Sobre la expresión: Dios no es católico

Mi reciente serie de videos con “Claves sobre el Papa Francisco” ha suscitado, como era de esperar, no pocas reacciones. Hay de todo: palabras de agradecimiento y felicitación pero también, y es lo que interesa en esta oportunidad, objeciones fuertes, a menudo disparadas con rabia–cosa que lamento pero que es comprensible.

Hay una frases específica a la que quiero referirme en esta ocasión: “Dios no es católico.” Esta expresión se encuentra en la entrevista entre el Papa y Eugenio Scalfari, director del diario italiano de izquierdas, ateo confeso. El texto disponible en italiano dice así:

“E io credo in Dio. Non in un Dio cattolico, non esiste un Dio cattolico, esiste Dio. E credo in Gesù Cristo, sua incarnazione. Gesù è il mio maestro e il mio pastore, ma Dio, il Padre, Abbà, è la luce e il Creatore. Questo è il mio Essere. Le sembra che siamo molto distanti?”. Traducción: “Y yo creo en Dios. No en un Dios católico, no existe un Dios católico, existe Dios. Y creo en Jesucristo, su encarnación. Jesús es mi maestro y mi pastor, pero Dios, el Padre, Abba, es la luz y el Creador. Éste es mi Ser. ¿Le parece que estamos muy lejos?”

Un sitio web de clara orientación por la Tradición y por una postura de fuerte crítica al Concilio Vaticano II, comenta de este modo, con subrayado mío:

Pues mal que le pese al Papa, debemos decir que Dios sí es “un Dios católico”, y que La Verdad, esto es El Catolicismo, sí está muy lejos del pensamiento de Eugenio Scalfari, y de tantos otros que no creen o que están en las falsas religiones. Además, volvemos a decir, sobre el tópico de “un Dios católico”, que “sí existe”, pues Dios no es cualquier cosa, Dios no es “una energía”, Dios no es un “tejido del cual surgen las formas”, Dios no es “el Yahvé o Jehová de los judíos”, ni “el Alá de los musulmanes”, ni aquello en lo que creen los budistas. Al revés de lo dicho por Francisco, Dios sí es un Dios católico, pues DIOS ES LA SANTÍSIMA TRINIDAD: “Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, tres personas distintas y un solo Dios verdadero” (lección tan básica del Catecismo que parece él no conoce).

Insultos aparte, se ve que la expresión es polémica y probablemente puede entenderse de más de un modo. La pregunta subyacente es esta: ¿Qué significa decir que Dios es católico? Claramente, los que comentan en el sitio “Non possumus” interpretan del siguiente modo: “Dios es católico porque lo que cree la fe católica es la verdad sobre Dios.”

Si uno sigue ese uso del lenguaje, uno tendría que decir que Cristo es católico; y que el Espíritu Santo es católico. Estoy seguro que esas frases ya suenan extrañas a oídos de muchos. En términos gramaticales la dificultad está en que el adjetivo pertenece a un tiempo en la Historia mientras que el sustantivo calificado le precede por mucho.

Esta dificultad se hace más patente cuando uno recuerda esta pregunta: ¿Tenemos nosotros la misma fe de Abraham? La Tradición ha acogido desde hace muchos siglos la propuesta de San Agustín: Abraham creía en Cristo “que habría de venir.” La fe de Abraham es, en el fondo, fe en Cristo. Pues bien, si la fe de Abraham es la misma nuestra, y si nosotros somos católicos, entonces, siguiendo el modo de hablar tradicionalista de “Non possumus” uno tendría que afirmar que Abraham era católico. Aunque haya alguna forma de entender correctamente esa expresión, uno siente que las palabras se estiran hasta su límite. Esa sensación de abuso de lenguaje proviene del hecho de que la Iglesia Católica como tal, aunque hunde sus raíces en la fe de los patriarcas, no queda propiamente constituida antes de Pascua y de Pentecostés.

Así que uno puede decir que Abraham era católico, y uno puede entender que “Dios es católico” exactamente en el sentido explicado: lo que cree nuestra fe corresponde a lo que Dios, el único Dios, es.

Pero todo esto es un ejercicio de estiramiento del lenguaje. Debe haber otro modo mejor de expresar las cosas.

