Ante las manifestaciones tempranas de comportamiento homosexual

Hace unos días recibí esta difícil consulta:

Estimado Fray Nelson: Tengo dos casos muy cercanos, tanto en amistades como en la familia, de jóvenes que desde pequeños han sentido atracción por el mismo sexo y que hoy en día llevan un peso sobre ellos. En ambos casos se trata de gente que ha crecido en familias profundamente católicas, uno de ellos ha tenido la valentía de expresarlo a su familia, lo cual trajo mucho dolor para los padres y para el mismo joven ante la incomprensión de sus seres más queridos. La familia ha intentado negar el hecho y olvidarlo, pero eso no ha hecho más que traer problemas. En el otro caso, yo soy uno de los pocos que sabe sobre ese tema en su vida, he visto el sufrimiento, las lágrimas, el no comprender esa diferencia en cuanto al gusto, una vivencia que escapa a la razón, escapa al control. En este caso él se ha mantenido al margen de cualquier tipo de relaciones sentimentales, se ha vuelto muy tímido con el tiempo, ha tenido muchos conflictos con la vivencia de fe, en comprender y sentirse amado por Dios, en muchas ocasiones ha sentido que no puede ser parte de la iglesia, yo he intentado siempre de estar cercano y mostrarle la gracia de Dios, mostrarle que es un hijo de Dios y que él lo ama. Ahora bien, es dificil para él muchas veces aceptar esto.

En ambos casos, de no ser por la fuerte presencia de Dios en su vida, yo creo que ellos habrían tomado los rumbos del mundo. Por lo que yo he podido ver, esto no ha nacido como proceso de rebeldía o algo por el estilo, esto (el gusto por personas del mismo sexo) ellos lo han identificado desde pequeños y han tenido que confrontar una realidad compleja, luchando para parecer “normales” ante sus compañeros de escuela, la familia, etc. Yo no sé si debería referirme a ellos como homosexuales, ya que no practican la sexualidad con personas del mismo sexo. Esto más que una pregunta, es la petición de un consejo para poder ser luz para ellos, para poder alumbrarlos con la luz de Cristo. Yo no sé que deben hacer, ambos han estado con sicólogos pero los frutos parecen ser nulos, yo sé que antes que nada necesitan a Cristo.

PreguntasHay casos de manifestación tan temprana de la tendencia homosexual que uno estaría tentado de ver el hecho como algo congénito o connatural a la persona. El dilema moral que se plantea es: ¿por qué condenar a alguien que no escogió ser así? Incluso si no se toma una actitud agresiva contra la persona que tiene esa tendencia, se puede argumentar que se la está violentando al no permitirle desarrollar su mundo afectivo de la manera que le resultaría más plena y gratificante. El ejemplo que se da suele ser este: “Si Ud. siendo una persona heterosexual, estuviera en un país o región donde se le impidiera desarrollar su gusto por el sexo opuesto, Ud. se sentiría reprimido y violentado: así se sienten los homosexuales en una sociedad que rechaza o no acepta su tendencia.”
Continuar leyendo “Ante las manifestaciones tempranas de comportamiento homosexual”

Union hipostatica

Te tengo una pregunta que para mí es un chicharrón!!! que quiere decir HIPOSTATICO???? gracias!!! – Felipe G.

* * *

“Hipostático” viene por supuesto de “hipóstasis,” que es una palabra griega que significa: “lo que está debajo, lo que subyace.”

La idea es esta: debajo de los cambios que vemos hay cosas que permanecen. Una persona puede cambiarse de vestido, maquillaje, o incluso cambiar de tall, pero sabemos que hay algo que “debajo” de todos esos cambios permanece. En español a veces usamos la palabra “sujeto” para eso. El “sujeto” de todas las acciones de Pedro Pérez es Pedro Pérez, así se cambie de vestido o de apariencia.

Usualmente la palabra hipóstasis se ha traducido al español como “persona.”

