5. “Estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. Y aunque el presente vivo en carne, vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí” (Ga 2, 19, 20).
Uno de los frutos inmediatos de la aceptación de la Cruz que nos da Jesús -pues la Cruz es un regalo invaluable que Jesús da a sus amados más íntimos- es el empezar a conformarse con Él, y de esta manera contener su mente y su corazón, poseyendo sus pensamientos, sentimientos, deseos y actitudes. Sólo se puede amar y perdonar como Jesús si se posee su corazón, y sólo se posee su corazón si el fiel se hace uno con Él y, sólo se hace uno plenamente con Él, quien está crucificado con Él.




