VIDEO COMPLETO: Decálogo del Noviazgo para el siglo XXI

1. Advertencia: El exceso de cine, televisión o series tiende a crear deformaciones.

2. Tres palabras claves: conocimiento, fidelidad y crecimiento.

3. El desenlace propio del noviazgo no es simplemente una BODA es un HOGAR. El tema hogar debe estar cada vez más presente en su conversación.

4. Cuidado con el egoísmo de dos. Sus familias y las responsabilidades de estar en sociedad IMPORTAN y no deben rehuirse.

5. Tomen a tiempo las medidas apropiadas para vivir la pureza. Descubran la fuerza y belleza de la castidad.

6. Estén atentos a las otras dimensiones del amor: a los pobres, a los parientes ancianos, a los enfermos.

7. Oren: pidiendo el crecimiento y madurez interior, la sanación de heridas anteriores, la liberación de todo posible engaño, la bendición para su pareja.

8. Sean partícipes activos de las batallas propias del tiempo en que vivimos: contra la imposición del aborto, contra la confusión de los llamados “géneros”, contra la idea superficial de la pareja.

9. Conózcanse en diversos roles: como líderes, como miembros de equipo, como discípulos del Señor.

10. Recuerden que el noviazgo puede tener dos finales, y no uno solo. Viva cada uno el noviazgo con esto en mente: ¿cómo me sentiré si esto termina y se disuelve?

No es tan fácil lo de los noviazgos de diferente religión

UNA HISTORIA… COMO PUEDE HABER OTRAS CON OTROS DESENLACES

El hermano mayor de Natalia, Roberto, había estudiado medicina y, en consonancia con un curriculum brillante, partió al extranjero para especializarse en un prestigioso hospital. La estancia prevista era de dos años. Por fortuna para la familia, no se olvidaba de ellos, y escribía con frecuencia. Cuando se refirió a que salía con una chica no sorprendió a nadie. Más tarde dijo que se habían hecho novios, y sus padres empezaron a inquietarse: ¿cómo sería la chica? Hicieron todo tipo de preguntas, y parecían más calmados con las respuestas tranquilizadoras de Roberto. Por fin Roberto les dijo lo que hasta ese momento no parecía querer que se supiese: que su novia era protestante.

A sus padres no les gustó, y empezaron a intentar hacerle ver que eso podía ser fuente de problemas, a lo que Roberto contestaba que cada uno era muy respetuoso con las creencias del otro, por lo que no había ningún problema. Las cartas se fueron alargando a fuerza de razonamientos. Los padres le decían que si no se daba cuenta que eran dos maneras de entender la vida. Roberto contestaba que “en el fondo apenas había diferencias” porque los dos creían “en lo fundamental”, y que “había más diferencia entre un buen católico y una mala católica, que entre un buen católico y una buena protestante”. Con esto, parecía dar a entender que su novia era una convencida y practicante protestante. Preguntaron por su familia, y resultó que su padre era pastor protestante. Esto alarmó más a la familia de Natalia.

— “¿Pero es para tanto?”, preguntaba Natalia a su madre, al verla muy agitada.

— “Que sí, hija, que sí. Si es que en estas cosas es ella siempre la que se impone. Y si se casan, ¿los hijos qué? Pues que siguen siempre a la madre. Si por lo menos fuese al revés…”

— “Ya”, dijo Natalia, con gesto de desagrado al imaginarse ella en una situación así: no era ése el tipo de novio con el que soñaba.

Y precisamente el argumento de los hijos fue el que apareció a continuación en las cartas. Ésta fue la réplica:

— “Creo que, quizás por las circunstancias, tenéis un concepto un tanto estrecho del cristianismo. Nos vendría mucho mejor a todos, católicos o no, si dejáramos de ver a las iglesias como rivales y las viéramos como complementarias. Es como los hospitales: todos vamos a lo mismo, a curar, y entre todos podemos proporcionar una oferta más completa. No siempre aplicamos las mismas técnicas, pero eso no significa que descalifiquemos a quien no trabaja como nosotros, y además aprendemos unos de otros”.