Cuando la palabra “hipóstasis” se aplica al misterio de Cristo llegamos a un terreno muy interesante. ¿Cuál es la “hipóstasis” de Cristo? ¿En él hay una o dos hipóstasis? O sea: ¿Era Cristo “uno solo” o era “dos,” puesto que vemos que hay acciones suyas tan humanas como sentir cansancio y tan divinas como perdonar pecados?

Hubo un obispo hereje, llamado Nestorio, que dijo que en Cristo había dos hipóstasis, o en palabras suyas: “Uno es el hijo de María y otro es el hijo del Dios Eterno.” Según él, estas dos personas distintas estaban íntimamente unidas. Algo así como lo que decimos de la acción del Espíritu Santo en nosotros: está el Espíritu, estoy yo, pero el Espíritu me inspira, se une a mí, obra a través mío. Algo así creía Nestorio de Cristo.

Pero la enseñanza de Nestorio fue condenada por la Iglesia. Lo que los cristianos creemos es que en Cristo hay una sola persona, y que en esa persona se da una perfectísima unión “hipostática,” de modo que aunque en él hay dos naturalezas y entonces es verdadero Dios y verdadero hombre, él no es dos, sino uno: no es dos personas, sino una sola persona.

La expresión “unión hipostática” quiere decir entonces: la unión que existe en Cristo, y solamente en Cristo, por la cual todas sus acciones parten de un solo ser personal, que de hecho es la Segunda Persona de la Trinidad, aunque en el mismo Cristo hay todo y completo lo propio de la naturaleza humana, y todo y completo lo de la naturaleza divina.

Que es la Encarnacion?

“La Encarnación es el misterio y el dogma de la Palabra hecha carne. En este sentido técnico la palabra encarnación se adoptó, durante el Siglo XIII, procedente del latín incarnatio. Los Padres latinos, desde el Siglo IV, hacen uso común de la palabra; así San Jerónimo, San Ambrosio, San Hilario, etc. El latín incarnatio (in-caro, carne) corresponde al griego sarkosis o ensarkosis, palabras que se basan en Juan (1, 14) kai ho Logos sarx egeneto, “Y el Verbo se hizo carne”…”


Sorbo de teología

Click!

Maestros en la Fe, 3 de 6, San Buenaventura y la razon guiada por el amor

[Curso a las Monjas Dominicas del Monasterio de Santa Ana, en Murcia, España.]

Tema 3 de 6: San Buenaventura y la razón guiada por el amor

* Juan de Fidanza, fue desde niño conocido como “Buena Ventura,” debido a un feliz milagro de curación que su madre obtuvo por intercesión del recién canonizado San Francisco de Asís.

* Nacido en 1221 o tal vez en 1217, fue contemporáneo y amigo de Santo Tomás de Aquino, con quien le unen varios elementos: ambos pertenecen a las entonces jóvenes Órdenes Mendicantes, ambos son profesores de teología en la Universidad de París, el centro intelectual más importante de la cristiandad medieval; ambos deben defender el estatuto de existencia y de docencia de sus Órdenes, frente a los ataques de Guillermo de Santo Amor; mueren además el mismo año 1274.

* Buenaventura sobresale por la riqueza de su personalidad, su penetración intelectual, sencillez de alma, fe pura, obediencia a la Iglesia, espíritu de servicio. Biógrafo destacado de San Francisco Asís; discípulo del gran Alejandro de Hales, que escribió una Suma de Teología. En horas de tensión interna de la Orden de Frailes Menores, los “franciscanos”, Buenaventura brilló con las virtudes de la prudencia y el celo pastoral, como Ministro General. Posteriormente fue nombrado obispo y cardenal de Albano.

* En su orientación teológica, Buenaventura se sitúa conscientemente en la línea agustiniana, y en general patrística, más que en la aristotélica, pero no es ni mucho menos contrario al lugar de la razón en la exposición de la fe.

