175.1. Hoy quiero hablarte de lo barato y lo caro. Hay una especie de contradicción interna en estas palabras. Si llamamos barato a lo que te hace gastar menos dinero, lo lógico es preferir las cosas baratas; pero si llamamos barato a lo que no tiene buena calidad, y por tanto no vale mucho, entonces no es buena idea buscar lo barato. Del mismo modo: si llamamos caro a lo que implica un gasto fuerte, hay que huir de las cosas caras; pero si lo caro conlleva una excelente calidad, entonces hay que preferir en cierto modo a lo que es caro.
EL PADRE NOS CREO LIBRES
EL PADRE NOS CREÓ LIBRES
(Lc 15,12-13; Salm 102, 1-4. 9-12; Apoc 3,20)
Les invito a que nos detengamos con más esmero en la persona del padre. El primer gesto maravilloso del padre aparece cuando accede a la exigencia de su hijo menor: “dame la parte de la herencia que me corresponde“. Y el padre repartió su bienes entre los dos hermanos” (v. 12). Las palabras del menor son duras, como pedernal, ni siquiera le llama padre. El padre dio la herencia, de una vez, a los dos hijos y no se opuso a que el hijo menor se marchara. No podía obligarle a vivir junto a él contra su voluntad. No podía forzar su amor, coartar su libertad. Un hijo sin libertad es un esclavo. Por eso, no fue el padre quien convirtió en esclavo al hijo, sino este mismo quien quiso dejar de ser hijo y empezar a ser esclavo. Quien no se comporta como hijo se comporta como esclavo, pues somos hijos o esclavos (Gal 4-5).
174. Cuando yo me vaya
174.1. Cuando llegue el silencio y no escuches más mis palabras, tendrás aún tiempo suficiente para recordar lo que te he dicho, y habrá para ti la oportunidad de acoger con amor lo escuchado o para rechazar con desconfianza lo que tú mismo has y habrás escrito.
174.2. Esto significa que no voy a imponerme en tu vida, ni en la vida de nadie. Soy como una estrella que aparece la noche que le corresponde, y brilla con todo el amor que puede. Alguna vez hay ojos para acoger ese brillo y tal vez también una boca que con inspiración y acierto cuenta su belleza. Otras veces, en cambio, el destello se pierde o parece perderse en la noche, pues no es verdad que se pierda, sino que queda siempre regalada. Lo que sí puedo decirte, y espero que lo entiendas, es que cuando yo me vaya, sea que me hayas aceptado o no aceptado, ya no te haré falta.
174.3. Deja que te invite a la alegría. Dios te ama; su amor es eterno.
CARTA DE IDENTIDAD DEL PADRE
CARTA DE IDENTIDAD DEL PADRE
(Lc 15, 12-13; Ex 34,6; 1Jn 4, 8.16)
La parábola del “padre misericordioso”, es “la perla”, la reina de las parábolas de Jesús, indudablemente la más bella. Y es que Jesús entrega lo que ama con infinito amor y honda ternura. Charles Peguy dice de ella: “Esta es la palabra de Dios que ha llegado más lejos, la que ha tenido más éxito temporal y eterno. Es célebre, incluso, entre los impíos y ha encontrado en ellos un orificio de entrada y quizá es ella sola la que permanece clavada en el corazón del impío, como un clavo de ternura”.
