Así empezaba una “reducción” misionera

Realización de las entradas

Una vez obtenidos los permisos de las autoridades civiles y las licencias eclesiásticas, los misioneros, después de encomendarse a Dios y a todos los santos -a veces en un prolongado retiro espiritual, como hicieron los dominicos antes de entrar en la tierra de guerra de Tuzulutlán (+Mendiguren 503)-, entraban entre los pueblos indios aún no integrados en el dominio de la Corona. Acostumbraban llevar consigo un buen cargamento de alfileres, cintas y abalorios, agujas y bolitas de cristal, cuchillos y hachas, cascabeles, espejos, anzuelos y otros objetos que para los indios pudieran ser tan útiles como fascinantes.

No solían llevar en cambio los misioneros mucha comida, pues, como decía uno de ellos, «a los cuatro días se la han comido los indios que la cargan, para aliviar la carga y por su natural voracidad» (+Borges 130). A veces los misioneros iban solos, pero siempre que podían lo hacían acompañados, o incluso precedidos, de indios ya conversos. Y una vez establecido el contacto con los indios paganos, se intentaba persuadirles de las ventajas materiales y espirituales que hallarían en vivir reunidos en un poblado bajo la guía de los misioneros.

Las reacciones de los indios eran muy variadas. En un primer momento solían acercarse llenos de curiosidad, pero pronto, aunque no hubiera escolta, sentían temor ante lo nuevo, y desaparecían. Si se esperaba con paciencia, era normal verles regresar al tiempo, ganados por la atracción de la curiosidad. Poco a poco se iban familiarizando con los visitantes, y se entablaba el diálogo, con todas las dificultades del caso. La música fue en no pocos casos un argumento decisivo, como en la Verapaz o entre los guaraníes. Y cualquier incidente podía espantarlos definitivamente o suscitar un ataque que hiciera correr la sangre…

Persuadir a los indios a congregarse en reducciones era asunto sumamente delicado y complejo. Y mantenerlos luego reunidos, como hace notar Alberto Armani, también era muy difícil:

«Las reducciones, lejos de ser idílicos paraísos terrestres poblados por el buen salvaje que soñara J. J. Rousseau, fueron verdaderos puestos de frontera, particularmente en sus primeros tiempos, donde todo podía ocurrir. La vida cotidiana registraba casos de canibalismo, asesinatos, riñas y embriaguez agresiva. Sólo con mucho tacto, paciencia y distintas estratagemas, pudieron los misioneros hacerse respetar. Con frecuencia, por motivos fútiles o por reprimendas de los religiosos, clanes enteros se rebelaban y retomaban el camino de la selva. La hostilidad de los hechiceros y ancianos atacados en sus antiguas tradiciones, podía poner en peligro la vida de los misioneros» (140-141), lo que dio lugar a muchos mártires.

Maxime Haubert describe en su obra muchas situaciones de éstas, unas veces cómicas, otras dramáticas. En general, los misioneros se veían obligados a tolerar mucho a los indios mayores, y concentraban sus esfuerzos, con gran éxito, en la educación de niños y jóvenes.

Para niños y jóvenes las reducciones sólo presentaban ventajas y atractivos, pero los mayores hallaban en ellas ventajas e inconvenientes.

«De entre las ventajas expuestas por los misioneros mismos tenemos abundantes testimonios de que en la reducción de las diversas tribus de guaraníes influyeron hechos como el de huir del hambre, la comprobación del progreso que en las reducciones hacían los hijos de los ya concentrados, los donativos de los reductores, la observación de cómo los ya reducidos disponían de aperos de labranza, y el miedo a las tribus vecinas, e incluso a los mamelucos o paulistas brasileños».

«Frente a estas ventajas se presentaban una serie de inconvenientes, como el cambio de terreno, la pérdida de la libertad gozada hasta entonces, el abandono de lugares que eran familiares, la perspectiva de tener que convivir con otras tribus que les resultaban extrañas, el sometimiento a una vida a la que no estaban acostumbrados, el temor a la sujeción política y tributaria, y el recelo de los caciques y hechiceros a perder sus privilegios, infundado en el caso de los primeros, pero plenamente justificado en el de los segundos» (Borges 134).