* El Papa Benedcito XVI, profundo conocedor y gran admirador del santo, describe así una de las claves de su pensamiento: “San Buenaventura, en el prólogo a su Comentario a las Sentencias habla de un doble uso de la razón, de un uso que es inconciliable con la naturaleza de la fe y de otro que, en cambio, pertenece propiamente a la naturaleza de la fe. Existe —así se dice— la violentia rationis, el despotismo de la razón, que se constituye en juez supremo y último de todo. Este tipo de uso de la razón ciertamente es imposible en el ámbito de la fe. ¿Qué entiende con ello san Buenaventura? Una expresión del Salmo 95, 9 puede mostrarnos de qué se trata. Aquí dice Dios a su pueblo: «En el desierto… vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron aunque habían visto mis obras». Aquí se alude a un doble encuentro con Dios: ellos «habían visto». Pero esto a ellos no les basta. Ponen «a prueba» a Dios. Quieren someterlo al experimento.”

* Hay en cambio un uso recto de la razón con respecto a la fe y la teología: “San Buenaventura alude a un segundo uso de la razón, que vale para el ámbito de lo «personal», para las grandes cuestiones del hecho mismo de ser hombres. El amor quiere conocer mejor a aquel a quien ama. El amor, el amor verdadero, no hace ciegos, sino videntes. De él forma parte precisamente la sed de conocimiento, de un verdadero conocimiento del otro.”

Maestros en la Fe, 2 de 6, San Anselmo y la fe que quiere entender

[Curso a las Monjas Dominicas del Monasterio de Santa Ana, en Murcia, España.]

Tema 2 de 6: San Anselmo, y la fe que quiere entender

* San Anselmo de Canterbury (1033-1109), ingresó al Monasterio de Bec, que pronto habría de convertirse, con su liderazgo, en un reconocido centro de estudios. Allí escribió su obra Proslogion (1077-78).

* Algunos temas teológicos del Proslogion: la fe quiere entender (fides quaerens intellectum). Ese querer puede ser el de la curiosidad o la arrogancia, y entonces hace daño, pero también puede ser el querer que brota del amor, o el querer de quien desea presentar de la mejor manera la fe; en estos últimos casos es válido.

* ¿Es razonable, o forzoso que Dios exista? Para Anselmo hay una demostración universal, que luego ha sido conocida como “argumento ontológico” : puesto que puedo pensar en seres más o menos perfectos, puedo pensar en el ser más perfecto de todos. Si a ese ser le faltar existir, le faltaría algo en lo que es superado por muchos otros seres. Luego ese ser perfectísimo tiene que existir, y lo llamamos Dios.

* El argumento ontológico ha sido criticado y en general se le considera insuficiente (así por ejemplo, lo considera Tomás de Aquino). El mérito de San Anselmo está más bien en defender una postura abierta a la inteligibilidad de la fe. Para él la razón no es enemiga de la fe, sino uno de los muchos dones de Dios: un don que finalmente está a su servicio, también cuando se trata de creer.

* El Proslogion también es una referencia importante porque se atreve a preguntar las grandes cuestiones que luego aparecerán en todos los tratados teológicos: ¿Cómo es Dios? ¿Cómo son su conocimiento, poder? ¿Son realmente compatibles su misericordia y su justicia?

* Otra obra importante de Anselmo es Cur Deus homo?: }Por qué un Dios-Hombre? Es un estudio sobre la redención desde la mirada de lo justo y lo injusto. Ve la redención como un ajustar, pagar una deuda. A esto se le ha llamado “teoría de la satisfacción.” Aunque puede caricaturizarse esta teoría como una traducción a la religión del régimen feudal, parece más correcto ver en ella el anhelo de un corazón fascinado por la contemplación de la armonía divina, un corazón que no quiere considerar normal la desfiguración del pecado, y que por tanto sabe que al fin la la obra plena de Dios debe reflejar su pureza y belleza.

* Un aporte adicional muy valioso es la comprensión del pecado original como equivalente a la naturaleza humana sin la “justicia original.” Lo mismo que en la exposición sobre la necesidad de la redención, lo que brilla aquí es el corazón contemplativo que ve a Dios como perfección suprema en el acto de expresarse y comunicarse por la creación y la redención.

