Homilía del Papa Francisco en la Navidad 2018

José, con María su esposa, subió “a la ciudad de David, que se llama Belén”. Esta noche, también nosotros subimos a Belén para descubrir el misterio de la Navidad.

1. Belén: el nombre significa casa del pan. En esta “casa” el Señor convoca hoy a la humanidad. Él sabe que necesitamos alimentarnos para vivir. Pero sabe también que los alimentos del mundo no sacian el corazón. En la Escritura, el pecado original de la humanidad está asociado precisamente con tomar alimento: “tomó de su fruto y comió”, dice el libro del Génesis. Tomó y comió. El hombre se convierte en ávido y voraz. Parece que el tener, el acumular cosas es para muchos el sentido de la vida. Una insaciable codicia atraviesa la historia humana, hasta las paradojas de hoy, cuando unos pocos banquetean espléndidamente y muchos no tienen pan para vivir.

Belén es el punto de inflexión para cambiar el curso de la historia. Allí, Dios, en la casa del pan, nace en un pesebre. Como si nos dijera: Aquí estoy para vosotros, como vuestro alimento. No toma, sino que ofrece el alimento; no da algo, sino que se da él mismo. En Belén descubrimos que Dios no es alguien que toma la vida, sino aquel que da la vida. Al hombre, acostumbrado desde los orígenes a tomar y comer, Jesús le dice: “Tomad, comed: esto es mi cuerpo”. El cuerpecito del Niño de Belén propone un modelo de vida nuevo: no devorar y acaparar, sino compartir y dar. Dios se hace pequeño para ser nuestro alimento. Nutriéndonos de él, Pan de Vida, podemos renacer en el amor y romper la espiral de la avidez y la codicia. Desde la “casa del pan”, Jesús lleva de nuevo al hombre a casa, para que se convierta en un familiar de su Dios y en un hermano de su prójimo. Ante el pesebre, comprendemos que lo que alimenta la vida no son los bienes, sino el amor; no es la voracidad, sino la caridad; no es la abundancia ostentosa, sino la sencillez que se ha de preservar.

El Señor sabe que necesitamos alimentarnos todos los días. Por eso se ha ofrecido a nosotros todos los días de su vida, desde el pesebre de Belén al cenáculo de Jerusalén. Y todavía hoy, en el altar, se hace pan partido para nosotros: llama a nuestra puerta para entrar y cenar con nosotros. En Navidad recibimos en la tierra a Jesús, Pan del cielo: es un alimento que no caduca nunca, sino que nos permite saborear ya desde ahora la vida eterna.

En Belén descubrimos que la vida de Dios corre por las venas de la humanidad. Si la acogemos, la historia cambia a partir de cada uno de nosotros. Porque cuando Jesús cambia el corazón, el centro de la vida ya no es mi yo hambriento y egoísta, sino él, que nace y vive por amor. Al estar llamados esta noche a subir a Belén, casa del pan, preguntémonos: ¿Cuál es el alimento de mi vida, del que no puedo prescindir?, ¿es el Señor o es otro? Después, entrando en la gruta, individuando en la tierna pobreza del Niño una nueva fragancia de vida, la de la sencillez, preguntémonos: ¿Necesito verdaderamente tantas cosas, tantas recetas complicadas para vivir? ¿Soy capaz de prescindir de tantos complementos superfluos, para elegir una vida más sencilla? En Belén, junto a Jesús, vemos gente que ha caminado, como María, José y los pastores. Jesús es el Pan del camino. No le gustan las digestiones pesadas, largas y sedentarias, sino que nos pide levantarnos rápidamente de la mesa para servir, como panes partidos por los demás. Preguntémonos: En Navidad, ¿parto mi pan con el que no lo tiene?

