1. En la última cena Jesús dijo a los Apóstoles: «Os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré» (Jn 16, 7). La tarde del día de Pascua, Jesús cumplió su promesa: se apareció a los Once, reunidos en el cenáculo, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo» (Jn 20, 22). Cincuenta días después, en Pentecostés, tuvo lugar «la manifestación definitiva de lo que se había realizado en el cenáculo el domingo de Pascua» (Dominum et vivificantem, 25). El libro de los Hechos de los Apóstoles nos ha conservado la descripción del acontecimiento (cf. Hch 2,14).
Reflexionando sobre ese texto, podemos descubrir algunos rasgos de la misteriosa identidad del Espíritu Santo.

Estimados amigos, los felicito por la obra que llevan adelante. Es muy útil para los que necesitamos alimento espiritual a diario. Quiero a través de Uds. hacerle llegar una pregunta a fray Nelson: ¿por qué se necesitó el sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo para saldar la ofensa a Dios ocasionada por el pecado de nuestros primeros padres y por los pecados personales?, ¿porqué Dios necesitaba “cobrar” esa deuda o “recibir una satisfacción” apropiada que fue la muerte de su propio Hijo? Muchas gracias por su atención. – S. Muñoz.
1. Ha habido un despliegue de noticias que hablan de una cifra enorme de delitos de pederastia cometidos en Irlanda por miembros de la Iglesia Católica a lo largo de buena parte del siglo XX. ¿Esos datos son verdad o mentira?
¿En algún momento en tu vida has sentido deseo de conocer mejor a tu Dios?
Sé que esto será polémico, pero también puede resultar enriquecedor.