Olga Clemencia – Un testimonio Personal

Conocí a Olga Clemencia en el final de sus días. Desde el primer momento me dijo: “sé que me voy a morir”, y también, con un cariño muy grande: “quería conocerlo antes de irme, porque muchas veces lo oí por la radio, y me sirvió”.

Olga Clemencia tenía cáncer. Ya lo había vencido una vez, pero él, como fiera herida, había retornado con mayor fuerza y se dejaba sentir adentro del cuerpo de Olga. Pudimos hablar varias veces, gracias a Dios, incluso unas horas antes de mi viaje Bogotá-Dublín. ¡Cómo le agradezco al Señor que me haya permitido estar ahí, y hacer presencia, y aprender tantas cosas… esas que sólo se ven a plena luz cuando las luces de esta tierra anuncian su final!

Olga Clemencia tenía un temperamento profundo, intelectual, con una marca de severidad, aunque también con ese deleite que conocen los que saborean cada pizca de verdad que les da el camino. Por eso, en los días finales de su peregrinar hasta el umbral de la muerte, hizo su propio camino, como queriendo descubrir por sí misma la razón de cada cosa, de cada oración y de cada sacramento. Tuve oportunidad de administrarle el sacramento de la confesión y pude ver cómo hasta el último día quiso ser siempre más discípula que dueña de la verdad… de cualquier verdad.

Unos pocos días antes de morir me escribió un e-mail:

Apreciado Fray Nelson:

Espero se encuentre bien. Yo, aquí, dando, recibiendo muchas cosas que no por la enfermedad quedan truncas.

Fray Nelson: acepté ésto, acepté la enfermedad, acepté la voluntad de Dios. Este estado me llena de tranquilidad, y es difícil alcanzar este estado.

Fray Nelson: creo que pronto seré libre para estar con Dios, lo cual me regocija y me da alegría.

Agradecería su pronta contestación. Gracias, su hermana en el Señor,

Olga Clemencia Giraldo Talero

Bendito Dios que pude responder su mensaje. Mis palabras fueron breves, como breve tendrá que ser esta despedida, porque Olga se nos fue ayer. Se nos adelantó a la Casa del Padre. Entonces le dije, y ahora le digo:

GRACIAS por acordarte de mí. GRACIAS por la confianza que me has dado. GRACIAS por el testimonio de fe y de entereza que siempre encontré en tí.

Un abrazo!!!

Nunca me ha abandonado Dios, y menos ahora

Ante la enfermedad:

Éste es el testimonio, impresionante y lleno de esperanza, de un hombre joven, casado y padre de un hijo adoptado. Enfermo de cáncer, sigue confiando en el inmenso amor y sabiduría de Dios. Éstas son sus palabras:

Me llamo Alfonso Cervantes Pavón y tengo 40 años de edad. Estoy casado con Isabel Oviedo y llevamos 14 años de matrimonio. Hace un año y medio adoptamos a un niño pequeño. Dios, en el vínculo matrimonial, no nos había concedido hasta ese momento ninguno. Ya está cercano a los tres años de edad (los cumple el 18 de julio). Se llama Ángel (ciertamente es un ángel para nosotros) y padece retraso psicomotor, como consecuencia de una encefalopatía prenatal. Quiero contar, a través de estas líneas, mi experiencia de cómo el Señor ha acontecido en mi vida. Lo conocí hace ya muchos años, cuando empecé este Camino de gestación en la fe que es el Camino Neocatecumenal. En la Iglesia, Él se ha revelado como un Padre que me cuida, guía mi vida y me ofrece diariamente la salvación y el perdón de mis pecados. En el entorno familiar, he tenido los problemas típicos de convivencia de todos los matrimonios, pero siempre con el perdón del Señor como respuesta a nuestras debilidades. En el aspecto laboral, he alternado tiempos de trabajo como albañil, tubero, operario en la construcción de barcos…, pasando también por momentos de desempleo.

Especialmente significativos, aquellos tiempos que vienen a mi memoria ahora de forma especial. Trabajaba por aquel entonces como operario en la construcción de un barco. Inesperadamente, y sin estar éste finalizado, sufrí un despido que, ciertamente, no esperaba. Aquellas fechas, mi parroquia, mi segunda casa necesitaba mano de obra para finalizar la fase de construcción de los salones de Catequesis. El complejo parroquial se ha terminado a base de donaciones y de personas que han trabajado sin recibir ninguna compensación material a cambio. En contra, espiritualmente, todos los que hemos echado alguna peonada hemos recibido bendiciones de Dios, el ciento por uno, porque Dios nos ha bendecido con la fe, algo que hoy se me revela más valioso que todo aquello que la sociedad me puede ofrecer, incluía la salud.