Intentemos la frase “Dios no es católico.” Vamos a entenderla entonces de esta manera: Dios precede y excede cuanto podemos decir o saber de él todos, y esto incluye a los católicos. Antes de la creación del primer hombre, o del primer átomo, Dios es Dios, pero decir que en ese tiempo, o incluso: antes del tiempo Dios ya era católico es simplemente excesivo.

Y hay otro punto. Por lo menos desde la época de San Justino, filósofo y mártir, la Iglesia ha reconocido el valor de las “Semillas del Verbo,” presentes en multitud de culturas, incluso distantes o ajenas a la fe católica. Esas semillas (semina Verbi) sólo pueden tener su origen en Dios. Ahora bien, la frase “Dios es católico” parece circunscribir el espacio del verdadero conocimiento y la verdadera acción de Dios únicamente a las fronteras de lo católico. Si yo digo que la samba es brasilera, estoy diciendo que no hay baile fuera del Brasil que merezca propiamente el nombre de samba. Si yo digo que Dios es católico estoy diciendo que fuera del ámbito católico no hay verdadero conocimiento ni verdadera acción de Dios. Eso, por supuesto, contradice por completo la expresión de Justino, claramente aprobada por el Magisterio y la Tradición.

Según he querido explicar en otros lugares, el Papa Francisco es particularmente sensible a las “periferias.” Te pido que te sitúes en el contexto de un ateo, o de un musulmán, o de un budista. Alguien que está bien instalado en su forma de vida y de creencia pero que considera posible hacer el itinerario hacia la fe católica. La expresión “Dios es católico” vendría a invalidar TODO lo que la persona ha vivido. Eso contradice a la Palabra de Dios. Resulta que aun antes de San Justino, ya San Pablo habla de los bienes presentes en el mundo pagano. Obsérvese el uso de la palabra “todo” en este pasaje:

Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto mediten. Lo que también han aprendido y recibido y oído y visto en mí, esto practiquen, y el Dios de paz estará con ustedes. (Filipenses 4,8-9)

En resumen: aunque hay modos correctos de entender tanto la frase “Dios es católico” como “Dios no es católico,” es ésta segunda expresión la que se acerca más a la Biblia, la Tradición y el Magisterio, es decir, la frase usada por el Papa Francisco.

Abiertos a la trascendencia

130 A la persona humana pertenece la apertura a la trascendencia: el hombre está abierto al infinito y a todos los seres creados. Está abierto sobre todo al infinito, es decir a Dios, porque con su inteligencia y su voluntad se eleva por encima de todo lo creado y de sí mismo, se hace independiente de las criaturas, es libre frente a todas las cosas creadas y se dirige hacia la verdad y el bien absolutos. Está abierto también hacia el otro, a los demás hombres y al mundo, porque sólo en cuanto se comprende en referencia a un tú puede decir yo. Sale de sí, de la conservación egoísta de la propia vida, para entrar en una relación de diálogo y de comunión con el otro.

La persona está abierta a la totalidad del ser, al horizonte ilimitado del ser. Tiene en sí la capacidad de trascender los objetos particulares que conoce, gracias a su apertura al ser sin fronteras. El alma humana es en un cierto sentido, por su dimensión cognoscitiva, todas las cosas: « todas las cosas inmateriales gozan de una cierta infinidad, en cuanto abrazan todo, o porque se trata de la esencia de una realidad espiritual que funge de modelo y semejanza de todo, como es en el caso de Dios, o bien porque posee la semejanza de toda cosa o en acto como en los Ángeles o en potencia como en las almas ».[Sto. Tomás de Aquino, Commentum in tertium librum Sententiarum, d. 27, q. 1, a. 4: « Ex utraque autem parte res immateriales infinitatem habent quodammodo, quia sunt quodammodo omnia, sive inquantum essentia rei immaterialis est exemplar et similitudo omnium, sicut in Deo accidit, sive quia habet similitudinem omnium vel actu vel potentia, sicut accidit in Angelis et in animabus »; cf. Id., Summa theologiae, I, q. 75, a. 5: Ed. Leon. 5, 201-203.]

Este Compendio se publica íntegramente, por entregas, aquí.

