Conoce qué es el suicidio demográfico

Conoce qué es el suicidio demográfico y dónde está sucediendo ahora mismo. Por fin empieza a tomarse conciencia del hecho social más dramático del presente siglo. Las supuestas soluciones son demasiado tímidas tardías pero… es un comienzo.

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España católica

El proceso de secularización de las naciones de Occidente, iniciado sobre todo a partir de la Revolución fracesa, además de traer la pérdida de la confesionalidad pública, rara vez ha conducido simultáneamente a la pérdida o deterioro grave de la conciencia de identidad nacional en esos países, a pesar de que todos ellos proceden de una antigua y fuerte raíz cristiana. Por el contrario, esto ha sucedido muy acusadamente en España.

Mientras que hoy, habitualmente, un alemán se sigue sintiendo alemán, como sus antepasados, y no desea ser otra cosa; y un inglés, al finalizar un espectáculo, canta con entusiasmo el tradicional God save the Queen!; o un francés, sea cual sea su ideología, suele ser bien consciente de la grandeur de la France; o un joven canadiense, adonde quiera que vaya, lleva en la mochila el signo de su patria; es patente que entre los españoles no suele suceder hoy nada parecido. ¿Por qué?…

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Unión de todos en la misión

En el capítulo precedente recordábamos el clamor continuo de protesta contra el maltrato de los indios, y de aquella evocación podríamos sacar la impresión de que los españoles en las Indias no hicieron otra cosa que salvajadas y crímenes. Pero eso estaría muy lejos de la verdad histórica.

Los esquemas maniqueos distribuyen bondad y maldad en forma automática, por gremios o nacionalidades. Pues bien, al recordar la evangelización de América conviene desechar desde un principio tal esquema, según el cual los indios y misioneros serían los buenos, y los otros, conquistadores y encomenderos, funcionarios y comerciantes, serían los malos. Es preciso reconocer que los españoles en las Indias respiraban un espíritu común, y por eso imaginar que los religiosos, impulsados por un evangelismo heroico, se gastaban y desgastaban por el bien de los indios, arriesgando incluso sus vidas, en tanto que sus mismos hermanos, amigos y vecinos se dedicaban a explotar o matar indios, es algo que no corresponde a la realidad.

En Hispanoamérica entonces, como ahora, había de todo en cada uno de los grupos. Ya conocemos qué clase de hombres eran en el XVI aquellos españoles, en su mayoría andaluces, extremeños, castellanos y vascos, que pasaron a las Indias. Había entre ellos santos y pecadores, honrados trabajadores y pícaros de fortuna, pero lo que puede afirmarse de todos ellos sin dudas es que formaban un pueblo de profunda convicción de fe cristiana, y que fueron capaces de transmitir su fe a los naturales de las Indias. Ellos eran más cristianos que nosotros. Ellos, por ejemplo, creían en la posibilidad de condenarse en el infierno para siempre, y muchos pensaban, siquiera a la hora de la muerte, que era necesario estar a bien con Dios. Lo veremos luego, recordando testamentos y restituciones.

Y por otro lado los españoles en América no sólo temían a Dios, sino también al Rey. La autoridad de la Corona, sobre todo en el XVI y primera mitad del XVII, es decir, cuando se realizó la evangelización fundamental, no era cosa de broma. Las Indias, ciertamente, estaban muy lejos de la Corte, pero el brazo del Rey era muy largo, y no pocos españoles pagaron duramente sus crímenes indianos.

El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

Increíble testimonio de honradez en el deporte

En España, en la carrera del Cross de Navarra de Burlada, el 2 de diciembre de 2012 sucedió un hecho que nos demuestra que el testimonio y la integridad de una persona se reflejan en todos los ámbitos de tu vida.

El atleta keniano, Abel Mutai, medalla de oro en los pasados Juegos Olímpicos de Londres 2012, estaba a punto de ganar la prueba cuando confunde el tramo final de la competencia, creyendo haber ganado y con algunos metros por recorrer, aflojó totalmente el paso y, relajado, comenzó a saludar al público creyéndose vencedor.