Siguieron varias cartas en el mismo tono. Más tarde, Roberto empezó a sondear a sus padres sobre la posibilidad de que fuera a pasar una semana con ellos, acompañado de su novia; debía pensar que eso acabaría por convencer a sus padres. A éstos, ya cansados del asunto, no les pareció mala idea. Así, se concertó la fecha. Cuando se aproximaba, los padres de Natalia se dieron cuenta de un problema, y llamaron a su hija:

— “Tú tendrás que enterarte bien de qué piensa y cómo es…”

— “¿Yooo…?”

— “Aquí eres tú la que sabes inglés, ¿no? Porque lo que es tu padre y yo…”

Natalia empezó a repasar su inglés, y acabó esperando con expectación la llegada de su hermano y su novia. Llegaron en la fecha prevista. La novia de Roberto, Rebeca, se alojó en la misma habitación de Natalia, y pronto comenzaron a conversar. La religión salió a escena, y Natalia no tardó en darse cuenta de que, al menos en este aspecto, la chica era bastante distinta a como la veía su hermano. Pertenecía a un sector protestante bastante hostil a la Iglesia Católica. Calificaba a ésta con términos despectivos: decía que eran arrogantes orgullosos que miran a los demás como destinados a la condenación, que habían puesto a un hombre –al Papa– en el lugar de Jesucristo, y que pretendían imponer una moral agobiante a base de amenazas. A Natalia eso le parecía insultante, y reaccionaba con genio. Le decía que ahí está la Iglesia desde el principio –desde Cristo– manteniendo la misma fe, a lo que Rebeca contestaba que los católicos la habían pervertido, y pretendían descalificar al “verdadero seguimiento de Cristo”. Natalia, ya enfadada, replicó que ella no vivía agobiada, y que estaba muy contenta de encontrar en la Iglesia todo lo que necesitaba para su espíritu; que no entendía esa animadversión hacia la Iglesia católica, salvo que no tuviera la conciencia tan tranquila al respecto y en el fondo tuviera envidia. Esta última afirmación rompió el diálogo entre ambas.

Durante los siguientes días Natalia trató de hacer ver a su hermano lo que pensaba su novia de verdad, pero fue infructuoso.

— “Que ya te conozco. Seguro que te has puesto a discutir, ¿a que sí?” Tuvo que reconocer que sí; intentó convencerle de que una cosa era su culpa –que admitía–, y otra las ideas de Rebeca, pero fue inútil.

Faltaba un día para que se marcharan, y Natalia estaba apesadumbrada, pensando que “lo había vuelto a fastidiar todo” por culpa de su carácter. Buscaba una solución para hacer entrar en razón a su hermano, pero concluía que no había nada que hacer. “¡Un momento! –exclamó de repente–, ¿y si…?”

La víspera por la noche, esperaba a Rebeca en su habitación. Natalia, que no cesaba de dar vueltas al asunto, se dirigió a ella y le preguntó:

— “Y cuando os caséis, ¿vas a seguir acompañando a Roberto a Misa?”

— “¿Y a ti qué te importa?”, fue la fría respuesta.

— “No, como me dijo que os acompañáis uno al otro los domingos…, me quedaría más tranquila si me dijeras que seguiréis…”

— “Pues no te lo voy a decir”.

— “Hija, con lo ecuménica que dice Roberto que eres…”.

— “Roberto ha vivido engañado toda su vida”.

— “Ya, y ¿no lo estarás engañando un poco dándole esperanzas falsas?”

— “¡Déjame en paz!”.

— “Sí, pero el pobre…”.

— “El pobre, afortunadamente, se está quitando de encima esos horrorosos prejuicios católicos”, contestó, ya traspasado el umbral del enfado.

— “¿Prejuiciooos?”