La Resurreccion

No podemos acabar este estudio con la reflexión sobre Satanás y el infierno. «Si el demonio os dice que el cielo existe, pero que no es para vosotros, no le creáis» (Maximiliano Kolbe).

–Cristo ha resucitado, pero ¿qué será de nosotros?

La Resurrección de Cristo ha abierto a la humanidad perspectivas inauditas. Es como un anuncio de lo que está por llegar. «Si Cristo no ha resucitado, comamos y bebamos, que mañana moriremos… Pero no, El sí que ha resucitado de entre los muertos, y como primicia de los que duermen… Y Dios, que lo ha resucitado, con su mismo poder nos resucitará también a nosotros» (1Co 15,12-33).

–¿Cómo resucitaremos?

La Resurrección de Cristo no solamente nos da la certeza de una vida después de la muerte, sino que nos deja entrever capacidades insospechadas para nuestro propio cuerpo.

Jesús resucitado atraviesa los muros, franquea las distancias instantáneamente, su cuerpo es luminoso… pero aquí se detiene nuestro conocimiento.

Es radicalmente imposible que podamos imaginar nuestra vida en el otro mundo. Quizá una comparación nos ayudaría a comprender.

Supongamos que, estando en el seno de nuestra madre en posesión de plena consciencia, pudiéramos responder a alguien que nos preguntara acerca de nuestra situación. Responderíamos sin duda: «me encuentro bien, me rodea una temperatura agradable, y me alimento en la medida de mis necesidades».

Y supongamos que se nos replicara: «infeliz, triste es tu existencia, tienes manos y no te puedes servir de ellas y tus pies no te permiten trasladarte en el espacio. Nada puedes ver con tus ojos. Sal y conocerás lo que es la vida». A eso diríamos nosotros: «¡pero salir será la muerte!», incapaces de imaginar un mundo fuera del claustro materno.

Algo así puede ser nuestra situación en la actualidad. Nosotros tenemos fuertes aspiraciones a la verdad, al bien, a la justicia, a la fraternidad y a la integridad corporal; son éstas profundas aspiraciones, que se identifican con nuestra propia naturaleza. Pero somos incapaces de satisfacerlas plenamente en el estado actual de nuestra existencia. Para alcanzar esa plenitud, debemos renacer, es decir, ascender a un mundo nuevo, el de la resurrección, que únicamente por la experiencia podremos conocer, un mundo que «ni ojo humano ha visto, ni oído ha escuchado» (1Co 2, 9), un mundo que hoy por hoy nos resulta imposible imaginar y cuya realidad permanece velada a nuestro entendimiento.

–¿Qué es el cielo?

Escuchemos a aquellos afortunados que han recibido cierta revelación de lo inefable.

Teresa de Jesús decía: «en el cielo nos sorprenderá las bondades que Dios ha preparado para nosotros».

Esta iluminación celestial no nos dejará inactivos, por otra parte. «Pasaré mi cielo haciendo el bien sobre la tierra» (Teresa del Niño Jesús).

La revelación suprema, para cada uno de nosotros, será la visión y posesión de Dios. «Seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es» (1Jn 3,2-3).

Como el hierro sometido al fuego viene a hacerse incandescente, así nosotros, sumergidos en Dios, seremos como Él es. «Entonces le conoceré como ahora soy conocido» (1Cor 13,12). Y le amaremos como por Él somos amados.

Como una gota de agua se mezcla en la inmensidad del mar sin dejar de ser ella misma, así participaremos de la inmensidad de la ciencia y del amor de Dios. Por Él, con Él, en Él, todos nosotros seremos consumados en la unidad.

–El Purgatorio.

« No podremos entrar en la vida con Dios sin habernos liberados totalmente del pecado» (Mns. Etchegaray). También aquellos que mueren en la amistad con Dios han de pasar normalmente por un proceso de purificación que llamamos purgatorio (2Mac 12,46).