Primeros pasos de Colón a su llegada a la actual América

Lo primero, hacer cristianos

El 12 de noviembre, estando quizá en Borinque, Puerto Rico, «dijo que
le había parecido que fuera bien tomar algunas personas para llevar a los reyes porque
aprendieran nuestra lengua, para saber lo que hay en la tierra y porque volviendo sean
lenguas [intérpretes] de los cristianos y tomen nuestras costumbres y las cosas de la Fe,
“porque yo vi e conozco que esta gente no tiene secta ninguna ni son idólatras,
salvo muy mansos… y crédulos y conocedores que hay Dios en el cielo, y firmes que
nosotros hemos venido del cielo, y muy prestos a cualquiera oración que nos les digamos
que digan y hacen señal de la cruz. Así que deben Vuestras Altezas determinarse a los
hacer cristianos, que creo que si comienzan, en poco tiempo acabarán de los haber
convertido a nuestra Santa Fe multidumbre de pueblos, y cobrando grandes señoríos y
riquezas, y todos sus pueblos de la España, porque sin duda es en estas tierras
grandísima suma de oro, que no sin causa dicen estos indios que yo traigo, que hay en
estas islas lugares adonde cavan el oro y lo traen al pescuezo, a las orejas y a los
brazos”».

Lo segundo, hallar oro

Evangelio y oro no son en el XVI cosas contrapuestas, o al menos pueden
no serlo. Cuando en 1511 el milanés Pedro Mártir de Anglería describe cómo Colón
persuadió a los Reyes Católicos para que apoyaran su empresa, dice que les convenció de
que gracias a ésta «podría con facilidad acrecentarse la religión cristiana y
conseguirse una cantidad inaudita de perlas, especias y oro» (Décadas I,1,2).
Evangelio y oro. Las dos cosas juntas.

Esto nosotros no acabamos de entenderlo. Pero es que los hombres del
XVI hispano eran tan distintos de nosotros que fácilmente interpretamos mal sus acciones
e intenciones. Así por ejemplo, les asignamos una avidez por las riquezas del mismo
género
que la avidez actual. Y es un error. Sin duda el amor al dinero tenía en el
XVI aspectos tan sórdidos y crueles como los tiene hoy entre nosotros, pero un
conocimiento suficiente de los documentos de aquella época nos permite captar diferencias
muy considerables en la modalidad de esta pasión humana permanente.

El caso personal de Colón puede darnos luz en este punto. Difundir
la fe cristiana
y encontrar oro son en el Almirante dos apasionadas obsesiones,
igualmente sinceras una y otra, y falsearíamos su figura personal si no afirmáramos en
él las dos al mismo tiempo. El confiesa de todo corazón: «El oro es excelentísimo; del
oro se hace tesoro, y con él, quien lo tiene, hace cuanto quiere en el mundo, y llega a
que echa las ánimas al Paraíso» (IV Vj.). En esa declaración, muy enraizada en
el siglo XVI hispano, la pasión por el oro no se orienta ante todo, como hoy suele ser
más frecuente, a la vanidad y la seguridad, o al placer y la buena vida, sino que
pretende, más que todo eso, la acción fuerte en el mundo y la finalidad
religiosa
. Como dice el profesor Elliot, en el XVI español «el oro significaba
poder. Esta había sido siempre la actitud de los castellanos con respecto a la riqueza»
(El viejo mundo 78). El oro significaba poder, y el poder era para la acción.

Descubridores y conquistadores, según se ve en las crónicas, son ante
todo hombres de acción y de aventura, en busca de honores propios y de gloria de
Dios, de manera que por conseguir éstos valores muchas veces arriesgan y también pierden
sus riquezas y aún sus vidas. Y si consiguen la riqueza, rara vez les vemos asentarse
para disfrutarla y acrecentarla tranquilamente. Ellos no fueron primariamente hombres de
negocios, y pocos de ellos lograron una prosperidad burguesa.

En Colón, concretamente, la fe y el oro no se contradicen demasiado,
si tenemos en cuenta que, como él dice, «así protesté a Vuestras Altezas que toda la
ganancia de esta mi empresa se gastase en la conquista de Jerusalén, y Vuestras Altezas
se rieron y dijeron que les placía, y que sin esto tenían aquella gana» (I Vj.
26 dic).

