo que me ha ayudado a mantener una buena perspectiva sobre mis propias prioridades”… Y entonces fué cuando comenzó a explicar su teoría sobre unas “mil canicas”… Me senté un día e hice algo de aritmética. La persona promedio vive unos setenta y cinco años. Yo sé, algunos viven más y otros menos, pero en promedio, la gente vive unos setenta y cinco años”. Entonces, multipliqué 75 años por 52 semanas por año, y obtuve 3,900, que es el número de sábados que la persona promedio habrá de tener en toda su vida. Mantente conmigo, Tommy, que voy a la parte importante”… Me tomó hasta que casi tenía cincuenta y cinco años pensar todo esto en detalle”, continuó, ” y para ése entonces, con mis 55 años, ya había vivido más de dos mil ochocientos sábados!!! Me puse a pensar que si llegaba a los setenta y cinco años, sólo me quedarían unos mil sábados mas que disfrutar”… Así que fui a una tienda de juguetes y compré cada canica que tenían. Tuve que visitar tres tiendas para obtener 1,000 canicas. Las llevé a casa y las puse en una fuente de cristal transparente, junto a mi equipo de radioaficionado. Cada sábado a partir de entonces, he tomado una canica y la he tirado”.. “Descubrí que al observar cómo disminuían las canicas, me enfocaba más sobre las cosas verdaderamente importantes en la vida. No hay nada como ver cómo se te agota tu tiempo en la tierra, para ajustar y adaptar tus prioridades en esta vida”. Ahora déjame decirte una última cosa antes que nos desconectemos y lleve a mi bella esposa a desayunar. Esta mañana, saqué la última canica de la fuente de cristal… y entonces, me di cuenta de que si vivo hasta el próximo sábado, entonces me habrá sido dado un poquito más de tiempo, de vida… y si hay algo que todos podemos usar es un poco más de tiempo”. Me gustó conversar contigo, Tommy, espero que puedas estar más tiempo con tu familia y espero volver a encontrarnos aquí en la banda. Hasta pronto, se despide “el hombre de 75 años”. Cambio y fuera, ¡buen día!”…

Uno pudiera haber oído un alfiler caer en la banda cuando este amigo se desconectó. Creo que nos dió a todos, bastante sobre lo qué pensar. Yo había planeado trabajar en la antena aquella mañana, y luego iba a reunirme con unos cuantos radioaficionados para preparar la nueva circular del club… En vez de aquello, subí las escaleras y desperté a mi esposa con un beso. “Vamos, querida, te quiero llevar a ti y los muchachos a desayunar fuera”. “¿Qué pasa?” Preguntó sorprendida, “Oh, nada; es que no hemos pasado un sábado juntos con los muchachos en mucho tiempo. Por cierto, ¿pudiésemos parar en la tienda de juguetes mientras estamos fuera? Necesito comprar “algunas canicas”…

Nos acostumbramos a vivir en nuestra casa y a no tener otra vista que no sea las ventanas de alrededor. Y porque no tiene vista, luego nos acostumbramos a no mirar para afuera. Y porque no miramos para afuera luego nos acostumbramos a no abrir del todo las cortinas. Y porque no abrimos del todo las cortinas luego nos acostumbramos a encender más temprano la luz. Y a medida que nos acostumbramos, olvidamos el sol, olvidamos el aire, olvidamos la amplitud. Nos acostumbramos a despertar sobresaltados porque se nos hizo tarde. A tomar café corriendo porque estamos atrasados. A comer un sandwich porque no da tiempo para comer a gusto. A salir del trabajo porque ya es la tarde, A cenar rápido y dormir con el estómago pesado sin haber vivido el día. Nos acostumbramos a esperar el día entero y oír en el teléfono: “hoy no puedo ir”. A sonreír para las personas sin recibir una sonrisa de vuelta. A ser ignorados cuando precisábamos tanto ser vistos. Si el trabajo está duro, nos consolamos pensando en el fin de semana. Y peor aún, hacemos pesado nuestro trabajo, y a los demás, viviendo en las críticas destructivas y en la siembra de la discordia hablando negatividad y todavía sin argumento alguno. Y si el fin de semana no hay mucho que hacer vamos a dormir temprano y quedamos satisfechos porque siempre tenemos sueño atrasado. Nos acostumbramos a ahorrar vida. Que, de poco a poquito, igual se gasta y que una vez gastada, por estar acostumbrados, nos perdimos de vivir. De disfrutar cada Sábado con intensidad…