–¡Entonces el cielo está cerca!

Desde ahora, escondidos en Cristo (Col 3,3), nuestra vida eterna ha comenzado y, como mujer a punto de dar a luz, la creación gime con los dolores del parto, esperando la redención de nuestro cuerpo y la revelación de los hijos de Dios (Rm 8,22).

–A la espera.

Mientras esperamos este maravilloso reencuentro, «el momento más bello de la vida es el momento presente» (Engel). El pasado queda a la espalda, el porvenir no ha llegado todavía, pero podemos vivir el instante presente con la gracia de Dios en el Amor.

• «Ven, Señor Jesús» (Ap 22,20)

El amor de Dios fundamenta
nuestra fe y nuestra vida.
Amar, es dar…
Ésa es la causa de la creación.
Amar es hablar al ser amado…
Ésa es la causa de la revelación.
Amar, es compartir la vida, el destino…
Ésa es la causa de la encarnación.
Amar es salvar al que se ama…
Ésa es la causa de la redención.
Amar es hacerse nada ante el ser amado…
Ésa es la causa de la Virgen María.
Amar es permanecer cerca del ser amado…
Ésa es la causa de la Eucaristía.
Amar es asociar al ser amado a la propia felicidad…
Ésa es la causa del cielo.
Así debe ser vivida nuestra vida en el amor de Dios y de los otros,
para compartir la vida de Dios.
En el silencio y a través de los otros nuestro espíritu conoce a Dios
y nuestro corazón se adhiere a Él para siempre.

Yves Moreau es el autor de Razones para Creer. Texto disponible por concesión de Gratis Date.

Por que el infierno? Por que Satanas?

Muchos hoy no creen en el demonio y en el infierno; al menos los dejan en un silencio permanente. Sin embargo, hundirlos en el silencio es olvidar que Cristo nos habla del demonio con bastante frecuencia y avisa acerca del infierno sin ninguna ambigüedad (Mt 25, 31-46; Mt 10,28; Ap 21,8). Nuestros contemporáneos tienen derecho a recibir todo el Evangelio.

–¿Qué es el infierno?

Para observar un precipicio desde lo alto de una montaña es conveniente disponer de una sólida barandilla, que nos preserve del vértigo. Ese parapeto, en el peligroso tema que nos ocupa, es el infinito amor que Dios tiene por nosotros.

El Amor se desarrolla en libertad, y y en la libertad se da el riesgo del rechazo. La vida es para un cristiano un continuo aprendizaje de Amor, y ella implica la posibilidad de rechazar ese Amor.

Dios nos ama. Si al fin de la prueba hemos aceptado su Amor, conseguimos así nuestra felicidad. Si lo rechazamos, encerrándonos en nosotros mismos, eso es el infierno. El infierno es el aislamiento voluntario, el rechazo del Amor.

–¿Habrá muchas personas en el infierno?

Lo que podemos decir sobre este delicado asunto es lo siguiente:

1) La Iglesia, que se ha pronunciado infaliblemente sobre la gloria eterna de la que gozan muchos de sus fieles –canonizaciones de santos–, jamás se ha pronunciado sobre la condenación de ningún hombre.

2) Nunca la Iglesia ha prohibido rogar a Dios por la salvación de todos los hombres. Por el contrario, es ésta una costumbre piadosa, como la tenía el Padre Ch. de Foucauld, que repetía aquella frase de San Pablo: «Dios quiere que todos los hombres se salven» (1Tm 2, 4).

3) No se puede negar, sin embargo, que la condenación eterna es una posibilidad real, de la que Cristo quiere salvarnos a toda costa. Los sufrimientos voluntarios de su Cruz nos prohiben dudarlo.

–¿De verdad existe el Demonio?

Si bien la Iglesia no se ha pronunciado sobre la condenación eterna de ningún hombre, por el contrario sí lo ha hecho sobre ciertos ángeles a los que llamamos demonios.

