Vocación profética, 04 de 16, Elías

[Vocación profética de la Vida Religiosa: un retiro ofrecida a las Dominicas de la Inmaculada, en Ecuador. Julio de 2014.]

Tema 4 de 16: Elías

* Por conveniencias políticas y una sabiduría demasiado mundana, Salomón llevó múltiples cultos idolátricos a Jerusalén. Y sucedió lo que suele suceder: el pecado entra como una humilde alternativa pero pronto se establece como una arrogante tiranía.

* En el Reino del Norte, Israel, reinaba el pusilánime rey Ajab, cuando Jezabel, su esposa, una mujer pagana y bien convencida idólatra, decidió erradicar el antiguo y para ella estorboso culto a Yahvé.

* Tal es el ambiente en que Elías inicia su ministerio: el pecado no sólo es tolerado sino que se ha convertido prácticamente en obligatorio.

* En este sentido, los tiempo de Elías no son muy distintos de los nuestros, en que vemos la tiranía del pecado surgir por todas partes.

Contexto del Camino Espiritual de Santa Teresa del Niño Jesus

[Reflexión durante una peregrinación a Lisieux, con algunos amigos hispanohablantes y de lengua francesa. Junio de 2014.]

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* Los santos no son solamente episodios de la gracia: son respuestas de Dios a momentos específicos de la vida de la Iglesia y la sociedad. Esto se cumple muy visiblemente en la historia de Santa Teresa del Niño Jesús.

* El positivismo reinante en el siglo XIX desprecia la fe y quiere entronizar la razón escéptica, crítica e individualista como única fuente de certeza. Frente a esa arrogancia, la humildad de Teresa y su capacidad de confiar en Dios como Padre es una sonrisa y es una respuesta.

* El camino de Teresa trae sugerencias específicas a nuestra vida:

1. No des a Dios por ya conocido.

2. Descubre tus motivaciones y no te tomes excesivamente en serio.

3. Avanza hasta llegar al agradecimiento y la confianza.

Discurso del Papa Francisco ante el Presidente del Estado de Israel

“La construcción de la paz exige sobre todo el respeto a la libertad y a la dignidad de la persona humana, que judíos, cristianos y musulmanes consideran igualmente creada por Dios y destinada a la vida eterna. A partir de este punto de referencia que tenemos en común, es posible proseguir en el empeño por una solución pacífica de las controversias y los conflictos. A este respecto, renuevo el deseo de que se eviten, por parte de todos, las iniciativas y los actos que contradicen la declarada voluntad de alcanzar un verdadero acuerdo y de que no nos cansemos de perseguir la paz con determinación y coherencia…”

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Valiente discurso del Papa Francisco a los Directores de la ONU

“La funcionaria de derechos humanos de mayor rango en la ONU, Navi Pillay, miraba hacia abajo y estaba inquieta mientras el Papa Francisco daba un mensaje provida sin ambigüedades al secretario general Ban Ki-moon y a altos funcionarios de la ONU. Los niños por nacer son «nuestros hermanos y hermanas», dijo el papa Francisco a Pillay y a sus colegas reunidos en Roma para una reunión de coordinación. La oficina de Pillay facilita la tarea de los comités de la ONU que hace poco dijeron al Vaticano que modifique la enseñanza de la Iglesia sobre el aborto…”

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La misión te renueva

Si queremos crecer en la vida espiritual, no podemos dejar de ser misioneros. La tarea evangelizadora enriquece la mente y el corazón, nos abre horizontes espirituales, nos hace más sensibles para reconocer la acción del Espíritu, nos saca de nuestros esquemas espirituales limitados. Simultáneamente, un misionero entregado experimenta el gusto de ser un manantial, que desborda y refresca a los demás. Sólo puede ser misionero alguien que se sienta bien buscando el bien de los demás, deseando la felicidad de los otros. Esa apertura del corazón es fuente de felicidad, porque «hay más alegría en dar que en recibir» (Hch 20,35). Uno no vive mejor si escapa de los demás, si se esconde, si se niega a compartir, si se resiste a dar, si se encierra en la comodidad.

(Papa Francisco, en Evangelii Gaudium, n. 272)

El Camino de la Misericordia, 4 de 4, San Juan XXIII, Testigo de la Misericordia

[Conferencias con la Casa de la Misericordia de Bucaramanga. Abril de 2014.]

Tema 4 de 4: San Juan XXIII, Testigo de la Misericordia

* Este es un hombre de familia sencilla, llena de amor y unidad. Un hombre de Dios, puesto delante de los horrores más repugnantes del ser humano, especialmente en las dos Guerras Mundiales. Un hombre que conoció el vacío existencial de la post guerra: la amenaza nuclear; la Guerra Fría; los desmanes del comunismo; la tenebrosa seducción del existencialismo ateo.