Hay Regalos que no te Conviene Recibir

Era un profesor comprometido y estricto, conocido también por sus alumnos como un hombre justo y comprensivo. Al terminar la clase, ese día de verano, mientras el maestro organizaba unos documentos encima de su escritorio, se le acercó uno de sus alumnos y en forma desafiante le dijo:

-Profesor, lo que me alegra de haber terminado la clase es que no tendré que escuchar más sus tonterías y podré descansar de verle esa cara aburridora.

El alumno estaba erguido, con semblante arrogante, en espera de que el maestro reaccionara ofendido y descontrolado. El profesor miró al alumno por un instante y en forma muy tranquila le preguntó:

-¿Cuándo alguien te ofrece algo que no quieres, lo recibes?

El alumno quedó desconcertado por la calidez de la sorpresiva pregunta.

-Por supuesto que no. Contestó de nuevo en tono despectivo el muchacho.

-Bueno, prosiguió el profesor, cuando alguien intenta ofenderme o me dice algo desagradable, me está ofreciendo algo, en este caso una emoción de rabia y rencor, que puedo decidir no aceptar.

-No entiendo a qué se refiere. Dijo el alumno confundido.

-Muy sencillo, replicó el profesor, tú me estás ofreciendo rabia y desprecio y si yo me siento ofendido o me pongo furioso, estaré aceptando tu regalo, y yo, mi amigo, en verdad, prefiero obsequiarme mi propia serenidad muchacho, concluyó el profesor en tono gentil, -tu rabia pasará, pero no trates de dejarla conmigo, porque no me interesa, yo no puedo controlar lo que tu llevas en tu corazón pero de mí depende lo que yo cargo en el mío. Cada día en todo momento, tu puedes escoger qué emociones o sentimientos quieres poner en tu corazón y lo que elijas lo tendrás hasta que tu decidas cambiarlo. Es tan grande la libertad que nos da la vida que hasta tenemos la opción de amargarnos o ser felices.

Hablemos de neutralidad

La memoria tiene poder. A menudo–quiero decir, sin que falte una sola semana en todo el año–la televisión británica transmite algo de los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Una y otra vez se repiten escenas que dejan expuestas todas las mentiras del nazismo.

Una película semejante, aunque en otra clave, se proyecta secretamente en el inconsciente colectivo europeo. Esa película repite un mensaje fundamental: “la religión produce guerra; es mejor no tener religión.” La cosa funciona más sutilmente que en el caso nazi, por supuesto. Yo diría que si uno no está atento no percibe nada, pero es posible que un día uno de pronto note que durante meses y meses TODO lo que sale bajo el título de religión va unido a adjetivos como “fundamentalista,” “extremismo,” “intolerancia,” y otros parecidos.

A esta edad mía he llegado a convencerme que es inútil pedir neutralidad a los medios de comunicación. Un ejemplo típico es lo que trae el editorial de EL TIEMPO, de Colombia, para el día 8 de Enero de 2006:

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Lo que no es y sí parece

Hay una serie de términos en inglés que nosotros los hispanohablantes tendemos a traducir mal, o cuyo significado fácilmente se nos escapa o confunde.

  • Realize, también escrito realise, no es en primer término “realizar” sino descubrir, caer en la cuenta. Para realizar algo se usa más achieve, accomplish.
  • Help no siempre está relacionado con ayuda. Existe el giro “I cannot help it” que significa “no puedo evitarlo.” Esta acepción va más con verbos como “poder” o “deber” y su complemento directo es un pronombre neutro o su equivalente (por ejemplo, un verbo en infinitivo).
  • Prevent no es prevenir sino impedir; para decir prevenir se usan giros como “warn” o “warn/tell in advance.”
  • Pretend no es pretender simplemente, sino más bien simular o hacer de cuenta. Para lograr el efecto de una frase como “¿Qué pretendes con eso?” se usa aim o intend.

