Vivir la fe, 1 de 3, Dios te ama como eres pero no te deja como eres

[Serie de predicaciones ofrecidas a una asamblea de jóvenes de ambos sexos, en el contexto del Año de la Fe, durante el III ENEST de las Dominicas de la Inmaculada, celebrado en Lima en Octubre de 2013.]

Tema 1 de 3: Dios te ama como eres pero no te deja como eres

* La fe no es solamente algo que se aprende o se conoce; es un camino para la vida; un camino para vivir.

* No es sólo para gente buena.

* El mensaje de la fe: Dios te ama como eres pero no deja como eres.

* Dios quiere llevarte a tu plenitud, tu máximo, la más plena expresión de ti.

* Hay cosas en ti que no eres tú; desprenderse de ellas es liberador.

* El nombre de la plenitud en la Biblia es SANTIDAD.

* Todo proyecto de vida que excluya la santidad excluye la plenitud.

* No vamos solos en la fe. Recibimos y damos continuamente. Eso se llama IGLESIA.

* Encontrar tu lugar en la Iglesia es encontrar tu vocación. Y eso toca a todos.

* A menudo encontramos nuestro camino viendo las cumbres. También el paso lejano ilumina al paso cercano.

La escuela como lugar de transmisión de la fe

[Ponencia ofrecida a directivas y docentes en el contexto del Año de la Fe, durante el III ENEST de las Dominicas de la Inmaculada, celebrado en Lima en Octubre de 2013.]

1. El deber y la alegría de compartir lo que hemos recibido.

2. La fe no puede limitarse a memorización de contenidos, repetición de rituales, o énfasis aislado en preparación presacramental.

3. La fe se transmite ante todo en clave de comunidad creyente, y por tanto, es fruto de un ambiente en el que todos tienen su parte. Hay que propiciar que se multipliquen las ocasiones de experimentar la misericordia del Dios que salva y levanta. Luego forjar la constancia, allanando “colinas” de entusiasmo sólo pasajero, y levantando valles de desánimo. Y presentar las alturas de la santidad como desenlace natural de la vida cristiana.

4. En esa tarea tienen un lugar los docentes de las cátedras no-religiosas pues son ellos los que mejor pueden ayudar a que se descubra la fe no como reducto o escape sino como lo que es: fuerza que ilumina toda la vida.

La unidad de la persona humana

127 El hombre ha sido creado por Dios como unidad de alma y cuerpo: [Cf. Concilio Lateranense IV, Cap. 1, De fide catholica: DS 800, p. 259; Concilio Vaticano I, Const. dogm. Dei Filius, c. 1: De Deo rerum omnium Creatore: DS 3002, p. 587; Id., Ibídem, cánones 2. 5: DS 3022. 3025, pp. 592.593] « El alma espiritual e inmortal es el principio de unidad del ser humano, es aquello por lo cual éste existe como un todo —“corpore et anima unus”— en cuanto persona. Estas definiciones no indican solamente que el cuerpo, para el cual ha sido prometida la resurrección, participará de la gloria; recuerdan igualmente el vínculo de la razón y de la libre voluntad con todas las facultades corpóreas y sensibles. La persona —incluido el cuerpo— está confiada enteramente a sí misma, y es en la unidad de alma y cuerpo donde ella es el sujeto de sus propios actos morales ».[Juan Pablo II, Carta enc. Veritatis splendor, 48: AAS 85 (1993) 1172]

128 Mediante su corporeidad, el hombre unifica en sí mismo los elementos del mundo material, « el cual alcanza por medio del hombre su más alta cima y alza la voz para la libre alabanza del Creador ».[Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 14: AAS 58 (1966) 1035; cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 364] Esta dimensión le permite al hombre su inserción en el mundo material, lugar de su realización y de su libertad, no como en una prisión o en un exilio. No es lícito despreciar la vida corporal; el hombre, al contrario, « debe tener por bueno y honrar a su propio cuerpo, como criatura de Dios que ha de resucitar en el último día ».[Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 14: AAS 58 (1966) 1035] La dimensión corporal, sin embargo, a causa de la herida del pecado, hace experimentar al hombre las rebeliones del cuerpo y las inclinaciones perversas del corazón, sobre las que debe siempre vigilar para no dejarse esclavizar y para no permanecer víctima de una visión puramente terrena de su vida.

Por su espiritualidad el hombre supera a la totalidad de las cosas y penetra en la estructura más profunda de la realidad. Cuando se adentra en su corazón, es decir, cuando reflexiona sobre su propio destino, el hombre se descubre superior al mundo material, por su dignidad única de interlocutor de Dios, bajo cuya mirada decide su vida. Él, en su vida interior, reconoce tener en « sí mismo la espiritualidad y la inmortalidad de su alma » y no se percibe a sí mismo « como partícula de la naturaleza o como elemento anónimo de la ciudad humana ».[Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 14: AAS 58 (1966) 1036; cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 363. 1703]

129 El hombre, por tanto, tiene dos características diversas: es un ser material, vinculado a este mundo mediante su cuerpo, y un ser espiritual, abierto a la trascendencia y al descubrimiento de « una verdad más profunda », a causa de su inteligencia, que lo hace « participante de la luz de la inteligencia divina ».[Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 15: AAS 58 (1966) 1036] La Iglesia afirma: « La unidad del alma y del cuerpo es tan profunda que se debe considerar al alma como la “forma” del cuerpo, es decir, gracias al alma espiritual, la materia que integra el cuerpo es un cuerpo humano y viviente; en el hombre, el espíritu y la materia no son dos naturalezas unidas, sino que su unión constituye una única naturaleza ».[Catecismo de la Iglesia Católica, 365] Ni el espiritualismo que desprecia la realidad del cuerpo, ni el materialismo que considera el espíritu una mera manifestación de la materia, dan razón de la complejidad, de la totalidad y de la unidad del ser humano.

Este Compendio se publica íntegramente, por entregas, aquí.

El tigre y el zorro

Un hombre que paseaba por el bosque vio un zorro que había perdido sus patas, por lo que el hombre se preguntaba cómo podría sobrevivir. Entonces vio llegar a un tigre que llevaba una presa en su boca. El tigre ya se había hartado y dejó el resto de la carne al zorro.

Al día siguiente Dios volvió a alimentar al zorro por medio del mismo tigre. El comenzó a maravillarse de la inmensa bondad de Dios y se dijo a sí mismo: «Voy también yo a quedarme en un rincón, confiando plenamente en el Señor, y éste me dará cuanto necesito».

Así lo hizo durante muchos días; pero no sucedía nada y el pobre hombre estaba casi a las puertas de la muerte cuando oyó una Voz que le decía: «¡Oh tú, que te hallas en la senda del error, abre tus ojos a la Verdad! ¡Sigue el ejemplo del tigre y deja ya de imitar al pobre zorro mutilado!».