A vosotros, Responsables de los intereses supremos de la humanidad, Gobernantes, Diplomáticos, Representantes de las Naciones, Políticos, Filósofos y Científicos, Publicistas, Industriales, Sindicalistas, Militares, Artistas, todos cuantos intervenís en los destinos de las relaciones entre los Pueblos, entre los Estados, entre las Tribus, entre las Clases, entre las Familias humanas,
A vosotros ciudadanos del mundo; a vosotros, jóvenes de la generación que avanza; Estudiantes, Maestros, Trabajadores, Hombres y Mujeres; a vosotros, que pensáis, que esperáis, que desesperáis, que sufrís; a vosotros, Pobres, Huérfanos, y víctimas del odio, del egoísmo y de la injusticia que sigue predominando aún,
A todos vosotros osamos dirigir una vez más la voz humilde y fuerte, en cuanto profeta de una palabra que está por encima de nosotros y nos inunda; en cuanto abogado vuestro y no de nuestros intereses, hermano de toda persona de buena voluntad, samaritano que se acerca a todo el que llora y espera socorro; siervo, como nos declaramos, de los siervos de Dios, de la verdad, de la libertad, de la justicia, del desarrollo y de la esperanza, para hablaros, también en este nuevo año 1973, de la Paz. ¡Sí, de la Paz! No rehuséis escucharnos, por más que de este tema lo conocéis todo, o creéis conocerlo.

Al comienzo de la Misa confesamos públicamente que somos pecadores de pensamiento, palabra, obra… y omisión. Siempre he creído que la parte de la omisión la omitimos demasiado en demasiadas consideraciones relativas a nuestra fe y nuestra vida cristiana. por definición lo omitido es aquello a lo que uno no ha prestado la atención, el cuidado o el esfuerzo que se merece; ello mismo hace que uno esté como predispuesto a seguir ignorando lo que ya ha empezado a ignorar, y así las omisiones se apilan unas sobre otras, endureciendo de paso la conciencia.