Iván Fernández Anaya, que venia segundo, al ver que se equivocaba y se paraba metros antes de la meta, no quiso aprovechar la ocasión para rebasarlo y ganar. Se quedó atrás de él, y con gestos para que la entendiera y casi empujándolo, llevó al keniano hasta la meta, dejándolo pasar por delante.

Iván Fernández Anaya, corredor español de de 24 años afirmó al terminar la prueba: “Aunque me hubieran dicho que ganando tenía plaza en la selección española para el Europeo, no me habría aprovechado. Creo que es mejor lo que he hecho que si hubiera ganado. Y esto es muy importante, porque hoy en día, tal como están las cosas en todos los ambientes , en el fútbol, en la sociedad, en la política, donde parece que todo lo honesto ha perdido su valor, un gesto de honradez va muy bien “.

¿Por qué las noticias malas corren como pólvora, y este tipo de ejemplos se habla muy poco de ellos?

Roma confía América a España para que la evangelice

Al regreso de Colón, los Reyes Católicos ven inmediatamente la necesidad de conseguir la autorización más alta posible para que España pueda cumplir la grandiosa misión que la Providencia le ha encomendado en América. El Tratado de Alcaçovas-Toledo, establecido con Portugal en 1479, había clarificado entre las dos potencias ibéricas las áreas de influjo en la zona de Canarias, Africa y camino del Oriente, pero nada había determinado de posibles navegaciones hacia el Oeste. Por eso, en cuanto Colón regresó de América, rápidas gestiones de los Reyes españoles consiguieron del papa Alejandro VI, antes del segundo viaje colombino, las Bulas Inter cætera (1493), en las que se afirman unas normas de muy alta transcendencia histórica.

«Sabemos, dice el Papa a los Reyes Católicos, que vosotros, desde hace tiempo, os habíais propuesto buscar y descubrir algunas islas y tierras firmes lejanas y desconocidas, no descubiertas hasta ahora por otros, con el fin de reducir a sus habitantes y moradores al culto de nuestro Redentor y a la profesión de la fe católica; y que hasta ahora, muy ocupados en la reconquista del reino de Granada, no pudisteis conducir vuestro santo y laudable propósito al fin deseado». Pues bien, sigue diciendo el Papa, con el descubrimiento de las Indias llegó la hora señalada por Dios, «para que decidiéndoos a proseguir por completo semejante empresa, queráis y debáis conducir a los pueblos que viven en tales islas y tierras a recibir la religión católica». Así pues, «por la autoridad de Dios omnipotente concedida a San Pedro y del Vicariato de Jesucristo que ejercemos en la tierra, con todos los dominios de las mismas… a tenor de la presente, donamos, concedemos y asignamos todas las islas y tierras firmes descubiertas y por descubrir a vos y a vuestros herederos». Y al mismo tiempo, «en virtud de santa obediencia», el Papa dispone que los Reyes castellanos «han de destinar varones probos y temerosos de Dios, doctos, peritos y expertos para instruir a los residentes y habitantes citados en la fe católica e inculcarles buenas costumbres» (A. Gutiérrez, América 122-123).

Roma, pues, envía claramente España a América, y en el nombre de Dios se la da para que la evangelice. En otras palabras, el único título legítimo de dominio de España sobre el inmenso continente americano reside en la misión evangelizadora.

El profesor L. Suárez, medievalista, recuerda aquí que ya Clemente V, hacia 1350, enseñaba que «la única razón válida para anexionar un territorio y someter a sus habitantes es proporcionar a éstos algo de tanto valor que supere a cualquier otro. Y es evidente que la fe cristiana constituye este valor» (La Cierva, Gran Hª 503).