Se lee y nunca se deja de admirar. Se la llama la parábola del hijo pródigo, pero esto no es exacto, pues el protagonista de la narración, el personaje central no es el hijo menor. La figura central de ese texto incomparable es la figura del padre. Con este cuadro quiso Jesús revelarnos la verdadera imagen de Dios. Por eso deberíamos llamar a esta parábola la “carta sobre la identidad de Dios” que el mismo Jesús, Hijo de Dios, nos entregó. Por eso hoy, ya no se habla de la parábola del hijo pródigo, sino de la parábola del Padre misericordioso. En efecto, en la lectura de la parábola “poco a poco va surgiendo el rostro misterioso de un Dios incomprensible para el puro razonamiento humano, pero verdaderamente fascinante”. La traducción ecuménica de la Biblia dice que el mensaje no se centra tanto en la conversión del hijo, cuanto en el amor y en la misericordia del Padre. De todos modos, la parábola, más que un resumen de la historia de cada uno de nosotros, es el retrato de nuestro Padre Celestial, hecho nada menos que por el mismo Jesús, el Hijo amado. Les invito a dejarse empapar de esta Palabra de Jesús y analizar la narración en todos sus pormenores. No nos puede eximir de hacerlo el que conozcamos la parábola desde nuestra niñez. Hay cosas que nunca acaban de comprenderse suficientemente. Necesitamos captar en profundidad las distintas posturas de los tres personajes y prestar una atención especial a sus sentimientos y a la relación que hay entre ellos.
MARIA Y LA TRINIDAD
MARIA Y LA TRINIDAD
(Hech 1,14; Gal 4, 4-5; Lc 1,42; Mt 1,16)
Les invito a iniciar una reflexión sobre María en relación con la Trinidad. María, maestra de espiritualidad, preside la escuela de los hombres y mujeres que se dejan cincelar por las manos del Espíritu Santo. Así como el nacimiento de la Iglesia estuvo precedido por la compañía, la intercesión y la enseñanza de María con la comunidad apostólica, de la misma manera Ella intercede hoy, nos acompaña y nos educa desde el cielo para que construyamos en unidad la Iglesia del nuevo milenio. María desde el cielo continúa su misión materna de crianza y educación de sus hijos, los miembros del Cuerpo de Cristo, cooperando al nacimiento y al desarrollo de la vida divina en las almas de sus hijos redimidos. Ella, maestra de espiritualidad, es nuestra guía como mujer experta en la vida de comunión con Dios, pues fue tabernáculo espléndido de la Trinidad.
173. Las Manos de Dios
173.1. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
173.2. Por las manos puedes conocer mucho de las personas. Gruesas y fuertes las del campesino; toscas y hábiles las del albañil; finas y ágiles las del citarista; expresivas, casi patéticas, las del pensador; gráciles y elocuentes las del predicador.
EL ESPIRITU DE FILIACION
EL ESPIRITU DE FILIACION
(Hech 1, 4-14; 2, 1-47; Jn 1, 33; Lc 4, 14-19; Rm 5,5)
Les invito a descubrir lo que quiere decir la expresión “Bautismo en el Espíritu Santo” y cuáles son los efectos en las personas que lo reciben bien dispuestas. Jesús mismo, quien emplea esa expresión, alertó a sus discípulos sobre la importancia del Espíritu Santo y la necesidad de recibirlo. Por eso, les mandó no salir de Jerusalén a la evangelización del mundo sin recibir antes la “Promesa del Padre”. Les dijo: “Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días”recibirá la fuerza del Espíritu Santo cuando venga sobre ustedes, serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los extremos de la tierra” (Hech 1, 5-8).
172. Un Día Antes de la Encarnación
172.1. Un día antes de la Encarnación, ¿qué había en el mundo?
172.2. La Iglesia celebra desde hace mucho tiempo el día de la Encarnación el 25 de marzo. Como te dije en otra ocasión, no es mi oficio resolver tu curiosidad o la de cualquier otro, en el sentido de “revelarte” lo que no te ha dicho la Iglesia visible, que tiene autoridad sobre ti y lleva en su interior la gracia del Espíritu Santo. Para efectos, pues, de estas mis palabras, tomemos ese número y esa fecha, y planteemos de nuevo la pregunta así: ¿cómo estaba el mundo aquel 24 de marzo?
