Momento emocionante en que la flaqueza del argumento progre sale a luz

El argumento moral por excelencia en la pseudo-filosofía “progre” — que hoy por hoy invade a la mayor parte de Occidente — va de esta manera: “Si los implicados son adultos, y no se obliga a nadie, y no hay daños a terceros, déjalos en paz.”

Ese es el argumento básico detrás de la eutanasia o del matrimonio gay, por ejemplo. Una versión modificada sirve para legalizar el aborto o el consumo regulado de drogas psicotrópicas. En todos estos casos la suma de las razones presentadas es: “Si ellos quieren, y no hace daño a otros, ¿por qué no?” Detrás de su aparente aspecto amable esta postura entraña un espantoso egoísmo y una falta seria de apoyo en alguna forma de realidad más allá del acuerdo intersubjetivo. Las consecuencias, a veces trágicas, a veces cómicas, de este modo de argumentar aparecen pronto, como ha sucedido en una noticia publicada hoy.

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Quien nos mostrara al Padre

Les invito a que busquemos la persona que sepa darnos noticias del querido Padre celestial, que nos cuente de Él. Quien no ha conocido a su papá, y sabe que está vivo en alguna parte, le puede nacer el deseo irresistible de saber de él y, una vez haya sabido del lugar de su paradero, es de suponer que hará hasta lo imposible para conocerle, para estar con El y, ojalá, para recibir su afecto. Bien, este será el tema de nuestra reflexión, que haremos para llegar hasta nuestro Padre celestial, y saber de El con toda certeza.

Jesús el gran revelador del Padre

Los evangelios nos dicen que el conocimiento del Padre es privilegio por excelencia de Jesús: “Yo conozco al Padre, porque vengo de El y Él es el que me ha enviado” (Jn 7,29). Además, Él mismo nos ofrece el regalo de dárnoslo a conocer: “nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Mt 11,27). El mismo nos asegura que en el mundo solo Jesús de Nazaret conoce al Padre y, por lo tanto, sólo Él nos lo puede dar a conocer: “a Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer” (Jn 1,18).

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Todos llamados a su pleno desarrollo

Cada uno es miembro de la sociedad, pertenece a la humanidad entera. Y no es solamente este o aquel hombre sino que todos los hombres están llamados a [su] desarrollo pleno. Las civilizaciones nacen, crecen y mueren. Pero como las olas del mar en flujo de la marea van avanzando, cada una un poco más, en la arena de la playa, de la misma manera la humanidad avanza por el camino de la historia. Herederos de generaciones pasadas y beneficiándonos del trabajo de nuestros contemporáneos, estamos obligados para con todos y no podemos desinteresarnos de los que vendrán a aumentar todavía más el círculo de la familia humana. La solidaridad universal, que es un hecho y un beneficio para todos, es también un deber.

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158. La Cruz en el Ministerio del Evangelizador

158.1. Yo no he esperado a que tú seas bueno para hablarte. Te he ido hablando, y con mis palabras y plegarias tu vida ha sido bendecida; has mejorado. No lo que yo quisiera, no lo que yo esperaría, pero sí has mejorado, y sería mentir decir lo contrario. Te digo esto, no porque pretenda echarte nada en cara —para eso está tu conciencia—, sino porque quiero que tomes como referencia lo que yo he hecho contigo. Te repito: no esperé a que fueras bueno para hablarte; hablándote te llamé a la bondad.

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Espiritualidad Trinitaria

(Gen 1,26-27; Hech 2, 1-47)

Les invito a reflexionar sobre la espiritualidad que surge de la vida Trinitaria de Dios, espiritualidad esencial y primera del ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, creado para la comunión con Dios y con sus semejantes. Para que pudiera vivir la unidad, Dios le dotó: de sentidos, ellos le ayudan a comunicarse con el hombre y con el mundo material; de virtudes teologales o sentidos sobrenaturales: fe, esperanza y caridad, para que pudiera comunicarse con Dios y con el mundo sobrenatural. Ha sido estructurado para dar y recibir amor. Si esto no acontece en su vida, se frustrará en una de las necesidades fundamentales de su ser. Es por esto que: “La pobreza de comunicación debilita la persona, debilita la comunidad y convierte en extraño al hermano y en anónima la relación” (VFC 32).

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Buscando la Gran Esperanza

La experiencia demuestra que las cualidades personales y los bienes materiales no son suficientes para asegurar esa esperanza que el ánimo humano busca constantemente. Como he escrito en la citada Encíclica Spe salvi, la política, la ciencia, la técnica, la economía o cualquier otro recurso material por sí solos no son suficientes para ofrecer la gran esperanza a la que todos aspiramos. Esta esperanza «sólo puede ser Dios, que abraza el universo y que nos puede proponer y dar lo que nosotros por sí solos no podemos alcanzar» (n. 31). Por eso, una de las consecuencias principales del olvido de Dios es la desorientación que caracteriza nuestras sociedades, que se manifiesta en la soledad y la violencia, en la insatisfacción y en la pérdida de confianza, llegando incluso a la desesperación. Fuerte y clara es la llamada que nos llega de la Palabra de Dios: «Maldito quien confía en el hombre, y en la carne busca su fuerza, apartando su corazón del Señor. Será como un cardo en la estepa, no verá llegar el bien» (Jr 17,5-6).