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

¿Sabes por qué aquellas misiones de los jesuitas se llamaban “reducciones”?

La reducción de indios a pueblos

Los españoles comprendieron desde el principio en América que si los indios seguían dispersos en bosques, sabanas y montañas, no había modo de civilizarlos ni de evangelizarlos, y que la tarea de reducirlos a vida social comunitaria en poblados, doctrinas o reducciones, era la más urgente y primera. La Corona dictó numerosas ordenanzas a lo largo de todo el siglo XVI (+ Borges, Misión y civilización en América, 80-88), y puede decirse que «el proceso reduccionístico fue general en América, tanto desde el punto de vista geográfico como cronológico» (105). Aunque no faltaron quienes al principio tuvieron ciertos escrúpulos a la hora de reducir a los indios, alegando posibles dificultades eventuales, como podía ser el desarraigarlos de sus tierras antiguas, apenas hubo controversia en este tema, pues casi siempre se consideró que las ventajas eran mucho mayores que los inconvenientes (107-111).

Ya hicimos crónica de los pueblos-hospitales que Vasco de Quiroga comenzó a organizar en 1532 (201-211). Y en 1537 decía Francisco Marroquín, obispo de Guatemala, que los indios, «pues son hombres, justo es que vivan juntos y en compañía». Ese mismo año los dominicos, bajo la dirección del padre Las Casas, desarrollaron en la difícil provincia guatemalteca de Tuzulutlán un notable esfuerzo de reducción de indios en pueblos (+Mendiguren, Un ejemplo de penetración pacífica, La Verapaz).

A lo largo del siglo XVI y comienzos del XVII se aprecia un doble esfuerzo simultáneo: restringir más y más el sistema de encomiendas, hasta lograr su extinción, como ya vimos (48-51), y fomentar cada vez con mayor apremio el sistema de las reducciones de los indios en poblados especiales. Por ejemplo, «respecto de México, la reducción fue ordenada a las autoridades civiles por reales cédulas de 1538, 1549, 1550, 1560, 1595 y 1589, y a los obispos y misioneros por la Junta Eclesiástica de México de 1546 y por los tres Concilios provinciales de esa misma ciudad de 1555, 1565 y 1585».

En el Perú hallamos numerosas cédulas reales por esos mismos años, y los Concilios de Lima II y III (1567-1568, 1582-1583) ordenan igualmente la reducción (Borges 115-117). Como teóricos más notables del proceso reduccional podemos señalar al jesuita José de Acosta, de fines del XVI, o al jurista Juan de Solórzano Pereira, de mediados del XVII. Y ya en 1681 la Recopilación de leyes de los reinos de Indias, reiterando muchas ordenanzas anteriores, disponía escuetamente: «para que los indios aprovechen más en cristiandad y policía se debe ordenar que vivan juntos y concertadamente».

Entradas misioneras con escolta o sin ella

Casi siempre hubieron de ser los misioneros quienes hicieran entradas, a veces sumamente arriesgadas, para congregar a los indios todavía no sujetos al dominio de la Corona española. Como ya hemos visto a lo largo de nuestra crónica, a veces se pudo prescindir de la escolta armada; así Vasco de Quiroga entre los tarascos (204-205), los dominicos en La Verapaz, o franciscanos y jesuitas entre los guaraníes del Paraguay.

Otras veces los hechos obligaban a estimar necesaria la escolta, aunque fuera mínima, y así hubieron de entrar los jesuitas, después de no pocos mártires, en las regiones del este y norte de México (249ss) o los franciscanos en zonas de Talamanca, Texas o California (290ss). Ya decía en 1701 el gobernador de Cumaná, en Venezuela, que «un mosquetero entre los indios, sin disparar su arma (sino tal vez al aire) suele vencer mil dificultades y hacer más fruto que muchos misioneros» (+Borges 118-119).

