«Para ser un gran teólogo no basta con haber escrito mucho y formalmente bien sobre Dios. Los grandes teólogos son aquellos que recogen creativamente la fe de la Iglesia y la hacen cultural y vitalmente fructífera en su tiempo. Quienes, en cambio, como Arrio, escriben mucho y exitosamente, pero son más deudores de la cultura dominante que del testimonio eclesial no pueden entrar en esa categoría»