Las indulgencias

Con motivo del Año de la Misericordia se escucha mucho la palabra “indulgencia.” ¿Qué significa y por qué es importante en la vida de un católico?

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Digamos dos definiciones:

Brevemente: indulgencia es la supresión de la pena debida por los pecados que la Iglesia otorga a quien realice determinadas acciones.

La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos. (cfr. Mt 16, 19). El perdón de la confesión no elimina TODAS las consecuencias del acto de pecar.

Tipos de indulgencias: Las indulgencias se agrupan en dos clases: Indulgencias plenarias: borran todo resto de pecado dejando el alma dispuesta para entrar inmediatamente en el cielo. Indulgencias parciales: borran parte de la pena que los pecados cometidos reclaman.

Condiciones para conseguir una indulgencia plenaria: Esta indulgencia tiene un valor muy grande y requiere varias condiciones:

+Los mismos requisitos que en las indulgencias parciales:
. realizar la acción que la Iglesia premia con esta indulgencia.
. estar en gracia de Dios antes de acabar la obra premiada.
. tener intención al menos general de ganar la indulgencia.

+ Sólo se puede ganar una indulgencia plenaria cada día.

+ Tener la disposición interior de un desapego total del pecado, incluso venial.

+ Confesarse, al menos veinte días antes o después de realizar la acción premiada (sin olvidar que hay que estar en gracia de Dios antes de acabar la acción). Una misma confesión puede servir para ganar varias indulgencias plenarias.

+ Comulgar, en ese mismo periodo de tiempo.

+ Rezar por las intenciones del Papa un Padrenuestro y un Avemaría, u otras oraciones. Debe hacerse también en esos días.

[Adaptado de Catholic.net]

El perdón del principio

* Hay dos sentidos principales del perdón, a uno lo llamamos “el perdón del principio” y a otro “el perdón del final.”

* El perdón “del final” es fácil de entender: se refiere a esa situación que hace cesar toda contienda y que devuelve la paz y la reconciliación. La muerte de muchos santos es particularmente elocuente sobre ese perdón del final, por su modo de abandonarse en Dios, disculparse con todos y a la vez ofrecer la paz y su intercesión a todos.

* Pero aquí queremos hablar del perdón “del principio,” que consiste básicamente en la disposición de entregar a Dios la complejidad de nuestras relaciones interpersonales, que son siempre incompletas y en muchos sentidos cuestionables. Ofrecer el perdón “del principio” es estar no querer enredarse uno con el discernimiento milimétrico de quién tiene culpa de qué, o quién le debe exactamente qué a quién porque esa clase de cuentas y exámenes postergan indefinidamente la obra de la gracia.

* El perdón “del principio” es profundamente liberador porque parte de algo muy cierto y muy sencillo: cuando uno acumula resentimientos, arrogancia o propósitos de venganza, el perjudicado es uno mismo.

* El perdón “del principio” es el propio de la oración del Padrenuestro. Al decir que “perdonamos a los que nos ofenden” o a “nuestros deudores” no estamos diciendo que todo está arreglado y en paz con todos sino que dejamos en manos de Dios nuestro universo de relaciones interpersonales porque no queremos privarnos de la amistad con Dios ni queremos perder su plan de amor, que es mejor que todo lo que podamos imaginar.

El milagro del perdón

Una mujer que se llevaba muy mal con su esposo sufrió un paro cardíaco. Casi a punto de morir, un ángel se presentó ante ella para decirle que, evaluando sus buenas acciones y sus errores no podría entrar al cielo; y le propuso permitirle estar en la tierra unos días más hasta lograr cumplir con las buenas acciones que le faltaban. La mujer aceptó el trato y se regresó otra vez en su hogar junto a su esposo. El hombre no le dirigía la palabra porque hacía tiempo que estaban peleados.

Ella pensó:

– Me conviene hacer las paces con este hombre. Está durmiendo en el sofá, hace tiempo dejé de cocinarle. Él ahora está planchando su camisa para salir a trabajar, le daré una sorpresa.

Cuando el hombre salió de la casa, ella empezó a lavar y planchar toda la ropa de él. Preparó una rica comida, puso flores en la mesa con unos candelabros, y un cartel en el sofá que decía:

Creo que puedes estar más cómodo durmiendo en la cama que fue nuestra. Esa cama donde el amor concibió a nuestros hijos, donde tantas noches los abrazos cubrieron nuestros temores y sentimos la protección y la compañía del otro. Ese amor, aún con vida, nos espera en esa cama. Si puedes perdonar todos mis errores, allí nos encontraremos”. — Tu Esposa

Cuando terminó de escribir el último renglón “Si puedes perdonar todos mis errores” pensó: ¿me he vuelto loca?, ¿yo voy a pedirle perdón cuando fue él quién empezó a venir enojado de la calle cuando lo echaron de la fábrica y no conseguía trabajo?. Yo tenía que arreglarme con los pocos ahorros que teníamos haciendo malabares, y todavía tenía que soportar su ceño fruncido. Él empezó a tomar, aplastado en el sillón, exigiendo silencio a los niños que sólo querían jugar. Él empezó a gritarme cuando yo le decía que así no podíamos seguir, que yo necesitaba dinero para mis hijos. Él lo arruinó todo; y ¿ahora yo tengo que pedirle perdón?