El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

Un pueblo fuerte, elegido para una empresa grandiosa

Para conocer una historia es necesario, pero no suficiente, conocer los hechos, pues es preciso también conocer el espíritu, o si se quiere la intención que animó esos hechos, dándoles su significación más profunda. El que desconozca el espíritu medieval hispano de conquista y evangelización que actuó en las Indias, y trate de explicar aquella magna empresa en términos mercantilistas y liberales, propios del espíritu burgués moderno -«cree el ladrón que todos son de su condición»-, apenas podrá entender nada de lo que allí se hizo, aunque conozca bien los hechos, y esté en situación de esgrimirlos. Quienes proyectan sobre la obra de España en las Indias el espíritu del colonialismo burgués, liberal y mercantilista, se darán el gusto de confirmar sus propias tesis con innumerables hechos, pero se verán condenados a no entender casi nada de aquella grande historia.

Oigamos aquí por última vez a don Claudio Sánchez de Albornoz:

«No, no fueron casuales ni el descubrimiento ni la conquista ni la colonización de América. El descubrimiento fue fruto de un acto de fe y de audacia pero, además, de la idiosincracia de Castilla. Otro hombre de fe y de audacia habría podido proyectar la empresa; es muy dudoso que otro pueblo con otra histórica tradición que el castellano a fines del s. XV le hubiese secundado. Un pueblo de banqueros como Génova o un pueblo como Venecia, de características bien notorias, difícilmente hubiese arriesgado las sumas que la aventuradísima empresa requería. Sólo un pueblo sacudido por un desorbitado dinamismo aventurero tras siglos de batalla y de empresas arriesgadas y con una hipersensibilidad religiosa extrema podía acometer la aventura…

«Pero admitamos lo imposible, que América no hubiese sido descubierta por Castilla; algo me parece indudable: sólo Castilla hubiese conquistado y colonizado América. ¿Por qué? He aquí el nudo del problema. La conquista no fue el resultado natural del descubrimiento. Imaginemos que Colón, contra toda verosimilitud, hubiese descubierto América al frente de una flotilla de la Señoría de Génova o de naves venecianas; podemos adivinar lo que hubiese ocurrido. Se habrían establecido factorías, se habrían buscado especias, se habría pensado en los negocios posibles… Podemos imaginar lo que hubiese ocurrido, porque tenemos ejemplos históricos precisos» (23).

Si proyectamos el espíritu de hoy, burgués y liberal, comercial y consumista, sobre la empresa histórica de España en las Indias, la falsearemos completamente, y no podremos entender nada de ella.

El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

Otra mirada sobre la conquista en América

La Reconquista que España hace de sí misma no es sino una preparación para la Conquista de América, que se realiza en perfecta continuidad providencial. El mismo impulso espiritual que moviliza a todo un pueblo de Covadonga hasta Granada, continuó empujándole a las Canarias y a las Antillas, y de allí a Tierra Firme y Nueva España, y en cincuenta años hasta el Río de la Plata y la América del Norte. La Reconquista duró ocho siglos, y la Conquista sólo medio. Esta fue tan asombrosamente rápida porque España hizo en el Nuevo Mundo lo que en la península venía haciendo desde hace ocho siglos. Estaba ya bien entrenada.

Y del mismo modo, en continuidad con la tradición multisecular de avanzar, predicar, bautizar, alzar cruces, iglesias y nuevos pueblos para Cristo, ha de entenderse la rápida evangelización de América, esa inmensa transfusión de sangre, fe y cultura, que logró la total conversión de los pueblos misionados, fenómeno único en la historia de la Iglesia.

«Sin los siglos de batallas contra el moro, enemigo del Altísimo, de María, de Cristo y de sus Santos, sería inexplicable el anhelo cristianizante de los españoles en América, basado en la misma férvida fe» (106).

En las Indias, otra vez vemos unidos en empresa común a Reyes y vasallos, frailes y soldados, teólogos y navegantes. Otra vez castellanos y vascos, andaluces y extremeños, se van a la conquista de almas y de tierras, de pueblos y de oro. Otra vez las encomiendas y las cartas de población, los capitanes y adelantados, las capitulaciones de conquista, las libertades municipales de nuevos cabildos, los privilegios y fueros, la construcción de iglesias o la reconversión de los templos paganos, y de nuevo la destrucción de los ídolos y la erección de monasterios y sedes episcopales.