Para gloria de Dios

Nunca Dios me ha abandonado, y menos ahora. A principios de diciembre de 2001, acudí al médico por padecer un fuerte dolor pectoral. Con el paso de los días, observaba cómo el cuadro clínico se iba agravando, al aumentar el dolor y por la aparición de fiebre intermitente. En la tarde del día de Navidad, quedé ingresado en el Hospital Universitario Puerta del Mar de Cádiz. Querían realizarme algunas pruebas. Se pensó en la posibilidad de una hepatitis C, de una inflamación hepática, o alguna enfermedad parecida; al cabo de unos días y sin mejoría aparente, recibí el alta médica en espera de resultados de unas pruebas médicas. Fueron pasando los días y continuaba sin experimentar mejoría alguna. Una tarde del mes de febrero, tras recibir la visita del padre Emilio, el párroco de San José Artesano, y algunos miembros de mi Comunidad Neocatecumenal, mi mujer, en contra de la voluntad de los médicos, me reveló la verdad: «Tienes un cáncer de hígado», me dijo entre lágrimas. Una enfermedad de mal pronóstico, e irreversible por lo avanzado de su estado. No había solución.

En aquel momento ocurrió algo sorprendente y trascendental: tras recibir la noticia de mi enfermedad, no me asusté. El Espíritu Santo, sin duda, nos asistió a mi mujer y a mí, y nos acompañó durante aquella tarde. Experimenté una paz interior que no se puede describir ni explicar.

Con esto quiero decir que Dios realmente asiste en los momentos trascendentales de la vida. Sin duda, el Señor me paraba los pies. Van pasando lentamente los días desde mi lecho. Ya apenas me levanto. He salido de casa algunos sábados para acudir a la Eucaristía en la parroquia. Solamente incorporarme del lecho me produce el mismo cansancio que a vosotros un día entero de trabajo. Pero, como dice el salmo, El Señor está conmigo todos los días. Él me asiste en mis dolores. Hace un par de semanas me han reforzado el tratamiento contra el dolor, para tener una mejor calidad de vida. Pero realmente lo que me hace sufrir son aquellas personas cercanas a mi familia que de alguna forma se han separado de Dios, han abandonado la fe, buscan, sin duda, la felicidad en otras cosas… Ruego al Señor por ellas.

Tengo muy claro que no soy yo, es Dios quien lleva mi enfermedad. Esta situación me supera, y ha redimensionado mi vida. Personalmente, no tendría fuerzas para llevarla adelante sin su ayuda. La garantía de que Él existe es que esta fuerza que actúa en mí es espiritual. Esto no lo puede explicar ni la ciencia ni la sabiduría humana, porque esta fuerza viene de Dios.

Espero y le pido constantemente no dudar de su amor, para que no salga de mis labios la siguiente pregunta: “¿Por qué a mí?”; deseo con todo mi corazón resistir a las acechanzas del demonio, que quiere que yo juzgue a Dios. Para gloria de Dios, no lo ha conseguido. Me siento asistido por todos los que me rodean, no sólo con su presencia, sino sobre todo por medio de la oración.

Todos los días recibo a Jesucristo en la Comunión y esto me mantiene vivo, me da fuerzas para dar una palabra de ánimo a quien lo necesita. Es Dios quien viene a mí; me visita, de igual forma que visitó a la Virgen María. También siento la presencia de Ella, mi Madre del Cielo, que escondida, en lo oculto, también intercede por mí.

Sé que me muero, no sé exactamente cuándo Dios me querrá llevar, pero tengo la garantía de que la muerte es precisamente un nacer a la Vida Eterna. Es el paso necesario para llegar a la presencia del Padre. Sé que en esta vida que se acaba –y que aquellos que me visitan y no creen en Dios lamentan como si hubiera recaído sobre mí una maldición– es necesario pasar por este trance, dar el salto a lo mejor, a lo definitivo, a lo verdadero: la Vida Eterna, la presencia del Padre.