No se trata aquí de recaer en el error maniqueo, doctrina antigua rechazada por la Iglesia, según la cual el bien y el mal habrían dado origen al mundo, como un doble principio contrapuesto. Satanás es una simple criatura, que se cierra al Amor. Pero se equivoca gravemente aquel que subestima la potencia del demonio, cuya astucia le lleva a confundirse tan sutilmente con el corazón del hombre y las realidades del mundo, que hay peligro de no creer ni en su acción ni en su presencia (Jn 8, 44).

–¡La Iglesia es muy pesimista!

Denunciando la existencia de Satanás, el Evangelio no deja de ser una Buena Noticia. Con esa verdad ilumina singularmente a la condición humana. El hombre no es fundamentalmente malo; por el contrario, lleva en sí mismo la huella de su bondad original, que procede de Dios. Pero su naturaleza ha sido herida por el mal ,y ha quedado débil: es el pecado original.

Proponiéndonos entrar en el ámbito de Cristo por el camino de la fe, el Evangelio nos permite escapar de la esfera del influjo demoníaco. Nos convierte así en los grandes vencedores, como dice San Pablo, gracias a «Aquél que nos ha amado» (2Tes 2,16; Ef 1,6).

Es de lamentar que nuestra generación, con su política del avestruz, esté haciéndole el juego al Adversario. Rechazando la existencia del espíritu del mal y su acción sobre nosotros, se ve obligada a oscilar entre dos extremos:

–o bien sobrevalora la debilidad del hombre, exonerándole de toda responsabilidad: todo se justifica por mecanismos psicológicos y presiones sociales; y el hombre así, despojado de responsabilidad, pierde toda su dignidad;

–o bien, sensible a la gravedad del mal que pesa sobre el mundo, no solamente se acusa el hombre, sino que se le ahoga en el odio y la desesperanza, y se le hunde en la náusea de un mundo absurdo, que no tiene remedio.

En ambos casos, el mal triunfa sin apelación. El mensaje del Evangelio es mucho más verdadero y humano. Jesús no viene ni a exculparnos, haciéndonos irresponsables, ni a abrumarnos y condenarnos. Viene realmente a salvarnos. Volviéndonos a Él por la fe, nos permite participar de su victoria:

«Ya no soy yo, es Cristo quien vive en mí», dice San Pablo (Gál 2,20).

• «Temed a quien puede precipitar vuestra alma y cuerpo en la gehenna» (Mt 10,28).

Yves Moreau es el autor de Razones para Creer. Texto disponible por concesión de Gratis Date.

razones

Dios envia o causa cosas malas?

Fray, oí a un predicador decir que Dios manda cosas malas a los hombres también con un propósito, pero ¿no podríamos decir que se contradice Dios a si mismo porque el es Amor y el Bien? Narro el episodio del faraón cuando le endureció su corazón. Por favor esclaréceme este pensamiento. Dios te guarde. Mábel.

* * *

Para comprender lo que está en juego en esta pregunta resulta útil hacer una lista de afirmaciones que sabemos que son ciertas pero que precisamente no se ve cómo puedan ser compatibles entre sí.

1. No hay varios dioses sino un solo Dios. Nada hay entonces que escape de su mano. Todo lo que sucede tiene que suceder ante su mirada y no puede estar por fuera de sus planes y de su poder.

2. Pero vemos que hay maldad en el mundo, y vemos que suceden cosas malas, no sólo a los malos sino también a los buenos.

3. Y sabemos que Dios es el sumo bien, la suprema verdad y la más perfecta bondad.

¿Es Dios bueno y no es causa de lo malo? Si así fuera, entonces el mal tendría una causa fuera de Dios, y entonces sí que habría algo que está fuera de su poder.

¿Es Dios bueno y también manda cosas malas? Entonces, ¿en qué consistiría su bondad?

La clave para una respuesta es preguntarse de qué manera Dios es causa de aquellas cosas que son manifiestamente malas, porque es posible, y de hecho así sucede, que un mismo ser puede ser causa de modos distintos.