La Conquista, pues, teniendo la evangelización como lo primero, si no en la ejecución, siempre en la intención, era llegar, ver, vencer, repoblar, implantar las formas básicas de una sociedad cristiana, y asimilar a los indígenas, como vasallos de la Corona, prosiguiendo luego el impulso por una sobreabundante fusión de mestizaje, ante el asombro de la esposa india, que se veía muchas veces como esposa única y no abandonada.

La Conquista de las Indias es completamente ininteligible sin la experiencia medieval de la Reconquista de España.

Concretamente, «la política asimilista pero igualitaria de Castilla, única en la historia de la colonización universal -política que declaró súbditos de la Corona, como los castellanos, a los indios de América y que no convirtió en colonias a las tierras conquistadas sino que las tuvo por prolongación del solar nacional-, no podría explicarse sin nuestro medioevo» (128).

El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

España se unió ganando su tierra para Cristo

Empresa popular y religiosa

La lucha contra el Islam invasor fue lo que, por encima de muchas divisiones e intereses contrapuestos, unió en una causa común a todos los reinos cristianos peninsulares, y dentro de ellos a reyes y nobles, clérigos y vasallos, oficios y estamentos. Todos empeñaban la vida por una causa que merecía el riesgo de la muerte. Y la Reconquista iba adelante, con tenacidad multisecular, como empeño nunca olvidado.

«Un valle, una llanura, una montaña, una villa, una gran ciudad eran ganadas al Islam porque el Señor había sido generoso; y como proyección de la merced divina, castillos, palacios, casas, heredades… Se habían jugado a cara o cruz la vida, habían tal vez caído en la batalla padres, hijos, hermanos… pero después, en lo alto de las torres, el símbolo magno de la pasión de Cristo. Y nuevas tierras que dedicar al culto del hijo de Dios. Y así un siglo, dos, cinco, ocho» (104)…

En seguida venían nuevos templos, fundaciones y donativos para monasterios fronterizos, conversión de mezquitas en iglesias, organización de sedes episcopales, constitución de municipios nuevos, pues sólo poblando se podía reconquistar.

En los audaces golpes de mano contra el moro, o en los embates poderosos de grandes ejércitos cristianos, todos invocaban siempre el auxilio de Cristo y de María, de Santiago y de los santos, alzando a ellos una oración «a medias humilde y orgullosa: «Sirvo, luego me debes protección»» (103), y ofreciéndoles después lo mejor del botín conquistado, pues ellos eran los principales vencedores. Tras la victoria, el Te Deum laudamus.

En efecto, durante ocho siglos las victorias hispanas eran siempre triunfos cristianos: Fernando III vence en Córdoba, y hace devolver a Santiago las campanas arrebatadas por Almanzor, triunfa en Sevilla, y alza la santa Cruz sobre la torre más alta de la Alhambra granadina. Ni siquiera en tiempos calamitosos de crisis política y social, como en aquellos que precedieron al gran reinado restaurador y unificador de los Reyes Católicos, se olvidaba el empeño de la Reconquista.

El programa de gobierno de la reina Isabel al ascender al trono de Castilla, en 1474, expresaba su intención con estas sinceras palabras:

«el servicio de Dios, el bien de las Iglesias, la salvación de todas las almas y el honor de estos reinos». Finalmente, tras diez años de tenaz resistencia, caía en Granada el último bastión árabe. En 1492.

El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

La reconquista en España y su relación con la gesta en América

Después de sesenta años de estudios medievalistas y de cuarenta vividos en América, don Claudio Sánchez Albornoz quiso anticipar su homenaje al Quinto Centenario del Descubrimiento, presintiendo que ya no estaría presente en su celebración, y publicó en 1983 una obra impresionante, La Edad Media española y la empresa en América.

