Aprender a adquirir perspectiva histórica: hubo crímenes no vistos como tales

El maltrato y la sujeción servil de los indígenas eran prácticas consideradas en el siglo XVI más o menos como en el siglo XX son considerados el aborto, el divorcio o la práctica de la homosexualidad, es decir, como algo que, sin ser ideal -ni tampoco practicado por la mayoría-, debe ser tolerado, pues de su eventual eliminación se seguirían males peores.

Entre aquella situación moral y ésta hay, sin embargo, una diferencia importante. Mientras que en el XVI hispano se alzaba contra aquellos males un clamor continuo de protestas, que modificaba con frecuencia las conciencias y conductas, y que llegaba a configurar las leyes civiles, en cambio, en el siglo XX, las denuncias morales de los males aludidos son mucho más débiles, afectan menos las conciencias y conductas, y desde luego no tienen fuerza para modelar las leyes.

Eran otros tiempos, sin duda. La primera época de España en las Indias era un tiempo muy diverso del nuestro actual, y no podríamos juzgar rectamente a aquellos hombres sin colocarnos mentalmente en su cuadro histórico cultural y circunstancial. Por lo demás, si hiciéramos una comparación entre la moralidad de los encomenderos o de los representantes de la Corona en las Indias, y el grado de honradez de los empresarios o políticos españoles e hispanoamericanos de hoy, probablemente saldrían ganando aquéllos. Y de los soldados, funcionarios, artesanos y comerciantes, habría que decir lo mismo.

Será mejor, pues, que no juzguemos a aquellos hombres con excesiva dureza, ya que nuestro presente no nos permite hacer duras acusaciones a nuestro pasado. Y menos aún deben hacerlas quienes hoy más las hacen, es decir, aquéllos que durante cuarenta años no han tenido nada que denunciar en los países esclavizados por el comunismo en Europa, sino que por el contrario, cuando eran invitados a visitarlos, volvían cantando alabanzas…

El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

Un caso de inseminación artificial humana

Una de mis hijas tiene dos años y medio de casada, no han tenido hijos, hace cerca de un año que el esposo sufrió un cáncer en un testículo, razón por la cual le fue extirpado y además fue sometido a quimioterapia, razones por las cuales las probabilidades de que pueda engendrar normalmente, son mínimas, sin embargo al momento de descubrirle el cáncer, fue necesario tomar una muestra de semen, la cual una vez examinada fue congelada, no me han preguntado nada al respecto, pero se que hay dos opciones para utilizar ese semen, una es con la fecundación invitro, sistema que de hecho rechazo por la forma que hasta donde conozco se procede en estos casos, es decir se fecundan varios óvulos y luego no se con que criterio se selecciona uno, para ser implantado y los demás se desechan o se convierten en cobayos para experimentación; la otra opción es sobre la que quiero hacer mi pregunta, sería la inseminación artificial, la cual al tratarse del semen de su legítimo esposo, no veo un impedimento, pero dada mi ignorancia al respecto, pido su orientación al respecto ¿Sería o no recomendable utilizar este procedimiento? – E.V.

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Lo más seguro es tener una actitud comprensiva pero firme: la inseminación artificial no es moralmente correcta. Según el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica (promulgado por el Papa Benedicto XVI en 2005), leemos:

499. ¿Por qué son inmorales la inseminación y la fecundación artificial?

La inseminación y la fecundación artificial son inmorales, porque disocian la procreación del acto conyugal con el que los esposos se entregan mutuamente, instaurando así un dominio de la técnica sobre el origen y sobre el destino de la persona humana. Además, la inseminación y la fecundación heterólogas, mediante el recurso a técnicas que implican a una persona extraña a la pareja conyugal, lesionan el derecho del hijo a nacer de un padre y de una madre conocidos por él, ligados entre sí por matrimonio y poseedores exclusivos del derecho a llegar a ser padre y madre solamente el uno a través del otro.”

El Catecismo de la Iglesia Católica (promulgado por el Papa Juan Pablo II en 1992) enseña la misma doctrina que su posterior Compendio:

2376. Las técnicas que provocan una disociación de la paternidad por intervención de una persona extraña a los cónyuges (donación del esperma o del óvulo, préstamo de útero) son gravemente deshonestas. Estas técnicas (inseminación y fecundación artificiales heterólogas) lesionan el derecho del niño a nacer de un padre y una madre conocidos de él y ligados entre sí por el matrimonio. Quebrantan “su derecho a llegar a ser padre y madre exclusivamente el uno a través del otro” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Donum vitae, 2, 4).

[Apuntes de Daniel Iglesias.]

Gimnasio Mental 002

Los puentes de la ciudad de Königsberg ofrecen un interesante ejercicio no sólo físico sino mental. ¿Puedes diseñar una ruta que pase una sola vez por cada uno de los siete puentes? Si eso no fuera posible, ¿cómo lo demuestras?

[Solución al Gimnasio 001: mira esto.]

Misioneros con el poder del Espíritu Santo, 2 de 2

[Predicación a una Asamblea de la Renovación Carismática en San Salvador. Junio de 2014.]

Tema 2 de 2: El Espíritu te da las herramientas y armas necesarias

* Efesios 6 nos recuerda que estamos en combate espiritual, y que debemos revestirnos de las armas de Cristo. Tal es la obra que realizan los dones del Espíritu Santo.

* El don de entendimiento nos ayuda a conocer el sentido propio de la Palabra de Dios; la presencia de Cristo en la Escritura; el progreso de la revelación.

* El don de ciencia nos ayuda a descubrir la presencia y el actuar de Dios en la naturaleza, en la historia y en nuestra propia vida, más allá de sus contradicciones y de nuestros propios pecados.

* El don de consejo nos hace sensibles a las inspiraciones de la gracia, de modo que seamos guiado, más allá de nosotros mismos, por la voluntad divina. En un desarrollo ulterior, este mismo don nos concede ayudar a otros a discernir qué es lo mejor para sus vidas.

* El don de temor de Dios, en una primera fase, le quita la máscara al pecado, de modo que no estemos ciegos a las terribles consecuencias de pecar. En una fase más avanzada, infunde en nosotros el temor de ofender a Dios de quien nos sabemos viva y gratuitamente amados.

* El don de piedad, en una primera fase, nos hace sentir hijos de Dios y así nos permite establecer una relación cálida, de afecto y confianza con nuestro Padre del Cielo; en una segunda fase, nos inspira la sensibilidad y delicadeza para todo lo que atañe a la relación con Dios, en términos de devoción, liturgia y vida espiritual. Aún más, nos hace percibir y compartir la compasión divina hacia los pequeños y desposeídos.

* El don de fortaleza, en una primera fase, nos capacita para resistir burlas, indiferencias y ataques por razón de la fe; en una segunda fase nos da el vigor para emprender arduos, y sobre todo útiles proyectos para la gloria divina.

* El don de sabiduría une el SABER y el SABOR, de modo que respiremos la atmósfera de Dios y participemos de su perspectiva sobre los asuntos del mundo de cara a la eternidad.