Uno tiende a llamar “causa” a todo aquello que concurre para que una cosa suceda. Así por ejemplo, consideremos el caso de un hombre que guarda un revólver en casa. Él es una persona responsable y seria, y tiene todos los permisos legales para la posesión de esa arma, que guarda bajo llave. Pero este hombre tiene un hijo irresponsable y drogadicto que un día, en ataque de locura, violenta la seguridad del papá en su ausencia, saca el arma y comete un crimen por tratar de conseguir dinero para su vicio. Es evidente que la existencia de esa arma fue una condición para que se realizara ese crimen, y en ese sentido el hecho de que aquel hombre tuviera en casa esa arma fue causa de una muerte, porque si él no hubiera tenido esa arma ese crimen en particular no hubiera sucedido. En términos aristotélicos, el arma fue “causa material” del crimen.

Por supuesto, Dios es mucho más que “causa material” pero si uno lo piensa, la voluntad que nos ha otorgado por su designio inescrutable hace que todo lo que recibimos de él sea como el “material” sobre el que nosotros decidimos en una u otra dirección. porque es evidente que el ser humano tiene un margen, relativamente pequeño pero real, de decisión; si esto se niega no se ve cómo se pueda hablar de voluntad o de libertad o de libre albedrío.

¿Entonces qué es lo que corresponde a la acción divina cuando cosas malas nos llegan o cuando las personas cometen actos perversos?

1. Dios es causa de todo cuanto existe pero no puede llamársele único responsable de cuanto sucede.

2. En la medida en que Dios es único creador, su múltiple providencia es como el “material” sobre el que obra, a manera de “causa segunda” nuestra voluntad, de modo que el ser humano tiene auténtica responsabilidad sobre los actos que desea y/o realiza.

3. Nuestras acciones no escapan al conjunto más amplio de la Providencia divina, que de muchos modos saca bienes de los males. Así que aunque Dios en su Providencia haya causado que algo objetivamente malo suceda, eso malo es sólo parte de una historia más amplia en la que finalmente brilla el bien que de él proviene.

El desastre de las relaciones prematrimoniales

“Aunque está claro que la gran mayoría de las parejas no llegan vírgenes al matrimonio, pues se han acostado y en muchos casos han convivido juntos ya antes de su matrimonio, mi experiencia de confesor y de consejero me hace estar muy claramente en contra de ese tipo de relaciones, que considero ciertamente contraproducentes…”

relaciones prematrimoniales

Click!

Por que la confesion?

¿Por qué la confesión?

El sacramento de la reconciliación no «está de moda» hoy en día. Veamos por qué.

–¿Afectan a Dios nuestras faltas morales?

Sí, por eso las llamamos pecados.

El pecado rechaza el amor a Dios y a nuestros hermanos. «El Amor no es amado».

El pecado constituye un mal para el hombre mismo. Es un acto de autodestrucción, que desfigura en nosotros la imagen de Dios. ¿Un padre debe mantenerse indiferente ante la degradación de su hijo?

El pecador hace a Dios materialmente cómplice de su pecado, pues utiliza la energía creatural que Él le comunica para contrariar la voluntad divina.

–¡El pecado es un asunto entre Dios y yo!

«Mientras tú no ardas en la llama del amor, muchos morirán de frío» (Mauriac)

–Yo me confieso a Dios directamente, como los protestantes.

Los católicos también lo hacen al final del día cuando hacen el examen de conciencia y piden perdón a Dios por sus culpas, pero esto no basta.

–¿Por qué?

Porque Jesús ha dicho a sus apóstoles: «A quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados» (Jn 20,23). Con estas palabras autoriza y confía Jesús la práctica de la confesión sacramental a los sacerdotes. Y la historia del sacramento de la penitencia es la expresión progresiva de esta toma de conciencia en la Iglesia.

–¿Por qué Cristo ha elegido esta forma de perdón?