En ella afirma «como verdad indestructible, que la Reconquista fue la clave de la Historia de España» y que «lo fue también de nuestras gestas hispanoamericanas» (7). «Repito lo que he dicho muchas veces: si los musulmanes no hubieran puesto el pie en España, nosotros no habríamos realizado el milagro de América» (70).

En efecto, en los años 711-725 los árabes musulmanes ocupan toda la península ibérica, salvo pequeños núcleos cristianos en Asturias y los Pirineos, y en esos mismos años, Pelayo en Asturias (718-737) -«un rey nuevo que reina sobre un pueblo nuevo», según Ibn Jaldún-, y en seguida Alfonso I (739-757), inician contra el Islam invasor un movimiento poderoso de reconquista que durará ocho siglos, en los que se va a configurar el alma de España.

«Desde el siglo VIII en adelante -escribe don Claudio-, la historia de la cristiandad hispana es, en efecto, la historia de la lenta y continua restauración de la España europea; del avance perpetuo de un reino minúsculo, que desde las enhiestas serranías y los escobios pavorosos de Asturias fue creciendo, creciendo, hasta llegar al mar azul y luminoso del Sur… A través de ocho siglos y dentro de la múltiple variedad de cada uno, como luego en América, toda la historia de la monarquía castellana es también un tejido de conquistas, de fundaciones de ciudades, de reorganización de las nuevas provincias ganadas al Islam, de expansión de la Iglesia por los nuevos dominios: el trasplante de una raza, de una lengua, de una fe y de una civilización» (125).

Aquellos ocho siglos España luchó, en el nombre de Dios, para recuperarse a sí misma, es decir, para reafirmar su propia identidad cristiana. La causa de Cristo y la de España, empujando hacia el sur espada en mano, con la cruz alzada, se habían hecho una sola.

Y «siempre en permanente actividad colonizadora, siempre llevando hacia el Sur el romance nacido en los valles septentrionales de Castilla, siempre propagando las doctrinas de Cristo en las tierras ganadas con la espada, siempre empujando hacia el Sur la civilización que alboreaba en los claustros románicos y góticos de catedrales y cenobios, siempre extendiendo hacia el mediodía las libertades municipales, surgidas en el valle del Duero, y siempre incorporando nuevos reinos al Estado europeo, heredero de la antigüedad clásica y de los pueblos bárbaros, pero tallado poco a poco, por obra de las peculiaridades de nuestra vida medieval, en pugna secular con el Islam» (126).

La divisa hispana en estos siglos fue lógicamente Plus ultra, más allá, más allá siempre…

El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

Conoce la misión de HazteOir

“HO se diferencia por buscar la verdad por medio de la razón. No recurre a dogmas o a consignas ideológicas para comunicar las causas en las que actúa. Todo lo que HO propone debe descansar en el acervo de la racionalidad científica, jurídica y antropológica. Los grupos de interés con los que se relaciona deben percibir que HO es una organización que actúa razonablemente y que comunica razonadamente…”

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Los que amamos a España

Luto

Nacido en Colombia, y deudor, de tantas maneras, de España, a la que llamamos con afecto “Madre Patria,” sólo puedo escribir para expresar mi profundo dolor, y mi más ferviente oración por tantos que han muerto o han querido gravemente heridos o afectados por el reciente accidente ferroviario, ya cerca de las puertas de Santiago de Compostela.

¡Cuántas vidas segadas en un instante! ¡Cuántas historias trastornadas para siempre, debajo de los hierros retorcidos!

Que el amor gigantesco que palpitó en el corazón del apóstol Santiago, y la dulce y consoladora ternura de la Señora del Pilar se dejen sentir en esta hora de luto para Galicia y toda España.

¡Estamos con vosotros!

¿Por qué tanto ataque de los medios a la Iglesia?