Cómo Nace un Portal Católico

ORIGEN DEL PORTAL WEB: “PORTAL DE ORACIÓN.COM”

Hace tres años me encontraba estudiando Informática Educativa con otros cuarenta compañeros en la Universidad Minuto de Dios y asistiendo a clases los días sábados. En una ocasión me di cuenta que faltaba el Padre Fernando, párroco de Útica, población de Cundinamarca. Pregunté por él y alguien allegado al grupo de estudio de él me respondió que se encontraba grave en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital de Girardot pues un animal le había picado. Esta picadura le había producido una enfermedad grave de muerte y le hacía rebajar diariamente las defensas personales. Los médicos estaban desconcertados porque no podían atacar el problema que lo tenía al borde de la muerte con escasos tres días de vida.

Pedí al grupo que hiciéramos un momento de oración por la sanación del amigo, Padre Fernando. Así lo hicimos todos. Esa misma noche, navegué en Internet y me conecté con la Red mundial de Oración, en la página web www.iglesia.org. de la Universidad Pontifica de Argentina. Solicité que le pidiéramos al Señor la recuperación urgente del amigo, que no se fuera a llevar a este sacerdote que se necesitaba en la parroquia para seguir con su labor pastoral, que un sacerdote no era fácil de remplazar.

A los dos días empezaron a llegarme respuestas, e-mails, de diferentes partes del mundo, incluso de Alemania, donde me decían que se unían a mis oraciones por el Padre Fernando, por su salud. Un sacerdote de Costa Rica me comentó que, a partir de ese día, se celebraría la misa de las seis de la tarde en todas las casas de su comunidad: Martha y María, diseminada en cinco continentes. Era la Iglesia en oración. ¿Se puede resistir el Señor a este clamor? ¿El que creó el oído puede ser sordo?

¡Imposible! ¡Increíble! El sábado siguiente, con gran admiración y gozo, veo al Padre Fernando ya restablecido y sentado en su silla en el salón de clases. Los médicos habían quedado perplejos, no sabían qué había pasado, cómo se había recuperado. Nosotros sí lo sabíamos. Lo que para el ser humano es imposible, para el Señor ¡todo es posible!

Esta experiencia de la efectividad y eficiencia de la oración por Internet, esta experiencia unida a muchas otras más, me impulsaron a comprometerme a abrir también en Colombia una página web que diera la facilidad de solicitar intercesión por Internet. Así se lo pedí al Señor en oración y le dije que una vez Él dispusiera las cosas, lo que era yo haría algo semejante. Este año, el 25 de agosto, la página web www.portaldeoracion.com hace realidad este sueño. Con mi hijo Rafael Eduardo, genio para hacer páginas web, y con mi esposa Gilma, emprendimos este camino para la Gloria de Dios.

Gracias a Dios, mi Hijo es Sordo

Fray Nelson:

Hace 21 años, adolorida al ver al ver a mi bebé agonizando entre la vida y la muerte, en un estado crítico, le pedí a Dios: “Señor si he de recibir un castigo por no haber sido una buena mujer, quítamelo; él no tiene la culpa de mis faltas y aceptaré eso como mi castigo”. (Creía que merecía lo más malo; mi hijo era fruto de una relación no santa).

Dios no me lo quitó, Dios me lo dejó, y no para castigarme como alguna vez gente ignorante me lo dijo: “Esta va a ser su cruz”. Dios me regaló el ángel mas bello. Juan Carlos es sordo, y después de 20 años de luchas contra pronósticos médicos, contra el rechazo de su padre, contra la falta de recursos educativos, etc. etc, hoy en día no hay momento en que no le agradezca a Dios el haberme dado un hijo sordo.

Pues bien, le diré: Juan Carlos no conoce el egoísmo, no conoce el orgullo, no conoce la falsedad, no sabe de criticar, de condenar, de pensar mal de alguien.

Es un muchacho muy bueno, sano, AUTÉNTICO, bondadoso, respetuoso, que cada día en su silencio me da unas lecciones de vida increíbles. Si hubiera sido oyente estoy segura no sería así. Se siente muy comprometido en asistir a la misa los domingos a pesar de no poder entender la palabra, pero él me dice con sus señas, que siente la presencia de Dios.