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John Walsh, diácono

El tiempo que hace que estoy en Irlanda no había estado en ninguna ordenación. La primera fue ayer, cuando John Walsh, un joven estudiante que está acabando su ciclo teológico en Oxford, recibió el diaconado.

Fue una ceremonia bella con muy poca asistencia de fieles. Presidió uno de los obispos auxiliares de Dublín, Mons. Dermot O’Mahony. El evangelio fue hermosamente proclamado en canto por un diácono inglés, de nombre Dominic.

En su predicación, Mons. Dermot destacó la actitud de los sabios de Oriente, que supieron reconocer en adoración al Mesías que no era de su pueblo; invitó también a seguir el ejemplo de Cristo, que no excluyó a ningún pueblo y que a todos incluyó en su amor. Dijo que tal era el modelo de los ministros de Cristo: nadie debía sentir que estaba afuera del corazón de un diácono o sacerdote.

Este obispo brilla no sólo por su predicación sino por su sencillez y alegría. Al final de la misa comentó que hacía muchos años que no podía presidir una ordenación, porque, como es sabido, padece un cáncer que lo ha postrado muchas veces. Parece que ahora es él quien está venciendo a la enfermedad, y desde su experiencia de marginación y de dolor, es notable cuánto ha crecido su alma y cómo es de ancho su corazón de pastor.

En fin, ha sido un día de gracia, y de él sólo podemos dar gracias.

45 años

Ya 45 años! Estoy feliz: hace 45 años se casaron mis papás. Su testimonio maravilloso de cariño, fidelidad, perdón, sabiduría, alegría, principios, fe sincera, amor mutuo… ha construido mucho de lo mejor que pueda haber en mí. Chicho, Mamá: los quiero mucho y les debo tanto, ¡pero tanto! Ayúdenme, quienes bien me quieran, a dar gracias al Señor por mi hogar, y a pedir a Dios que haya muchos, muchos hogares felices.

El Regalo

Cierto hombre susurró: ¡Dios, háblame! y el árbol cantó. Pero el hombre no oía.

Luego, el hombre habló más fuerte, pidiendo: ¡Dios, háblame!, y un rayo cruzó el cielo. Pero el hombre no oía.

El hombre miró a su alrededor y dijo: ¡Dios, permite que te vea! Y una estrella se iluminó con gran resplandor.

Pero el hombre no la notó. Entonces el hombre gritó: ¡Dios, muéstrame un milagro! y en ese minuto nació un bebé. Pero el hombre no lo supo.

Luego el hombre pide a gritos, en desesperación: Tócame Dios y hazme saber que estás aquí! Dicho esto, Dios bajo y tocó al hombre, pero éste espantó a la mariposa que volaba a su alrededor y continuó caminando.

¡No te pierdas de una bendición sólo porque no viene envuelta del modo en que tú esperas!

¿Reemplazarías a Cristo?

El Silencio de Dios

Cuenta una antigua Leyenda Noruega, acerca de un hombre llamado Haakon, quien cuidaba una Ermita. A ella acudía la gente a orar con mucha devoción.

En esta ermita había una cruz muy antigua. Muchos acudían ahí para pedirle a Cristo algún milagro.

Un día, el ermitaño Haakon quiso pedirle un favor. Lo impulsaba un sentimiento generoso. Se arrodillo ante la cruz y dijo:

“Señor, quiero padecer por ti. Déjame ocupar tu puesto. Quiero reemplazarte en la cruz”.

Y se quedo fijo con la mirada puesta en la Efigie, como esperando la respuesta.

El Señor abrió sus labios y hablo. Sus palabras cayeron de lo alto, susurrantes y amonestadoras:

“Siervo mío, accedo a tu deseo, pero ha de ser con una condición”.

¿Cuál, Señor? Pregunto con acento suplicante Haakon. ¿Es una condición difícil?