— “¡Sí, prejuicios! Y espero no volver a soportar esto más”.

— “¿Que nunca volverás a vernos?”

— “No, nunca más”.

— “¡Ay, qué pena!”.

— “¡Mira…!”, dijo Rebeca, ya visiblemente irritada. Natalia la interrumpió, repentinamente:

— “¿Y si se hace católico un hijo vuestro? ¿Y si opta por ser católico? ¿Cómo te va a sentar eso?”

— “Nunca, ¿me oyes?, nunca será católico un hijo mío”, contestó con una ira contenida, y salió.

A la mañana siguiente, despidiéndose en el aeropuerto, Natalia pudo estar un momento a solas con su hermano, mientras sus padres y Rebeca se entretenían en la consigna. Le contó la conversación pormenorizadamente. Roberto, más callado que de costumbre, se despidió de sus padres y, al poco, partió el avión.

Pasaron varias semanas sin noticias de Roberto, lo que puso nerviosos a sus padres, que tampoco habían conseguido mucha información de Natalia. Un día llegó por fin la carta esperada. Sin dar muchas explicaciones, dijo que había roto con su novia. Tras la firma final añadía unas palabras: “PD. Para Natalia: gracias”. Ella, que dudaba si había hecho bien o no, pareció tranquilizarse. Los padres estaban intrigados por la postdata, intuyendo que tenía que ver con el otro asunto. Se dirigieron a ella:

— “Oye, ¿tú qué has hecho?”

— “¿Quién? ¿Yo? Nada…”

[Primero publicado en fluvium.org]

¿Quién fue San Valentín?

Padre, he visto que todas las costumbres del país del Norte nos las quieren imponer, supongo que por razones comerciales, y así resulta que cada ao se vuelve más importante el supuesto día de San valentín, o día de los enamorados. Yo supongo que habrá algún fondo de verdad en esa tradición y que hay un santo de ese nombre. Pero quién fue y por qué se le relaciona con las relaciones de pareja? –N.H.

* * *

La siguiente respuesta es de Javier López, del “Web católico de Javier”:

San Valentín era un sacerdote que hacia el siglo III ejercía en Roma. Gobernaba el emperador Claudio II, quien decidió prohibir la celebración de matrimonios para los jóvenes, porque en su opinión los solteros sin familia eran mejores soldados, ya que tenían menos ataduras . El sacerdote consideró que el decreto era injusto y desafió al emperador. Celebraba en secreto matrimonios para jóvenes enamorados (de ahí se ha popularizado que San Valentín sea el patrón de los enamorados). El emperador Claudio se enteró y como San Valentín gozaba de un gran prestigio en Roma, el emperador lo llamó a Palacio. San Valentín aprovechó aquella ocasión para hacer proselitismo del cristianismo.

Aunque en un principio Claudio II mostró interés, el ejército y el Gobernador de Roma, llamado Calpurnio, le persuadieron para quitárselo de la cabeza.

El emperador Claudio dio entonces orden de que encarcelasen a Valentín. Entonces, el oficial Asterius, encargado de encarcelarle, quiso ridiculizar y poner a prueba a Valentín. Le retó a que devolviese la vista a una hija suya, llamada Julia, que nació ciega. Valentín aceptó y en nombre del Señor, le devolvió la vista.

Este hecho convulsionó a Asterius y su familia, quienes se convirtieron al cristianismo. De todas formas, Valentín siguió preso y el débil emperador Claudio finalmente ordenó que lo martirizaran y ejecutaran el 14 de Febrero del año 270. La joven Julia, agradecida al santo, plantó un almendro de flores rosadas junto a su tumba. De ahí que el almendro sea símbolo de amor y amistad duraderos.

