Genesis de la escultura medieval

escultura medieval
“El arte medieval, inicialmente diversificado por las distintas culturas de los pueblos bárbaros, se fue unificando en un proceso lento dominado por la fuerza revitalizadora de la religión. Las condiciones de vida en Europa contribuyeron a que el arte, en torno a los monasterios y a las catedrales, fuera exclusivamente religioso, cristiano y eclesiástico…” Click!

Viva la Poesi­a

El científico dice: “la estrella se ve” o “la estrella no se ve.” El poeta dice: “Tímida, la estrella se asoma.”

El técnico dijo: “Ese coche ya no funciona más; hay que venderlo por chatarra.” El poeta replica: “El camino… ¡cuántos caminos! se han agolpado en las entrañas de mi coche; ebrio de vida y de historia, necesita por igual del sueño y de la lucidez del recuerdo.”

El computador dice: “Se ha llenado este disco duro. Borre archivos o conecte un disco de mayor capacidad.” El poeta comenta: “Cada nuevo recuerdo, es un nuevo huésped de mi alma. Los demás salen a recibirlo y las historias del recién llegado a todos entretienen.”

El médico pragmático anuncia: “El paciente está en coma irreversible, y es cosa que debemos asumir. Punto.” El poeta dice: “Aguardad un poco, que aún no se sabe si es un punto o un punto y coma.”

El negociante de la bolsa dice: “¡Es hora de comprar!” Y por la tarde dice: “¡Es hora de vender!” El poeta garrapatea: “Es hora de aprender; es tiempo de callar…”

El sepulturero dice: “Ernesto ha muerto.” El poeta escribe parsimonioso y convencido en su cuaderno: “Ernesto entregó la vida.”

El escéptico dice: “Mira, tu semilla, la de la esquina del jardín, se murió.” El poeta reclama: “¿Y ya viste cómo en esa esquina hay un brote nuevo donde ella estaba?”

El amor de Sorolla

“Sorolla fue un genio, superdotado para el dibujo rápido y para la resolución del color… Sorolla vivió por y para los suyos, especialmente para sus tres hijos… Sorolla fue protagonista de una intensísima historia de amor con su esposa, hasta el final de sus días…” Click!

¿Para qué la utopía?

La utopía, como un horizonte, está lejos

Y yo camino dos pasos
Y ella se aleja dos pasos,
El horizonte se aleja,
Y yo camino diez pasos
Y ella se aleja diez pasos.
¿Para que sirve?
Sirve para eso:
para caminar!

E. Galeano.

La Rosa y la Mendiga

Durante su estadía en la ciudad de París, el poeta alemán Reinero María Rilke pasaba todos los días por un lugar donde se hallaba una mendiga. Ella estaba sentada, espaldas a un muro de una propiedad privada, en silencio y aparentemente sin interés en aquello que solía ocurrir a su alrededor.

Cuando alguien se acercaba y depositaba en su mano una moneda, rápidamente con un ademán furtivo guardaba ese tesoro en el bolsillo de su desgarbado abrigo. No daba nunca las gracias y nunca levantaba la vista para saber quién fue el donante. Así estaba, día tras día, echada de espaldas contra aquella pared.

Un día, Reinero María pasó con un amigo y se paró frente de la mendiga. Sacó una rosa que había traído y la depositó en su mano. Aquí pasó lo que nunca había ocurrido: la mujer levantó su mirada, agarró la mano de su benefactor y, sin soltarla, la cubrió de besos. Enseguida se levanta, guarda la rosa entre sus manos y lentamente se aleja del lugar.

Al día siguiente no se encontraba la mujer en su lugar habitual y tampoco durante el día siguiente y el subsiguiente; y así durante toda una semana. Con asombro, el amigo le consulta a Reinero María acerca del resultado tan angustiante de su dádiva.

Rilke le dice:

– “Se debe regalar a su corazón, no a su mano.”

Tampoco se aguantó el amigo la otra pregunta acerca de cómo haya vivido la mendiga durante todos estos días, ya que nadie ha depositado ninguna moneda en sus manos.

Reinero María le dijo:

– “De la rosa”.

Resurrección

Había una poesía

que lo era de noche y día.

Vivía sin más razón

que mostrar al corazón

la verdad que él escondía.

Y vino un razonamiento,

de luz también sediento,

que encontró aquella poesía

le preguntó si vivía

y la mató en aquel momento.

Todo quedó tan claro,

tan lúcido, yerto y raro;

que aquel gran razonamiento,

transido de sentimiento,

se supo ya sin amparo.

Lloró con llanto apacible,

y de su río imposible

renació al fin la poesía,

que solamente dormía

en su misterio inasible.

-Fr. Nelson Medina, O.P.

(A mi amigo Alcides)