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157. Lo Extraordinario de lo Ordinario

157.1. Los hombres buscan las señales del amor en las cosas grandes, y especialmente en los grandes cambios. Aquel paralítico, por ejemplo, que desde su nacimiento había estado impedido de caminar (Hch 3,2-10), al sentir robustecidas sus piernas saltaba y alababa a Dios. La inesperada y felicísima transformación de su estado le hizo descubrir que el Señor sí lo amaba y sí tenía para él dádivas preciosas. De algún modo todos esperan cosas así, y Dios las concede, porque en su victoria sobre el mal y sus consecuencias, brilla su poder y resplandece su misericordia. No es malo, pues, suplicar estas manifestaciones de los dones de Dios, aunque sí puede ser dañino esperarlas como si fuera obligación de Dios darlas o repetirlas.

157.2. ¿Significa esto que, una vez recibida la obra primera de la gracia ya no hay nada grande que contemplar, aparte del transcurrir del tiempo en la espera del Cielo? De ningún modo. Hay que descubrir en lo pequeño lo grande, y en lo ordinario lo extraordinario. Hoy quiero hablarte un poco de cómo y por qué.

157.3. Para recibir mejor esta enseñanza, piensa primero en el delicado equilibrio que manifiesta la naturaleza. La ciencia te enseña con cuánta precisión se han ajustado las magnitudes propias de los cuerpos y las partículas de modo que la vida haya podido tener su jardín en el planeta que habitas junto con tus hermanos. Una vez que todo está ajustado y en su medida parece que simplemente está ahí, y que está bien así como está. Mas para aquel que sabe de Física, Biología y Astronomía, es simplemente sorprendente que todo haya alcanzado una calibración tan exacta y fructífera para la vida y la conciencia. No es raro, como sabes, que los investigadores de estos campos del conocimiento lleguen al asombro e incluso al presentimiento del paso del Creador.

157.4. Algo así, y aún más profundo pasa en la vida espiritual. Mira, por ejemplo, a la Santa y Bella Virgen María. Mírala, no en el momento sublime de la Anunciación, ni en la hora jubilosa de la visita a Isabel, ni en la noche terrible de la Cruz, ni bañada en los esplendores de Pentecostés; mírala simplemente en un día cualquiera, por ejemplo, cuando sale de su casa a recoger un poco de agua de la fuente del pueblo de Nazareth. Se encuentra con una vecina, a la que saluda, y camina con su amiga cruzando unas palabras. Se fatiga con el cántaro y suda bajo el sol de aquel verano que ya se prolonga más de lo acostumbrado. Lleva su mente ocupada en mil cosas de casa y tiene que apresurar el paso para que no se retrase el frugal almuerzo.

157.5. La escena, así contemplada, tan real como te la estoy contando, no parece tener nada de extraño ni de extraordinario. Y sin embargo, Ella es la Reina de los Ángeles, y la creatura más odiada por el infierno en pleno. Así como la Tierra avanza silenciosa por los espacios siderales a la distancia precisa para no abrasarse ni congelarse, así también esta Bendita Señora es el lugar en que la gracia esculpe su preciosa joya, como arrebatándola de continuo de las garras del abismo. Todo es natural y tranquilo, y sin embargo todo es extraordinario y estupendo.

157.6. Un ejemplo semejante puede construirse si piensas en el Papa. Detrás de la serenidad de su presencia hay un terrible campo de batalla, que no se ve, porque precisamente la perfección de la victoria divina hace que aparezca siempre la majestad del Vencedor, que es Jesucristo, pero ello no significa que no haya combate, fiero combate.

157.7. La verdad es que toda alma en genuino camino hacia Dios es lugar de contemplación de las cosas más extraordinarias, que no se descubren a primera vista porque Dios ha querido que estén cerradas a los ojos que no tienen la humildad conveniente, el tiempo saludable y el amor suficiente. ¡Y vieras cómo sonríen los coros de los Ángeles ante esos triunfos de la gracia, tan grandes en su dimensión como en su discreción! ¿No es hermoso, amado de Dios, no es hermoso?

157.8. Deja que te invite a la alegría. Dios te ama; su amor es eterno.

La vida de la Trinidad es vida de amistad

(Lc 10,21-22; Jn 14,5-17; 15, 1-17)

Les invito a reflexionar sobre la vida de amistad en la Trinidad, el más alto grado de comunión vivido entre personas. La Escritura nos ofrece material para nuestra profundización. La amistad es el sacramento primario de toda solidaridad entre personas. Por esto, entre las Personas divinas se vive la amistad. Más aún, ellas son la fuente de la amistad. Hay personas que viven juntas toda una vida y no llegan a ser amigos: padres que no han podido ser amigos de sus hijos; hermanos entre los cuales no ha podido florecer la amistad; religiosos que se han quedado en los inicios del amor, sin llegar a saborear la amistad. Pero, también hay encuentros entre personas, que se convierten en amistades muy hondas.

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Notas de Teologia, 04

La afirmación de un Dios “personal” resulta difícil de admitir para aquellos que ven en ella sólo una proyección de nuestra propia manera de ser, o de nuestras necesidades o deseos. Dos respuestas–insuficientes–han sido: (1) La de Einstein, o sea, reconocer un misterio y una trascendencia pero sin nombre, y sin una revelación posible. (2) La del averroísmo (por Averroes): sostener que hay como dos ámbitos de lo verdadero: la verdad de la inteligencia y la verdad de la fe–o en el caso de nuestro mundo postmoderno, la verdad de la ciencia y la de la emoción/devoción/tradición.