2. Después de Belén casa de pan, reflexionemos sobre Belén ciudad de David. Allí David, que era un joven pastor, fue elegido por Dios para ser pastor y guía de su pueblo. En Navidad, en la ciudad de David, los que acogen a Jesús son precisamente los pastores. En aquella noche —dice el Evangelio— “se llenaron de gran temor”, pero el ángel les dijo: “No temáis”. Resuena muchas veces en el Evangelio este no temáis: parece el estribillo de Dios que busca al hombre. Porque el hombre, desde los orígenes, también a causa del pecado, tiene miedo de Dios: “me dio miedo […] y me escondí”, dice Adán después del pecado. Belén es el remedio al miedo, porque a pesar del “no” del hombre, allí Dios dice siempre “sí”: será para siempre Dios con nosotros. Y para que su presencia no inspire miedo, se hace un niño tierno. No temáis: no se lo dice a los santos, sino a los pastores, gente sencilla que en aquel tiempo no se distinguía precisamente por la finura y la devoción. El Hijo de David nace entre pastores para decirnos que nadie estará jamás solo; tenemos un Pastor que vence nuestros miedos y nos ama a todos, sin excepción.

Los pastores de Belén nos dicen también cómo ir al encuentro del Señor. Ellos velan por la noche: no duermen, sino que hacen lo que Jesús tantas veces nos pedirá: velar. Permanecen vigilantes, esperan despiertos en la oscuridad, y Dios “los envolvió de claridad”. Esto vale también para nosotros. Nuestra vida puede ser una espera, que también en las noches de los problemas se confía al Señor y lo desea; entonces recibirá su luz. Pero también puede ser una pretensión, en la que cuentan solo las propias fuerzas y los propios medios; sin embargo, en este caso el corazón permanece cerrado a la luz de Dios. Al Señor le gusta que lo esperen y no es posible esperarlo en el sofá, durmiendo. De hecho, los pastores se mueven: “fueron corriendo”, dice el texto. No se quedan quietos como quien cree que ha llegado a la meta y no necesita nada, sino que van, dejan el rebaño sin custodia, se arriesgan por Dios. Y después de haber visto a Jesús, aunque no eran expertos en el hablar, salen a anunciarlo, tanto que «todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores».

Esperar despiertos, ir, arriesgar, comunicar la belleza: son gestos de amor. El buen Pastor, que en Navidad viene para dar la vida a las ovejas, en Pascua le preguntará a Pedro, y en él a todos nosotros, la cuestión final: “¿Me amas?”. De la respuesta dependerá el futuro del rebaño. Esta noche estamos llamados a responder, a decirle también nosotros: “Te amo”. La respuesta de cada uno es esencial para todo el rebaño.

“Vayamos, pues, a Belén”: así lo dijeron y lo hicieron los pastores. También nosotros, Señor, queremos ir a Belén. El camino, también hoy, es en subida: se debe superar la cima del egoísmo, es necesario no resbalar en los barrancos de la mundanidad y del consumismo. Quiero llegar a Belén, Señor, porque es allí donde me esperas. Y darme cuenta de que tú, recostado en un pesebre, eres el pan de mi vida. Necesito la fragancia tierna de tu amor para ser, yo también, pan partido para el mundo. Tómame sobre tus hombros, buen Pastor: si me amas, yo también podré amar y tomar de la mano a los hermanos. Entonces será Navidad, cuando podré decirte: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo”.

LA GRACIA del Miércoles 26 de Diciembre de 2018

FIESTA DE SAN ESTEBAN, PROTOMÁRTIR

Al igual que Esteban estamos llamados a ser independientes y libres para ser capaces de denunciar las idolatrías de nuestro tiempo aunque nos traiga sufrimiento.

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Del Discurso del Papa Francisco a la Curia Vaticana con motivo de la Navidad 2018

La Navidad es la fiesta que nos llena de alegría y nos da la seguridad de que ningún pecado es más grande que la misericordia de Dios y que ningún acto humano puede impedir que el amanecer de la luz divina nazca y renazca en el corazón de los hombres. Es la fiesta que nos invita a renovar el compromiso evangélico de anunciar a Cristo, Salvador del mundo y luz del universo. Porque si «Cristo, “santo, inocente, inmaculado” (Hb 7,26), no conoció el pecado (cf. 2 Co 5,21), sino que vino únicamente a expiar los pecados del pueblo (cf. Hb 2,17), la Iglesia encierra en su propio seno a pecadores, y siendo al mismo tiempo santa y necesitada de purificación, avanza continuamente por la senda de la penitencia y de la renovación.

La Iglesia “va peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios”, anunciando la cruz del Señor hasta que venga (cf. 1 Co 11,26). Está fortalecida, con la virtud del Señor resucitado, para triunfar con paciencia y caridad de sus aflicciones y dificultades, tanto internas como externas, y revelar al mundo fielmente su misterio, aunque sea entre penumbras, hasta que se manifieste en todo el esplendor al final de los tiempos» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 8).