Como es lógico, siempre que era posible, los misioneros procuraron evitar el acompañamiento de la escolta o reducir ésta al mínimo. «En numerosas ocasiones se prescindió de ella, y cuando estuvo presente solo perseguía el objetivo de defender al misionero ante posibles ataques de los nativos, y el misionero era el primer interesado en que los indios se avinieran voluntariamente a reducirse, porque de lo contrario resultaría imposible mantenerlos concentrados» (Borges 134).


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

Las reducciones misionales del Paraguay

Una visión de conjunto: Primeros cien años de la evangelización de América

Cuando los jesuitas, a partir de 1610, inician las reducciones del Paraguay hacía unos cien años que se había iniciado la evangelización de las Indias. Convendrá, pues, que recordemos algunos datos sobre la situación de España y de la América hispana por aquellos años.

«Aunque es difícil precisar la población española -escribe Manuel Lucena Salmoral-, parece que ascendió a unos 8 millones de habitantes a comienzos del siglo XVI, que aumentaron hasta unos 9,5 a fines de la misma centuria, y descendieron a unos 8,5 al término de la siguiente. El descenso tiene raíces muy complejas, como la depresión económica, las pestes y epidemias, las guerras, la expulsión de los infieles (unos 150.000 judíos y unos 500.000 moriscos) y la emigración a Indias (unos 200.000 pobladores)». Más concretamente, en 1600 la población total de la península ibérica era de 11.347.000 habitantes, así distribuídos: Corona de Castilla, 8.304.000 (73’2 %); Corona de Aragón, 1.358.000 (12); Reino de Navarra, 185.000 (1’6); Reino de Portugal, 1.500.000 (13’2) (AV, Iberoamérica… 432-433).

Por lo que a la autoridad de la Corona se refiere, el Consejo de Indias, y más concretamente la Casa de Contratación ubicada en Sevilla, habían regido y regían todo el empeño misionero de España hacia las Indias. Con todo lo cual Sevilla, a mediados del XVI, con unos 150.000 habitantes -de los cuales, unos 6.000 eran esclavos, en su mayoría negros-, era una de las más importantes ciudades de Europa, ya que sólamente París, con unos 200.000, era mayor.

Según el Patronato Real, los Reyes españoles proveían a todos los misioneros de un equipo completo -vestidos, mantas, cáliz, ornamentos, etc.-, pagaban el costo de la navegación desde Sevilla, y les asignaban una pensión continua, de modo que no tuvieran necesidad de pedir nada a los indios que se fueran haciendo cristianos. Todas las parroquias y doctrinas que se iban estableciendo en las Indias tenían señalada una renta.

Pues bien, en 1623, cien años después, más o menos, de que se iniciara organizadamente la evangelización de la América hispana, ya estaban edificadas unas 70.000 iglesias, lo que indica que venían a construirse unas 700 por año. Cada año partían de España, como promedio, unos 130 o 150 misioneros, y había en las Indias, además del clero secular, unos 11.000 religiosos en 500 conventos.


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

No podemos vivir de eucaristías virtuales, expresa Arzobispo

“…“Estamos en conversación con las autoridades nacionales para abrir los templos y en grupos reducidos, con las precauciones sanitarias tanto personal como ambiental, poder celebrar los sacramentos. Sin duda, será una gran oferta de sanación para muchísimos cristianos”, afirmó el Arzobispo, que animó a celebrar los sacramentos lo antes posible, cuando se termine la cuarentena por el coronavirus COVID-19…”

Haz clic aquí!

Epopeya de la evangelización del Río de la Plata

A los comienzos en el Plata, los españoles se aliaron principalmente con los guaraníes y con los guaycurúes, sobre todo con los primeros, en un mestizaje de guerra y también de sangre, del que nacieron los llamados en las antiguas crónicas «mancebos de la tierra». Y los misioneros pronto se dieron cuenta de que los guaraníes del Paraguay, así como sus parientes los carijó y los tape del Brasil meridional, también de habla guaraní, eran con bastante diferencia los indios que mejor recibían la acción evangelizadora y civilizadora. Además la lengua guaraní, de gran belleza, era sin duda entre las cien lenguas de la zona, la de mayor extensión.