Si quiere ver un juego en la TV, él sabe que debe grabarlo, o madrugar más temprano a Misa, y no porque yo se lo haya inculcado, no soy tan buena, es porque él así lo quiere. Dios nos ha bendecido grandemente.

A veces sólo vemos lo negativo, pero tenemos que ver en todo la voluntad del Señor y la voluntad del Señor siempre es para nuestro bien.

Al rededor de Juan Carlos, durante estos 20 años de vida, no me alcanza el espacio para enumerar las bendiciones que he recibido, tras cada sufrimiento y cada dolor y caída, el Señor me ha bendecido.

Hoy en día hemos tenido la oportunidad de tener un hogar lindo, su padrastro lo adora, y tiene un trabajo donde sus compañeros y jefes lo respetan y quieren. Nada de esto ha sido fácil pero todo todo se lo debo a mi Dios.

Mi amiga, la Adicta

Fr. Nelson Medina, O.P.

Hace unos días tuve que renovar mi licencia de conducción. Un trámite relativamente sencillo que toma, sin embargo, unas dos o tres horas, si uno quiere salir de las oficinas con su flamante licencia nueva.

Dos o tres horas son tiempo suficiente para entablar una buena conversación, sobre todo porque, dada la estructura del trámite en la oficina de tránsito, lo más común es que la fila que uno hace al principio se vaya repitiendo a lo largo de cada fase del proceso. Me explico: uno va recorriendo distintas etapas pero en cada etapa tiene adelante la misma persona, y atrás la misma persona.

Todo esto es una manera de introducir a Andrea. El nombre es ficticio, pero la realidad no. Tanto Andrea como yo estábamos preocupados por el tiempo que nos tomaría la diligencia completa, porque ambos queríamos terminar todo de una sola vez. Y tal vez por eso entablamos conversación con toda naturalidad.

En circunstancias así uno no suele empezar por los temas personales, pero lo cierto es que Andrea pronto brindó un retrato de sí misma: “Soy adicta”.

Se trataba de una mujer joven (cerca de 30 años), casada, sin hijos, con aspecto de profesional sin mucho dinero ni muchas necesidades.

Como era evidente mi condición de sacerdote, llegué a pensar que ella querría tal vez algún género de consejo sobre su vida o sobre dónde podría ayudarse en su recuperación, pero pronto descarté este esquema: era claro su buen estado de salud. No estaba en crisis. Su adicción no la azotaba, por lo menos no ante mis ojos.

Iniciamos, pues, un diálogo en el que alternaban mi deseo de conocimiento y su deseo de ser escuchada. Y lo que sigue es una trascripción (no grabada, desde luego) de ese intercambio.

—Soy adicta. Mi enfermedad es básicamente emocional aunque tiene un componente genético. Eso lo tiene claro la ciencia actual.

—¿Es nuevo eso de tratar las adicciones como enfermedades?

—No es nuevo, pero sí es lo único que ha traído una diferencia a nuestras vidas. Las recomendaciones morales, los castigos, las súplicas o cualquier otra cosa… todo ha demostrado ser inútil frente a la adicción. Los adictos somos expertos en manejar el mundo de los no-adictos. Podría decirse que los traemos a nuestra lógica mucho antes y mucho mejor de lo que ustedes podrían hacer con nosotros.

—¿Cómo es eso de “manejar el mundo”?

—Nosotros tenemos un conocimiento de las emociones mucho más profundo que la mayoría de las personas; hay quien ha dicho que ser adicto es un “don”, porque nos permite escrutar la vida con una profundidad que la mayor parte de la gente simplemente desconoce.

—¿Quisieras explicarte mejor?

—Yo recorrí el mundo del alcohol y el mundo de la droga. He visto cosas que usted no podría imaginar o que sólo le pueden llegar “enlatadas” o “domesticadas”, por ejemplo, a través de los relatos de otras personas. He sentido las cadenas; he conocido su poder. Me he burlado de todo y he maltratado todo, incluyendo lo que la gente consideraría más “sagrado”, como es su familia, su fama o su religión. Para mí la palabra “libertad” o la palabra “sobriedad” tienen una densidad que los demás no pueden entender. Sentirse “nivelado” es para mí una tarea; una tarea que tengo que asumir y disfrutar cada día.

—¿Cómo el programa de “sólo por hoy” de los Alcohólicos Anónimos (AA)?