Apoyándonos en la firme convicción de que la luz es siempre más fuerte que la oscuridad, me gustaría reflexionar con vosotros sobre la luz que une la Navidad (primera venida en humildad) a la Parusía (segunda venida en esplendor) y nos confirma en la esperanza que nunca defrauda. Esa esperanza de la que depende la vida de cada uno de nosotros y toda la historia de la Iglesia y del mundo.

El Papa pide no mundanizar la Navidad

«Procuremos no mundanizar la Navidad, ni convertirla en una bonita fiesta tradicional pero centrada en nosotros y no en Jesús. Celebraremos la Navidad si sabemos dedicar tiempo al silencio, como hizo José; si le decimos a Dios ‘aquí estoy’, como María; si salimos de nosotros mismos para ir al encuentro de Jesús, como los pastores; si no nos dejamos cegar por el brillo de luces artificiales, de regalos y comidas, y en cambio ayudamos a alguien que pasa necesidad, porque Dios se hizo pobre en Navidad»

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Los viajes del Papa Francisco

Algo que cambió por decisión del Papa San Pablo VI fue el modo de entender la relación entre el Vicario de Cristo y el conjunto de los fieles. Fue este Papa quien hizo parte de su ministerio ir personalmente al encuentro del pueblo católico en cada uno de los cinco continentes. Inmensas multitudes salieron a su encuentro aunque también conoció de primera mano los riesgos que podía implicar, incluso para su vida, estar tan cercano y a la vez tan expuesto.

Sucesor suyo, el Papa San Juan Pablo II recorrió incansableente esta tierra, de modo que muchos países pudieron ver por primera vez al Sucesor de Pedro. Su palabra y su presencia dejaron una huella indeleble en hombres y mujeres de toda condición. Así por ejemplo, su visita a nuestra patria, con ocasión de los cuatrocientos años de la renovación del lienzo de Nuestra Señora de Chiquinquirá marcó la historia de fe de muchos de nuestros compatriotas.

El pontificado relativamente breve de Benedicto XVI, así como la edad más avanzada a la que llegó a la Sede de Pedro, hicieron que este Papa viajara mucho menos que los ya mencionados. Y sin embargo, su voz se escuchó directamente en lugares tan distantes como Sao Paolo, en Brasil, y Sidney, en Australia.

No es extraño entonces que el Papa Francisco haya seguido esta tradición, relativamente reciente, de cercanía con el pueblo de Dios. Lo que sí merece ser subrayado es su predilección por aquellos lugares donde la presencia católica es minoritaria. Recordemos solo algunos lugares y fechas menos conocidos y menos mencionados: Jordania, Corea del Sur, Albania y Turquía, en 2004; Sri Lanka, Bosnia y Herzegovina, Kenia, República Centroafricana, Uganda, en 2015; Georgia, Armenia, Azerbaiyán, Suecia, en 2016; Egipto, Bangladesh, Myanmar, Estonia, Letonia, Lituania, en 2018; planeados para el 2019: Panamá, Emiratos Árabes Unidos, Rumania, República de Macedonia y Bulgaria.

Uno se da cuenta del esfuerzo del Papa por poner en práctica lo que predica: ir a las periferias, ser Iglesia en salida. Y pienso que hay lecciones en ese modo de obrar para todos nosotros.

Poema de la Noche Oscura, de San Juan de la Cruz

1. En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.

2. A oscuras y segura,
por la secreta escala disfrazada,
¡Oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.

3. En la noche dichosa
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.

4. Aquésta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.

5. ¡Oh noche que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!

6. En mi pecho florido
que entero para él sólo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba

7. El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.

8. Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.

