Lo que sigue es mi comentario a esta entrada del blog de Luis Fernando Pérez Bustamante.
El Papa Francisco ha recordado que el celibato sacerdotal no es un dogma de fe pero que él lo aprecia mucho y que es un regalo para la Iglesia. Y ha añadido además que la discusión sobre el mismo no está encima de la mesa. Esos son los hechos.
Creo que los que ven como un hecho probable la abolición del celibato sacerdotal en la Iglesia Católica de Rito Latino suelen tomar la palabra “regalo” como una especie de “adorno” : algo que se puede quitar o poner, como un sombrero, a gusto del usuario de turno. Y el “usuario” sería aquí el Papa.
El sentido real, sumamente rico y hondo, de “regalo” proviene de su raíz: es “khárisma,” es “don,” es participación creada del Don increado, que es el Espíritu Santo mismo. El desprecio de un don no es una elección entre muchas: es ingratitud ante la bondad divina.
Nótese que cuando se describe al celibato sacerdotal como un “don” se está usando la misma palabra que se utiliza, por ejemplo, para el hecho de que exista la vida religiosa. Si un día asesinan a todos los religiosos y religiosas, ¿se acaba la Iglesia? No. Pero eso no significa que sea lo mismo una Iglesia con religiosos que sin ellos.
Si masivamente los religiosos apostatan, ¿se acaba la Iglesia? No, pero una traición de ese calibre causa un daño durísimo al Cuerpo de Cristo. Este es el contexto semántico en que hay que tratar del celibato: Si se suprime el celibato–cosa teóricamente posible–se empobrece notablemente la Iglesia porque se rechaza lo que Dios otorgó como un DON que la capacita para servir y revela mucho de su naturaleza y misión.
Si los célibes traicionan su celibato–cosa que no es teoría sino cruel realidad en muchos casos–se hiere el Cuerpo de Cristo. La solución no es empobrecer ese Cuerpo con el pretexto de no herirlo, sino sencillamente: sanarlo, o sea, apreciar el don, y vivirlo.