Pareja homosexual y derechos de herencia

“En primer lugar tenemos que preguntarnos cuál sería nuestra respuesta a la misma situación, si quitáramos el elemento de la homosexualidad de la pareja. De hecho, dentro de la comunidad gay, la estabilidad de las relaciones es más la excepción que la regla, y sobre todo hablando de una relación por 10 años…”

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Adversidades de la vida

Una hija hablaba con su padre y se quejaba de la vida, lamentándose de que las cosas no le salían bien.

No sabía qué hacer para seguir adelante. Se sentía sin fuerzas y a punto de rendirse.

Estaba cansada y harta de luchar y luchar, sin obtener ningún resultado.

Cada vez que solucionaba un problema, aparecía otro. Ya no podía más.

Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo. Allí tomó tres ollas con agua y las puso sobre el fuego. Cuando el agua de las tres ollas empezó a hervir, puso en una zanahorias, en otra colocó huevos y en la última granos de café.

Las dejó hervir y se quedó mientras tanto en silencio. Simplemente se limitó a sonreír a su hija, mientras esperaba a que las tres ollas acabaran su proceso.

La hija esperó impacientemente, preguntándose que estaría haciendo su padre.

Después de unos veinte minutos el padre apagó el fuego.

Sacó los huevos y los colocó en un recipiente, sacó las zanahorias y las puso en un plato y finalmente, colocó el café en un tazón.

Mirando a su hija le dijo: -Querida, ¿qué ves?

-Huevos, zanahorias y café, respondió.

Hizo que se acercara y le pidió que tocara las zanahorias, ella lo hizo y notó que estaban blandas.

Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera, después de quitarle la cáscara, observó que el huevo estaba duro.

Luego le pidió que probara el café, ella después de tomar un sorbo, sorprendida e intrigada a la vez, preguntó: ¿Qué significa todo esto, padre?

Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: “agua hirviendo”

Pero que los tres habían reaccionado en forma diferente.

La zanahoria llegó al agua, fuerte, dura; pero después de pasar por el proceso había quedado blanda y fácil de deshacer.

Los huevos habían llegado al agua siendo frágiles, su delicada cáscara protegía su interior; pero después de estar en el agua hirviendo, se habían endurecido.

Los granos de café, después de estar en el agua hirviendo, habían teñido el agua.

-¿Cuál de los tres elementos eres tú?… Cuando la adversidad llama a tu puerta… ¿Cómo respondes?

Le preguntó a su hija.

-¿Eres como una zanahoria que parece fuerte pero cuando la fatalidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza?

-¿Eres como un huevo, que comienza con un corazón frágil, con un espíritu fluido, pero después de una pérdida de un ser querido, una separación o un despido se ha vuelto duro e inflexible?

Por fuera todo sigue aparentemente igual, pero por dentro estás amargada y rígida; y tu espíritu y corazón se han endurecido.

-¿O eres un grano de café? Que es capaz de aprovechar la adversidad y lo que le causa dolor y justo cuando el agua llega al punto máximo de ebullición, es capaz de desprender su mejor sabor y aroma.

Dios quiera que seas como el grano de café, que cuando las cosas se ponen mal, tú puedas reaccionar en forma positiva, sin dejarte vencer por las circunstancias y hagas que las cosas a tu alrededor mejoren.

Que ante la adversidad exista siempre una luz que ilumine tu camino y a todas las personas que te rodean.

“Que puedas siempre esparcir e irradiar con tu fuerza, optimismo y alegría el “dulce aroma del café”, para que nunca pierdas ese olor grato que solo tú y quien es capaz de atravesar por las más duras circunstancias sabe transmitir a los demás”.

Pedro de Valdivia (1497-1554)

El extremeño Valdivia fue desde 1539 conquistador y poblador de Chile, la tierra de los araucanos. De ellos dijo Alonso de Ovalle: «Los indios de Chile, a boca de todos los que los conocen y han escrito de ellos, [son] de los más valerosos y más esforzados guerreros de aquel tan dilatado mundo» (Histórica relación 56). En situación militar tan hostil, era necesario unir a las armas el valor de la fe. Y así lo hacía Valdivia:

Habiendo «llegado el ejército de los cristianos al valle de Mapocho», cuenta Mariño de Lobera, supieron que se les venía encima la indiada, cantando victoria anticipadamente. Los españoles, sin atemorizarse, se pertrecharon «de las cosas necesarias para tal conflicto, y ante todas cosas la oración, la cual siempre tiene el primer lugar entre todas las municiones y estratagemas militares. Y muy en particular invocando todos el auxilio del glorioso Apóstol Santiago, protector de las Españas y españoles en cualquier lugar donde se ofrece lance de pelea.