El que fuera embajador del Gobierno de España ante la Santa Sede, Francisco Vázquez, desde febrero de 2006 a abril de 2011, anteriormente durante años alcalde socialista de La Coruña, ha publicado un artículo de mucho calado en la revista “Vida Nueva” (número 2.854, fecha 5 de julio), que por la calidad del autor, al que le he tenido siempre especial simpatía, su conocimiento de lo que habla y la importancia del tema, me permito reproducir íntegramente. El artículo se titula “Por una vez, la política” y dice así:

Próximo ya el tiempo de las vacaciones, no se necesita estar dotado del don de la adivinación para prever un otoño en el que los ataques a la Iglesia católica en España se conviertan en uno de los ejes del debate político.

De un tiempo a esta parte, los sectores dominantes en la hasta hace poco izquierda moderada consideraron que la mejor manera de tapar sus vergüenzas era reabrir el enfrentamiento con la Iglesia, resucitando un anticlericalismo decimonónico totalmente extemporáneo y ajeno a la realidad de la sociedad española actual.

Estos aprendices de brujo creyeron que esta estrategia les reportaría réditos electorales al asimilar a la Iglesia con la derecha, identificar la religión con sectores privilegiados y, según sus “cuentas de la vieja”, de lograr una respuesta “dura” de la jerarquía eclesiástica, que fijara un escenario donde la atención no se centrase en la crisis económica y sus responsabilidades políticas generadas por quienes no fueron capaces de preverla y afrontarla.

En esta falsa espiral de progresismo versus conservadurismo se rompieron todos los consensos sociales, y en materia de familia, educación y defensa de la vida, se impusieron unas nuevas leyes aprobadas por mayorías coyunturales y mínimas que dividieron y crisparon innecesariamente a los ciudadanos.

Cualquier modificación y vuelta atrás que democráticamente se plantee en esta situación impuesta se considera como una regresión reaccionaria y un intento de imponer unos valores morales de naturaleza confesional, conculcando supuestos derechos que carecen del más elemental fundamento constitucional.

De una manera planificada se intento hacer de la mentira verdad, buscando fijar la imagen de una Iglesia privilegiada, titular de prebendas y amparada por una normativa opaca que le permitía estar exonerada del pago de impuestos y financiarse a costa del dinero público que, por distintos cauces le suministraba el Estado en ingentes cantidades.

No cabe mirar hacia otro lado porque, lo que hasta ahora esquemáticamente expuesto, es un fiel reflejo de lo hasta ahora sucedido. Pero a lo hecho hay que añadir lo anunciado cuando, públicamente, se dice que los Acuerdos con la Santa Sede serán denunciados, no se admitirá la enseñanza de la Religión, o la actual Ley del aborto se considera innegociable.

Cuando no hay fundamentos ideológicos que permitan armar propuestas para hacer frente a la crisis económica y se considera que la radicalización fija los espacios electorales, se cae siempre en el mismo error, que no es otro que el de buscar un enemigo sobre el que centrar la atención y el debate. En este caso, ya se ha elegido: la religión y su asimilación con tiempos pasados, por cierto, superados gracias en parte a la actitud de la Iglesia.

En mi opinión, hay un factor que subyace no sé si consciente o inconscientemente en este sectario planteamiento. Pienso que también se busca ocultar el papel que la Iglesia está realizando silenciosamente a favor de todos los desfavorecidos y víctimas de esta crisis. Los millones de personas que, ante la incapacidad del Estado, reciben la ayuda y la atención de las instituciones religiosas y locales vinculadas a la Iglesia católica, que es la única esperanza y el solo apoyo que tienen en estos tiempos de tribulación los necesitados. El trabajo de unos pone en evidencia las carencias de otros.

Cuando llegue el tiempo de conferencias y congresos, allá por el mes de octubre, se volverá a reabrir la cuestión religiosa que tanto pesar trajo a nuestro país e, irresponsablemente, se romperán los puentes que tanto fruto reportaron a la estabilidad de nuestra convivencia. Dicho queda.

Visto primero en Religión en Libertad