Dios se complace en actuar a través de intermediarios: así actúa en el nacimiento, la cultura, el bautismo, la educación religiosa… Haciéndose nuestro confidente, el otro –el sacerdote– nos representa sensiblemente al Otro –Dios– Y ese diálogo con él aviva nuestra fe.

–¡Es dificil confiarse a una tercera persona!

«Hay en el hombre un deseo innato de confiarse a alguien. A a falta de confesarse a un sacerdote, uno se confía al primero que llega. El éxito de los psiquiatras, psicólogos y consejeros de todo tipo se explica por esta necesidad» (Mons. Gouyon)

–¿Pero no es el sacerdote también un pecador?

Su absolución sigue siendo válida. «Cuando Pedro bautiza es Jesús quien bautiza. Cuando Judas bautiza es Jesús quien bautiza» (San Agustín).

¡El que absuelve siempre es Cristo! En Él es el Padre quien acoge a su hijo y lo estrecha contra su corazón (Lc 15,11-32).

–¿A quien confesarse?

En caso de urgencia se acude al primer médico que se encuentra; pero habitualmente es mejor acudir a alguien que conozca al enfermo.

–Hay personas que se confiesan y no valen mas que los demás.

¿Qué sería de ellas sin la confesión? El Padre Foucauld, pese a sus dudas, aceptó en una ocasión confesar sus pecados. A partir de entonces su fe se fortaleció y su vida sufrió un profunda transformación.

– Pero siempre caemos en las mismas faltas

Para estar aseado ¿no debemos atender todos los días a nuestro cuidado personal? Practicar este sacramento no sólo nos da la certeza del perdón, sino también la sanación de nuestra conciencia. Este «nuevo bautismo» no sólo suprime los efectos del mal, sino que se remonta a la causa del mismo. Y el diálogo con el confesor forma parte integrante de su misterio.

–Cada vez se comulga más… y se confiesa menos. Las faltas graves parecen no ser un obstáculo para la comunión.

No olvidemos la solemne advertencia de San Pablo: «El que come el pan y bebe del cáliz del Señor indignamente, come y bebe su propia condenación» (1Co 11,27-29).

En el Amor humano es inconcebible la comunión de los cuerpos sin la armonía de los corazones. La violación nunca ha sido causa de reconciliación… En la Eucaristía Cristo se ofrece a nosotros en forma inefable e indefensa. No debemos hacer violencia a Cristo en este sacramento, sería un sacrilegio, sino reconciliarnos con Él antes, en ese diálogo de amor que es la confesión.

Confesar es también un acto de comunión, es un acto de amor que para ser hecho no requiere una previa falta grave. La limpieza del alma nos conduce el encuentro pleno de la Eucaristía.

–¿Qué pensar de las celebraciones comunitarias del sacramento de la Reconciliación?

La preparación comunitaria nos ayuda a conseguir la mejor disposición para recibir el sacramento. «Hay una comunión entre todos aquellos que se confiesan. En el corazón de la Iglesia Esposa se presentan ante el esposo en la verdad total» (Von Speyr).

–¿Qué valor tiene la absolución colectiva sin confesión personal?

Es legítima en caso de peligro de muerte o de necesidad grave a juicio del obispo; pero no dispensa de la contrición ni de la obligación de reparar. Perdona todos los pecados, incluso los más graves, pero la Iglesia exige que el cristiano, en espíritu de penitencia, se comprometa a confesar a un sacerdote estos últimos pecados en la primera ocasión que encuentre.

• «A quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados» (Jn 20,23)

Yves Moreau es el autor de Razones para Creer. Texto disponible por concesión de Gratis Date.

Conoce a San Juan de Avila, Doctor de la Iglesia

El próximo 7 de octubre Benedicto XVI proclamará a San Juan de Ávila Doctor de la Iglesia Universal. Será en la Plaza de San Pedro de El Vaticano, a las 10 horas, en la Eucaristía de inauguración del Sínodo de los Obispos sobre “La nueva evangelización para la transmisión de la fe”.

San Juan de Avila

Click!