Enfurecida rompió la carta y escuchó la voz del ángel que decía:

– “Recuerda: algunas buenas acciones y alcanzarás el cielo, de lo contrario no podrás entrar”.

La mujer pensó:

– ¿Valdrá la pena?, y rehizo la carta agregando aún más palabras cariñosas:

No supe comprender nada entonces, no supe ver tu preocupación al quedarte sin empleo, luego de tantos años con un salario seguro en esa fábrica. ¡Debiste haber sentido tanto miedo! Ahora recuerdo tus sueños de “cuando me jubile haremos”. Cuántas cosas querías hacer al jubilarte. Pude haberte impulsado a que las hicieras en lugar de obligarte a aceptar estar todo el día sentado en ese taxi. Ahora recuerdo aquella noche de locura cuando rompí esas cartas de amor que habías escrito para mí, y prendí fuego a todas las telas de los cuadros que pintabas. En ese momento me enfurecía verte allí, encerrado en ese cuarto gastando nuestro dinero en pomos de pintura para nada, o sentado en ese escritorio escribiendo tonterías para mí. Debí haberte impulsado a vender esos cuadros. Eran realmente hermosos. Estaba desesperada, yo también me sentía segura con el salario de la fábrica y no supe ver tu dolor, tu miedo, tu agonía. Por favor perdóname mi amor. Te prometo que de hoy en adelante, todo será diferente. Te amo. — Tu Esposa

Cuando el marido regresó del trabajo, al abrir la puerta notó algo distinto; el olor a comida, las velas en la mesa, su música favorita sonando suavemente y la nota en el sofá. Cuando la mujer salió de la cocina con la fuente en la mano, lo encontró tirado en el sillón llorando como un niño. Dejó la fuente, corrió a abrazarlo y no necesitaron decirse nada, lloraron juntos, él la alzó en sus brazos y la llevó hasta la cama; hicieron el amor con la misma pasión del primer día. Luego comieron la exquisita comida que ella había preparado, rieron mucho mientras recordaban anécdotas graciosas de los niños haciendo travesuras en la casa.

Él la ayudó a levantar la mesa como siempre lo hacía, y mientras ella lavaba los platos, vio por la ventana de la cocina que en el jardín estaba el ángel. Salió llorando y le dijo:

– Por favor ángel, intercede por mí. No quiero a este hombre sólo en este día. Necesito un tiempo más para poder impulsarlo con sus cuadros, y tratar de reconstruir esas cartas que sólo para mí y con tanto amor había escrito. Te prometo que en poco tiempo, él estará feliz, seguro; y ahí sí podré ir donde me lleves.

El ángel le contestó:

– No tengo que llevarte a ningún lado, mujer. Ya sabes dónde y cómo empieza el cielo. Recuerda el infierno donde has vivido y nunca olvides que el cielo siempre está muy cerca.

La mujer oyó la voz de su marido que desde la cocina le gritaba:

– “Mi amor, hace frío, ven a acostarte, mañana será otro día”.

Sí -pensó ella-, gracias a Dios, mañana será otro día…

[Basado en un relato recibido de A. Rojas.]

Vida Religiosa Renovada, 06 de 12, El Espíritu y el perdón

[Retiro espiritual con las Hermanas Dominicas de la Inmaculada, de la Provincia de Santa Rosa, en el Perú. Octubre de 2014.]

Tema 6 de 12: El Espíritu y el perdón

* ¿Qué lugar ocupa el Espíritu Santo en el desarrollo que comentamos sobre el encuentro con la gracia? Ante todo, el Espíritu mismo ES la gracia de Dios. Esa gracia ha sido dispensada a nosotros, y con ella se nos ha concedido la experiencia de sabernos amados (Romanos 5).

* El Espíritu nos regala la iluminación interior para ver los indicadores de una necesidad de cambio, según se explicaba en la predicación anterior. Luego nos concede la iluminación exterior para descubrir en Cristo el medico apropiado para nuestra dolencia y mal.

* El Espíritu nos conduce así simultáneamente a la contrición, o dolor de amor por el pecado en cuanto ofensa contra Dios, y nos conduce a la esperanza, o certeza de que el auxilio divino está próximo y es de fiar.

* Pero la acción más notable del Espíritu Santo es la transformación interior que hace que el bien genuinamente nos sepa bien.

* Además, el Espíritu nos da ojos para reconocer el don que recibimos, y para identificar ese don en otros; es decir, nos hace a la vez miembros vivos de la Iglesia.