¡Estoy dispuesto a cumplirla con tu ayuda, Señor! Respondió el viejo ermitaño.

Escucha: Suceda lo que suceda y veas lo que veas, has de guardar silencio.

Haakon contestó:¡Os, lo prometo, Señor! Y se efectuó el cambio.

Nadie advirtió el trueque. Nadie reconoció al ermitaño, colgado con los clavos en la Cruz.

El Señor ocupaba el puesto de Haakon. Y Este por largo tiempo cumplió el compromiso. A nadie dijo nada. Pero un día, llegó un rico.

Después de haber orado, dejo allí olvidada su cartera. Haakon lo vió y calló. Tampoco dijo nada cuando un pobre, que vino dos horas después, se apropió de la cartera del rico.

Ni tampoco dijo nada cuando un muchacho se postró ante él poco después para pedirle su gracia antes de emprender un largo viaje.

Pero en ese momento volvió a entrar el rico en busca de la bolsa. Al no hallarla, pensó que el muchacho se la había apropiado. El rico se volvió al joven y le dijo iracundo:

¡¡¡Dame la bolsa que me has robado!!!

El joven sorprendido, replico: ¡No he robado ninguna bolsa!

¡No mientas, devuélvemela enseguida!

¡Le repito que no he cogido ninguna bolsa! Afirmó el muchacho.

El rico arremetió, furioso contra él. Sonó entonces una voz fuerte: ¡Detente! El rico miró hacia arriba y vió que la imagen le hablaba.

Haakon, que no pudo permanecer en silencio, gritó, defendió al joven, increpó al rico por la falsa acusación. Este quedó anonadado, y salió de la Ermita.

El joven salió también porque tenía prisa para emprender su viaje. Cuando la Ermita quedo a solas, Cristo se dirigió a su siervo y le dijo:

Baja de la Cruz. No sirves para ocupar mi puesto. No has sabido guardar silencio.

Señor, dijo Haakon, ¿cómo iba a permitir esa injusticia?

Se cambiaron los oficios. Jesús ocupó la Cruz de nuevo y el ermitaño se quedó ante la Cruz.

El Señor, siguió hablando: Tu no sabías que al rico le convenía perder la bolsa, pues llevaba en ella el precio de la virginidad de una joven mujer.

El pobre, por el contrario, tenía necesidad de ese dinero e hizo bien en llevárselo; en cuanto al muchacho que iba a ser golpeado, sus heridas le hubiesen impedido realizar el viaje que para él resultaría fatal.

Ahora, hace unos minutos acaba de zozobrar el barco y él ha perdido la vida.

Tú no sabías nada. Yo si sé. Por eso callo. Y el señor nuevamente guardó silencio.

Muchas veces nos preguntamos: ¿Por qué razón Dios no nos contesta? ¿Por qué razón se queda callado Dios?

Muchos de nosotros quisiéramos que Él nos respondiera lo que deseamos oír… Pero, Dios no es así. Dios nos responde aun con el silencio… Debemos aprender a escucharlo.

Su Divino silencio, son palabras destinadas a convencernos de que Él sabe lo que está haciendo. En su silencio nos dice con amor; ¡Confiad en Mi que sé bien lo que debo hacer!

¿Recibir o Dar?

El pequeño Chad era un muchachito tímido y callado. Un día, al llegar a casa, dijo a su madre que quería preparar una tarjeta de San Valentín para cada chico de su clase. Ella pensó, con el corazón oprimido:

– Ojalá no haga eso.

Pues había observado que, cuando los niños volvían de la escuela, Chad iba siempre detrás de los demás. Los otros reían, conversaban e iban abrazados, pero Chad siempre quedaba excluido. Así y todo, por seguirle la corriente compró papel, pegamento y lápices de colores. Chad, dedicó tres semanas a trabajar con mucha paciencia, noche tras noche, hasta hacer treinta y cinco tarjetas.

