La verdad del amor humano

“Ante estas nuevas circunstancias sociales queremos proponer de nuevo a los católicos españoles y a todos los que deseen escucharnos, de manera particular a los padres y educadores, los principios fundamentales sobre la persona humana sexuada, sobre el amor esponsal propio del matrimonio y sobre los fundamentos antropológicos de la familia. Nos mueve también el deseo de contribuir al desarrollo de nuestra sociedad. De la autenticidad con que se viva la verdad del amor en la familia depende, en última instancia, el bien de las personas, quienes integran y construyen la sociedad…”

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Renueva tu Fe!

Renueva tu Fe. Serie de Enseñanzas ofrecidas en “La Mansión” (Santa Cruz, Bolivia), sobre el don de creer, para el “Año de la Fe” promulgado por el Papa Benedicto XVI.

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Que es la fe?

El Evangelio nos señala los tres rasgos esenciales de la fe:

1º La fe es un don de Dios que se consigue por la oración. Esta es necesaria. Las cuestiones científicas hay que abordarlas científicamente, y las realidades religiosas de modo religioso.Si Dios es una persona, no es posible forzar su voluntad. No hay aquí contradicción alguna. Basta decirle a Dios: «Si existes, Señor, haz que te conozca». Ésta fue la oración del Padre Foucauld antes de su conversión.

«Nadie viene a mí si mi Padre no lo atrae», dice Jesús (Jn 6,44.65).

2º La fe es un acto razonable. Antes de seguirle, Jesús propone que se reflexione con seriedad, como el que se dispone a construir una torre. El creyente debe tener serias razones y suficientes para creer. De ellas hemos hecho más arriba un inventario rápido y sumario.

3º La fe es un acto libre. Dios no viola las conciencias, porque la libertad es la ley del Amor. Jesús nos dice «si tu quieres». La purificación del corazón nos pone en camino: «me dices que dejarías los placeres si encontraras la fe; pero yo te aseguro que encontrarás la fe si dejas los placeres» (Pascal).

“El que obra la verdad, viene a la luz” (Jn 3,21).

En materia religiosa, como en el amor, llega un momento en el que tendremos que decidir, y nadie puede hacerlo en nuestro lugar

La alegría de la fe

Sucede en nuestra relación con Dios como ocurre con una persona que viaja en el tren a nuestro lado. Podemos tratarle como un mueble, o bien podemos darle en nosotros existencia como persona, y como persona próxima. Resulta paradójico que Aquel que nos da la vida y la existencia en cada instante quiere que nosotros tengamos también la alegría de hacerle existir en nuestras vidas por la fe.

La reciprocidad es la clave íntima del amor. Humildad de Dios.

Por eso Dios no es el gran ausente. Él es, precisamente, «el corazón de nuestras vidas, el que nos hace vivir».

A su luz el mundo se hace transparente y fraternal, como lo expresa el cántico al Hermano Sol de San Francisco de Asís. El universo entonces se transforma en vínculo de comunión: «Una renuncia dulce y total », dice Pascal. Y en nuestras cruces, también en aquella de la duda –porque la fe no es una evidencia, es siempre una lucha, el combate del amor–, otro, a partir de entonces, reza en nosotros: el Espíritu de Jesús.

«Padre mío, me abandono a ti, dispón de mí. Te daré gracias por cualquier cosas que de mí dispongas. Estoy pronto a todo, lo acepto todo. No deseo nada, sino que tu voluntad se haga en mí y en todas tus criaturas, Dios mío.

«Pongo mi alma entre tus manos, te la entrego, Dios mío, con todo el amor de mi corazón, porque te amo y este amor poner en mí la necesidad de entregarme a ti, sin medida, con una infinita confianza. Porque eres mi Padre» (Ch.de Foucauld).

• «Señor, ven en ayuda de mi incredulidad» (Mc 9,24)

Yves Moreau es el autor de Razones para Creer. Texto disponible por concesión de Gratis Date.

El purgatorio, el tiempo y el espacio

Parte de nuestra fe como Iglesia es ofrecer el Sacrificio de la Misa para que las almas del purgatorio salgan “pronto”, eso hace pensar que en el purgatorio todavía nos rige tiempo. También estaremos limitados por el espacio, allá “arriba”? – M. Ceballos, preguntado en formspring.me/fraynelson

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En el número 1032 del catecismo leemos: “Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (cf. DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos.”

Es evidente que se trata de una purificación y que no es eterna, porque tiene un final, y en ese sentido, transcurre dentro de un tiempo. La pregunta es si ese tiempo puede darse en la condición que la teología clásica llama de “alma separada” o si, quizás, pertenece a la experiencia interior que viven algunos en su camino hacia la separación que llamamos “muerte.” Obsérvese que, en el primer caso, ello implicaría que no hay relación espacial alguna, al no haber propiamente unión con el cuerpo, ni por tanto, referente material. En el segundo caso, en cambio, sí podría darse una condición espacial, algo así como una conexión con el mundo físico de la persona que fallece, incluyendo algunas experiencias que la religiosidad popular asocia con perturbaciones que tienen origen en los difuntos.