172.3. Corría el agua por los arroyos y brillaba igual el sol en el cielo. Eran tan tímidas las estrellas de aquella última noche antes de la Encarnación como siguen siéndolo en esta precisa noche. Los pájaros, que de nada se enteraron, cantaban antes de aquella fecha con un gozo digno de que ya hubiera pasado el gran acontecimiento, y en los valles umbríos las cadencias de la tarde tenían la misma tristeza de siempre.
EL ESPIRITU DEL PADRE Y DEL HIJO
EL ESPÍRITU DEL PADRE Y DEL HIJO
(Jn 3,5; 14,16-17.26; Rm 8,14-28)
Jesús nos entregó directamente la revelación del Espíritu Santo. Lo prometió a sus discípulos, revelando así su existencia y manifestándoles su naturaleza y misión. Él es una Persona divina, igual al Padre y al Hijo. En ese maravilloso sermón de la Cena Jesús amorosamente va descorriendo velos sobre su identidad y la de las otras Personas divinas. Al prometernos el Espíritu Santo, nos revela su existencia: “Yo pediré al Padre, que os envíe otro Paráclito, el Espíritu de la Verdad (Jn 14,16), “que procede del Padre” (Jn 15,26). Por ser el Espíritu de la Verdad procede, también, del Hijo, de Jesús. Por eso, ha dicho: “El mundo no le ve ni le conoce.. ustedes le conocen porque vive con ustedes y está con ustedes” (Jn 14,17.26). Les dice que el Espíritu Santo está con ellos, pues Jesús y Él son UNO. Para darnos una idea precisa sobre su naturaleza, afirma que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo. No es exclusivo del Padre ni del Hijo, sino de los dos. Es de naturaleza divina como el Padre y como el Hijo, y uno con Ellos. Es la tercera Persona de la Trinidad que, como tal, procede del Padre y del Hijo.
171. La Fragilidad
171.1. Es tiempo de que te habla de tu modo propio de pobreza, es decir, la fragilidad. Tal vez tú no recuerdes, pero yo sí me acuerdo de tu primera experiencia con este concepto: un letrero en uno de los lados de una caja de cartón para un televisor. Sólo un palabra, en notorias mayúsculas: “FRAGIL.” Sólo una palabra, ¡pero cuánto te dijo y cuánto dice esa palabra!
171.2. Tu mente de niño ya notó en aquella ocasión que ni las cajas de los juguetes ni las bolsas del pan tenían esa nueva palabra. Ni la comida ni el juego: dos realidades muy próximas a tu condición y a tus intereses. “Las cosas frágiles son cosas de la gente grande,” pensaste. Tu mundo no era o no te parecía un mundo frágil en aquella época.
El Espiritu Santo es una Persona Divina
El Espíritu Santo es una Persona Divina
(Hech 19, 1-4; Jn 7, 38- ; Rm 8, 14-28)
Les invito a profundizar en el descubrimiento de la naturaleza del Espíritu Santo, conforme nos lo revelan Jesús y la Sagrada Escritura. Es claro que la revelación del Espíritu Santo, como la del Padre, nos viene directamente de Jesucristo. Sólo Él podía entregarla. Jesús prometió el Espíritu Santo y lo envió a su Iglesia. Por eso, lo reveló e ilustró a sus discípulos sobre él, en cuanto a su naturaleza y en cuanto a su misión en la Iglesia. Si fue fundamental para los apóstoles hacer claridad en punto tan esencial de la vida de la Iglesia, otro tanto lo es para nosotros, pues como ellos, somos hijos de Dios por el Espíritu Santo. Inicio esta reflexión con la experiencia de vida que nos trae el libro de los Hechos de los apóstoles. Al llegar san Pablo a Éfeso, encontró alg0unos discípulos y les preguntó: “¿recibieron el Espíritu Santo cuando abrazaron la fe?”. Tremenda sorpresa se debió llevar el apóstol ante la inesperada respuesta que le dieron: “Ni siquiera hemos oído decir que exista el Espíritu Santo” (Hech 19, 1-4).