Tras esto se siguió un breve razonamiento del general [Valdivia] a sus soldados, en que sólamente les daba un recuerdo de que eran españoles y mucho más de que eran cristianos, gente que tiene de su parte el favor y socorro del Señor universal» (Crónica 26). En otra ocasión, «estando los dos ejércitos frente a frente, se apeó [del caballo] el gobernador [Valdivia], postrándose en tierra en voz alta con hartas lágrimas, profesando y haciendo protestación de nuestra santa fe católica, y suplicando a Nuestro Señor le perdonase sus pecados y favoreciese en aquel encuentro, interponiendo a su gloriosa Madre, y diciendo otras palabras con mucha devoción y ternura» (71). Pláticas igualmente devotas pone el cronista en labios del teniente Alonso de Monroy (40).

Por otra parte, la religiosidad de Valdivia no se despertaba sólo en la guerra, sino que se mantenía igualmente en la paz. Según escribe el historiador chileno Gabriel Guarda, citando crónicas antiguas (197-202), Valdivia, «conociendo que Dios le quería para que fuese instrumento de que estos gentiles viniesen al conocimiento de su santísima fe, muy contento y muy animado comenzó a publicar su jornada [a alistar personas] y buscó lo primero dos sacerdotes que le acompañasen y fuesen capellanes de su ejército y ministros del evangelio entre los infieles».

Su buen intento se fue realizando, y en 1550 el Cabildo de Concepción podía escribirle al príncipe Felipe que Valdivia, al fundar esa ciudad, comenzó por reunir a los indios para «darles a entender y mostrarles quién fue su Creador y que así les daría maestro a sus hijos para que lo deprendiesen y a ellos lo declarasen y fuesen cristianos y viviesen el verdadero conocimiento del Creador de todas las cosas criadas».

De él testificaba también Diego García de Cáceres en 1548: «los indios le tienen afición porque aún cuando se venía entraban caciques llorando, pensando que no había de volver más allá; porque este deponente no ha visto tratar hombre tan bien a los indios como él trata, y esto hace tanto que a muchos, que no son tan buenos cristianos, les pesa que tenga tanto cuidado de que no se les haga mal». Y añade el mismo testigo que, al fundar Valdivia la ciudad de su nombre, no quiso hacer repartimiento de los indios, sino que «en lugar de encomenderos señaló personas que atendiesen al bien de los indios, los cuales les doctrinasen y sosegasen en la paz y quietud», y también tuvo cuidado de que en su encomienda de Quillota los indios fueran adoctrinados por un maestro de escuela. En fin, otro testigo ocular, Góngora Marmolejo, pudo asegurar: «Yo me hallé presente con Valdivia al descubrimiento y conquista, en la cual hacía todo lo que era en sí como cristiano». Por lo demás, tanto Valdivia como Martín García Oñez de Loyola, ambos gobernadores, murieron despedazados por los naturales.

Entre los primeros conquistadores y gobernadores de Chile no fue Valdivia el único buen cristiano. Escribe Guarda: «De don García Hurtado de Mendoza y de Francisco de Villagra, sucesores de Valdivia en el gobierno de Chile, hay varios testimonios acerca de su cristiandad. Más relevantes, sin embargo, son los relativos a sus otros sucesores, Pedro de Villagra y Rodrigo de Quiroga, ambos veteranos de la conquista» (201).

El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

Diáconos permanentes

Hola fray nelson bendiciones y me gustaria saber cual es el papel del diacono permanente en la iglesia y si los diaconos permanentes solo se dan en las diocesis o tambien los hay en las comunidaddes religiosas y alli que papel juegan. y tambien caul es el papel dentro de la iglesia de las esposas de los mismos. muchas gracias. atte, M.

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El ministerio eclesiástico, que es el ministerio de los hombres dedicados al servicio de Dios, comprende tres grados diversos del sacramento del orden sacerdotal: los obispos, los sacerdotes y los diáconos. Dos de estos grados participan ministerialmente del sacerdocio de Cristo: el orden episcopal, correspondiente a los obispos y el orden del presbiterado, correspondiente a los presbíteros o sacerdotes. El orden del diaconado, según lo afirma el Catecismo de la iglesia Católica en el número 1554 está destinado a ayudar y a servir a los obispos y a los presbíteros. Por eso, el término “sacerdote” designa en el uso de nuestros días a los obispos y a los presbíteros, pero no a los diáconos.