No hay dogma definitivo de la Iglesia en esta materia, que permanece abierta a la investigación teológica, y a las opiniones fundamentadas. Yo personalmente, apoyo más el segundo modelo: creo que el proceso de purificación va asociado al proceso del morir, que es eso, un proceso, cuyo tiempo interior o psicológico puede ser extremadamente complejo y subjetivamente comparable a prácticamente cualquier cantidad de tiempo “objetivo.” Esta interpretación parece también más abierta a recibir un elenco nuevo y fuerte de preguntas sobre la corporalidad humana, incluyendo los límites espaciales y temporales. Se trata de cuestiones como esta: ¿Mis uñas son parte de mi cuerpo? ¿Y al cortarlas ya no lo son? ¿Es parte de mi realidad corporal el mundo que habito, por ejemplo, incluyendo mi casa?

Está además, el hecho, muy común en la fe popular, y que quizás tenga un significado teológico poco apreciado hasta ahora, de celebrar la eucaristía con mayor fervor o frecuencia cuando se presentan fenómenos paranormales en el entorno de un (reciente) difunto.

En resumen: el asunto no está definido por la Iglesia pero cabe pensar que sí hay una constricción temporal en el caso de las almas del purgatorio, y que esa constricción se manifiesta en el mundo propio de la persona fallecida.

Bendecir a una criatura desde el seno materno

“La Iglesia recibe con alegría y delicadeza a las madres que, al reconocer que toda vida es don de Dios, llegan a la Iglesia en búsqueda de una bendición para la criatura que llevan en su vientre. Esta bendición, que imparte gracia y consuelo, ayuda a los padres y a la comunidad parroquial a unirse en oración por las criaturas que aún están en el vientre y, a la vez, fomentar dentro de la sociedad el respeto por la vida humana…”

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En tu corazon, primero Dios

Me das la impresión de que llevas el corazón en la mano, como ofreciendo una mercancía: ¿quién lo quiere? -Si no apetece a ninguna criatura, vendrás a entregarlo a Dios. ¿Crees que han hecho así los santos?

¿Por qué abocarte a beber en las charcas de los consuelos mundanos si puedes saciar tu sed en aguas que saltan hasta la vida eterna?

Desasimiento. -¡Cómo cuesta!… ¡Quién me diera no tener más atadura que tres clavos ni más sensación en mi carne que la Cruz!

¿No presientes que te aguarda más paz y más unión cuando hayas correspondido a esa gracia extraordinaria que te exige un total desasimiento? -Lucha por El, por darle gusto: pero fortalece tu esperanza.

No quieres sujetarte a la Voluntad de Dios… y te acomodas, en cambio, a la voluntad de cualquier criaturilla.

No me saques las cosas de quicio: si se te da Dios mismo, ¿a qué ese apego a las criaturas?

Flaquea tu corazón y buscas un asidero en la tierra. -Bueno; pero cuida de que el apoyo que tomas para no caer no se convierta en peso muerto que te arrastre, en cadena que te esclavice.

Dime, dime: eso… ¿es una amistad o es una cadena?

Madurez en el servicio a Dios

Tiempo de reflexión con el grupo de servidores de La Mansión, en Santa Cruz.

* Las fantasías de la infancia o las rebeldías de la juventud dan paso a la madurez propia de la edad adulta. Es un esquema que ayuda a entender muchas cosas: uno tiende primero a idealizar, luego a criticar y sólo al final va adquiriendo una perspectiva más completa y equilibrada.

* En nuestros grupos y comunidades sucede lo mismo: podemos pasar del entusiasmo al total desánimo. sería grave error quedarse en ese punto bajo; o tomar de él ocasión para hacerse a un lado. Lo cierto es que adonde quiera que vayamos encontraremos humanidad, y con ella, los mismos o semejantes pecados a los que ya conocemos y probablemente llevamos dentro.

* La opción verdaderamente sana es entrar en el camino que se ve en alguien como el apóstol Pedro: arrepentimiento, conocimiento de sí mismo, nueva profesión de fe, nuevo testimonio de amor.

* En esto conviene saber de qué áreas suelen venir los conflictos en los grupos. Son precisamente las áreas que los religiosos han querido cuidar, sanar y santificar a través de sus votos de pobreza, castidad y obediencia.

* Así pues, el uso de los recursos, el mundo de los afectos y los procesos de toma de decisiones son las áreas en las que han de poner especial cuidado nuestras comunidades para avanzar en su proceso de conversión.