Al amanecer del Día de San Valentín, Chad no cabía en sí de entusiasmo. Apiló los regalos con todo cuidado, los metió en una bolsa y salió corriendo a la calle. La madre decidió prepararle sus pastelitos favoritos, para servírselos cuando regresara de la escuela. Sabía que llegaría desilusionado y de ese modo esperaba aliviarle un poco la pena. Le dolía pensar que él no iba a recibir muchos obsequios. Ninguno, quizá.

Esa tarde, puso en la mesa los pastelitos y el vaso de leche. Al oír el bullicio de los niños, miró por la ventana. Como cabía esperar, venían riendo y divirtiéndose en grande. Y como siempre, Chad venía último, aunque caminaba algo más deprisa que de costumbre. La madre supuso que estallaría en lágrimas en cuanto entrara. El pobre venía con los brazos vacíos. Le abrió la puerta, haciendo un esfuerzo por contener las lágrimas.

– Mami te preparó leche con pastelitos, le dijo.

Pero él apenas oyó esas palabras, pasó a su lado con expresión radiante, sin decir más que:

– ¡Ninguno! ¡Ninguno!

Ella sintió que el corazón le daba un vuelco. Y entonces el niño agregó:

– ¡No me olvidé de ninguno! ¡De ninguno!

Detrás de un sufrimiento, a veces hay un pensamiento equivocado.

¿Qué es el Amor?

En una de las salas de un colegio había varios niños. Uno de ellos preguntó:

– .. Maestra… ¿qué es el amor?

La maestra sintió que la criatura merecía una respuesta que estuviese a la altura de la pregunta inteligente que había formulado. Como ya estaban en hora de recreo, pidió a sus alumnos que dieran una vuelta por el patio de la escuela y trajesen lo que más despertase en ellos el sentimiento del amor.

Los chicos salieron apresurados y, cuando volvieron, la maestra les dijo:

– Quiero que cada uno muestre lo que trajo consigo.

El primer alumno respondió:

– Yo traje esta flor: ¿no es linda?

Cuando llegó su turno, el segundo alumno dijo:

– Yo traje esta mariposa. Vea el colorido de sus alas; la voy a colocar en mi colección.

El tercer alumno completó:

– Yo traje este pichón de pajarito que se cayó del nido hermano: ¿no es gracioso?

Y así los chicos, uno a uno, fueron colocando lo que habían recogido en el patio.

Terminada la exposición, la maestra notó que una de las niñas no había traído nada y que había permanecido quieta durante todo el tiempo. Se sentía avergonzada porque no había traído nada.

La maestra se dirigió a ella y le preguntó:

– Muy bien: ¿y tu? ¿no has encontrado nada?

La criatura, tímidamente, respondió:

– Disculpe, maestra. Vi la flor y sentí su perfume; pensé en arrancarla pero preferí dejarla para que exhalase su aroma por más tiempo. Vi también la mariposa, suave, colorida, pero parecía tan feliz que no tuve el coraje de aprisionarla. Vi también el pichoncito caído entre las hojas, pero… al subir al árbol, noté la mirada triste de su madre y preferí devolverlo al nido. Por lo tanto, maestra, traigo conmigo el perfume de la flor, la sensación de libertad de la mariposa y la gratitud que observé en los ojos de la madre del pajarito.

¿Cómo puedo mostrar lo que traje?

La maestra agradeció a la alumna y le dio la nota máxima, considerando que había sido la única que logró percibir que sólo podemos traer el amor en el corazón.

¿Qué debe cambiar?

Pensamos en cambiar el mundo, a las personas, las circunstancias de la vida… ¿Qué es lo más importante?

Siendo joven era un revolucionario y mi oración a Dios era:

– “Señor, dame la energía para cambiar al mundo.”

Al llegar a los cuarenta y darme cuenta de que la mitad de mi vida se había ido sin que yo hubiese cambiado una sola alma, modifiqué mi oración:

– “Señor, dame la gracia para cambiar a todos aquellos con quienes tengo contacto, solamente mi familia y mis amigos y estaré satisfecho.”

Ahora, que ya soy un anciano y mis días están contados, mi única oración es:

– “Señor, dame la gracia de cambiarme a mí mismo.”

¡Si hubiera orado de esta forma desde el principio, no hubiese desperdiciado mi vida!