Plantar la Cruz

«En todas las partes, islas y tierras donde entraba dejaba siempre
puesta una cruz», y cuando era posible, «una muy grande y alta cruz» (I Vj. 16
nov). Procuraban ponerlas en lugares bien destacados, para que se vieran desde muy lejos.
De este modo, a medida que los españoles, conducidos por Colón, tocan las islas o la
tierra firme, van alzándose cruces por todas partes, cobrando así América una nueva
fisonomía decisiva. Las colocan con toda conciencia, «en señal que Vuestras Altezas
tienen la tierra por suya, y principalmente por señal de Jesucristo Nuestro Señor y
honra de la Cristiandad» (12 dic).

Y así «en todas las tierras adonde los navíos de Vuestras Altezas
van y en todo cabo, mando plantar una alta cruz, y a toda la gente que hallo notifico el
estado de Vuestras Altezas y cómo tenéis asiento en España, y les digo de nuestra
santa fe todo lo que yo puedo
, y de la creencia de la santa madre Iglesia, la cual
tiene sus miembros en todo el mundo, y les digo la policía y nobleza de todos los
cristianos, y la fe que en la santa Trinidad tienen» (III Vj.).

El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

Diecisiete profecías de Chesterton que se han cumplido

“Nunca me he arrogado el don divino de la profecía”, proclamaba en esa misma revista el 10 de mayo de 1930. Pero hay unas cuantas que, si no profecías en sentido estricto, sí son anticipaciones de una mente visionaria sobre la evolución de un mundo empecinado en alejarse de las ideas cristianas para enfeudarse a “ideas cristianas que se han vuelto locas”, como definía el escritor inglés las que caracterizan al mundo moderno.

G.K. Chesterton

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ESCUCHA, ABC del Misterio de la Cruz

Escuela de Vida Interior, Tema 27: ABC del Misterio de la Cruz

* En el Credo proclamamos la verdad de la muerte de Cristo como elemento integral de nuestra fe. ¿Por qué es así? ¿Por qué en el caso de tantos otros líderes religiosos, como Mahoma o Confucio, el tipo de muerte y el hecho mismo de morir no tienen más trascendencia que la que tienen en cualquier otra persona, mientras que para los cristianos es evidente que la muerte en Cruz significa algo fundamental?

* Para responder, cabe destacar en primer lugar que la Cruz, ante todo, avanza en perfecta continuidad con la enseñanza de Cristo. El que tantas veces habló de amar a los enemigos hizo lo que había predicado pues manifestó un amor de inmensa generosidad hacia los mismos que le causaban tan terrible daño. podemos decir que la Cruz es MENSAJE. Su carácter ejemplar es profunda inspiración para todo el que quiera llevar una vida humana a su más sublime altura.

* Pero si uno se pregunta de dónde viene la fuerza para esa coherencia encontramos algo más que un esfuerzo de la voluntad. Jesucristo puede permanecer en su tarea y misión gracias a la unión con Dios Padre. La Cruz es REVELACIÓN de lo que significa ser hijo de Dios; es incluso revelación de Dios mismo. La hora “de las tinieblas” como la llamó Cristo al padecer se convierte en hora “de luz” que muestra la verdad del hombre y de Dios.

* Frente a la Cruz uno se descubre entonces deficiente, incompleto, incoherente. La Cruz es DENUNCIA. No solamente pecador por cuenta de los pecados más grandes y visibles sino sobre todo pecador por la multitud de omisiones, complicidades, egoísmos infantiles, mentiras cobardes e ignorancias preferidas.

* Mas el tamaño de nuestros pecados no opaca sino que agranda la revelación de la piedad infinita de Dios manifiesta en el sacrificio mismo de su Hijo que quiso entregarse por nosotros y por todos. La Cruz es así la FUENTE DE GRACIA y de esperanza porque es fuente de misericordia. Es el lugar donde son acogidos los no-compadecidos.

* * *

Este tema pertenece al Capítulo 03 de la Escuela de Vida Interior; la serie completa de los diez temas de este Capítulo 03 está aquí:

is.gd/vida_interior_03

La serie de TODOS los temas de esta Escuela de Vida Interior está aquí:

is.gd/vidainterior