De todos modos, la evangelización del Plata se presentó desde el principio como una tarea sumamente ardua y difícil, que parecía estrellarse con lo imposible. Aparte del mosaico inextricable de pueblos hostiles entre sí, apenas conocidos, y difíciles de conocer por su agresividad, se daba otra dificultad complementaria, y grave. Al carecer la tierra de riquezas mineras, el flujo inmigratorio de españoles era muy escaso, menor en cantidad y calidad que en otras zonas privilegiadas, como Perú o México. Aquí los españoles que llegaban habían de limitarse al cultivo de la tierra y a la ganadería con la ayuda, muchas veces difícil de conseguir, de los -o más bien de las- indígenas.

Todo eso explica que, a finales del siglo XVI, cuando ya en Perú y México había grandes ciudades, universidades y catedrales, en el cono Sur de América apenas se había logrado una organización aceptable de lo cívico y lo religioso. El obispado de Asunción es relativamente antiguo, de 1547, pero el de Buenos Aires es de 1620, y el de Montevideo data de 1878, pues hasta entonces Uruguay había sido un vicariato apostólico.

Los trámites civiles y religiosos eran por aquella región indeciblemente lentos… Sólo un ejemplo: La fundación de una Universidad en San Miguel de Tucumán (1763) costó a los jesuitas 13 años de memoriales, expedientes y gastos… Como veremos, sólo con las reducciones de indios, desde finales del siglo XVI, y sobre todo desde comienzos del XVII, comenzará a arraigar allí el Evangelio de Cristo. Montevideo del convento dominico (1810).

Todo había ido muy lento en el Plata durante los siglos XVI y XVII, por las dificultades aludidas, pero ya más tarde las dificultades iban a ser las propias del XVIII y XIX. En efecto, «los ministros del despotismo borbónico, que llevaban por bandera el programa de la Ilustración, se oponían a la fundación de colegios y universidades, aun sin gastos para el real erario» (Esponera Cerdán, Los dominicos y la evangelización del Uruguay 273).

Ya había quedado atrás la época en que la Corona hispana apoyaba con fuerza la evangelización, y ahora el Plata hallaba para el Evangelio las mismas dificultades que en el XVIII halló en México el beato Junípero Serra, o en el XIX en Colombia San Ezequiel Moreno.

En este mundo del Plata, tan heterogéneo, con tantos aspectos negativos, tan revuelto y desorganizado por parte de los indios y también de los españoles, ¿qué podían hacer los misioneros?


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

La respuesta de un sacerdote ante la agresión de un periodista que quiere quemar a la Iglesia Católica

Eduardo Quintana, que se presenta en LinkedIn como “periodista y columnista” del diario paraguayo ABC Color, aseguró que “hay que quemar la Iglesia Católica”. Un sacerdote le respondió a través de redes sociales.

En su perfil de Facebook, Quintana escribió el 28 de noviembre: “¿Será que alguien tiene dudas? ¡Claro que hay que quemar la Iglesia Católica! Pero para que suceda eso, la población debe estar muy educada, algo utópico en Paraguay”.

El periodista paraguayo ha publicado otros mensajes ofensivos para católicos en sus redes sociales.

El mismo 28 de noviembre calificó la devoción a la Virgen de Caacupé, patrona de Paraguay, de un “negocio” que “se mantiene gracias a la superstición, ignorancia y oscurantismo de la sociedad”, y criticó que la población paraguaya crea “todavía que una muñeca de barro, madera o plástico resolverá sus problemas”.

Quintana defendió además las pintas a favor del aborto realizadas por feministas en las calles de Asunción el 25 de noviembre, y calificó a la Iglesia Católica como “mafia multinacional religiosa” y “enemiga y censuradora de las mujeres”.

“El aborto, la eutanasia y el matrimonio gay llegarán al Paraguay de forma legal en algún momento y la Iglesia católica no tendrá de otra que aceptar”, escribió, y dijo que “pobres católicos que no se adaptan al Siglo XXI, deben saber que ya no estamos en épocas oscuras”.

Por su parte, el sacerdote paraguayo Jorge Miguel Martínez señaló que la premisa mayor de Quintana, que todo pueblo educado es ateo, es una falacia.

