Después de comulgar, recibiendo y suplicando el fruto propio del sacramento por excelencia.
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Alimento del Alma: Textos, Homilias, Conferencias de Fray Nelson Medina, O.P.
Después de comulgar, recibiendo y suplicando el fruto propio del sacramento por excelencia.
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Una homilía para el jueves de la primera semana de adviento.
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La paz social se funda sólidamente en el mutuo y recíproco respeto de la dignidad personal del hombre. El hijo de Dios se ha hecho hombre, y su redención alcanza no sólo a la colectividad, sino también a cada hombre: Me ha amado, y se ha dado a sí mismo por mí. Así lo dijo San Pablo a los Gálatas: Ipse dilexit me et tradidit semetipsum pro me. Y si Dios ha amado al hombre hasta tal punto, esto significa que el hombre le pertenece, y que la persona humana ha de ser respetada absolutamente. Tal es la enseñanza de la Iglesia, que para la solución de las cuestiones sociales siempre ha fijado la mirada en la persona humana, y ha enseñado que las cosas y las instituciones -los bienes, la economía, el Estado- son ante todo par el hombre; y no el hombre para ellas.
El sosiego de Dios, es una especie de preludio de la armonía que sólo Él puede crear. Esta alabanza incluye oración en lenguas, y tuvo lugar en el grupo “Jesús, mi Divino Redentor.”
El ejemplo del rey David muestra que en medio de humillaciones familiares, envidias alrededor y dificultades enormes es posible crecer en la confianza y el amor a Dios.
Aunque la paz es una sola, son muchas las maneras de perder la paz; a estas las llamamos tormentas. Una adaptación de la clasificación hecha por Santo Tomás de Aquino para las pasiones sirve para definir los seis principales tipos de tormentas y cómo Cristo nos rescata de ellas.