La actividad economico-social y el reino de Cristo

72. Los cristianos que toman parte activa en el movimiento económico-social de nuestro tiempo y luchan por la justicia y caridad, convénzanse de que pueden contribuir mucho al bienestar de la humanidad y a la paz del mundo. Individual y colectivamente den ejemplo en este campo. Adquirida la competencia profesional y la experiencia que son absolutamente necesarias, respeten en la acción temporal la justa jerarquía de valores, con fidelidad a Cristo y a su Evangelio, a fin de que toda su vida, así la individual como la social, quede saturada con el espíritu de las bienaventuranzas, y particularmente con el espíritu de la pobreza.

Quien con obediencia a Cristo busca ante todo el reino de Dios, encuentra en éste un amor más fuerte y más puro para ayudar a todos sus hermanos y para realizar la obra de la justicia bajo la inspiración de la caridad.

[Constitución Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, n. 71]

Tres palabras para la Mujer, 3 de 3

Tres Palabras para la Mujer de hoy. Tema 3 de 3: Busca el Reino de Dios

* Cristo no es un iluso ni un ilusionista. Nos enseña, con verdad y realismo, que el camino de la fe implica abrazar el misterio de la Cruz.

* Pero no es Cruz cualquier sufrimiento sino sólo aquel sufrimiento que sale a nuestro encuentro cuando hemos tomado una seria resolución de amor y obediencia hacia Dios.

* No buscamos el dolor porque amemos el dolor, ni buscamos la Cruz por ella misma, sino porque amamos al Crucificado. Para quien tiene verdaderamente a Cristo en su vida, el sufrimiento no es derrota sino experiencia de la victoria del Cristo que sufre con nosotros para que nosotros venzamos en Él y junto con Él.

* Para que Cristo reciba su lugar en nuestra vida es necesario dejar las idolatrías, eliminándolas de raíz, ya que ningún bien se sigue de esperar a que crezcan. Esa mala hierba no prosperará si hacemos propósito de someter desde el primer momento todos nuestros anhelos, deseos y esperanzas.

Educacion Catolica, 019

Instaura el Reino en tu vida

25. Hermanos, en el proceso de adquisición del Reino de Dios hay un orden. Primero debemos tener vida sacramental íntegra y sincera; también debemos tener vida interior, sin la cual es imposible se instale el Reino en nosotros. O sea, nuestra alma debe estar viva y despierta, lo cual se logra por medio de los Sacramentos y de acatar la recomendación de dulce Jesús: “niégate a ti mismo, toma tu cruz y sígueme”. Con los Sacramentos adquiere vida sobrenatural el alma y con la negación de uno mismo despierta, o sea, se activa.

Sólo la Iglesia tiene la potestad de dar vida sobrenatural al hombre, y dicha potestad conferida por su fundador Jesucristo; esta vida se recibe por medio de los Sacramentos y se conserva por la fidelidad a los mismos. Mas para que el alma tenga vida activa o despierta, el hombre debe aprender a negarse para que su ser interior, su “hombre interior”, adquiera vida y presencia activa en su interior. Sin este requisito, el Reino de Dios no puede asentarse en el interior, pues ¿cómo se asentaría el Reino en un alma muerta por el pecado o dormida por no atenderla dándole alimento y ejercicio?

Pues bien, con el alma dispuesta y con la práctica y cultivo de los Sacramentos, entonces empieza a situarse el Reino de Dios; entonces los ángeles y los santos, entablan una amistad cercana e íntima con el hombre, aprendiendo unidos.

Y es hasta entonces, cuando están instalados los súbditos en el alma, cuando la Reina celestial puede también establecerse en el interior; pues cuando el hombre se niega a sí mismo y toma su cruz y participa de la Cruz del Señor, entonces la Reina celestial puede permanecer en el interior sin ser atacada u ofendida por nuestro mal interior; además que es custodiada por sus súbditos ángeles y santos.

Y estando la Reina y sus ejércitos, entonces el Rey toma posesión del ser del hombre de manera permanente, iniciando el misterioso proceso de la unificación; es decir, el proceso de la santificación-deificación que consiste en hacerse “perfectamente uno” (Jn 17, 23) con el hombre.

Queridos hermanos, busquemos con afán el Reino de Dios, así como nos lo indica nuestro Salvador, a fin de que Él se aposente en nuestro corazón. Pidamos con humildad tal don al Padre Bueno, quien se desvive por hacernos suyos y darnos sus bienes.

[Texto original de Juan de Jesús y María.]