MAGNIFICAT es el título dado comúnmente al texto en latín y a la traducción al lenguaje vernáculo del cántico (o canción) de María. Es la palabra inicial del texto de la Vulgata (Lucas 1,46–55): “Magnificat anima mea, Dominum”, etc. (Engrandece mi alma al Señor, etc.). En los antifonarios antiguos frecuentemente se le llamaba Evangelium Mariae, el “Evangelio de María” . En el Breviario Romano se titula (vísperas para el domingo) Canticum B. M. V. (Cántico de la Bienaventurada Virgen María). El “Magníficat”, el “Benedictus” (Cántico de Zacarías —Lc. 1,68–79), y el “Nunc Dimittis” (Cántico de Simeón —Lc. 2,29–32) son llamados también “cánticos evangélicos” ya que aparecen en el Evangelio (Evangelium) de San Lucas.
[Predicación en la Misión Santa Ana, de la Arquidiócesis de Miami.]
* Los seres humanos nos agrupamos por diversas razones. Las más comunes son: gusto, conveniencia, interés, miedo y deseo. El amor que está detrás de de esas razones es el que la biblia llama “amor carnal.” Obsérvese que “carne” no alude simplemente a sexo.
* El amor carnal tiene un lugar importante en la vida humana, en la medida en que permite formas de asociación y cooperación que van desde la libre empresa hasta la unión procreadora. Pero el amor carnal es insuficiente para fundar sobre él comunidad.
* En efecto, la oferta del amor salvador de Dios es necesaria para todos, sin distinciones, y el amor carnal ciertamente hace distinciones según los gustos y las conveniencias. por eso, el amor propio de la redención ha de ser un amor mayor, uno que pasa por encima de las motivaciones del amor carnal.
* Vemos brillar ese amor mayor en la Santísima Virgen María, quien vio en el calvario a su Hijo completamente abandonado de sus discípulos, pero luego oró por y con esos mismos discípulos, implorando el Don del Espíritu.
* Las notas básicas de ese Amor Mayor se ven bien en el Padrenuestro, de la primera a la última de sus palabras.
“Título de cierto himno –o, mejor dicho, de un Oficio de la Liturgia Griega– en honor de la Madre de Dios. Es un título importante; ya que, mientras en otros himnos parecidos se permite que, en algunos momentos, la gente tome asiento, este himno, en parte se lee y en parte se canta, mientras todos permanecen de pie…”
“La virginidad perpetua de Nuestra Señora fue enseñada y propuesta a nuestra fe no solamente por los concilios y credos, sino también por los primeros Padres…”
[Retiro Espiritual “De Nazareth a la Cruz; de la Cruz a la Luz,” ofrecido a las Hermanas Dominicas Nazarenas, con ocasión de su IX Capítulo General Electivo en Diciembre de 2012.]
Tema 9: María y los Pobres de YHWH
* La santidad excepcional de la Virgen María hace que uno fácilmente la vea como un caso también excepcional, y en ese sentido, desconectado de su pasado, y de la gente y cultura de su tiempo. Su santidad se ve entonces como algo ajeno al curso de la historia humana, algo que reposa únicamente en la impenetrable voluntad de Dios, como si se tratar de un capricho. Por supuesto, ese actuar divino no genera inspiración ni responsabilidad alguna de parte de quien no ha recibido esos dones.
* Las cosas cambian cuando se recorre el camino que hizo la fe del pueblo elegido. El desierto ocupa un lugar importante porque es el espacio, físico y existencial, en el que los ídolos aparecen en toda su impotencia, y la providencia de Dios se muestra como revelación de su majestad y soberanía. El despojo del desierto es así paradójicamente una buena noticia: ser llevado al desierto es ser llamado a renovarse en el amor y la fidelidad, como la predicó Oseas.
* Pero el corazón humano no acepta de buen grado esa ley del despojo. Fue una circunstancia forzosa, el destierro a Babilonia, lo que terminó de romper el corazón arrogante e idólatra, de modo que el pueblo que salió de ese abismo de dolor pudo conocerse en su propia miseria y pecado. Es el tono que se encuentra en las confesiones penitenciales de los primeros tres capítulos del libro de Baruc.
* Ese es también el tono humilde del “Pequeño Resto,” cuya nota principal es la humildad y la confianza en Dios. Tal es la espiritualidad de Nazareth, de la Virgen María, y de las bienaventuranzas.
No es arrogancia sino ansia bendita de mostrar el Evangelio, lo que lleva a María a dejar ver la hermosura del misterio de la gracia divina, acontecido en ella misma.
En el Magnificat, María entra con sabiduría en la revelación de la misericordia y muestra cómo el rechazo a la misericordia nos deja en el ámbito de la sola justicia.