—Obviamente. AA es el papá de todos los grupos de recuperación y de todas las terapias. La lógica es sencilla: mientras estés en el grupo, estás a salvo; si te sales, lo más seguro es que te caes.

—Perdón, pero ¿no es eso como otra clase de adicción, adicción a un grupo? No lo pregunto con mala intención…

—No se preocupe. Llámelo así, si le parece. El cerebro de un adicto funciona ligeramente distinto de otros cerebros. La recuperación, en el fondo, es una especie de transferencia: te van llevando de lo más autodestructivo a lo menos autodestructivo; de lo más dañino e insoportable socialmente a lo menos dañino socialmente. Uno va aprendiendo que hay unas reglas, que es posible conocer las reglas y que, en periodos controlados, uno puede seguir las reglas… y vivir bien.

—Disculpa si soy demasiado entrometido, pero ¿conociste a tu esposo en ese proceso de recuperación?

—Javier [nombre ficticio, también] y yo nos conocimos en algo relacionado pero muy distinto. Nuestros grupos nos enseñan a hablar del Ser Supremo, la Fuerza, el Trascendente, o Dios, como cada uno puede o quiere llamarlo. Lo que pasa es que uno pronto se da cuenta de que solo no va a salir. Se necesita un polo a la trascendencia; alguien a quien llamar; un espacio sagrado en el cual sumergirse y descansar. Yo iba buscando eso a través de grupos de meditación, y en uno de ellos encontré a Javier.

—Desde luego, él sabe tu historia…

—Desde luego. Y la acepta. Él es el ser más positivo del mundo. En eso nos complementamos bien. Mi ánimo es, haga de cuenta, un electrocardiograma. Todo el tiempo tengo que estar reconociendo las señales de alarma que mi organismo emocional puede empezar a darme: “¡cuidado, te estás deprimiendo!; ¡atención, histeria a la vista!; ¡crisis por llegar!”, y así sucesivamente. Javier, en cambio, es muy, muy estable. A todo le busca y le encuentra el lado positivo. Nos entendemos muy bien.

—Empezaste hablando de tu condición como una “enfermedad”. ¿Quiere decir que esa enfermedad es incurable?

—Puede decirse así. La verdad es que es un asunto como de palabras. Una persona que ríe, llora, trabaja, tiene un hogar, no le hace daño a nadie, ¿está enferma? Aparentemente no. Y en ese sentido yo no estoy enferma. Pero si necesito control de mí misma, vigilancia de mis emociones, grupos de apoyo, ¿qué soy? Tal vez una enferma en tratamiento exitoso.

A usted le serviría conocer más de esto, padre. En los grupos de recuperación yo he visto padres. No por ser sacerdotes están libres de un perfil adictivo.

—¿Es clara y nítida la diferencia entre adictos y no adictos?

—¿Sabe? Yo no creo. Casi toda persona humana tiene episodios adictivos: a una persona, a una idea, a una religión o a una emoción. La mayoría de las personas no atienden a eso porque salen relativamente con facilidad de esos episodios, o cambian tan rápida y eficazmente de objetos de atención que no se dan cuenta del peligro potencial en que se encuentran.

—Andrea, de veras: gracias por tu sinceridad y confianza.

—Gracias por decirlo. Pero no todo es confianza porque sí. Necesito recordarme a menudo qué soy y quién soy. En lo que soy, soy libre. La mamá de todas las adicciones es la fantasía… ¡Y es tan fácil mentirse!

—De nuevo, gracias. ¡Dios te bendiga!

—A usted padre, buen día.

Los Mejores Consejos

Acerquémonos a los sacerdotes no sólo a recibir por medio de ellos la Gracia de Dios, sino a compartir con ellos su humanidad.

Los mejores consejos los he recibido de un sacerdote. Veo su humanidad pero más que eso, veo al Cristo que habita en ellos. Para mí son un signo visible de la bondad de Dios. Por eso les tengo tanto respeto y cariño.

A veces miro sus manos gastadas por la vida y pienso: “Esas manos santas nos traen a Jesús todos los días”.

¿Acaso agradecemos tanto favor?

Es mucho el bien que recibimos de ellos. Lo recordaba un padre en su homilía:

“Un sacerdote está siempre contigo en los momentos más importantes. Cuando te bautizan, cuando haces tu confirmación, cuando necesitas consuelo y ayuda, cuando te casas. Y cuando enfrentas la muerte, un sacerdote es quien reza por ti, para que se abran las puertas del cielo”.

