Catequesis sobre el desierto, 5 de 5

Catequesis sobre el desierto. Tema 5 de 5: Nuestros desiertos

* Cristo nos salvó desde l “gran desierto” de su Cruz. No es distinto el camino del cristiano, que, a ejemplo de su Maestro, ha de tomar la propia cruz cada día. Esto implica vivir en contravía a muchos de los antivalores que pasan por moneda corriente en el mundo actual. El mundo quiere vivir entretenido, inmerso en el ruido, perpetuamente “divertido.” Detrás de esa aspiración imposible aguardan los abismos del absurdo y la depresión. El cristiano ha de cultivar entonces el silencio, y ser capaz de abrazar la abnegación y renuncia de sí mismo.

* En ese camino el cristiano se alimenta de la oración en la cual sin embargo ha de experimentar también desierto, aunque no de modo estéril sino fecundo. San Ignacio de Loyola habla de la providencia divina que nos hace pasar por consolaciones tanto como por desolaciones. Santa Catalina de Siena habla del “juego de amor” con que Dios nos enseña a renunciar a nuestros intereses inmediatos y no buscar una retribución próxima.

* Pero es sobre todo San Juan de la Cruz quien mejor expone los desiertos del alma, usando el lenguaje de las “noches.” La “noche de los sentidos” es aquello que se vive cuando los mismos ejercicios no producen los mismos resultados. A través de ella, el alma aprende a preferir a Dios y a obedecer desde la fe. Pero la fe misma requiere una purificación ulterior, que es la que viene dada por la durísima “noche del espíritu,” en la cual las preguntas más punzantes penetran como dardos el corazón. La cuestión es que el bien es bueno en sí mismo, y por ello puede asomar la tentación de afirmar un bien sin Dios, y por tanto sin fe ni referencia última a Él.

* Superadas las tentaciones y noches el lenguaje que asoma es el de la santidad. Los distintos tipos de santidad nos hablan de las varias experiencias de desierto. Así tenemos en primer lugar a los apóstoles (véase 2 Corintios 6,3-10), luego a los mártires, que han bebido del cáliz del Señor; luego los pastores y doctores, que han entregado su vida y su tiempo por el rebaño; luego las vírgenes, que en el desierto de muchos afectos humanos son testimonio de las realidades últimas del cielo; luego, en fin, a tantos santos y santas que, dando de sí, han experimentado a la vez la carencia y la sobreabundancia.

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Catequesis sobre el desierto, 4 de 5

Catequesis sobre el desierto. Tema 4 de 5: El desierto de Cristo

* Uno de los textos cristológicos más conocidos, el Cuarto Cántico del Siervo (véase Isaías 52,13–53,12) nos da pistas sobre la relación entre Jesucristo y el desierto. La conclusión que se desprende de Isaías 53,2 es que Cristo es “brote tierno en tierra árida.” Varias cosas podemos ver en esa expresión del profeta-poeta.

* El mundo, la vida humana, se ha vuelto “tierra árida.” La encarnación es anonadamiento, donación, ofrenda: es la llegada de la bondad a una tierra estéril, marcada por el egoísmo. Toda la vida de cristo fue desierto.

* Cristo es “brote;” su fragilidad está a la vista. Es vulnerable, y eso nos conviene, porque vulnerable hay que ser para cargar sobre sí los dolores y necesidades del prójimo. por esta vulnerabilidad, Cristo no se cierra sobre sí, y por lo tanto carga dentro de sí nuestros desiertos.

* Entonces la pregunta: ¿cómo puede él soportar? La respuesta es que lleva su fuente dentro. Y su fuente es su relación con Dios Padre, y es la unción del Espíritu Santo.

* El pasaje de las tentaciones en el desierto, por lo menos en la versión de Mateo, nos enseña que el objetivo central, el disparo del demonio intenta debilitar o quebrar esa fuente interior de Cristo, o sea, separarlo del Padre.

* Y lo mismo intenta el demonio con nosotros, en cuatro direcciones principales: arrogancia, auto-desprecio, temor del futuro, cadenas del pasado. Sólo recibiendo la fuente de Cristo, que él mismo nos dio al abrir su costado en la Cruz, podemos vencer al enemigo.