“Si se le ocurre citar a Bélgica o Finlandia” como modelos, dijo, “ya casi no existen belgas ni finlandeses, porque están siendo sustituidos por extranjeros, aceptados por razón de su enorme ‘educación’”.

“O sea, dentro de poco ya no existirán los ‘educados ateos’, porque ni procrean ni saben defenderse”, señaló.

Ejercicio de Alabanza, 5 de 5, La Virgen María, Maestra en la Alabanza

[Predicación en el Tercer Congreso Internacional de la Renovación Carismática Católica de Asunción, en Paraguay.]

Tema 5 de 5: La Virgen María, Maestra en la Alabanza

* Aclaración preliminar: ¿Contemplar a María o predicar sobre ella aparta nuestra atención de Jesucristo? Respuesta: ¡No! Contemplar los cuadros de un pintor no hace que nos olvidemos de él. Conocer las historia de recuperación de enfermos curados por un médico no nos aparte de agradecer el talento que tiene.

* Hemos dicho ya que la humildad de la Santísima Virgen nos enseña a bendecir y alabar desde la tierra firme de la verdad. Si meditamos un poco en su Magnificat, vemos que hay por lo menos otros tres bienes en los que ella es ejemplo eminente:

(1) Aunque es una jovencita, su mirada está atento al dolor de otros. No está centrada ni encerrada en sí misma.

(2) Pero ella no se queda en el dolor del pueblo, cosa que la llevaría a la desesperación o al odio de clases sociales, sus ojos descubren el actuar de Dios en la historia, y de hecho, es es el motivo principal de su alabanza.

(3) He aquí una niña que tiene memoria de su pueblo, y que conoce las promesas de Dios para los suyos. ¿Cuántas chicas tienen esa clase de luz y sabiduría hoy?

Ejercicio de Alabanza, 4 de 5, Alabar con el poder del Espíritu

[Predicación en el Tercer Congreso Internacional de la Renovación Carismática Católica en Asunción, Paraguay.]

Tema 4 de 5: Alabar con el poder del Espíritu

* Las imágenes bíblicas sobre el Espíritu Santo nos ayudan a comprender su relación con una vida de fe y con la experiencia de la alabanza.

(1) El Espíritu es FUEGO, y como tal, separa el metal de la escoria; purifica; y reforma. Quitar la escoria es darnos la fuerza de desprendernos del mal que parecía ya parte de nosotros y de nuestra vida. Purificar es ayudarnos a escoger lo mejor, es decir, concentrar nuestro esfuerzo y corazón más y más en el plan de Dios. Reformar es alcanzar la docilidad que hace posible su verdad en nuestra vida.

(2) El Espíritu es VIENTO que refresca y mueve. El paso del Espíritu consuela, alivia, renueva. Pero también empuja; nos lleva más allá de nosotros mismos y nuestros planes, a menudo tan limitados.

(3) El Espíritu es FUENTE que salta hasta la vida eterna. tener la fuente dentro es poder realizar lo que dice san Pablo en 1 Corintios 13: “El amor no lleva cuentas…” Para no llevar cuentas es preciso tener un amor incontable adentro.

(4) El Espíritu es LUZ que declara los misterios divinos. Aprendemos de Lucas 24 que ni siquiera la mejor de las explicaciones trae verdad al alma, a menos que esta reciba la gracia de “abrirse” al Señor. esa comprensión profunda es también la fuente de la alegría que no muere, y de la comunión que todo lo vence.

Ejercicio de Alabanza, 3 de 5, Dimensión comunitaria de la fe y la alabanza

[Predicación en el Tercer Congreso Internacional de la Renovación Carismática Católica en Asunción, Paraguay.]

Tema 3 de 5: Dimensión comunitaria de la fe y la alabanza

* Es fácil creer que la alabanza es un fenómeno colectivo comparable al entusiasmo que siente una multitud en un evento deportivo o en un concierto. Pero esa no es la fuente de la verdadera alabanza.

* Es fácil también ver la fe como simple convencimiento interior sin fundamento objetivo, es decir, como algo parecido a la sugestión. Según este enfoque, cada quien cree lo que quiere creer. Pero esa no es la fe desde un enfoque verdaderamente cristiano.