Recuerdo este sacerdote anciano con el que me solía confesar. Le agradaba hablarme con un tono paternal, pero también hubo ocasiones en que debió ser firme al decirme las cosas y yo sabía que tenía razón, que lo hacia por el bien de mi alma.

Un día lo encontré triste. Y al terminar la confesión le pregunte.

-Perdone –le dije -. Le siento diferente. ¿le ocurre algo?

-Hoy es mi cumpleaños. Y nadie me ha llamado. Tengo una hermana que vive en España, es mi único familiar y tampoco sé de ella.

Eran ya las seis de la tarde.

Le sonreí con cariño y exclamé:

-Feliz Cumpleaños Padre.

Me miró y sonrió.

-Usted es nuestro padre espiritual – continué – de manera que nosotros, todos los que nos confesamos con usted y que asistimos a sus misas, somos sus hijos espirituales. Somos su familia. Y le queremos. Usted no está solo. Tiene a Jesús, que le ama mucho, y a María que le quiere inmensamente. Usted dio su vida por Dios, y Él sabrá premiarlo en su momento.

Anoté la fecha de su cumpleaños y cada año solía enviarle una tarjeta con algún presente.

-Sé santo –aconsejaba – Que de tí se diga: “pasó por el mundo haciendo el bien”. “No manches tu alma con el pecado”.

¿Existe acaso alguna forma de pagar tanta gracia? Sí la hay. Queriendo mucho a los sacerdotes. Apoyándolos. Rezando por ellos, para que el buen Dios les fortalezca, y los guarde de todo mal. Y sobre todo pidiendo mucho por las vocaciones sacerdotales. Que Dios nos dé sacerdotes. Santos sacerdotes. Para que nos iluminen y nos muestren el camino al Paraíso.

Tu Nombre, Señor

¡Dios!, tu Nombre recorre los siglos.

Es la música de los astros,

el temblor de las estrellas

y el palpitar del universo.

Sobre la soledad del cosmos en silencio

se levanta majestuoso tu Nombre,

y venciendo a la noche del caos,

brilla con luz avasallante.

Más allá del ruido de palabras

y de la fría armazón de ideas,

su fuego cautiva el pensamiento

con la claridad del infinito.

Estable en medio de las aguas,

anclado bajo las olas,

no tiembla ante nuestras iras

ni crece con nuestros elogios.

Caerán los imperios a su hora

y serán olvidados los tiranos,

pero él, más joven cada mañana,

saludará impasible el fin de la historia.

¡Qué bien nos hace nombrarte,

y qué bueno que tú nos nombres!

Así nos unes a ti, que perduras:

la voz de quien te nombra es a su modo eterna.

La fatiga de la vida que pasa

llega a su descanso sólo con la muerte,

pero la muerte es suave reposo

para el que se duerme nombrando al que no muere.

Amén.

Los Santos del Futuro

Imagino así a nuestros católicos santos del futuro:

Abiertos al asombro, no al capricho;

fieles en la Roca, aunque no inmóviles;

felices, no superficiales;

firmes, no intransigentes.

Abiertos, y a la vez, muy lúcidos;

lúcidos, y a la vez, muy obedientes;

humildes, pero no acomplejados;

capaces de amar, de esperar y de creer.

Prontos al silencio que deja hablar a Dios,

nunca en silencio cuando se ofende su gloria;

dóciles a la Palabra, cercanos a quien la proclama,

con voz que Cristo quiso autorizada.

Capaces de perdonar y de pedir perdón,

capaces de ternura, poesía y clamor;

capaces de alabanza y de dulce canción;

capaces, por gracia, del Cielo y de Dios.

Con un centro: Jesús que da vida;

y un punto de encuentro: la Santa Eucaristía;

y una referencia: la Virgen María,

que impregna de Pascua la noche y el día.

Guatemala y Pakistán, Angela Merkel, Carrera de robots, Vacuna cáncer cervical, Constitución de Iraq, Hans Urs von Balthasar

El texto que sigue contiene las noticias destacadas para esta semana. Haz click aquí para escuchar qué lectura cristiana hacemos de estos acontecimientos.