Yo pienso que esta experiencia de los Efesios muestra, también, el lugar que el Espíritu Santo ocupa en la vida de muchos cristianos. Y es imposible ser cristiano sin conocer a esta Persona divina y, todavía menos, sin haberlo recibido. Jesús mismo le da el nombre por el que debe ser conocido e invocado por todos los cristianos. Se llama Espíritu Santo. Le da, también, los nombres de Paráclito o enviado y de Espíritu de la Verdad.
170. Bendecir a Dios
170.1. Bendecir a Dios no es otra cosa que reconocer sus bendiciones. Cuando la bendición que Dios te da se vuelve palabra en ti, tú bendices al que te ha bendecido.
170.2. Hay muchas razones por las que es saludable para el corazón humano bendecir a Dios. La primera y más importante es la que nace de la esencia misma de la bendición: puesto que su origen y su término están en Dios mismo, cada vez que bendices a Dios estás estrechando más el abrazo de su amor que sale de Él como bendición que te abarca y vuelve hacia Él como palabra y canto que Él mismo hace brotar en ti. De este modo la palabra de bendición, o mejor: el saludable hábito de bendecir el Nombre de Dios te aprieta más y más en su corazón, como un niño que cada vez que le dice a la mamá: “Es que yo te quiero mucho” se hunde y aprieta más en la blanda carne del regazo amado. Semejante unión es, con mucho, lo más deseable para el alma humana que goza de buena salud, porque es su modo propio de acercarse al fin para el que fue creada.
JESUS, UNICO CAMINO PARA IR EL PADRE
JESUS, UNICO CAMINO PARA IR EL PADRE
Vamos a iniciar una reflexión sobre el descubrimiento del Padre a través de su Hijo divino, como el único camino que nos lleva al Padre. En efecto, nadie ha conocido a Dios, sino el Hijo único. Y El nos lo ha dado a conocer.
Dios Padre se ha hecho visible
El Evangelio de san Juan nos cuenta varios momentos maravillosos de la revelación del Padre, hecha por el mismo Jesús. En diálogo con sus discípulos, llenos de una gran expectativa, al requerimiento de Felipe: “¡Señor, muéstranos al Padre! (Jn 14, 8), oyen de labios de Jesús la siguiente declaración: “¡el que me ha visto a mí, ha visto al Padre!” (Jn 14,10). Le duele a Jesús que Felipe y sus discípulos, después de tanto tiempo de convivencia y de tantas confidencias como les había hecho, no hayan siquiera llegado a intuir su relación íntima con su Padre. En Jesús se hace transparente el Padre.
168. Con lo que da y con lo que niega
168.1. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
168.2. Una pequeña hoguera es menor que un gran incendio. Pero muchas hogueras pequeñas hacen más que un inmenso incendio. No puedes reemplazar las fogatas que arden en cada casa y dan suave calor a los habitantes de cada hogar con una conflagración espantosa que deja sin casa y sin hogar a una multitud.
Catequesis de Pentecostes
1. En la última cena Jesús dijo a los Apóstoles: «Os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré» (Jn 16, 7). La tarde del día de Pascua, Jesús cumplió su promesa: se apareció a los Once, reunidos en el cenáculo, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo» (Jn 20, 22). Cincuenta días después, en Pentecostés, tuvo lugar «la manifestación definitiva de lo que se había realizado en el cenáculo el domingo de Pascua» (Dominum et vivificantem, 25). El libro de los Hechos de los Apóstoles nos ha conservado la descripción del acontecimiento (cf. Hch 2,14).
Reflexionando sobre ese texto, podemos descubrir algunos rasgos de la misteriosa identidad del Espíritu Santo.
167. La Norma del Peregrino
167.1. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
167.2. Con motivo de tu viaje quiero enseñarte dos cosas. La primera es la norma de tu peregrinar en la tierra; la segunda se refiere al uso de los bienes temporales.