* La fe verdadera es siempre RESPUESTA a un testimonio que se funda finalmente en la palabra de los apóstoles, y que tiene su fuente en la mañana de la Pascua y en el día de Pentecostés. La misma palabra que despierta la fe constituye a la comunidad de los que creen: nuestra fe es, desde el principio, una experiencia comunitaria, compartida, eclesial.

* El pecado, por oposición, es siempre divisivo: divide al hombre contra Dios, a quien ve como una amenaza y una limitación enojosa a su libertad; el pecado divide al hombre contra su prójimo, al que sólo puede ver como objeto de dominación, de temor, de uso o de competencia; y el pecado divide al hombre contra sí mismo, pues el bien que descubre su razón se escapa dolorosamente de su voluntad.

* Frente al pecado, el anuncio que hace presente a Cristo significa reconciliación y unidad recuperada. Por eso, la unidad de la comunidad que bendice a Cristo es la respuesta plena al drama del pecado y la división.

Ejercicio de Alabanza, 2 de 5, Combate espiritual

[Predicación en el Tercer Congreso Internacional de la Renovación Carismática Católica en Asunción, Paraguay.]

Tema 2 de 5: Combate espiritual

* ¿Qué mueve al ser humano? En la antropología de Santo Tomás se destaca el papel que tienen dos tipos de “motores” que él llama “apetitos.” Hay, por una parte, el apetito del deleite, que más formalmente se llama “apetito concupiscible,” y está por otra parte el apetito de lucha o combate, que más formalmente se llama “apetito irascible.”

* Ambos apetitos son parte de nuestro ser y, en cuanto, creados por Dios y dados a nosotros, son buenos. La carencia de motor y de motivación no pueden considerarse como cosas buenas, ni la perfección cristiana consiste en suprimir los apetitos, sino más bien en educarlos.

* La alabanza nos enseña a educar nuestros apetitos porque nos muestra en quién hemos de deleitarnos y por quién hemos de luchar.” Tres personajes de la Biblia resultan particularmente inspiradores en este sentido:

(1) David contra Goliath. Hay que destacar en este relato el desenlace inesperado: el débil vence al fuerte, y la razón es que Dios le muestra a David un camino nuevo. La lección que tomamos de este episodio es que podemos pedirle a Dios que nos sorprenda con su amor pues sus ideas son mejores que las nuestras.

(2) Jeremías predicando en tiempos difíciles. El Señor le dice a él, y también a nosotros: “No te vuelvas a ellos; que ellos se vuelvan a ti.” Es una experiencia que uno tiene a menudo, si sabe perseverar por encima de las burlas típicas entre los amigos o en el lugar de trabajo. La misma gente que en un momento dado se burla y ataca un día llega a pedir ayuda o consejo.

(3) La Santísima Virgen, espejo de humildad: prueba viviente de que somos aceptos y amados por Dios desde la verdad de lo que somos. Es esa, nuestra realidad, la que también ha de servir de base para bendecir al Dios que obra en la vida misma.

Ejercicio de Alabanza, 1 de 5, La fe y la alabanza

[Predicación en el Tercer Congreso Internacional de la Renovación Carismática Católica, en Asunción, Paraguay.]

Tema 1 de 5: El cimiento de la fe y la raíz de la alabanza

* Todo en la vida cristiana tiene su fundamento en la fe porque la fe es la puerta que hace posible todo otro don que recibimos del Dios en quien creemos y confiamos.

* Esto implica que nada interesa tanto al enemigo malo como destruir nuestro cimiento atacando la fe. tres son los misiles que con mayor frecuencia dispara contra ese fundamento:

(1) La ignorancia: ante todo, el enemigo quiere que desconozcamos de quién somos hijos y a qué extremos de amor ha llegado por rescatarnos.

(2) La distracción, que nos mantiene incapaces de apreciar el valor del mensaje de salvación que se nos predica.

(3) La confusión, que quiere hacer naufragar la certeza en el ruido. Se da sobre todo por las sectas protestantes, la nueva era, la masonería y el cientificismo.

