Fe y Comunidad, 1 de 6, la Puerta de la Fe

[Predicación en la Parroquia de Blessed Trinity, Waukegan, Illinois, EEUU, con ocasión del Año de la fe. Noviembre de 2012]

Tema 1: La Puerta de la Fe

* No queremos ser cristianos que se quedan “en la puerta” ni cristianos que escogen lo que quieren creer, como quien va a un supermercado.

* Cruzar la Puerta de la Fe es dar el paso a una vida que aprovecha los sacramentos, que los vive a fondo.

* El Año de la Fe es entonces un año de renovación, de escucha más profunda de la Palabra de Dios, y de afianzamiento en nuestras bases de vida cristiana.

Presencia de Dios, 3 de 4, Que contiene la vida?

* El barro necesita la presencia de la mano del alfarero: no sólo un toque, no sólo un momento; necesita la presencia. También la viña necesita el cuidado y la presencia de la mano del viñador. Cada poda es como una redirección en los recursos de la planta (su savia); así también Dios, al tomar lugar firme en nuestra vida, hace posible que nuestras fuerzas se multipliquen al concentrarse en lo que es bueno y no estéril.

* Pero, ¿qué es la vida? ¿Cómo medirla? La vida puede medirse por el amor que aprendemos a descubrir y que vamos dando a nuestro paso. Puede medirse por el tiempo que no dejamos perder. Puede medirse también por qué hacemos con las oportunidades que se nos presentan. Quien es consciente del amor que puede dar, del tiempo que puede aprovechar, y de las oportunidades que no puede dejar perder, se hace también consciente de la presencia de Dios.

Presencia de Dios, 2 de 4, Dones del Espiritu

* No es posible vida cristiana sin aquel que la concede, es decir, el Espíritu Santo.

* La vida que da el Espíritu, que es don, se expresa en sus múltiples dones, que la Iglesia suele agrupar en siete, siguiendo textos de Isaías y de San Pablo.

* Cuatro de los siete dones tienen más relación con la inteligencia: son los dones de sabiduría, entendimiento, ciencia y consejo: los otros tres tienen que ver más con la voluntad: fortaleza, piedad y temor de Dios.

Complejidad y belleza del idioma castellano

Señores: Un servidor,
Pedro Pérez Paticola,
cual la Academia Española,
“Limpia, Fija y da Esplendor”.

Y no por ganas de hablar,
pues les voy a demostrar
que es preciso meter mano
al idioma castellano,
donde hay mucho que arreglar.

¿Me quieren decir por qué,
en tamaño y en esencia,
hay esa gran diferencia
entre un buque y un buqué?

¿Por el acento? Pues yo,
por esa insignificancia,
no concibo la distancia
de presidio a presidió,
ni de tomas a Tomás
ni de un topo al que topó.

¿A ustedes no les asombra
que diciendo rico y rica,
majo y maja, chico y chica,
no digamos hombre y hombra?

Por eso no encuentro mal
si alguno me dice cuala,
como decimos Pascuala,
femenino de Pascual.

¿Por qué llamamos tortero
al que elabora una torta
y al sastre, que trajes corta,
no le llamamos trajero?

¿Por qué las Josefas son
por Pepitas conocidas,
como si fuesen salidas
de las tripas de un melón?

¿A vuestro oído no admira,
lo mismo que yo lo admiro,
que quien descerraja un tiro,
dispara, pero no tira?

Este verbo y otros mil
en nuestro idioma son barro;
tira, el que tira de un carro,
no el que dispara un fusil.

De largo, sacan largueza
en lugar de larguedad
y, de corto, cortedad
en vez de sacar corteza.

De igual manera me quejo
de ver que un libro es un tomo;
será tomo, si lo tomo,
y si no lo tomo, un dejo.

Si se le llama mirón
al que está mirando mucho,
cuando mucho ladre un chucho
se le llamará ladrón.

Porque la sílaba “on”
indica aumento, y extraño
que a un ramo de gran tamaño
no se lo llame Ramón.

Y por la misma razón,
si los que estáis escuchando
un gran rato estáis pasando,
estáis pasando un ratón.

Y sobra, para quedar
convencido el más profano,
que el idioma castellano
tiene mucho que arreglar.

(Anónimo)

Orar con Jesus y con Maria

5. Debemos pedir la gracia de orar unidos a (en Nombre de) Cristo: “No hay otro camino de oración cristiana que Cristo. Sea comunitaria o individual, vocal o interior, nuestra oración no tiene acceso al Padre más que si oramos ‘en el Nombre’ de Jesús. La santa humanidad de Jesús es, pues, el camino por el que el Espíritu Santo nos enseña a orar a Dios nuestro Padre” (CEC 2664).

Y debemos aprender a orar en el Nombre de Cristo para llegar a entender y aplicar lo que Él nos recomienda: “En verdad, en verdad os digo: lo que pidáis al Padre os lo dará en mi nombre. Hasta ahora nada le habéis pedido en mi nombre. Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea colmado” (Jn 16, 23-24). Y complementa: “Todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré. Si me amáis, guardaréis mis mandamientos” (Ibíd. 14-15).

Sin olvidar a nuestra Madre del cielo. Pues como dice el Magisterio: “María es la orante perfecta, figura de la Iglesia. Cuando le rezamos, nos adherimos con Ella al designio del Padre, que envía a su Hijo para salvar a todos los hombres. Como el discípulo amado acogemos (cf. Jn 19, 27) a la Madre de Jesús, hecha Madre de todos los vivientes. Podemos orar con Ella y a Ella. La oración de la Iglesia está sostenida por la oración de María” (CEC 2679).

[Autor: Juan de Jesús y María.]