La vida duele. Sí, sin duda, la vida duele muchas veces.
Para la sociedad y en lo individual, la vida está cargada de momentos difíciles donde lo único que queda es seguir adelante; no simplemente en darle la vuelta a la gran piedra que nos estorba en el camino, sino en cargar la piedra, empujarla a un lado y llevarla a donde no estorbe a los viajeros que vienen detrás.
“La vida”, escuché decir hace muchos años a mi anciano profesor de historia, son dos pelotas rebotando en las paredes de un cuarto cerrado; es el movimiento de verlas, y sentirlas, en su viaje constante y ante el siempre inminente peligro de chocar entre ellas y salir disparadas en dirección contraria a donde iban, para continuar el movimiento, para volver nuevamente a ese juego de desplazamiento y a la siguiente interrogante del momento del futuro choque.
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