De paso por Nueva York

La publicación de Juan en Aldún me ha impedido un poco compartir algunos apuntes de tipo más autobiográfico. Estuve en Toronto algo más de una semana, y ahora, de camino a Dublín, he hecho una escala oportuna para celebrar Pentecostés en una parroquia de mayoría hispana> Blessed Sacrament, en el área de Queens (Diócesis de Brooklyn).

Ha sido una experiencia de gracia, en un ambiente festivo, fervoroso y carismático, bajo la organización de una Comunidad Religiosa colombiana, las Predicadoras de Cristo y María.

Terminadas las celebraciones, hay cansancio pero mucho agradecimiento hacia Dios que, según su costumbre, se ha manifestado espléndido.

Señal de Esperanza

Cuando se trata de defender la vida humana y la familia como santuario de la vida humana es fácil tener la impresión de que uno está predicando en el desierto. Los cambios en las leyes de cada país, bien amplificados por el común de los medios de comunicación, conducen fácilmente al desaliento: cada vez más países despenalizan el aborto voluntario mientras que ganan terreno los estribillos del coro del abismo: “matrimonios” entre personas del mismo sexo, eutanasia a la carta, embriones para repuestos humanos.

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Aviso a los lectores

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Juan en Aldún (20 de 20)

20. Epílogo

El que había sido monasterio de las monjas fue recuperado por el hermano de Magdalena, aunque los muebles y la biblioteca fueron llevados a la que había sido la casa de Landulfo y Caterina, pues fue allí donde nació el nuevo monasterio, del que Caterina fue ejemplar abadesa. El cuerpo de Ivana quedó bajo el altar mayor de la iglesia y en una de las naves laterales quedó luego sepultada Elena. No tengo que explicar cuál sagrario tiene ese lugar.

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Juan en Aldún (18 de 20)

18. Los Ritos de la Tierra

Landulfo quería ir ese mismo día al monasterio pero dos cosas lograron detenerlo. De ellas hablaremos más adelante.

Por ahora debemos atender al camino de estos jóvenes guiados por Elena. Cosa admirable la agilidad y resistencia de esta anciana que a primera vista parecía tan enclenque. Muy al contrario, vino a resultar que mantenía el paso a fuerte ritmo tanto subiendo como bajando y aun así era capaz de salpicar la larga caminata con anécdotas y relatos, de modo que los muchachos jadeantes y sudorosos apenas tenían resuello para seguirla y escucharla.

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Juan en Aldún (17 de 20)

17. Memorias de Ivana

Por aquella época ya Juan se había habituado a hacer la oración de la mañana en la capilla. Al terminar sus rezos, iba y le daba un beso a la losa que escondía al cofre dorado. Tomaba luego alguna refección ligera y se iba a trabajar un rato al campo o se dedicaba a la lectura. Esta vez su elección fue volver a la lectura.

“He visto muy enferma a nuestra cocinera, la señora Elena. Es un pesar muy grande, porque, como es sorda, parece que ninguna palabra de consuelo le llega. La hemos encomendado mucho al Señor; primero, porque queremos la salud de su alma, y segundo, ¡porque nadie cocina como ella!”

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Juan en Aldún (16 de 20)

16. El Empleado del Monasterio

Caterina se sentó al lado de Mateo. Lo miró primero a él y luego dijo en voz clara:

–Primero debo pedirte perdón a ti, Mateo. Sólo Dios sabe el dolor que llevó por la muerte de tus amigos. Aquello fue un crimen horrendo y lamentablemente no es el primero que comete Landulfo. Y si ustedes no me ayudan, si ustedes no nos ayudan a mi madre y a mí, ese hombre seguirá asolando esta zona.

Un pájaro cantó con voz suave y hermosa, pero se calló sin que nadie le hiciera ninguna seña. Caterina continuó, dirigiéndose al hermano de Juan, que ya había dejado de amenazar con el cuchillo a Elena:

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Juan en Aldún (15 de 20)

15. Los Pájaros

No solamente los jóvenes oyeron ese concierto. Landulfo, que no podía dormir después de que su pregunta quedara sin respuesta, escuchaba algo de la melodía, sólo que a él no le sonaba agradable y placentera sino dura y amenazante. Tanto le molestó ese sonido que finalmente salió de casa armado de su hacha gigante pero no pudo sacar nada en claro porque había algo de neblina de manera que el lejano resplandor de la hoguera quedó oculto a sus ojos. Volvió a casa y algo le quería decir a Ariadna pero esta dormía profundamente y a él le daba pesar interrumpir ese sueño. Entonces sacó uno de sus cuadernos y empezó a escribir un breve poema sobre “La Hermosa Dormida.” Satisfecho con su obra maestra se quedó dormido después.

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Juan en Aldún (14 de 20)

14. Elena Cuenta su Historia

El fuego crepitaba dando una sensación de reunión de amigos y de paz al comienzo de la primavera. Elena entendió rápidamente que no podía defenderse con otra cosa que no fuera la verdad, así que se dispuso a confesarlo todo, con la presunción de que hablar le salvaría la vida.

Y no se equivocaba. Ninguno de ellos era hombre o mujer de armas. No querían lastimarla sino tomarla como guía, así fuera una guía un poco forzada.

Mateo empezó, con tono solemne:

–No vamos a hablar de mis compañeros, que fueron brutalmente asesinados sin causa justa. Hoy nos ocupa otro asunto. El monje, el señor Kunev.

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