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Catequesis sobre el desierto, 3 de 5

Catequesis sobre el desierto. Tema 3 de 5: El desierto de Israel

* El caminar de Israel en el desierto, por su extensión y profundo impacto, ha quedado como referencia de lo que significa esta palabra desde el punto de vista de la fe. El Israel que entró no fue el mismo que salió.

* Tal transformación es fruto de un proceso: el desierto hace aparecer la verdad; así son visibles y pueden ser destruidos los ídolos; así se puede preferir a Dios y experimentar su amor; así llega uno a ser distinto.

* Revisemos algunos eventos más significativos del peregrinar de Israel por el desierto. Si nuestra cultura vive entre-tenida (y también re-tenida por el mundo), y vive distraída (es decir, halada por todo tipo de intereses), el desierto obliga con su monotonía a preferir la sobriedad.

* La experiencia del maná les hizo palpar la providencia divina, y en la escena del agua que brota de la roca el pueblo puede reconocerse del todo dependiente de Dios.

* Cuando son atacados por las serpientes, Dios quiere que miren a al serpiente de bronce en el estandarte–un símbolo de que el enemigo no puede esconderse de la mirada de Dios. Así aquella serpiente se convierte en lugar de encuentro de miradas, y por lo mismo, percepción de cómo Dios hace y reconstruye lo que es suyo.

* Pero el acontecimiento central es la alianza. Es sobre todo Moisés quien va delante del pueblo en cuanto a la fe, y por eso es el primero que descubre que el pacto con Dios no consiste simplemente en mejorar este mundo, sino que ya es anuncio de respuesta al anhelo más hondo del corazón humano: la comunión con Dios.

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Catequesis sobre el desierto, 2 de 5

Catequesis sobre el desierto. Tema 2 de 5: Los desiertos de Adán, Abraham y Moisés

* El desierto asoma pronto en la Historia de la Salvación. La descripción que se hace de la tierra que Adán encontrará es típica del desierto. Pero no es solamente castigo; es también remedio. Lo sabemos por el trato distinto que Adán y Eva reciben, por contraste con el peso de maldición que cae sobre la serpiente; y lo sabemos porque a la mujer se le promete que su descendencia vencerá a la “descendencia” de la serpiente.

* El desierto de Abraham habla de una promesa. Dios le pone a contar granos de arena para que cada una de esas señales del desierto estéril sea un anuncio de vida.

* El contraste entre Abraham y Lot es ilustrativo. Lot en realidad no conoce la voz de Dios. La voz que escucha es la nostalgia del paraíso, la cual siempre se compone de tres deseos–una especie de “trinidad mundana”: abundancia, prosperidad y seguridad. Guiado por esa voz, Lot escoge lo que tiene más aspecto de paraíso, y así se encamina hacia los desastres de Sodoma y Gomorra.

* El primer desierto que conoce Moisés es la corte misma del Faraón. A pesar de su lujo aparente, la corte no puede saciar el anhelo más íntimo de Moisés: su amor por la justicia. Su desierto metafórico se vuelve real cuando debe huir de Egipto. Pero en el desierto de piedras y soledad, la vocación no se apaga sino que se hace más fuerte y clara, a la vez que le revela a Moisés algo de su propia limitación e incoherencia.

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Felicidad (02)

Mi felicidad consiste en que sé apreciar lo que tengo y no deseo con exceso lo que no tengo. – Leon Tolstoi

La suprema felicidad de la vida es saber que eres amado por ser lo que eres, más exactamente, a pesar de lo que eres. – Victor Hugo

Buscamos la felicidad, pero sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo que tienen una. – Voltaire

No debemos permitir que alguien se aleje de nuestra presencia sin sentirse mejor y más feliz. – Madre Teresa de Calcuta

Ponemos más interés en hacer creer a los demás que somos felices que en tratar de serlo. – François de la Rochefoucauld

Catequesis sobre el desierto, 1 de 5

Catequesis sobre el desierto. Tema 1 de 5: Introducción

* El término “desierto” viene de la misma raíz de “desertar” y alude a una serie de verbos de contenido más bien negativo: abandonar, descartar, desechar. Es, en principio, un adjetivo: “tierra desierta” es la tierra que se ha descartado por inhóspita, estéril o peligrosa.