La fecha de celebración del 14 de febrero fue establecida por el Papa Gelasio para honrar a San Valentín entre el año 496 y el 498 después de Cristo. Los restos mortales de San Valentín se conservan actualmente en la Basílica de su mismo nombre, que está situada en la ciudad italiana de Terni (Italia). Cada 14 de febrero se celebra en dicho templo, una acto de compromiso por parte de diferentes parejas que quieren contraer matrimonio al año siguiente.

La costumbre de intercambiar regalos y cartas de amor el 14 de febrero nació en Gran Bretaña y en Francia durante la Edad Media, entre la caída del Imperio Romano y mediados del siglo XV.

Los norteamericanos adoptaron la costumbre a principios del siglo XVIII. Los avances de la imprenta y el bajón en los precios del servicio postal incentivaron el envío de saludos por San Valentín. Hacia 1840, Esther A. Howland comenzó a vender las primeras tarjetas postales masivas de San Valentín en Estados Unidos.

Aunque sean los enamorados los que principalmente celebran este día, sin embargo hoy en día se festeja también a todos aquellos que comparten la amistad, ya sea maestros, parientes, compañeros de trabajo y todo el que siente, tenga la edad que tenga, el olor del amor que, como flor de primavera, nunca debe perder su agradable perfume.

10 consejos prácticos para vivir un buen noviazgo

“Felipe Aquino, profesor universitario y miembro del carisma Canço Nova, pujante movimiento carismático católico de Brasil, ha publicado en su blog Prof. Felipe Aquino, un espacio de artículos y noticias sobre la Iglesia y la fe católica, unos consejos para afrontar el noviazgo con garantias de discernir adecuadamente esa antesala al matrimonio. Los ha traducido Aleteia…”

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ABC de la Familia para el Siglo XXI, 2 de 2

[Predicación en el Encuentro de la Asociación de Padres y Madres Orantes, en Chía, Cundinamarca, COLOMBIA. Diciembre de 2013.]

Tema 2 de 2: En dónde se debilita y cómo puede fortalecerse la familia

* Hay cuatro características, muy buenas en sí mismas, pero en grave condición actualmente, que suelen ser muy importantes para los noviazgos actuales. Interesa mirar al periodo de noviazgo porque es ahí donde tanto hombres como mujeres se plantean la posibilidad de formar una familia.

* Las cuatro características muy valoradas hoy son: compatibilidad y autenticidad, por una parte; respeto y libertad, por otra parte.

* La dificultad está en que estas características suelen verse y vivirse desde una perspectiva excesivamente subjetiva, de modo que:

(1) Ser “compatibles” equivale a que cada uno se considera “satisfecho” con lo que encuentra y logra del otro. Así está abierto el camino a una amenaza: ¿Y cuando no nos sintamos satisfechos?

(2) Ser “auténticos” equivale, en esta visión moderna, a mostrarse uno como es; obrar desde dentro y desde la propia convicción o las propias opciones. Y de ahí una nueva amenaza: ¿Y si mañana las opciones o prioridades “auténticas” de mi pareja son otras?

(3) “Respetarse” suele equivaler a reservarse cada uno “espacios” de tiempo, de privacidad, de antiguas amistades o afectos, que efectivamente son amenazas indescifrables.

(4) Ser “libre” equivale a que nadie, ningún contrato, puede retenerme donde no quiero estar. Con esa óptica, no hay modo de casarse si no es preparando el divorcio.

* Si se quita el sesgo subjetivista, desaparecen, por supuesto, las mencionadas amenazas: ser compatibles, auténtico, respetuoso y libre equivale, en óptica cristiana, a buscar el bien del otro, y eso en realidad se traduce en buscar la gloria para Dios en la vida de la pareja y de la familia.

Cerebro enamorado, corazon inteligente

corazon enamorado
“¿Qué evidencias muestra la ciencia sobre el enamoramiento? Hablamos de una realidad mucho más rica y personal que lo que apenas puede esbozarse en estas líneas. Por apuntar algunas pinceladas, las neurociencias revelan hoy qué cambios experimenta el cerebro ante este fenómeno entrañablemente humano…” Click!