Sin embargo, la doctrina católica establece que el grado de diaconado es un grado de servicio, que viene establecido desde el tiempo de los apóstoles, como lo atestigua el trozo del libro de los Hechos de los apóstoles, apuntado al inicio de este resumen, así como en lo expresado por el Apóstol San Pablo en su carta a Timoteo: “También los diáconos deben ser dignos, sin doblez, no dados a beber mucho vino ni a negocios sucios, que guarden el Misterio de la fe con una conciencia pura. Primero se les someterá a prueba y después, si fuesen irreprensibles, serán diáconos.” (1 Tim. 3, 8-11)

Diakonía es la palabra griega que fijará la función de los diáconos Esta palabra significa servicio, y es de tanta importancia para la Iglesia que se confiere por un acto sacramental llamado “ordenación”, es decir, por el sacramento del orden.

San Ignacio de Antioquia fijó la importancia de los diáconos, con estas bellas palabras: “ Que todos reverencien a los diáconos como a Jesucristo, como también al obispo que es imagen del Padre, y a los presbíteros como al senado de Dios y como a la asamblea de los apóstoles: sin ellos no se puede hablar de Iglesia (San Ignacio de Antioquia, Trall. 3, 1)

Hemos hablado mucho hasta ahora de servicio, ¿pero cuál es el servicio que prestan los diáconos a la Iglesia? “Corresponde a los diáconos, entre otras cosas, asistir al obispo y a los presbíteros en la celebración de los divinos misterios sobre todo de la Eucaristía y en la distribución de la misma, asistir a la celebración del matrimonio y bendecirlo, proclamar el Evangelio y predicar, presidir las exequias y entregarse a los diversos servicios de la caridad (Catecismo de la Iglesia Católica, 1570).

Entendido de esta manera, el diaconado no es solamente un paso intermedio hacia el sacerdocio, sino que ofrece a la Iglesia la posibilidad de contar con una persona de gran ayuda para las labores pastorales y ministeriales. Un diácono puede bautizar, bendecir matrimonios, asistir a los enfermos con el viático, celebrar la liturgia de la Palabra, predicar, evangelizar y catequizar. No puede, a diferencia del sacerdote, celebrar el sacramento de la Eucaristía (misa), confesar o administrar el sacramento de la unción de los enfermos. Con todo lo que puede hacer, su ayuda es invaluable, especialmente en nuestros tiempos en que hacen falta tantas personas que ayuden al sacerdote en todas las labores encomendadas.

Como en el caso de los sacerdotes, sólo el varón bautizado recibe válidamente la sagrada ordenación para acceder al diaconado. Y esto es así, porque Jesús eligió a hombre (“viri” en latín) para formar el colegio de los doce apóstoles. Sin embargo hay una diferencia muy importante entre los diáconos y los sacerdotes. Mientras que los sacerdotes ordenados de la Iglesia latina, son ordinariamente elegidos entre hombres creyentes que viven como célibes, es decir que no se han casado, y que tienen la voluntad de guardar el celibato por el Reino de los Cielos, el diaconado puede ser conferido a hombres casados. Este “diaconado permanente” constituye un enriquecimiento importante para la misión de la Iglesia.

Desde el Concilio Vaticano II, la Iglesia latina ha restablecido el diaconado como un grado particular dentro de la jerarquía, mientras que las Iglesias de Oriente lo habían mantenido siempre. De esta forma, los hombres casados que se dedican a ayudar a la Iglesia a través de la vida litúrgica, pastoral o en las obras sociales y caritativas pueden fortalecerse recibiendo el orden del diaconado y se unen más estrechamente al altar para cumplir con mayor eficacia su ministerio por medio de la gracia sacramental del diaconado.

De esta forma, la Iglesia Católica, a semejanza de la parábola del hombre que de su tesoro saca lo nuevo y lo viejo, siempre está ofreciendo formas nuevas y atractivas en su labor de ayuda a todos los hombres.

(Tomado de Catholic.net. Más información aquí.)

La aberrante verdad de la pionera del feminismo y el aborto

“El 11 de mayo murió a los 90 años, el filósofo humanista Harry Stopes-Roe, el hijo de Marie Stopes, pionera del feminismo y el aborto que dio su nombre al mayor promotor de abortos en el Reino Unido, Marie Stopes International, organización amiga de ONU Mujeres. En los últimos días, el Daily Mail ha destapado los vejámenes padecidos por el intelectual británico, durante su infancia y educación. El periódico expone que Marie Stopes, quien fuera «venerada como la gurú del progenitor responsable», en la vida privada «trató a su hijo con una crueldad abominable»…”

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