* El salmo 63 [62] de la Biblia nos habla de un corazón que se siente como “tierra árida” y describe la experiencia con dos sustantivos: sed y ansia, de donde surgen dos verbos: buscar y caminar.

* Así se establece la que llamamos “Paradoja del Paraíso y de la Cruz.” El desierto es lugar de muerte, que nos pone en movimiento hacia la vida; el paraíso es el lugar “que lo tiene todo,” y que por lo tanto no llama a moverse sino a quedarse, detenerse, morir. Sin embargo, ninguno de los dos procesos es automático y cada caso debe discernirse.

* ¿De dónde surge el desierto? Del deseo. Nuestra condición finita de creaturas nos hace experimentar limitaciones y sobre todo contradicciones, que son nuestros distintos desiertos. Pero luego el desierto puede ayudara purificar el deseo, y así se da crecimiento; o si uno asume mal las contradicciones, el desierto puede llevar a corrupción del deseo, rebeldía y muerte.

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Palabras de agradecimiento al P. Jose A. Balaguera C., O.P.

El P. José Antonio Balaguera Cepeda, O.P., ha terminado su segundo periodo estatutario como Rector General de la Universidad Santo Tomás en Colombia. Después de presentar un brillante informe de gestión, algunos de los miembros del Consejo de Fundadores o del Consejo Superior expresamos en sentidas palabras nuestra gratitud.

Una SUMA conversacion, 011: Teologia, Filosofia, Ciencia y Sabiduria

Las palabras hacen camino en la historia y su significado cambia. A su vez, este significado nos cambia a nosotros porque, como seres humanos, no abordamos el mundo desde la inmediatez sino desde la mediación cultural que se llama sentido. Según esto, ¿qué cambios más notables han tenido las palabras: filosofía, ciencia y sabiduría, desde la época de Tomás hasta la nuestra?

Este capítulo pertenece al volumen 3 de la Suma Conversación.

Interdependencia entre la persona humana y la sociedad

25. La índole social del hombre demuestra que el desarrollo de la persona humana y el crecimiento de la propia sociedad están mutuamente condicionados. porque el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales es y debe ser la persona humana, la cual, por su misma naturaleza, tiene absoluta necesidad de la vida social. La vida social no es, pues, para el hombre sobrecarga accidental. Por ello, a través del trato con los demás, de la reciprocidad de servicios, del diálogo con los hermanos, la vida social engrandece al hombre en todas sus cualidades y le capacita para responder a su vocación.

De los vínculos sociales que son necesarios para el cultivo del hombre, unos, como la familia y la comunidad política, responden más inmediatamente a su naturaleza profunda; otros, proceden más bien de su libre voluntad. En nuestra época, por varias causas, se multiplican sin cesar las conexiones mutuas y las interdependencias; de aquí nacen diversas asociaciones e instituciones tanto de derecho público como de derecho privado. Este fenómeno, que recibe el nombre de socialización, aunque encierra algunos peligros, ofrece, sin embargo, muchas ventajas para consolidar y desarrollar las cualidades de la persona humana y para garantizar sus derechos.

Mas si la persona humana, en lo tocante al cumplimiento de su vocación, incluida la religiosa, recibe mucho de esta vida en sociedad, no se puede, sin embargo, negar que las circunstancias sociales en que vive y en que está como inmersa desde su infancia, con frecuencia le apartan del bien y le inducen al mal. Es cierto que las perturbaciones que tan frecuentemente agitan la realidad social proceden en parte de las tensiones propias de las estructuras económicas, políticas y sociales. Pero proceden, sobre todo, de la soberbia y del egoísmo humanos, que trastornan también el ambiente social. Y cuando la realidad social se ve viciada por las consecuencias del pecado, el hombre, inclinado ya al mal desde su nacimiento, encuentra nuevos estímulos para el pecado, los cuales sólo pueden vencerse con denodado esfuerzo ayudado por la gracia.

[Constitucion Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, n. 25]