Semana de Vida con Jesus, 6 de 6

Seis predicaciones para la Renovación Carismática Católica de Asunción, Paraguay. Tema 6: Combatir el buen combate.

* Aquel que se sabe unido a Cristo, y que sabe y siente que Cristo está más allá de toda época, no puede dejarse llevar simplemente por lo que sea más común, más popular, ni tampoco por lo que se nos quiere imponer desde los centros de poder.

* A la manera de los jóvenes mártires de que se habla en 2 Macabeos 7, los creyentes de hoy han de estar listos para relativizarlo todo–y en casos extremos, hasta la propia vida–con tal de permanecer gozosamente fieles al Dios que da la vida eterna.

Semana de Vida con Jesus, 5 de 6

Seis predicaciones para la Renovación Carismática Católica de Asunción, Paraguay. Tema 5: Qué es Vida Eterna.

* Se suele imaginar la eternidad como “duración ilimitada.” Si eso fuera lo “eterno,” un cielo eterno sería ciertamente aburrido.

* La palabra original griega indica “lo que está más allá de todo eón.” Para entender un poco la idea, digamos que un “eón” es una “época;” no designa solamente unas fechas o un número de minutos y segundos,sino que alude a todo un sistema de cosas, protagonistas, lenguajes, preguntas relevantes, estilos en boga, etc.

* Por eso, decir que Cristo ofrece vida “eterna” es indicar que su obra no depende de lo que sea propio de la época; y de hecho está por encima de toda época, y es válido en toda época.

Semana de Vida con Jesus, 4 de 6

Seis predicaciones para la Renovación Carismática Católica de Asunción, Paraguay. Tema 4: Palabras de Vida Eterna.

* Personificando las cosas, podemos decir que el demonio no se va a quedar tranquilo después de perder su “presa,” es decir, cuando el pecador se arrepiente y quiere seguir el camino de Cristo.

* La estrategia principal del enemigo es procurar que, aunque estemos con Cristo, hagamos de Cristo una especie de mago o de servidor nuestro, cuya tarea es asegurarse de que todo funcione bien para nosotros. Por supuesto, esta manera de ver a Cristo tendrá que fallar y entonces lo más probable es que caigamos en la trampa de decepcionarnos de esa imagen falsa y perdamos al verdadero Cristo. Este mecanismo puede verse en acción en el capítulo 6 de San Juan, allí donde encontramos que la gente se aleja del Señor cuando él les dice que él es el Pan de Vida.

* La verdad es que la palabra de Cristo es enormemente comprometedora. Si él dice que “el que no coma de su cuerpo y beba de su sangre” no tiene vida, está también declarándose como la vida nuestra. Y recibirle a él como VIDA significa que sin él no tiene uno vida. Por eso la gente que antes quería verlo como un proveedor de milagros ya no se siente interesada en quedarse con él, porque no quieren tenerlo como verdadero Señor de sus vidas.

* Pero el apóstol Pedro da una respuesta distinta: “Tú tienes palabras de vida eterna,” le dice a Jesús. Y sobre todo, Pedro pregunta y se pregunta: “¿A quién iremos?” Tal es el tipo de resolución que hace posible vencer las estrategias del enemigo y no perder a Aquel que verdaderamente nos ha amado.

Semana de Vida con Jesus, 3 de 6

Seis predicaciones para la Renovación Carismática Católica de Asunción, Paraguay. Tema 3: Conocer a Jesús.

* En conocer a Jesús, como enviado del Padre está la vida eterna (Juan 17).

* Así como un médico se da a conocer en su talento y capacidad para vencer la enfermedad, uno sólo llega a conocer a Cristo cuando le abre espacio para que él manifieste su poder, su bondad y su sabiduría.

* Pero no basta con presenciar cosas maravillosas. Después de la resurrección de Lázaro, los enemigos de Cristo decidieron que era necesario matar a Cristo, y era buena idea rematar a Lázaro.

* Uno necesita un corazón que se arrepiente, una mente que entiende y un prodigio que se siente: el portentoso amor de Dios que transforma, sana y salva.