* Un sacerdote que descubrió como nadie la urgencia de perdón y de reconstrucción interior que tiene nuestro tiempo. Uno que supo valorar la paz, la ternura, el dolor por aquella que implanta distancia entre los hombres y los pueblos.

* De todo ello aprendió el valor de la humildad, el buen humor, la mansedumbre, la renuncia a la venganza, y sobre todo: la bondad, y la serenidad.

El verdadero rostro de Juan XXIII

Uno de los inmensos bienes que trae la canonización de Juan XXIII es la recuperación de su perfil espiritual y pastoral. Bien sabido es que numerosos progresistas han querido tomar como apoyo a sus posturas una especie de caricatura del Papa Bueno. Se ha querido sistemáticamente usar su lenguaje de caridad y misericordia como una especie de complicidad bonachona ante el pecado, o como licencia para despreciar los mandamientos de Dios y las leyes de la Iglesia. Semejante engaño va a ser más difícil de sostener a medida que la estatura y la reciedumbre espiritual del Papa Roncalli alcancen su genuina dimensión.

El ecumenismo de Juan XXIII no es negación de la verdad de la fe; la compasión de este gran Papa no es aprobación de mediocridad ni permiso para pecar; su anhelo de paz no se disuelve en irenismo ni en pura diplomacia o negociación de contrarios.

Sólo el amor nos hace verdaderos pero sólo la verdad preserva la pureza del amor, y lo defiende de los numerosos ídolos que tratan de suplantarle. He aquí una lección que tendremos que recordar muchas veces, ahora que la Providencia de Dios nos ha concedido al Papa Francisco, en tantas cosas semejante al humilde Papa de Sotto-il-Monte.

El Papa Francisco nos invita a examinarnos

Hemos oído muchos nombres, tantos nombres. El grupo de dirigentes religiosos, algunos sacerdotes, algunos fariseos, algunos maestros de la ley, que habían decidido matarlo. Estaban esperando la oportunidad de apresarlo. ¿Soy yo como uno de ellos?

También hemos oído otro nombre: Judas. Treinta monedas. ¿Yo soy como Judas? Hemos escuchado otros nombres: los discípulos que no entendían nada, que se durmieron mientras el Señor sufría. Mi vida, ¿está adormecida? ¿O soy como los discípulos, que no entendían lo que significaba traicionar a Jesús? ¿O como aquel otro discípulo que quería resolverlo todo con la espada? ¿Soy yo como ellos? ¿Soy yo como Judas, que finge amar y besa al Maestro para entregarlo, para traicionarlo? ¿Soy yo, un traidor? ¿Soy como aquellos dirigentes que organizan a toda prisa un tribunal y buscan falsos testigos? ¿Soy como ellos? Y cuando hago esto, si lo hago, ¿creo que de este modo salvo al pueblo?

¿Soy yo como Pilato? Cuando veo que la situación se pone difícil, ¿me lavo las manos y no sé asumir mi responsabilidad, dejando que condenen – o condenando yo mismo – a las personas?

¿Soy yo como aquel gentío que no sabía bien si se trataba de una reunión religiosa, de un juicio o de un circo, y que elige a Barrabás? Para ellos da igual: era más divertido, para humillar a Jesús.

¿Soy como los soldados que golpean al Señor, le escupen, lo insultan, se divierten humillando al Señor?

¿Soy como el Cireneo, que volvía del trabajo, cansado, pero que tuvo la buena voluntad de ayudar al Señor a llevar la cruz?

¿Soy como aquellos que pasaban ante la cruz y se burlaban de Jesús : «¡Él era tan valiente!… Que baje de la cruz y creeremos en él»? Mofarse de Jesús…

¿Soy yo como aquellas mujeres valientes, y como la Madre de Jesús, que estaban allí y sufrían en silencio?

¿Soy como José, el discípulo escondido, que lleva el cuerpo de Jesús con amor para enterrarlo?

¿Soy como las dos Marías que permanecen ante el sepulcro llorando y rezando?

¿Soy como aquellos jefes que al día siguiente fueron a Pilato para decirle: «Mira que éste ha dicho que resucitaría. Que no haya otro engaño», y bloquean la vida, bloquean el sepulcro para defender la doctrina, para que no salte fuera la vida?

¿Dónde está mi corazón? ¿A cuál de estas personas me parezco? Que esta pregunta nos acompañe.

De su homilía del 13 de Abril de 2014