Desastres naturales en Guatemala y Pakistán

(Varias fuentes) Un alud sepultó a un pueblo en Guatemala. Unas 900 personas quedaron sepultadas por un alud de lodo que cubrió el pueblo guatemalteco de Panabaj y ya sumarían 1.400 las víctimas producidas por el ciclón Stan, que afecta a toda Centroamérica y el sur de México.

El presidente Oscar Berger declaró a su país el miércoles pasado en “Estado de Calamidad Pública” y dispuso un operativo especial para coordinar la ayuda internacional. El número de evacuados asciende a 15.000.

Stan afectó también a El Salvador y el sur de México. El presidente mexicano Vicente Fox, visitó la zona del desastre y anunció que “lo peor” ya ha pasado en su país.

Entre tanto: el terremoto en Pakistán e India deja más de 20.000 muertos. Los equipos de rescate buscaban el domingo frenéticamente en los escombros de ciudades y pueblos destrozados supervivientes del devastador terremoto que se ha cobrado la vida de más de 20.000 personas en el norte de Pakistán e India.

En Pakistán, el país más afectado, cientos de niños continuaban atrapados en escuelas derrumbadas y 150 personas, ente ellos extranjeros, estaban enterrados en dos bloques de apartamentos que se desplomaron en la capital, Islamabad, cuando han transcurrido más de 24 horas del terremoto del sábado.

Miembros de los equipos de rescate y ciudadanos trabajaban con grúas o usaban simplemente sus manos en búsquedas desesperadas de supervivientes, algunos se quejaban amargamente por la falta de asistencia de las autoridades centrales.

El presidente Pervez Musharraf dijo que había dificultades para alcanzar las áreas remotas. Agradeció a los países sus expresiones de condolencia, pero dijo que lo que Pakistán necesitaba más eran mantas, tiendas de campaña, helicópteros y medicinas.

Los compromisos de ayuda llegaron de todo el mundo en unas pocas horas del desastre a la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU, que dijo que los esfuerzos estaban “corriendo contra el reloj”.

El terremoto de 7,6 grados en la escala de Richter, es el peor que sacude Asia en un siglo, se registró en las boscosas montañas de la Cachemira pakistaní, cerca de la frontera con la India.

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A tu Imagen

Porque no olvidase

cómo es grande tu poder,

tú quisiste darme la memoria, Señor;

en ella descubro los prodigios de tu amor:

¡grande has hecho tú mi poca fe!

Porque comprendiese

cómo es grande tu verdad,

tú diste a mi alma entendimiento, Señor;

con mi luz pequeña me levanto hacia tu amor,

¡y tu luz me da la claridad!

Porque yo te amase

con tu misma caridad,

tú me diste voluntad y fuerza, Señor;

y ese Fuego inmenso que es tu Espíritu de Amor,

llena el alma de tu libertad.

Me diste memoria,

entendimiento y voluntad:

a tu imagen, tú quisiste hacerme, Señor;

y pues tu Verdad y tu Poder son solo Amor,

¡te bendigo, Eterna Trinidad!

Padre Dios

Padre Dios,

por la salvación de los hombres,

de ti tan amados,

nos enviaste a tu Amado Hijo,

para otorgarnos a través de su Cuerpo Santísimo,

tomado de la Virgen María,

llagado en la Cruz

y glorificado en la Pascua,

el Don Sublime de tu propio Espíritu.

Padre Dios,

para gloria de tu gracia

y alabanza de tu misericordia

todo lo diste de ti,

cuando te diste en Jesucristo,

de modo que todo dijiste en sus palabras,

todo lo revelaste en su rostro,

todo lo amaste en su corazón,

y todo lo renovaste en su resurrección.

Padre Dios,

por tantos bienes

que nos has otorgado

o nos tienes prometidos,

y tantos males

que nos has evitado

o de los que nos has redimido;

por tanta piedad y tanta belleza,

por tanto poder, tanta sabiduría y tanta gracia,

pero, sobre todo, por tanto amor,

acepta hoy nuestra gratitud,

acoge nuestra alabanza,

recibe, también tú, nuestro amor.

Padre Dios,

somos tu obra, cuídanos;

somos tu gloria, líbranos;

como hijos de tu amor te suplicamos

y por Cristo, tu Hijo, te rogamos.

Reconoce en nosotros la voz de tu Único,

y en él danos mirarte el día de la eternidad.

Amén.