San Pablo VI enseña sobre el desarrollo integral

“La expresión desarrollo integral es la idea central que se extrae de la encíclica Populorum progressio de Pablo VI. Hay varios aspectos implicados en esta expresión: en primer lugar, la Iglesia habla desde una visión global del hombre y de la humanidad (PP, 13). Hay pocas instancias de sentido que puedan ofrecer tal mensaje totalizante como llamada a la integración, al diálogo, al servicio de la humanidad. En segundo lugar, buscar el desarrollo integral en el sentido que propone Populorum progressio, supone lograr un crecimiento económico, mejores condiciones de vida pero también crecer en humanidad, valer más y ser más (PP, 15)…”

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Es Hora de Hablar Claro: -P. Shenan J. Boquet, Presidente de Human Life International

“Si usted ha estado leyendo las publicaciones de Human Life International sobre este tema, sabrá que hemos sido muy respetuosos al afirmar la belleza de la doctrina tradicional de la Iglesia y, al mismo tiempo, insistir en que la práctica no debe contradecir dicha doctrina. Donde exista esa contradicción, la integridad ha fracasado. No se puede echar a un lado la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio como si fuese una pieza arqueológica antigua y llena de polvo. No podemos proceder con “compasión” como si esa doctrina no existiese…”

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Dios y el último libro de Stephen Hawking

“Sobre todo, debemos recordar que el método científico no hace más que relacionar un estado físico con otro, de modo que el origen absoluto del universo, entendido como creación a partir de la nada, cae fuera del terreno de la ciencia: la nada absoluta no es un estado físico, experimentalmente analizable. Así pues, cuando algunos científicos dicen que el universo pudo haberse creado a sí mismo desde la nada no se están refiriendo al concepto de nada usado por la metafísica o la teología creacionistas…”

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El hermano dominico San Juan Macías (1585-1645)

San Martín procuraba consagrar íntegramente a Dios los días de fiesta, en cuanto le era posible. Y esos días solía ir al convento dominico de la Magdalena, a visitar al Hermano portero, San Juan Macías, seis años más joven que él. Con él compartía oraciones y penitencias.

Nació Juan en Ribera del Fresno, provincia de Badajoz, en 1585. Sus padres, Pedro de Arcas e Inés Sánchez, modestos labradores, eran muy buenos cristianos, y dejaron en él una profunda huella cristiana. Teniendo cuatro años, quedó Juan huérfano, él solo con una hermanita menor. Los parientes que les recogieron pusieron a Juan de pastor. Y con siete años tuvo una visión de San Juan Evangelista, que fue decisiva en su vida.

Él mismo la contó después: «”Juan, estás de enhorabuena”. Yo le respondí del mismo modo. Y él: “Yo soy Juan Evangelista, que vengo del cielo y me envía Dios para que te acompañe, porque miró tu humildad. No lo dudes”. Y yo le dije: “¿Pues quién es san Juan evangelista?” Y él: “El querido discípulo del Señor. Y vengo a acompañarte de buena gana, porque te tiene escogido para sí. Téngote que llevar a unas tierras muy remotas y lejanas adonde habrás de labrar templos. Y te doy por señal de esto que tu madre, Inés Sánchez, cuando murió, de la cama subió al cielo; y tu padre, Pedro de Arcas, que murió primero que ella, estuvo algún tiempo en el purgatorio, pero ya tiene el premio de sus trabajos en la gloria”. Cuando supe de mi amigo san Juan la nueva de mis padres y la buena dicha mía, le respondí: “Hágase en mí la voluntad de Dios, que no quiero sino lo que El quiere”».

Muchas noticias del Nuevo Mundo llegaban a aquellas tierras extremeñas, y con frecuencia pensaba Juan si estaría de Dios que pasara a aquellas lejanas y remotas tierras. Por fin se decidió, y tras una demora de seis años en Jerez y Sevilla, en 1619 embarcó para las Indias, teniendo 34 años. Desde Cartagena, por Bogotá, Pasto y Quito, llegó a Lima, donde trabajó como pastor. Siempre guardó buen recuerdo de su patrón, y algún dinero debió ganar, pues en dos años ahorró lo suficiente para enviar dinero a su hermana, dejar doscientos pesos a los pobres y algo más para el culto de la Virgen del Rosario.

En 1622, Juan Arcas Sánchez recibió el hábito en el convento dominico de la Magdalena, en Lima. Se convirtió así en fray Juan Macías, y toda su vida la pasó como portero del convento. Hombre de mucha oración, al estilo de San Martín, también él fue visto en varias ocasiones orando al Señor elevado sobre el suelo. Estando una noche en la iglesia oyó unas voces, procedentes del Purgatorio, que solicitaban que intercediera por ellas con oraciones y sacrificios. A esto se dedicó en adelante, toda su vida.