Vida Religiosa Renovada, 03 de 12, Arrepentimiento

[Retiro espiritual con las Hermanas Dominicas de la Inmaculada, de la Provincia de Santa Rosa, en el Perú. Octubre de 2014.]

Tema 3 de 12: Arrepentimiento

* “Al que mucho se le perdona, mucho ama,” dice Cristo. El arrepentimiento sin duda es un modo muy adecuado de salir al encuentro del amor divino.

* Pero hay falsas imágenes del arrepentimiento. Se le ve en ocasiones como sinónimo de fracaso, dejando sugerido de que sólo los perdedores tienen de qué arrepentirse. O en el otro extremo, hay personas que se paralizan en un complejo de autoacusación. O a veces el arrepentimiento se reduce a una formalidad y a cosas mínimas y externas, mientras en el fondo seguimos lastimando el amor a Dios y al prójimo.

* Tres disculpas muy frecuentes para NO arrepentirnos son: la delegación de responsabilidad, el cinismo y la desesperación. Sólo evitándolas va uno en ruta de lo que la Biblia entiende por arrepentimiento y conversión.

* El camino bíblico nos habla de conocimiento de uno mismo, retorno a la casa paterna y sobre todo: experiencia de providencia y de gracia.

La familia, proyecto de Dios, 2 de 4, Esperanza para la familia

[Retiro parroquial en Christ the King, Des Moines, Iowa, EEUU. Septiembre de 2014.]

Tema 2 de 4: Esperanza para la familia

* Recomendaciones para la prevención de las enfermedades que atacan a la pareja y la familia:

(1) Vivir la castidad propia del ser pareja, con la fidelidad y dedicación que ello implica.
(2) No juegues a las adivinanzas aguardando a ver si tu pareja acierta en qué es lo que te hace sentir mal: mejora la comunicación.
(3) Al hablar sobre algo que no te gusta, ten presente que de modo ordinario la retroalimentación positiva y los detalles de cariño deben ir en proporción de cuatro o cinco a uno, con respecto a los comentarios negativos.

* Recomendaciones sobre el diagnóstico de las situaciones difíciles de pareja:

(1) Empieza por examinarte a ti mismo; recuerda lo de la viga en el propio ojo.
(2) Esfuérzate en recordar lo bueno y acertado de tu pareja especialmente en los momentos en que ha problemas.
(3) Buscar el bien común y no limitarse a “cómo me siento”

* Recomendaciones en cuanto al tratamiento o terapia:

(1) La palabra “perdóname” hay que pronunciarla y enseñarla en el recinto del hogar. Y hay que saber perdonar de corazón.
(2) Hay que poner con sinceridad todos los recursos para evitar toda reincidencia: propósito real y sincero de enmienda.
(3) Si hay perdón, y ha habido enmienda, no mencionar faltas pasadas.

Qué es ser cristiano, 03 de 16, La Ley y la Gracia

[Serie de catequesis para las Monjas Dominicas del Monasterio de la Madre de Dios, en Baeron, Jenchen, Corea del Sur. Cada predicación fue traducida del español al coreano frase por frase, lo cual da un ritmo diferente a esta serie.]

Tema 3 de 16: La Ley y la Gracia

* La Ley ayuda a descubrir el pecado, y la Gracia ayuda a vencerlo.

* ¿Cómo sucede que el bien de las creaturas nos aparte del Bien Supremo, que es Dios, de quien toda creatura procede? Es que el pecado es un desorden: le quitamos el primer puesto a Dios, y en su lugar, ponemos algo creado.

* Nuestra voluntad no puede dejar de buscar el bien. También cuando pecamos buscamos un bien pero lo buscamos de manera equivocada. por eso, toda la conversión se reduce al Primer Mandamiento.

* Sobre esta base, entendemos qué es lo propio de la Alianza en la Biblia: no es entre iguales, y por eso su ideal no es el “punto medio.” Cuando Dios libera al pueblo del poder del Faraón, no está resolviendo un problema económico o social: está proclamando que es verdadero Señor.

* La Alianza es el reconocimiento del señorío de Dios. El perdón es entonces un retorno al poder de Aquel que es el único Creador. Es un nuevo comienzo, desde la fidelidad de Dios. Él no cambia ni comienza.

* Empezar de nuevo no es repetir, sino “ser nuevo” otra vez, porque Dios me ha hecho nuevo. No es simple paciencia prolongada, ni simple aguante ante la inexperiencia y la necedad.

* Así entendemos también nuestra infinita necesidad de la gracia. Nada nuestro puede “comprar” un nuevo comienzo: sólo puede llegar a nosotros como regalo, es decir, “por gracia.” Es también ese amor gratuito el que puede hacernos agradables a Dios, que en todo nos supera.

* Dios mismo, Dios eterno, es Don perpetuo, y en ese sentido, Él mismo es Gracia, Gracia Increada. La obra de su Espíritu Increado en nosotros, que somos creaturas, se llama gracia creada.