Con un amor apasionado, su caridad encendida se entregó muy especialmente a ayudar a las almas del Purgatorio y al servicio de los pobres. A éstos los acogía en la portería, y en Lima era conocida la figura del santo portero de la Magdalena, que de rodillas repartía raciones a los pobres, sin que su olla se agotara nunca. Este mismo milagro en 1949 se reprodujo en el Hogar de Nazaret de Olivenza (Badajoz), cuando la cocinera invocó su nombre sobre una pequeña cantidad de arroz.

Fray Juan Macías acompañaba su oración con durísimas penitencias. Solía dormir arrodillado ante una Virgen de Belén que tenía en la cabecera de su cama, apoyando la cabeza entre los brazos. Y una vez confesó él mismo: «Jamás le tuve amistad al cuerpo, tratélo como al enemigo; dábale muchas y ásperas disciplinas con cordeles y cadenas de hierro. Ahora me pesa y le demando perdón, que al fin me ha ayudado a ganar el reino de los cielos».

También fray Juan, como su amigo fray Martín, se veía alegrado por las criaturas de Dios. Según él mismo refirió, «muchas veces orando a deshoras de la noche llegaban los pajarillos a cantar. Y yo apostaba con ellos a quién alababa más al Señor. Ellos cantaban, y yo replicaba con ellos».

A los sesenta años de edad, en 1645, seis años después de la muerte de San Martín, murió San Juan Macías, habiendo revelado antes de morir, por pura obediencia, los favores y gracias que había recibido del Señor. Fue beatificado, tras innumerables milagros, en 1837, y canonizado por Pablo VI en 1975.


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

Hermosa plegaria de luz y de esperanza

Dios está siempre
con nosotros.
Incluso en las noches
oscuras de nuestra vida,
no nos abandona.
Incluso en los momentos
difíciles, está presente.
E incluso en la última
noche, en la última soledad
en la que nadie puede acompañarnos,
en la noche de la muerte.
La bondad de Dios siempre
está con nosotros.”
Benedicto XVI

Elegía sobre la tumba de Pablo VI

Había dos gigantescos negocios que hacían muy deseable desobedecer a la Humanae Vitae de San Pablo VI; (1) Placer ARTIFICIALMENTE estéril (pornografía, prostitución) y (2) Fecundación ARTIFICIALMENTE asistida (negocio de los “in vitro”). Y por todo eso artificial, dinero.

En efecto, lo que enseña y propone Humanae Vitae es la íntima relación entre el placer propio de la unión conyugal y el fruto propio de tal unión en la prole. El ataque a ese vínculo “natural” tiene un propósito: instaurar en ambos casos lo “artificial,” el negocio, que es donde se hace posible el lucro.

A medida que se separan más y más la dimensión unitiva y la procreativa de la sexualidad humana, se complen las profecías de Humanae Vitae: aparecen expresiones cada vez más degradantes de una y otra cosa: la idolatría del placer produce tráfico y esclavitud de seres humanos; la hybris del poder produce niños diseñados.

Por este camino llegamos a este ser humano del siglo XXI, ebrio de presunción y saturado de antidepresivos: es el que quiere ser dueño de otras vidas (aborto, eutanasia, adopción al mejor postor) mientras la suya se le escapa en un laberinto de hormonas y cirugías por tratar de serlo todo: hombre, mujer y adolescente perpetuo.

Y sobre aquel varón confundido, doblegado y cínico; y sobre aquella mujer estéril, machorra y maldiciente, cae la sombra y el aliento sulfuroso de alguien desde el infierno. San Pablo VI lo supo muy bien, y advirtió al mundo con Humanae Vitae. Por eso el mundo lo odió.

Visita del presidente de Colombia al Papa Francisco

“En un clima de cordialidad y satisfacción por las buenas relaciones bilaterales entre Colombia y el Vaticano, el presidente colombiano Iván Duque Márquez se reunió con el Papa Francisco y después con el Secretario de Estado del Vaticano, Cardenal Pietro Parolin, este lunes 22 de octubre. Los temas principales de esta reunión en el Vaticano fueron el proceso de paz con la guerrilla ELN y la situación de los emigrantes venezolanos que huyen del régimen de Maduro. El encuentro con Francisco se da en el marco de la gira diplomática que el presidente colombiano está realizando por diferentes países de Europa…”

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